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Europa

La insoportable levedad del sombrajo borbónico

Jesús Prieto
Cádiz Rebelde

Esta presunta democracia es –lo estamos viendo cada día- más frágil que la casita del cerdito del cuento. El menor soplido la desmantela. Para comprobarlo, solamente hay que observar cómo se derrumban los palos del sombrajo celtibérico tras el compromiso de la organización armada ETA de no volver a actuar en Cataluña. Las contradicciones de unos y de otros han surgido de pronto como champiñones en el húmedo estiércol.
Cualquiera diría que un alto el fuego, cuando y donde quiera que se produzca, es una buena noticia. Pero, no. Los amantes del imperio y de la guerra se han volcado en una increíble campaña de afirmación gran nacionalista en la que todo vale para cohesionar el reino en peligro. Y, como se veía venir, eso de que en Barcelona se respire más tranquilamente que en Madrid es inaceptable para el bien común. Cuestiona gravemente la simetría constitucional y tal y tal. Es como lo del trasvase, pero en vidas. Hay que morir por España y por el Rey, que ya lo dice el Oriamendi. A partir de ahora, los catalanes de bien deberán dar muestras de patriótica solidaridad suicidándose en cantidad paritaria al número de futuras bajas españolas. Y ojito, porque el que no lo haga será considerado a todos los efectos un talibán de aquí te espero.
El Tribunal del Santo Oficio de la Constitución campa por sus respetos buscando casa por casa, barrio por barrio, comunidad por comunidad, a los actuales herejes, esos endiablados insumisos que no aceptan la ruleta trucada para que la Banca gane en todo caso, esos malditos enemigos de la sagrada unidad de una España ignorante y triunfalista en la que tiene que volver a amanecer a cualquier precio, aunque sean las doce de la noche y no haya luna.
La cruz y la espada se han renovado tanto como el criminal liberalismo que profesan los que las enarbolan, transmutándose ahora en gaviota y rosaflor. Los dos candidatos a cabecillas del Gobierno, en el consensuado y compartido afán –razón de Estado se llama la figura- de que las removidas aguas regresen al cauce de lo establecido, amenazan a los díscolos con el llanto y el crujir de dientes. Rajoy y Zapatero, los aspirantes a ostentar la dudosa dignidad de alcaides de este Estado correccional que nos somete a la perpetua libertad vigilada, compiten en patrioterismo electorero; uno, defendiendo los intereses de la clase dominante a la que sirve; el otro, lo mismo, pero escondiendo para la galería los hilos que le unen al marionetista.
Mientras, los religiosos barren para sus respectivos conventos: la Iglesia Católica pidiendo el voto para los suyos, e Izquierda Unida intentando colocarse de bisagra sin importarle que la puerta sea giratoria.
Por lo demás, todo continúa como siempre: los políticos mintiendo, los jueces fallando, los policías reprimiendo, los medios de comunicación manipulando... y la familia real, muy bien, gracias.