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Europa

21 de marzo del 2004

El precio de los crímenes cometidos por otros
Los atentados de Madrid

Gary Leupp
CounterPunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres

Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!

Pablo Neruda (Premio Nobel de Literatura de 1971), "Explico algunas cosas", sobre cómo la asociación con el fascismo de un anterior gobierno en España hizo correr la sangre por las calles de Madrid.

El pueblo español ha tenido que pagar por los crímenes de otros. Bajo la fuerte presión de EE.UU., el gobierno español aceptó el año pasado participar en la guerra en Irak, contra la opinión de la inmensa mayoría de los españoles, que consideraban que la guerra era injustificable y que iba a aumentar, en lugar de disminuir, las amenazas terroristas. Los atentados terroristas del 11 de marzo en Madrid, que aparentemente querían castigar el despliegue español, confirman esta última suposición. El esfuerzo inicial, evidentemente deliberado, del régimen Aznar de relacionarlos con los terroristas vascos, a pesar de que el grupo separatista ETA negó la responsabilidad y que la policía encontró evidencia de una conexión con Al Qaeda, pareció a muchos un intento desesperado de aliados de Bush (¿atormentados por los remordimientos?) de ocultar la conexión de los ataques con la guerra de Irak. La continua oposición a la guerra, en sí tal vez insuficiente para expulsar al Partido Popular y colocar en su sitio a los socialistas, se combinó con la indignación por lo que se percibió como una maniobra de encubrimiento y produjo la derrota del presidente José María Aznar tres días después de los atentados. Mala suerte para Aznar.

También en EE.UU. se están pagando las consecuencias - y cómo. Los escándalos por las mentiras anteriores a la guerra. Las armas de destrucción masiva que brillan enojosamente por su ausencia. Los escándalos en la reconstrucción y por los contratos del petróleo. El Affair Plame. Una implacable insurgencia nacional en Irak. La continua confusión política y los conflictos étnicos. Los shiíes y los sunníes que manifiestan por igual por "democracia, no ocupación". La falta generalizada de seguridad, que pone en peligro sobre todo a las mujeres y a las jóvenes. La amenaza de guerra civil. El ascenso del sentimiento contra EE.UU. en todo el mundo. El creciente apoyo a Osama Ben Laden, admirado ahora por una mayoría de los jordanos. La caída de las cifras de popularidad de Bush y Cheney. Una cuenta de 125 mil millones de dólares, hasta ahora. Y lo peor, 571 bolsas con cadáveres, al terminar el primer año.

Ninguno de estos frutos de la guerra y la ocupación de Irak puede ser muy sorprendente, excepto, tal vez, para los neoconservadores con su insufrible arrogancia, que pensaron que podían persuadir no sólo al pueblo de EE.UU. de que una terrible amenaza en su contra exigía la guerra contra Irak, sino también al mundo de que esa guerra era necesaria. Los que creyeron que la conquista sería un paseo y que la recepción popular a las fuerzas de ocupación sería sólo con flores y ovaciones. Los que pensaron que los ingresos del petróleo pagarían por la guerra y la reconstrucción y que la infraestructura sería rápidamente reconstruida. Los que pensaron que los aliados reticentes a aceptar el combate, tendrían que aceptar sus resultados, aprender lo insensato que es desafiar la política de EE.UU., y que en última instancia terminarían por unirse al programa de construcción del imperio de EE.UU., aunque fuera como socios de segunda, algo recelosos.

La España de Aznar fue una entusiasta partidaria de la guerra desde sus comienzos y en enero de 2003, su líder se unió a los de Gran Bretaña, Italia, Polonia, Dinamarca, Portugal, Hungría y la República Checa, en una declaración en la que establecieron que "el régimen iraquí y sus armas de destrucción masiva constituyen una clara amenaza para la seguridad del mundo". Esto fue más o menos en la misma época en la que Francia, Alemania y Bélgica ("la vieja Europa") bloquearon un esfuerzo de EE.UU. de entregar misiles Patriot y sistemas AWACs de radar de la OTAN a Turquía en preparación de una guerra que los turcos decidieron sabiamente no apoyar.

Tanto en su PIB y sus gastos militares por año, España fue el tercer miembro por su importancia en la lista a favor de la guerra y como nación con influencia en todo el mundo de habla hispana, su lealtad a la administración Bush fue muy apreciada. Aznar formó parte del cuarteto de líderes, junto con el primer ministro Blair, el presidente Bush y el primer ministro portugués Barroso, que emitió su declaración de guerra de facto contra Irak en las Azores en marzo pasado.

Pero más de tres millones de españoles (de una población de 40 millones) habían salido a las calles un mes antes a manifestar contra la guerra y los sondeos mostraron una oposición entre un 80 y un 90%. A pesar de ello, se enviaron 1.300 soldados españoles a Irak, en el primer despliegue semejante en la historia. (España había permanecido fuera tanto de la primera como de la segunda guerra mundial, aunque participó en la primera Guerra del Golfo, perdiendo un soldado de una fuerza simbólica, y su fuerza aérea participó en el "bombardeo estratégico" de Kosovo en 1999). 28 de esos soldados fueron asesinados en un solo ataque en noviembre y un sondeo mostró que un 85% de los españoles se oponían a su presencia en ese país. A pesar de ello, parecía que el Partido Popular de Aznar iba a ganar la elección antes de los atentados de Madrid. Muchos culpan evidentemente a Aznar por exagerar la amenaza a la seguridad de España y del Mundo al unirse a una guerra de EE.UU. que virtualmente garantizaba la generación de más odio contra Occidente.

El nuevo líder español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha señalado honestamente que la guerra se "basa en una mentira". "La guerra ha sido un desastre", subraya, y "la ocupación sigue siendo un desastre. Hay que sacar las consecuencias. Ya ha habido una, el resultado de la elección. La segunda será que las tropas españolas volverán al país". El presidente Bush, por supuesto, responde con cierta alarma que el retiro de las tropas enviará un "terrible mensaje", y los expertos neoconservadores ya hablan de "contemporización". Justo cuando las relaciones con Alemania y Francia recuperan un grado de cordialidad, podemos esperar algunos gélidos intercambios a través del Atlántico. El Presidente de la Cámara Dennis Hastert ataca a toda la nación española: "Una nación que sucumbió ante las amenazas de terrorismo, que cambió su gobierno". La crítica a España será bipartidaria: el partidario de la ocupación, John Kerry, cuya elección Zapatero apoya abiertamente, llama a Zapatero "a reconsiderar su decisión y a enviar un mensaje de que los terroristas no pueden ganar con sus actos de terror". (Seguramente Kerry sabe que Zapatero propugnó el retiro de Irak antes de los atentados y de la elección, así que está pidiendo que reconsidere su compromiso contraído hace mucho tiempo. Y Kerry claramente implica que apoya la línea de Bush y que cree que la ocupación de Irak es lo que la mayoría de los europeos piensan que no es: parte de la "Guerra contra el Terror".)

Un año después del comienzo de la invasión, Alemania y Francia pueden exhalar profundos suspiros y decir: "Se lo dijimos". Es bastante fastidioso para los belicistas, que tienen que arreglárselas con sus propias dudas internas sobre el atolladero en que se encuentran. Y ahora tenemos a España diciendo públicamente: "Ustedes nos mintieron. Ustedes nos condujeron al desastre y ahora queremos salirnos". Eso, desde el punto de vista de los neoconservadores, es traicionar y atacar la causa común. No puedo imaginármelos respondiendo a su aliado de la OTAN: "Bueno, qué lástima que piensen así", y que dejen ahí las cosas. A menos que EE.UU. acepte un panorama dramáticamente diferente en Irak, que sea aceptable para España, que resulte en una entrega del poder a la ONU, yo esperaría algunos intercambios de palabras muy acalorados.

Zapatero, por ejemplo, podría decir lo siguiente a Mr. Bush: "Usted es el que envía un 'terrible mensaje' al atacar a un país del que sabía perfectamente que no amenazaba a su país y que no tenía nada que ver con Al Qaeda. Usted no convenció a mucha gente en el mundo de que Irak lo había atacado el 11-S, usted sólo convenció de que Sadam tuvo algo que ver a la mayoría de su propia gente, la que usted se habrá dado cuenta no es muy apreciada en Europa. Usted envió un terrible mensaje a árabes y musulmanes de que el 11-S le da el derecho a atacar a quien usted desee, generalmente a musulmanes (gente de los que nosotros los españoles sabemos mucho por los siglos de dominación musulmana en España y por nuestra experiencia en la colonización del Sáhara). Usted envía un terrible mensaje cuando dice que Afganistán (donde tenemos tropas junto a las suyas, por el momento) e Irak constituyen 'sólo el comienzo' de una larga guerra, en la que usted busca un 'cambio de régimen' en todo el Medio Oriente, un sitio del cual usted y sus tropas no saben nada. ¿No comprende hasta qué punto usted provocó la alegría de Ben Laden, cuando se tragó su cebo y tomó medidas tendientes a antagonizar al mundo musulmán, dividiendo y debilitando la alianza occidental, mientras nos preparaba a todos para un innecesario choque de civilizaciones? ¿No se da cuenta de hasta qué punto usted alienta a otras naciones, como India, China, Rusia, a actuar "preventivamente" y a destruir así la estructura de la diplomacia internacional que se originó en el siglo XVII?"

La respuesta de Bush, sospecho, sería: "No, no comprendo nada de eso. Actuamos basados en la mejor inteligencia. El pueblo iraquí es libre. Promovemos la democracia en la región, democracia para los musulmanes. Si nos vamos, los terroristas que odian nuestras libertades ganarían y continuarán amenazándonos con programas de armas de destrucción masiva. Usted está con nosotros o contra nosotros. No pensamos que el pueblo español deba esperar hasta que haya un hongo atómico sobre Madrid para actuar contra los terroristas"; lo que llevaría a Zapatero, a pensar: ""Joder, el tío este es un auténtico papanatas, como dijo la señora canadiense" [en español en el original inglés, N.d.T.], y podría preguntar: "Mr. President, ¿podría hacer el favor de pasarle el teléfono a su Secretario de Estado?"

* * * * *

Fidel Castro escribió una nota de felicitación a Zapatero - etiqueta diplomática normal. Cuba y España, desde luego, tienen profundos lazos culturales y relaciones amistosas. En su mensaje, Castro se refiere a otros vínculos entre España y América Latina, mencionando con precisión que "en virtud de gestiones y presiones del señor Aznar como Presidente del Gobierno de España, más de mil jóvenes de pequeños y empobrecidos países latinoamericanos fueron enviados a Irak como carne de cañón bajo el mando de la Legión Española," de manera que "Es por ello una responsabilidad del Estado español la muerte que pueda ocurrir de cualquiera de esos jóvenes." Señala que "La muerte de cualquiera de esos jóvenes salvadoreños, hondureños, dominicanos y nicaragüenses sería doblemente triste si, pudiendo impedirse de inmediato, no se impide, cuando la responsabilidad política del principal autor de esa medida ha sido barrida por el pueblo español."

Honduras ya ha anunciado que seguirá la iniciativa española y que retirará sus 370 soldados en junio. Supongamos que El Salvador, Nicaragua y la República Dominicana hagan lo mismo. ¿No culparán a Zapatero por arrancar una a una todas esas hojas de parra de la "coalición"? John Bolton ya ha indicado hace tiempo que Cuba forma parte de un "eje del mal" ampliado; ¿incluirán ahora a España en ese eje? (Y el sesgo sería: España socialista, vinculada a la Cuba comunista que auspicia el terror, ayuda a Al Qaeda mediante la contemporización, interfiere en el Caribe, intenta separar a los países latinoamericanos de EE.UU. en la Guerra contra al Terror, y se alía con el antiamericanismo franco-alemán para debilitar la OTAN.)

Ahora supongamos que la población de Italia, tan opuesta a la guerra como la de España pero forzada a participar por el gobierno de Silvio Berlusconi (el hombre más rico de Italia, a veces defensor de Mussolini, que controla tres cadenas privadas de televisión y la principal editorial del país, acusado por soborno pero que no puede ser juzgado mientras permanezca en su puesto gracias a una ley que impuso en junio pasado), es inspirada por los demás latinos a resistir la guerra e impone un cambio de régimen en Roma y retira también sus 3.000 soldados. Un sondeo de La Repubblica muestra que dos tercios de los italianos desean que las tropas vuelvan si no hay una autorización de la ONU para su presencia. Las elecciones al Parlamento Europeo en junio podrían debilitar fundamentalmente a Berlusconi, tal vez incluso obligarlo a retirarse.

Entonces sería difícil que los 2.400 polacos, 2.000 ucranianos y 1.100 holandeses se quedaran, y por cierto los 120 soldados portugueses y los contingentes simbólicos japoneses, estonianos, croatas, kazajos y otros de mercenarios que odian las sangrientas calles de Irak y temen la sangre en sus calles en casa. Las fuerzas de EE.UU. se quedarían solas a mediados del verano en el así llamado "campo de batalla en la Guerra contra el Terrorismo", sujetando la bolsa del unilateralismo, posiblemente con la sola compañía de los británicos. Y tal vez ni siquiera estos. La "Coalición de los dispuestos" quedaría desenmascarada como lo que es: una pandilla ad hoc de sobornados y presionados que se desmorona como sucede a menudo con mercenarios cuando el trabajo ya no vale la pena. El pueblo estadounidense, si no lo ha hecho todavía, tendría que preguntarse por qué el mundo se ha disgustado tanto con la visión bushista de lo que es "la Libertad de Irak".

Mientras tanto, la Cámara de Representantes discute la concesión de una medalla más al depuesto Aznar, que "ha comprometido la sangre y el tesoro tanto a Afganistán como a Irak, donde las fuerzas españolas continúan sirviendo junto a las nuestras". Me pregunto si esto reforzará la reputación de Aznar ante sus compatriotas.

* Gary Leupp es profesor de historia en la Universidad Tufts, y Profesor Adjunto de Religión Comparativa. Es autor de: "Servants, Shophands and Laborers in the Cities of Tokugawa, Japan"; "Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa, Japan"; e "Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women, 1543-1900"
18 de marzo de 2004