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Europa

27 de marzo del 2004

Enseñanzas para Corifeo y sus coros

Pedro Albite
Gara

Decía el lúcido filósofo M. Foucault que al contrario de lo que los pensadores modernos han venido afirmando sobre la guerra y las relaciones de fuerza como fracaso de la política, la política y las relaciones de poder son más bien la extensión de la guerra por otros medios.

Creo que esta reflexión, de una manera descarnada, se hizo muy presente en esos tres intensos y dolorosos días desde la acción de guerra de Madrid a las elecciones al Parlamento del Estado español. Esas 50 horas no fueron sucesos y consecuencias excepcionales. Fueron el paradigma dramático del ciclo de autoritarismo e injusticia abierto por EEUU y su aliado español, con el objeto de mantener el primero su supremacía mundial y el segundo su unidad nacional. Y fueron más que eso. Fueron también, y sobre todo, la inquietante y horrorosa expresión del fracaso e inviabilidad de ese escalofriante ciclo.

Pero, lo que igualmente se puso de manifiesto en estos casi cuatro días inquietantes y espantosos, no sólo fue la incapacidad de la mayoría de las fuerzas políticas vascas (y por supuesto de la izquierda española) para enfrentar o quebrar, con un mínimo de decisión y sinceridad, esa espiral alucinada de terror, regresión y manipulación sin límite, abierta durante casi una década por parte del Estado español, y en esta ocasión, por su ala derecha, contra las aspiraciones soberanas de la sociedad vasca. Fue más que eso. Fue el tratar de salvar sus trastos, ponerse a buen recaudo y sacar el mayor partido político posible repitiendo cual coros de corifeo la versión de la «inteligentsia» militar y policial española dirigida contra el sector social que con más ahínco ha venido defendiendo el derecho democrático a decidir. Sabiendo además, a ciencia cierta, que esa versión era, como tantas otras, una descarada e inmensa mentira. Mentira que, en esta ocasión, se edificó sobre los cad áveres de casi doscientas personas inocentes en Madrid y de dos en Euskal Herria.

Con datos suficientes de que la autoría de la acción no había sido de ETA y sí, muy probablemente, de algún grupo armado islámico, la estrategia que desde el Estado se puso en marcha a partir de las 9 horas de la mañana del jueves 11, fue la de tratar de desactivar el amplio y mayoritario espectro social y político del «frente anti-guerra» que se le podía abrir a sólo tres días de las elecciones, con su consiguiente derrota. Y tratar, por el contrario, de convertirlo en un «frente anti-terrorista» que neutralizaría en su capitalización a la izquierda española y a la mayoría de las fuerzas vasquistas y catalanistas. Y, por último, con este desplazamiento se trataría de desarticular tanto al sector soberanista vasco de la izquierda abertzale, como al republicano catalán que abiertamente plantean el fin del ciclo autonomista del posfranquismo, la apertura de un nuevo proceso constituyente, así como la negociación y el diálogo con la organización armada ETA. Para los aparatos de inteligencia del Estado y para el PP, era cuestión de ganar tiempo, poniendo en marcha toda la maquinaria mediática y política, gestionando sobre esa estrategia la crisis abierta. Enfrente tenían a unas fuerzas políticas divididas y sin capacidad real de enfrentárseles. No tenían nada que perder y, si lo conseguían, todo por ganar.

Pero toda esa estrategia que lanzaron se encontró con un punto de inflexión, un punto vacío, en el que la lanza de guerra se les convirtió en un boomerang. Ese punto vacío no fue otro que el de la honestidad y osadía de la izquierda abertzale que, ese mismo jueves 11 a las 11 horas, desmiente esa versión a la mayorías de los agentes políticos vascos y medios de comunicación nacionales, estatales e internacionales, y a las 13 horas de manera pública al conjunto de la sociedad. Desmentido que ratifica, en una acción sin precedentes, la organización ETA en la tarde del viernes. Esto obliga a pasar a la defensiva al ministro del Interior español en su segunda comparecencia ante los medios y a rectificar la estrategia abierta, ya de manera visible, en la primera comparecencia de su presidente de gobierno y su rey. Desde luego, la credibilidad del conjunto de la izquierda abertzale, no sólo ante la sociedad vasca, sino ante la mayoría de agentes estatales e internacionales se ha vi sto reforzada. Desde luego, también ha quedado en evidencia que si hay alguien a quien atribuir el descalabro de la estrategia fascista del PP y su derrota electoral es a esa decisión de la izquierda abertzale a dar la cara.

A pesar de las evidencias, cual coros de corifeo, a partir de las 9.30 horas de ese jueves 11, con tremendo dolor y estupefacción vimos, en un rosario monocorde de ruedas de prensa, cómo desde J.J. Ibarretxe hasta X. Sarasua, pasando por B. Errazti y J. Madrazo, repitieron las tesis del Ministerio Interior español prestándose, una vez más, a su es- trategia, poniendo su plus de desgaste contra la izquierda abertzale y desperdiciando de paso una ocasión para constituir un frente democrático frente a la espiral de ignominia abierta por el Estado español contra la voluntad persistente y mayoritaria de la sociedad vasca a no dejarse encajar en una constitución y en un estatuto que niegan nuestra libre determinación. A pesar de las evidencias, no dudaron un momento en situarse tras la pancarta del PP. Simplemente prefirieron creer, por miedo e interés partidista, los hálitos provenientes de la caverna española a acordar, con valentía y en interés de la mayoría de nuestra sociedad, y conjuntamente con la izquierda abertzale, una respuesta digna como pueblo.

En el transcurso de esas dramáticas y angustiosas horas tuvimos también que soportar en los medios de comunicación con enorme estupor el rosario de comentaristas, tertulianos, expertos en comunicación, sociólogos de masas, politólogos de la acción colectiva y psicólogos del sufrimientos repitiendo, la mayoría de ellos, en un alarde de objetividad científica y de inteligencia analítica la versión edulcorada del Minis- terio del Interior español. Creo que salvo una excepción, la de Mariano Ferrer, que tras contemplar con asombro cómo a las 19 horas de la tarde la portavoz del Gobierno vascongado seguía repitiendo, sin retractarse, la versión de Madrid, lanzó con abatimiento un pregunta que, a mi juicio, es la clave de todo este ciclo que ha comenzado a cerrarse: ¿qué hemos hecho durante todos estos años, que hemos acabado por llegar a creernos y no hemos sido capaces de cuestionar en un contexto como éste y ante las evidencias, la mentira y la estrategia del PP?

Por eso, resulta como mínimo de un cinismo que raya la repugnancia, que la principal reflexión fundamental que quieran sacar de todo esto intelectuales orgánicos como Tx. Montero, entre otros, sea la de que si hemos creído la versión española es debido a la degradación de ETA. Pasando por alto los hechos descarnados de estos tres días. Así, simplemente. A lo mejor, es que les resulta insoportable creer que toda su línea argumental todos estos años contra ETA en concreto y contra la izquierda abertzale en general, la de que cuanto peor mejor y la de la complementariedad con el Estado, simplemente no era cierta. O peor aún, que se les podía aplicar a ellos. Y que, en definitiva, les resulta más cómodo seguir instalados en la dependencia con el Estado que les garantiza su tarta de poder institucional y su hegemonía política, que afrontar un proceso democrático que ponga en el centro el derecho de la sociedad vasca a decidir, resuelva definitivamente el conflicto político y consolide un marco institucional propio que nos garantice una relación solidaria y en pie de igualdad con otros pueblos, un sistema educativo propio, la normalización lingüística, los derechos humanos para todos o la soberanía económica.

Pero para ello, como hemos planteado, el PNV debe romper su dependencia de las estrategias de Madrid y el resto de fuerzas abertzales y demócratas vascas su supeditación a la estrategia del PNV y abrir entre todos, también entre los sectores demócratas del PSE, una dinámica de acuerdos.

Tenemos un nuevo escenario para saltar trincheras, para aunar esfuerzos. Nadie nos va a regalar nada. Menos un PSOE muy débil, con una victoria regalada y un PP todavía muy fuerte electoral, judicial y mediáticamente. Ni un nuevo proceso estatutista que cerrará en falso una vez el conflicto. Tenemos una nueva ocasión para constituir un polo democrático que de forma urgente se proponga dos tareas: restablecer las garantías de derechos ciudadanos básicos conculcadas e iniciar el camino de la autodeterminación y el final del sufrimiento que reclama la mayoría de nuestra sociedad.

(En memoria de las víctimas olvidadas del 11-M: de Anjel Berrueta y Kontxi Sanchiz que perdieron su vida y de las decenas de prisioneros políticos vascos que fueron apaleados, vejados y encerrados en celdas de castigo).

* Pedro Albite. Profesor de la UPV.