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Europa

1 de marzo del 2004

Retorno a Roma y Jerusalén

Joseph Massad
Al-Ahram Weekly
Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Uno de los objetivos fundamentales del sionismo desde sus orígenes fue el de convertir culturalmente a los judíos europeos ( y a los otros, después) en cristianos europeos, al mismo tiempo que continuaban considerándolos judíos. Joseph Massad se incorpora al debate sobre Benny Morris.(1)

En su reciente entrevista, publicada en el periódico israelí Ha'aretz, el tono de Benny Morris rebosaba excitación, el tipo de excitación que experimenta alguien cuando se siente liberado, al fin, de las reservas sociales que le obligan a ser poco honrado o, cuando menos, poco fiel a sí mismo y a sus lectores. En la entrevista, justifica en términos morales la expulsión y las masacres de palestinos basándose en una división racial y de civilizaciones que separa a la gente civilizada de los bárbaros. Aunque la aritmética moral que utiliza no supone nada nuevo en la ideología sionista, sus declaraciones han producido una gran conmoción. ¿Qué ha ocurrido, entonces, para que las nuevas declaraciones de Morris hayan producido semejante impacto en la comunidad internacional?

Benny Morris siempre ha sido considerado uno de los historiadores israelíes "revisionistas", debido a la materia de sus investigaciones, centrados de manera especial en la expulsión de los palestinos por los soldados israelíes en 1948. Aunque sus obras siempre han dejado claro su compromiso con el proyecto sionista, los ideólogos del sionismo le han acusado de dar argumentos a los palestinos en su lucha contra el Estado judío. No obstante, Morris, nunca se ha desviado de la ortodoxia sionista, se ha limitado a cuestionar su historiografía.

Por ello, y en este contexto, el escándalo que muchos han mostrado ante sus recientes declaraciones resulta sorprendente. Las afirmaciones de Morris de que los palestinos, y los musulmanes en general, "son bárbaros" y de que el mundo árabe hoy está sumergido en la barbarie, no sólo no son nuevas opiniones sionistas sino más bien forman parte del contundente axioma ideológico sostenido desde Herzl a Begin y Sharon (como ejemplo principal, recuérdese la infame referencia de Begin cuando llamó a los palestinos "bestias de dos patas"a principios de los años 80).

Tampoco el llamamiento de Morris a expulsar a los palestinos resulta ni nuevo ni heterodoxo en la historia del sionismo. Su pesar porque Ben Gurión no hubiera expulsado a todos los palestinos es compartido por la mayoría, y queda resumido por él en pocas frases: " Si Ben Gurión hubiera llevado a cabo una expulsión completa y hubiera limpiado la totalidad del país- la integridad de la Tierra de Israel hasta el río Jordán...si hubiera llevado a cabo una expulsión total, en lugar de hacerlo de forma parcial, hubiera dado estabilidad al Estado de Israel por muchas generaciones... y si al final la historia tiene un resultado fatal para los judíos, se deberá a que Ben Gurión no culminó la expulsión en 1948, sino que dejó una enorme e inestable reserva demográfica en Cisjordania y Gaza, e incluso en el interior de Israel".

En efecto, la huida hacia delante de Morris, al afirmar que en el contexto de una guerra de civilizaciones, que podría desencadenarse en el futuro, la expulsión (de los palestinos de Gaza, Cisjordania y del interior de Israel) estaría justificada por completo, incluso podría ser esencial", no resulta una novedad en el contexto de la historia sionista de la expulsión de los palestinos o en el contexto de la actuales encuestas israelíes de opinión que revelan que una mayoría de los judíos israelíes comparte sus ideas.

Según el último informe del Instituto Israelí para la Democracia, "En 2003, más de la mitad de los judíos israelíes (el 53 %) se proclaman en contra de la total igualdad de derechos de los árabes ; el 75 % considera que debería existir un mayoría judía para la toma de decisiones políticas importantes; sólo menos de un tercio, (el 31%) es partidario de que los partidos políticos árabes estén en el Gobierno, y la mayoría (57%) cree que se debería provocar la emigración de los árabes". No se trata de nuevas actitudes- encuestas con resultados similares se vienen realizando en la última década con resultados parecidos- aunque el único cambio que se percibe es que aumenta el porcentaje de personas que sostiene en público esas opiniones.

Recordemos el historial sionista: Un objetivo principal del sionismo desde sus inicios fue el de convertir culturalmente a los judíos europeos (y más tarde a otros) en cristianos, si bien llamándoles judíos. Es un asunto que la mayoría de los judíos contrarios al sionismo han denunciado desde siempre: a saber, que el sionismo "era la peor forma de asimilación". Mientras el sionismo se oponía a aquellos judíos asimilados que insistían en considerarse alemanes, ingleses, estadounidenses o franceses, su oposición no lo era porque la asimilación fuera en sí misma algo nocivo, sino porque el anti-semitismo europeo nunca permitiría que los judíos europeos- sin que importara lo mucho que se esforzaran- fueran asimilados. No obstante, el modelo sionista fue intrínsicamente asimilacionista por más que insistiera en que los judíos sólo podrían sentirse europeos en Asia, porque en Europa siempre se les consideraría asiáticos. Esa ha sido la filosofía que ha hecho que los judíos israelí es se sintieran en Oriente Próximo pero sin integrase en él.

La insistencia sionista en que los colonizadores judíos europeos de Palestina fueran blancos es tan vieja como el propio sionismo. En su obra más importante, Der JudenStaat (El Estado judío), publicada en 1896, Herzl identifica sin pudor el Estado sionista como "una parte de la muralla europea contra Asia, una avanzada de la civilización que se opone a la barbarie". En las negociaciones posteriores con el embajador de Portugal, el conde Paraty, para localizar un territorio africano que pudieran colonizar los judíos europeos (probablemente Mozambique), Herzl pidió que preguntara al Gobierno portugués lo siguiente: " ¿Existe allí un territorio suficientemente habitable y cultivable para los europeos?".

En su novela Altneuland (Antigua y nueva tierra), Herlz describe a los palestinos como "cerdos bribones", un insulto terrible que continúa siendo actual y popular en Israel, donde el antiguo insulto europeo anti-semita de "cerdo judío" ha sido convertido en "Aravim Milujlajim", es decir, "cerdos árabes".

Herzl no fue el único que entendió que los judíos europeos eran, en realidad, europeos que se embarcaban en una empresa colonial. El dirigente sionista y primer Presidente de Israel, Chaim Weizmann no se mordió la lengua en 1930 al exponer cuáles eran las ambiciones sionistas: " Nos gustaría evitar a los árabes, en la medida de lo posible, los sufrimientos que todas las razas atrasadas han tenido que soportar con la llegada de otras naciones más avanzadas".

La europeidad de los colonizadores se constituyó en un aspecto tan esencial del proyecto sionista hasta el punto de impregnar al movimiento desde la izquierda hasta la derecha. La insistencia de Herzl en que los colonizadores judíos de Palestina deberían hablar alemán y no hebreo no fue seguida por sus sucesores, pero ello no debilitó su proclamación de que eran europeos. En este sentido, Vladimir Jabotinsky, el fundador de la revisionista extrema derecha del sionismo, advertía sobre cómo debería pronunciarse la renacida lengua hebrea, e insistía: "Hay especialistas que creen que nuestro acento debería acercarse al del árabe, pero es una equivocación. Aunque el Hebreo y el Árabe son lenguas semíticas, ello no quiere decir que nuestros Padres hablaran con acento árabe...nosotros somos europeos y nuestra sensibilidad musical es europea, tenemos la sensibilidad de Rubinstein, de Mendelssohn y de Bizet".

Esos compromisos se han manifestado siempre en Israel desde su creación. La postulación de los judíos israelíes como europeos en las grandes orquestas occidentales, en la producción científica y tecnológica más avanzada, en las estructuras sociales y políticas comprometidas con los valores culturales y políticos de Europa occidental y con sus costumbres- entre las que se incluye el rasgo central de ser "amantes de la paz" y "demócratas"-, se contrastan siempre con las de los bárbaros y belicosos palestinos, gentes sin cultura e incluso sin nacionalidad. Es cierto que, a lo largo de su historia, el sionismo no ha podido enfrentarse al mundo admitiendo lo que ha hecho y continúa haciendo a los palestinos- en el entendimiento de que ello le haría perder su apoyo-pero, a partir del 11 de septiembre, el sentimiento de vergüenza va desapareciendo de forma creciente.

Cuando Golda Meir negó la existencia de los palestinos en 1969, su lógica se basaba en que Israel y el sionismo habrían sido culpables si hubieran "llegado" y se hubieran encontrado un pueblo palestino en Palestina y "los hubiéramos expulsado y arrebatado sus tierras". Sin embargo, como "no existían" no se produjo nada de qué culpar a Israel y al sionismo. La declaración de Meir repetía otras formulaciones semejantes que han venido emanando intermitentemente del movimiento sionista desde su origen. Aunque, en ocasiones, el sionismo ha reconocido que llegaron para expulsarlos (Herzl), o para civilizarlos (Herzl y Weimann), o para arrebatarles sus tierras y su país (Moshe Dayan), etc. se ha guardado muy mucho de hacer semejantes pronunciamientos en público desde los años 40 (Dayan es una excepción importante en este sentido). Y siempre que los palestinos han intentado dejar al descubierto sus discursos y estrategias ideológicas, los sionistas y el aparato de propaganda israel í han puesto en marcha grandes campañas para afirmar que se trataba de absolutas falsedades de la propaganda palestina que distorsionaba los hechos.

El proyecto sionista tuvo origen a finales del siglo XIX, cuando occidente consideraba bárbaros a los árabes y a los musulmanes. Hacia los años 40, no obstante, el discurso occidental sufrió un cambio y aceptó la humanidad de los antaño bárbaros, si bien no de forma completa. Como consecuencia de ello, el sionismo no pudo compartir su valoración del pueblo palestino, o de los árabes y del Islam en general. Desde el 11 de septiembre, la situación ha vuelto a cambiar de manera apreciable. La idea de que los árabes y los musulmanes son "bárbaros" se ha convertido en un lugar común en Estados Unidos y en la mayoría de Europa (no olvidemos los pronunciamientos racistas de Berlusconi sobre el Islam), lo que ha producido un suspiro de alivio al sionismo mundial que, finalmente, encuentra que alguien coincide con ellos en la valoración de que la gente con la que están luchando son, en efecto, bárbaros, y no seres humanos con derechos que hay que respetar.

Mucho antes de la reciente entrevista de Morris en Ha'aretz, y de su artículo aparecido en The Guardian londinense el año pasado, tuve un debate con él para el History Worshop Journal (Revista del Taller de Historia), de la Universidad de Oxford, en el que expuso las mismas opiniones racistas sobre el Islam y sobre los Árabes. Cuando se publicó el debate, los sionistas me acusaron de presunto "extremismo" al no haber sido capaz de encontrar puntos comunes con alguien tan "radical" y "anti-sionista" como Morris.

Ya en aquel debate, Morris tenía muy claro que lo que fue injusto no fue la expulsión de los palestinos sino el rechazo de éstos a la colonización sionista establecida por el Plan de Partición de la ONU. Según lo que Morris expuso en el debate, lo único que se exigió a los palestinos fue que aceptaran y se sometieran al sionismo. Lo más extraño en el debate fue el hecho de que intentara con todas sus fuerzas presentar a los palestinos como un grupo humano que claramente no tenía los mismos derechos que los judíos, pero que eso sí seguía siendo humano. El problema con los palestinos- en la lógica de Morris- consistía en que no habrían rechazado el sionismo si no hubieran formado parte de la religión islámica, que según nos dijo Morris es "xenófoba". Presumiblemente, si los palestinos hubieran sido cristianos o hindúes, habrían recibido con los brazos abiertos a sus conquistadores judíos.

En esta su más reciente entrevista, al fin, entendemos por qué para Morris los palestinos no tenían los mismos derechos que los judíos, y porqué el expulsarlos y el asesinarlos no fue inmoral: porque son "bárbaros". En el debate que mantuvimos, celebrado en julio de 2001, él todavía defendía que los palestinos eran seres humanos, si bien no tan humanos como los judíos, una concesión que finalizó cuando, en la entrevista tras el 11 de septiembre, los declaró "bárbaros". Lo que en verdad resulta novedoso en ella, sin embargo, es su abierta declaración de que los judíos europeos han sido siempre europeos, no sólo en la actualidad. "Nos encontramos en la línea de fuego- aseguró-, de la misma manera que los cruzados, somos la vulnerable avanzada de Europa en esta zona".

El relato de Morris es- por decir lo mínimo - una ironía, especialmente para un historiador, en el sentido de que no menciona ni lo que Roma perpetró contra los antiguos hebreos ni lo que los cruzados les hicieron. Para él, los judíos europeos, aparentemente, no sólo se identifican con la nueva Roma (occidente) sino con la antigua, y no tienen nada en común con las juderías medievales o de la antigüedad. Los judíos europeos parece que no tienen relación alguna con los israelíes de la antigüedad, conquistados y expulsados por los romanos, sino que los judíos israelíes contemporáneos - a semejanza de los europeos cristianos - se consideran herederos de los romanos: "El fenómeno de la penetración masiva de musulmanes y su asentamiento en occidente está dando lugar a una amenaza interna peligrosa. Un proceso similar se produjo en Roma: dejaron que entraran los bárbaros y derribaron el imperio desde dentro".

Morris considera que Israel forma parte de "Roma" y que tiene a los palestinos metidos en su médula. A partir del 11 de septiembre, la falta de simpatía de Morris hacia los hebreos de la antigüedad refleja un viejo dilema del sionismo, y da la impresión de que sus pensadores, al fin, han completado el círculo al reafirmar que los judíos europeos no son sólo europeos en la actualidad sino que lo han sido siempre.

Una ironía mayor de las declaraciones de Morris es su apoyo a la opinión de algunos nacionalistas e islamistas árabes que siempre han pensado que el sionismo constituye una nueva Cruzada. Llevando sus declaraciones a su conclusión lógica se puede deducir que los palestinos son los nuevos hebreos/judíos derrotados por Roma. De esta manera, Morris parece compartir la opinión del joven Ben Gurión, quien en 1928 dejó escrito que los campesinos palestinos eran los verdaderos descendientes de los antiguos hebreos cuyas tradiciones habían mantenido durante siglos y que se manifestaban en los nombres de sus aldeas.

En efecto, los antecesores del pueblo palestino, en términos reales y espirituales, son los judíos conquistados por los romanos en el siglo I, y los árabes conquistados por los cruzados diez siglos después y por los nuevos romanos sionistas al final del siglo XIX. Estas ideas, por supuesto, no constituyen el sueño de Morris exclusivamente, sino que son un sueño compartido por la mayoría de los judíos israelíes y por sus partidarios internacionales.

Benny Morris no es el único intelectual judío que se ha expresado abiertamente sobre cómo los judíos se convirtieron en cristianos europeos. El orientalista de la Universidad de Princeton, Bernard Lewis, ha dicho cosas similares.

Según declaraciones al Wall Street Journal, "Durante 300 años- afirma Lewis- los musulmanes han contemplado con horror y humillación cómo las civilizaciones cristianas de Europa y Norte América los han eclipsado militar, económica y culturalmente". Lewis, a raíz del 11 de septiembre, comentó sin la más ligera ironía que "Lo que la gente se pregunta es por qué nos odian, pero esa no es la pregunta acertada...en cierto sentido, nos han odiado durante siglos, y es muy natural que lo hicieran. Hay que tener en cuenta la rivalidad milenaria entre las dos religiones universales, y en la actualidad, desde su punto de vista, los equivocados parecen estar ganando...La pregunta que deberíamos plantearnos es ¿ por qué nunca nos han temido ni respetado?".

De qué forma los judíos se sienten incluidos en ese "nos" de la civilización cristiana europea sólo puede responderse con la propia historia del sionismo. Afortunadamente para Morris, no obstante, se encuentran en la buena compañía de Lewis y de muchos otros, entre los que destaca el difunto rabino Meir Kahane. De hecho, la tradición de Kahane se continúa sin interrupción. Su lema fue: "Yo digo lo que vosotros pensáis"; Morris, por su parte, ¡dice lo que ellos piensan!




* Joseph Massad es profesor de Política Árabe Moderna e Historia Intelectual en la Universidad de Columbia. Nueva York, Es autor de Colonial Effects: The Making of National Identity in Jordan y de Desiring Arabs. En la actualidad trabaja en un nuevo libro de título: The Persistence of the Palestinian Question.
19-24 de febrero de 2004

1. Véase en Rebelión:
Dr. Benny y Mr. Morris, entrevista original que ha dado lugar al debate entre historiadores y periodistas al que se incorpora el Prof. Massad.