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Europa

 

La muerte y la muerte de FF

Editorial
Cádiz Rebelde

Murió Franco, quien lo diría, allá por noviembre de 1975 pero su pesada sombra de represión, muerte y miedo, sobrevivió entre nosotros.
Murió de nuevo, el día 14 de marzo del año de gracia de 2004, cuando el franquismo de Aznar, que había sido destapado y potenciado por el neofascismo de Bush, es derrotado en las urnas. La amenaza de la todavía resistible "ascensión de Arturo Ui" se hace tan evidente en los días que transcurren del 11 al 14 de ese terrible mes de marzo, que los ciudadanos acuden en masa y vitalizan por un instante una democracia que a esas alturas carece de aliento popular alguno.

En cierto modo y hasta cierto punto, la derrota de Aznar el 14 de marzo ha escenificado la segunda muerte de Francisco Franco. Justo a tiempo. Hacer que esta muerte sea completa y definitiva podría ser uno de los retos de esa izquierda que está emergiendo de sus cenizas y que lo hace fuera del sistema político consagrado por la constitución de 1978. No por casualidad la lucha por la III República está empezando a congregar el esfuerzo de todos los que ven en la realidad la necesidad imperiosa de luchar contra el imperialismo y el fascismo.
El pueblo español tiene muchas cuentas pendientes con ese fantoche que se ha pavoneado durante ocho largos años con la jactancia agresiva y la chulería de los antiguos falangistas.
La primera, y la más importante, es la de los 200 muertos y cerca de 1500 heridos de los atentados de Atocha. ¡Ay la petulancia de Aznar!
Aznar metió a este país, contra la opinión de la mayoría expresada con dramatismo en las enormes manifestaciones de los meses iniciales de 2003, en la aventura militarista e imperial de los Estados Unidos. Para justificar la destrucción de Iraq y el terrible genocidio de sus habitantes Aznar, como sus mentores Bush y Blair, mintió descaradamente. Los terribles efectos de la guerra sobre un pueblo indefenso y los riesgos derivados de esa alianza fueron despreciados y ocultados sistemáticamente a los ciudadanos. Después, a la hora de asumir responsabilidades, Aznar mintió de nuevo.
No es que Aznar -como pretenden hacer creer ahora- no tuviese "conciencia" del enorme riesgo en el que nos había metido. El problema era otro. La publicidad de esa amenaza –al modo de Blair o de Bush- ponía al descubierto su terrible indiferencia, descalabraba su discurso. Como coartada para una guerra de conquista, Aznar no tenía a mano, como Bush, un 11 de septiembre. El infame Aznar había negociado siempre con la rentabilidad electoral de una guerra que ha costado a los iraquíes decenas de miles de muertos, en su inmensa mayoría civiles indefensos y desarmados. Él identificó siempre la "guerra antiterrorista de Bush con la "guerra contra ETA".
En un intento desesperado para evitar convertirse en "polvo cósmico", tal como le anunció el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, el ex presidente Aznar ha viajado a Washington para rendirle pleitesía a su campechano jefe, George W. Bush, y recibir las palmaditas en la espalda. Aznar juega a la reelección de Bush como su única y postrera carta política.
Al amparo del neofascista presidente de los Estados Unidos, Aznar ha afirmado que la retirada de las tropas españolas de Iraq supone una derrota y un incentivo para el terrorismo. Aznar, que mintió descaradamente en día 11 de marzo para atribuir a ETA el atentado de Atocha, miente ahora de nuevo y juega sin riesgo.
Culpable de cerca de 200 muertos y de casi 1.500 heridos por meternos en una terrible guerra injusta, Aznar apuesta a un segundo atentado para echárselo en la cara al pueblo español.