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Europa

18 de marzo del 2004

Barcelona, 13-M. La noche de los móviles.

Eva Sastre Forest
Rebelión

El 13-M, víspera del día de votación para las elecciones generales en el Estado español, se vivió un auténtico fenómeno de comunicación horizontal entre las personas y se revivió con gran intensidad aquel impulso de resistencia que ya había estallado un año atrás en los tiempos de la pre-guerra contra Iraq. La gente volvió a tomar las calles. Esas calles -que en las "jornadas de reflexión" suelen estar desiertas o sirven para pasar una tranquila, apacible y casi familiar "jornada previa a la gran fiesta democrática que son las elecciones"-, se convirtieron de pronto - sí, de pronto- en un espontáneo clamor de indignación contra la mentira. Porque fue de pronto que la reflexión callada, intensa y profunda de cada cual se transformó en un fenómeno activo que fluyó libremente y escampó por las calles toda la inmensa rabia contenida y acumulada, muy especialmente a lo largo de los últimos días. Así, el sábado 13 de marzo, a partir de las 7 de la tarde, las calles se llenaron de gente.

Espontáneamente. Sin más, sin previo aviso. ¿Cómo se produjo este fenómeno de masas? Pues mediante Internet, a través de mensajes cortos entre móviles (sms) y boca a boca… Nadie podría decir cuál fue el detonante decisivo (aunque las razones eran muchas) que hizo estallar justo ese día y a esa hora la indignación de la gente. O de quién surgió la iniciativa original, que en pocas horas se transformaría en la iniciativa de muchos, de tantos. El caso es que en apenas dos horas las calles de varias ciudades del Estado español se vieron invadidas esa noche por los gritos, las pancartas, los folios garabateados rápidamente con consignas de repulsa, de rechazo, de alerta, de revuelta. En Barcelona el fenómeno fue estruendoso: las cacerolas golpeadas con entusiasmo, la marea de personas que se añadían a los manifestantes hasta formar una multitud, las sonrisas cómplices y los aplausos de los paseantes que se unían a la marcha, todo indicaba que se estaba viviendo un momento histórico. "¿Y tú cómo te has enterado?" "Me llegó un mensaje al móvil, no sé de quién". "¿Y tú?" "Por Indymedia" o "Me llamó un amigo" o "Escuché el ruido desde casa y bajé en seguida"…

La policía llegó puntual a las Ramblas, pero había órdenes de no disolver, eso se vio cuando la masa, valiente, se puso delante de los autos policiales impidiéndoles pasar con sus cuerpos, pegados a los morros de los coches. Sartenes, cacerolas, tapaderas, cucharas, papeles escritos con urgencia y a mano ("No más mentiras", "Gobierno asesino", "Basta de manipulación") y voces a gritos no sólo contra los responsables gubernamentales sino también de solidaridad con, por ejemplo, el panadero vasco asesinado ese mismo día por un policía en Pamplona… La gente se enfrentó a las mentiras, a las armas y al abuso del poder con la voz, la cacerola… y el teléfono móvil. Sí, el móvil tomó un inesperado protagonismo, posibilitando no sólo una veloz convocatoria sino el que los grupos supieran lo que pasaba en otras ciudades, que la información circulara y la gente se organizara en pocos segundos…Y es que cada poco sonaba un pitido de alguien que recibía un mensaje: "pii-pii… ahora al Gobierno Civil", y luego otro más: "pii-pii…vamos a la sede del PP"… y la masa se dividía en grupos: dos mil para el GC, tres mil para el PP -donde había otros tantos, no se sabe de dónde habían salido, ya esperando. Y mientras el correveidile y el correveyconvoca a través de los mensajes circulaba sin cesar como un impulso eléctrico, las cacerolas actuaban como tambores de llamada y las bocinas de los autos animaban todo el recorrido. Y así, la multitud -que ya eran siete mil- se iba concentrando y creciendo incluso a altas horas de la noche (la noche de un sábado que no era de discoteca sino de reflexión combativa), agolpándose frente a la sede del partido del gobierno: "¡Las guerras son vuestras, los muertos son nuestros!". CityTV, un canal local de Barcelona situado en la zona, salió a emitir desde la calle, y la cantante Marina Rossell y el actor Enric Majó leyeron rodeados de gente un manifiesto espontáneo. Todo el mundo aplaudía y las calles seguían llenas, cada vez más. Era más de medianoche. Nadie podía creerse lo que estaba pasando, y se sentía una alegría popular que estimulaba pensamientos esperanzadores y permitía que pasaran las horas y que las calles siguieran llenas de gente, de bocinas y cacerolazos, de gritos y de valentía, hasta bien entrada la madrugada. El Gobierno había salido en la cadena pública TV1 para decir "que la gente volviera a casa, que eran actos de manifestación ilegales en una jornada de reflexión". Pero nadie quería escuchar más bobadas. Ya no. Ya no más. Ahora la calle y la opinión -tantas veces manipulada en los últimos días, en los últimos años- eran nuestras. Se estaba reclamando una verdad que, aunque ya era notoria y pública, seguía sin ser aceptada por el gobierno. ¿Hasta dónde podía llegar el cinismo del poder? ¿Y la manipulación? Esos miles de personas que salieron a las calles en esa noche pre-electoral estuvieron a punto de provocar la cancelación por parte del Gobierno de las elecciones generales del día 14; algunos hablaban incluso de golpe de Estado...

Y aunque todo eso ya es mucho, e importante, el auténtico fenómeno de la noche fue el cómo se produjo la movilización popular. La forma en que se movilizó tanta gente. Cómo se enteraron. Cómo se difundió el mensaje. Y la respuesta es contundente: la suma de Internet y teléfonos móviles. Lo cual demuestra que las nuevas tecnologías están encontrando formas revolucionarias de aglutinar los pensamientos disconformes, aunando el sentir de mucha gente dispersa que de otro modo no sabría, no podría, no tendría acceso a lo que ocurre. Los móviles se han revelado como una nueva forma de movilización, sobre todo de la gente joven, que no sólo reciben el mensaje, sino que a su vez lo redifunden y amplían su impacto exponencialmente a través de toda su agenda. Todo este fenómeno nos lleva a pensar sobre el papel que cumple cada tecnología específica en las luchas de resistencia. Por un lado, los móviles convocan y deciden en pocos segundos, por otro Internet es capaz de convocar en unas pocas horas. Igualmente, dentro de Internet existen varios tipos de páginas: unas relatan casi al minuto los sucesos -y se actualizan a tiempo real-, otras son de información diaria -se actualizan varias veces al día-, y otras se dedican a una reflexión más teórica, con un ritmo más lento. Y todas valen. Todas cumplen una función. Todas aglutinan a los pensamientos disconformes. Y no hay ni una sola de estas iniciativas que sea menor. Cada cual cubre un vacío y llena una expectativa.

Una de las enseñanzas extraídas de fenómenos como el vivido en la tarde-noche-madrugada de los días 13-14 de marzo ha sido que las tecnologías van a jugar cada vez un papel más importante en la teoría y en la práctica de la resistencia. Y la segunda gran enseñanza es que es la propia gente, con sus modos y diversidad pero con un impulso de resistencia común, la que se ha convertido en el auténtico motor del movimiento popular. Un movimiento en el que cualquier persona honesta tiene un lugar propio y a la vez compartido. Un lugar que desde luego, se halla muy lejos del habitado por los pseudo-intelectuales, por los periodistas sumisos o por los partidos de la izquierda tradicional, con sus caducos discursos, sus viejas formas y sus oxidados modos y lenguajes