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Internacional

20 de enero del 2004

La historia de cómo el gobierno de EEUU espió las fotografías de un periodista

El espía involuntario

Jeremy Bigwood
traducido para Rebelión por Luis Gómez

Un periodista de guerra descubrió que un funcionario del gobierno de los Estados Unidos había estado revisando sus fotografías sin su autorización. Para averiguar quién fue y con qué finalidad lo había hecho, el periodista solicitó la desclasificación de documentos oficiales estadounidenses al amparo del Freedom of Information Act ("FOIA", Ley de Libertad de Información)

En la película Bajo el fuego, el protagonista es un fotoperiodista que va detrás de las líneas en Nicaragua con los sandinistas, una guerrilla peleando contra un régimen apoyado por los Estados Unidos. Para tener ese acceso, el periodista tiene que convencer primero a los sandinistas de que las imágenes que estaba tomando en sus campamentos clandestinos serían solamente utilizadas para contar su historia. Y quedó horrorizado más tarde cuando supo que la CIA había tenido acceso a sus imágenes y que las fuerzas de seguridad nicaragüenses las estaban usando para identificar y asesinar a la misma gente que le había depositado su confianza.

La vida imitó al arte a finales de los años ochenta, cuando trabajaba como fotoperiodista "freelance" en San Salvador. Había llevado cientos de rollos sin revelar a la oficina de Gamma Liaison en Nueva York, una de las agencias de fotografía más importantes del mundo. Era el trabajo más excitante y estimulante que haya hecho en mi vida. La agencia vendió mis transparencias de color a revistas que incluían a Time, Newsweek, U.S. News & World Report, Der Spiegel y Der Stern (también hice copias en color y blanco y negro para periódicos como los San Francisco Chronicle y Examiner, Los Angeles Times, Washington Post y Boston Globe). De 1984 a 1994 cubrí regularmente El Salvador, Honduras, Nicaragua, Guatemala y el sur de México.

Había mantenido una casilla de correos en los Estados Unidos y sacaba mi correo de ahí cada cierto tiempo. En octubre de 1988, recibí de mi agencia el reporte de los últimos meses de la venta de mis fotografías. Me sorprendió mucho al ver que se reportaba una fotografía perdida. ¿Y quien la había perdido? Ninguna de las revistas a las cuales yo solía vender mi trabajo. En el reporte se señalaba como responsable al "
US. Depto. De", que yo pensaba que era el Departamento de Estado.

La
imagen era del presidente salvadoreño José Napoleón Duarte y un general de la policía salvadoreña, Carlos Eugenio Vides Casanova (Vides Casanova fue acusado por una corte estadounidense recientemente de haber ordenado en 1980 la violación y asesinato de tres monjas y un misionero católicos de origen estadounidense). No estaba molesto por la pérdida de la transparencia. Pero ¿qué estaba haciendo el gobierno de los Estados Unidos con mis imágenes?

El Salvador estaba en su octavo año de guerra civil. Los Estados Unidos apoyaban al gobierno salvadoreño contra los rebeldes de izquierda y daban a los militares más de un billón de dólares al día en asistencia. Cobré mi pago para volar de Seattle a Nueva York y averiguar quién tenía acceso a mis transparencias.

Me quedé pasmado por lo que supe. Al examinar la lista de clientes que habían revisado las imágenes de los sobres manila que contenían las imágenes, fue claro que cada una de mis fotos desde 1984 -miles de transparencias de color de toda Centroamérica- habían sido revisadas y sacadas de Gamma por un funcionario del gobierno de Estados Unidos que afirmaba representar al Departamento de Estado. El funcionario las sacó a través de un acuerdo de búsqueda libre que era común en este negocio. Los clientes de una agencia de fotografía como Time y Newsweek hacían solo pago rutinario de 45 dólares para tener buscadores en las oficinas que revisaran las imágenes de un tema en particular. Ellos las enviaban por mensajería a las oficinas de sus publicaciones, donde sus editores de fotografía decidirían si querían adquirir los derechos de publicación de alguna de ellas. Gamma mantenía el cobro de 45 dólares para esas búsquedas como un precio normal por ello. Hasta que salía un cheque por publicación o una transparencia perdida, el fotógrafo no tenía idea de quién estaba revisando las imágenes.

El Departamento de Estado estaba examinando y sacando mis transparencias bajo el mismo arreglo, pero lo hizo más fácil para Gamma al enviar un representante ahí por lo menos una vez por semana. Luego de revisar mi archivo, revisé los de mis colegas para ver si su trabajo había sido revisado por el Departamento. También, el Departamento había revisado y sacado algunas imágenes de Paulo Bosio, quien cubría Nicaragua y del finado John Hoagland, mi predecesor en Gamma para El Salvador (murió cubriendo un tiroteo en 1984).

Antes de salir de la oficina, fui hacía un conocido, uno de los fotógrafos de Gamma en Nueva York. Dijo que todo mundo en la agencia sabía de la representante del Departamento de Estado, "una mujer muy agradable" llamada Mary Beth MacDonald. Al día siguiente me encontré con la directora ejecutiva de Gamma en la oficina de Nueva York, Jennifer Coley. Me explicó que MacDonald venía cada semana para revisar muchas imágenes de los fotógrafos y enviarlas al Departamento de Estado, y que lo había hecho por años. Lo que hacía era completamente legal. Coley me ofreció la opción de hacer que mis imágenes quedaran fuera del alcance del Departamento de Estado si lo deseaba, y lo hizo. Pero aunque mis fotos estaban marcadas con "No para uso o examen del gobierno", MacDonald pudo haber ignorado esa solicitud porque iba a los archivos sin supervisión, dijo Allen Stephens de Gamma.

Volví a El Salvador a fines de octubre de 1988. Durante los siguientes cuatro meses, viajé de El Salvador a Honduras, Nicaragua y Guatemala, y hablé con muchos colegas fotógrafos. Muchos que me dijeron que el Departamento de Estado no era diferente de otros clientes y que no había por qué alarmarse. Cualquier noticia acerca del tema haría sus ya peligrosos trabajos aún más inseguros, argumentaron. Un fotógrafo de una agencia de fotos estadounidense con sede en Nicaragua me dijo que ya sabía sobre la práctica y que no debería preocuparme por ello. "Todo es parte del negocio"; dijo.

Pero estaba muy inquieto por las implicaciones. Hubiera sido muy diferente si yo hubiera sido un fotógrafo de servicios de cables, que solamente enviaba un par de imágenes editadas de un evento cualquiera. Pero estaba enviando rollos enteros, muchos, que podrían ser vistos por la representante del gobierno de Estados Unidos antes que yo los viera, o los editara. Debería ser el equivalente a que le confiscaran sus notas a un reportero.

El tema aquí no era que el gobierno estadounidense pudiera ver las imágenes publicadas. Era la enorme masa de material sin editar lo que me preocupaba. Al analizar la secuencia de fotografías, alguno podría ver dónde había estado y con quién hablé. Esto podría haber sido peligroso para la gente que fotografié. No era un secreto que el mismo gobierno que analizaba mis fotografías estaba detrás de la eliminación de mucha gente que yo fotografiaba, a menudo actuando a través de sus sicarios para el trabajo sucio. ¿Me estaban pagando pobremente como espía involuntario?

Vivía con dos colegas que frecuentemente me acompañaban a las zonas rebeldes salvadoreñas.
Frank Smyth reportaba para la CBS radio y Tom Gibb para la BBC. Ellos y otros fotoperiodistas con sede en San Salvador estaban alarmados de saber que el gobierno de Estados Unidos revisaba las imágenes de Gamma. Todos sabíamos que noticias sobre esa práctica podría poner a los periodistas en riesgo. Estaban poco preocupados por lo que pudiera esto hacer a su seguridad y reputación como periodistas, ya que habían viajado frecuentemente conmigo.

Pero Smyth y Gibb estaban mucho más preocupados acerca de las ramificaciones de esta práctica en el periodismo. Si los periodistas violaban involuntariamente el acuerdo tácito con sus fuentes de que eran independientes, e ignoraban el concepto de protegerlas, eventualmente serían considerados espías. Y si eran percibidos como espías, eventualmente sólo tendrían acceso a un lado del conflicto.

Ya que tenía aún mis preocupaciones, dejé de enviar a la agencia imágenes delicadas, como de colaboradores de la guerrilla. Para hacer eso, algunas veces llevaba tres cámaras, asegurándome de no tomar fotos delicadas en el mismo rollo que estaba enviando a la agencia.

De todos modos aún me sentía violentado. Me preguntaba si habría puesto en peligro a alguno de mis fotografiados sin saberlo. Hice mis viajes a la guerrilla salvadoreña más precavidos xx[cuatos], donde para tener acceso gané la confianza de los combatientes y los civiles simpatizantes. Tenía imágenes de una mujer cocinando y de sus hijos jugando en el mismo rollo donde tenía imágenes de los guerrilleros armados - incluyendo su hijo y su tío. Tenía muchas fotos de un escenario que podría, en un país pequeño como El Salvador, proveer su localización. Saliendo de las zonas guerrilleras, siempre temía que los militares salvadoreños pudieran confiscar mi material, como habían hecho con otros fotógrafos, así que rutinariamente escondía los rollos más delicados en el forro del fondo de la mochila de mi cámara.

Mirando hacía atrás, me doy cuenta de que comencé a recibir los primeros indicios de que mi material podía caer en manos equivocadas el verano de 1987. Ese año tuve la oportunidad de viajar con las fuerzas militares de élite salvadoreñas, entrenadas por la CIA, agrupadas en pequeñas unidades conocidas como Patrullas de Reconimiento de Alcance Largo (
PRAL). La oficina de prensa militar me dijo que era el primer fotoperiodista en captar las PRAL del gobierno salvadoreño (y el último, como se supo luego). Las PRAL eran conocidas por sus enemigos como las tropas más peligrosas del gobierno; usaban armas especiales y a menudo aparecían vestidos y con barba como guerrilleros.

Aunque pasaron meses antes de que alguna de mis fotografías de ellos fueran publicadas, algo sorprendente ocurrió apenas unas semanas después de la sesión con las PRAL. Un empleado de la oficina de prensa militar salvadoreña, Mauricio Miranda, me dijo que mis fotos de la unidad de élite habían sido tituladas incorrectamente como de guerrilleros. "¿Cómo lo sabe?", pregunté. Dijo que simplemente sabía y se negó a explicar por qué. Con la oficina de prensa salvadoreña uno no tenía la opción de hacer demandas o usar la Ley de Libertad de Información. Controlaban tu acceso al país -controlaban tu carrera.

Unos cuantos meses después, y más de un año antes de saber acerca del acceso del Departamento de Estado, estaba fotografiando una protesta enfrente del cuartel del Alto Mando Militar Salvadoreño en San Salvador de gente cuyos familiares habían desaparecido. Saqué acercamientos de la multitud y de la policía antimotines al otro lado de la calle antes de alejarme y tomar una panorámica de la escena. Tres manifestantes vinieron hacia mí. Luego de breves presentaciones, uno de ellos me preguntó quién era, a quién había sacado fotos y si trabajaba para el gobierno de Estados Unidos o la CIA. Casi indignado, dije que trabajaba para Gamma Liaison, un medio periodístico que vende fotografías a revistas de todo el mundo, y que no hacía negocios con el gobierno estadounidense. Parecieron satisfechos y se fueron.

No mucho después de esa manifestación en San Salvador, fui a encontrar a un embajador europeo, a quien conocía bastante bien, al aeropuerto. Había sido observador diplomático en las recientes charlas de paz entre el gobierno salvadoreño y las guerrillas que había fotografiado. Me dijo, sorprendentemente, que mis fotos de las charlas, junto con el subsiguiente retorno de los insurgentes al campo, habían salido bien. Le agradecí, pensando que había visto algunas de las imágenes publicadas en Europa. Pero agregó: "¿Sabes para quién estás tomando fotos?". Le pregunté qué quería decir, y él sonrió y se disculpó. Más tarde pregunté a una amiga mutua si sabía lo quiso decir. Ella indicó que sí, aunque se negó a decírmelo.

Luego de mi descubrimiento en la oficina de Gamma en Nueva York un año más tarde, el misterio se resolvió. Mientras mis transparencias estaban probablemente ahora fuera del alcance del gobierno de Estados Unidos, MacDonald sin duda gozaba de acceso a muchas imágenes de los fotógrafos sin su conocimiento. Mis colegas y yo discutimos sobre qué hacer durante los meses previos a las elecciones presidenciales de marzo de 1989 en El Salvador. Smyth estaba escribiendo una historia para el
Village Voice y le contó a su editor, Dan Bischoff, acerca de MacDonald y Gamma Liaison. Bischoff asignó la historia a los reporteros Bill Gifford y Rick Hornung.

Los reporteros encontraron a MacDonald en la oficina de Gamma. Ella dijo que estaba trabajando, de acuerdo al artículo, para el Servicio Gráfico del Departamento de Estado, del que Gifford y Hornung reportaron tenía un número telefónico no disponible. MacDonald les dijo que regularmente visitaba Gamma Liaison y otras cuatro agencias de fotografía con sede en Nueva York, enviando "docenas de fotografías a Washington semanalmente".

"Las agencias eran muy cooperativas. Simplemente me dejan ir y mirar en sus archivos. Tomo lo que pienso que es interesante y lo envió a Washington", dijo MacDonald al Village Voice. Agregó además que las fotografías que sacaba de las agencias eran utilizadas por varias publicaciones del departamento, incluyendo la revista oficial Estado.

El tema continuó fastidiándome incluso después de que dejé finalmente Centroamérica en 1994. Más tarde ese año, revisé cada número de la revista Estado que estaba archivado en la biblioteca de la Universidad de Washington en Seattle. No había fotografías a color de ninguno de sus números desde la Segunda Guerra Mundial (se publicó a color luego de mi investigación). Más aún, la mayoría de las fotos eran tomadas por personal del Departamento de Estado de eventos de embajadas como asistencia a fiestas. Había imágenes ocasionales de conferencias de prensa del Departamento, pero tenían crédito de fotógrafos individuales probablemente contratados por el gobierno. No encontré fotos acreditadas a ninguna agencia de fotografía. Había también un pequeño número de imágenes, tal vez veinte de un periodo de sesenta años, de servicios de cables.

Así que ¿a dónde iban a parar mis imágenes? El ex periodista de investigación del Washington Post Ronald Kessler, en su libro de 1992, "Inside the CIA" ("Dentro de la CIA"), informó que de todas las agencias gubernamentales estadounidenses, solamente la CIA tiene autorización para permitir a sus empleados indetificarse en Estados Unidos como representando a otras entidades del gobierno federal. ¿ Estaba MacDonald de hecho trabajando para la CIA y había usado el Servicio Gráfico del Departamento de Estado simplemente como cobertura? Los pagos a Gamma Liaison eran hechos en cheques oficiales del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. MacDonald sí representaba a alguna entidad del gobierno federal, ¿pero cuál?

Comencé a leer más acerca del tema. Durante y luego de las audiencia del Comité Eclesial de los setenta, se supo que ciertas compañías de prensa empleaban fotoperiodistas que tenían relaciones con la CIA y habían inclusive espiado domésticamente para el FBI. En un artículo de 1977 de Rolling Stone, Carl Bernstein escribió que durante los cincuenta y los sesenta "la Agencia tuvo carta blanca con privilegios en los archivos de fotografía de literalmente docenas de diarios estadounidenses, revistas y estaciones de televisión. Por razones obvias, la CIA también asigno una alta prioridad al reclutamiento de fotoperiodistas, particularmente a miembros de equipos de filmación asignados al extranjero".

Hice más de 90 solicitudes bajo la Ley de Libertad de Información a 15 agencias estadounidenses para averiguar lo que pude saber el uso de mis imágenes por parte del gobierno. Aprender las minucias de la ley y de la Ley de Privacidad se convirtió en un trabajo de tiempo completo que duró más de siete años. Las solicitudes, a agencias que incluían el Departamento de Estado, la DEA, el Departamento de Defensa y la CIA, incluían solicitudes de fotos que sólo yo pude haber tomado y sobre las relaciones económicas del gobierno de Estados Unidos y las agencias de fotografía y la prensa en general.

También utilicé la Ley de Privacidad, lo que me permitió pedir archivos del gobierno sobre mí. Deseaba que tal vez la entidad que recibió las imágenes hubiera usado mi nombre en una base de datos y que pudiera acceder a ella. Además, para poder determinar tanto la honestidad como los matices de cada agencia, hice solicitudes falsas bajo la Ley de Libertad de Información que sonarían como plausibles pero que representaban eventos y tiempos que no existían. Deseaba conseguir todos las respuestas de "No hay registro" de ellos.

MacDonald no aparecía como empleada en las muchas ediciones del directorio telefónico del Departamento de Estado, y su central telefónica no tenía registro de ella tampoco. El Departamento de Estado también tiene un servicio de localización de empleados para ayudar a ubicar a empleados de antes y de ahora. Pero el servicio no tenía registro de una "Mary Beth MacDonald" o de ninguna otra ortografía parecida de su nombre.

Tal vez era una empleada por contrato del Departamento de Estado, así que hice otra solicitud bajo la Ley de Libertad de Información para averiguarlo. MacDonald dijo al Village Voice que trabajaba para el Servicio Gráfico del Departamento de Estado. No está listado ningún Servicio Gráfico ahí, pero había una Sección Gráfica, que tenía una oficina sede en el edificio principal del Departamento en Washington DC.

Un día, mientras estaba en el Departamento para otra cosa, tomé el ascensor al sótano y eventualmente encontré la Sección Gráfica. La puerta estaba abierta. Una mujer dentro dejó de mirar su trabajo y dijo "Hola". Le dije exactamente por qué estaba ahí y le pasé una copia del artículo del Village Voice. Lo leyó una vez antes de releer una parte. "No somos nosotros", dijo. Me dijo que su oficina principalmente producía invitaciones para varios encuentros sociales del Departamento de Estado, y que ella no tenía el espacio, el equipo o el personal para copiar tantas imágenes. Nunca había escuchado ni de Gamma Liaison ni de MacDonald. Entonces hizo un gesto teatral con su mano y dijo: "Necesita buscar río arriba", una referencia a los cuarteles de la CIA, ubicados en Virginia, cerca del río Potomac.

Durante los siguientes seis años, comencé a recibir respuestas oficiales a mis solicitudes. Varias entidades del Departamento de Defensa, junto a la Agencia Nacional de Seguridad, la Agencia de Inteligencia para la Defensa, la DEA, el FBI y la Agencia de Información de los Estados Unidos, replicaron todas que "no tenían registros" pertinentes a cualquiera de mis solicitudes. Las solicitudes falsas que hice como control también volvieron con respuestas de "no hay registros", lo que me llevó a creer en la veracidad de las oficinas de libertad de información con las que trataba.

El Departamento de Estado al principio no me dio una respuesta clara a mis solicitudes preguntando si MacDonald alguna vez trabajó ahí. En algún momento de finales de los años noventa, cancelaron mi solicitud sobre MacDonald sin notificarme. Cuando lo supe, inmediatamente hice otra solicitud de la misma información. Luego de un chequeo exhaustivo de todas las posibles entidades, la respuesta de "no hay registros" -queriendo decir que no tenía registro alguno de ella trabajando ahí- finalmente llegó a mi casilla de correos en diciembre pasado. Siete años después de que comencé a hacer solicitudes bajo la Ley de Libertad de Información.

De las agencias a las que solicité algo sobre MacDonald, todas me dieron respuesta de "no hay registro" excepto una -la CIA. La agencia dijo que no podían decir si ella trabajó ahí: "La sección 6 de la Ley de la CIA de 1949 excepciona de desclasificación toda organización, funciones, nombres, títulos oficiales, salarios o números del personal empleado por la agencia... [y] la subsección 102(d)(3) de la Ley de Seguridad Nacional de 1947 requiere que el Director de Inteligencia Central proteja información pertinente a las fuentes de información de ser desclasificada sin autorización". La respuesta citaba más adelante las excepciones (b)(1) y (b)(3) de la Ley de Libertad de Información, que permiten al gobierno a quedarse con material que es "de interés para la defensa nacional o política internacional" y "propiamente clasificado según esa orden ejecutiva", y que "aplica a las obligaciones estatutarias del director [de la CIA] proteger de desclasificación a las fuentes y métodos de inteligencia, así como a la organización, funciones, nombres, títulos oficiales, salarios o números del personal empleado por la agencia".

La CIA también utilizó excepciones para negarme información acerca de mis fotografías y de las transacciones entre ella y Gamma (y también sobre un conocido servicio de cables).

¿Trabajaba MacDonald para la CIA? Probablemente nunca lo sabremos con certeza. Los empleados de la agencia de fotografía dicen que continuó visitando las agencias de Nueva York hasta mediados de los noventa. Tom Crispell, un vocero de la CIA, declinó comentar sobre MacDonald y los métodos que la agencia utiliza para conseguir información. En el Departamento de Estado, el vocero de la Oficina para Asuntos del Hemisferio Occidental, Wes Carrington dijo que no puede decir con certeza si tiene algún trato con las agencias de fotografía, y sugirió que podría investigar si hubo alguna relación de esa clase. Luego dijo: "Más allá de hacer solicitudes bajo la Ley de Libertad de Información, tengo la impresión de que ellos - al menos la gente actual ahí- no tenían realmente una manera de ir hacia a atrás y revisar".

Gamma Liaison fue comprada por Getty Images News Services y tiene nuevos propietarios. La agencia trabaja ahora principalmente con material editado que es enviado vía correo electrónico. El director ejecutivo Georges DeKeerle dice que si el tema surgiera de nuevo "el gobierno de los Estados Unidos podría ser un poco más listo ahora, y podrían usa otros intermediarios. Probablemente usarían una revista o algo así. No usan a los medios de la misma forma que lo hacían hace veinte años".

Cuando veo las imágenes en los diarios del presente conflicto de contrainsurgencia en Colombia, me recuerdan mis imágenes de Centroamérica a finales de los ochenta. Ojalá que la relación entre el gobierno de Estados Unidos y las agencias de fotografía no sea revivida mientras entramos en una nueva guerra. Y si lo fuera, me pregunto cuántas décadas llevará encontrar algo sobre eso, dado el extremo letargo de nuestra más importante herramienta de fiscalización -la Ley de Libertad de Información.

Jeremy Bigwood es Fotoperiodista con más de veinte años de experiencia cubriendo movimientos sociales en América Latina y experto en desclasificación de documentos del gobierno de Estados Unidos. Mantiene un sitio sobre la fumigación aérea de cultivos en Colombia (
http://www.usfumigation.org/). Puede ser contactado en: bigwood@rcn.com o su propio sitio de web, http://jeremybigwood.net.