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Europa

12 de febrero del 2004

Papel de la UE en el actual sistema de dominación imperial

Unión Europea. El otro imperialismo

Francois Vercammen
Rouge
En la crisis que les opone a los Estados Unidos, las burguesías europeas buscan la legitimidad perdida de una Europa antisocial en la imagen de una Unión Europea "alternativa", que hace contrapeso de "América".

Recordamos las semanas que precedieron a la invasión por el ejército estadounidense de Irak: Francia y Alemania lograban construir una coalición con Rusia (y con una China más reticente), aislaban y batían al gobierno de los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU, ante una opinión pública mundial estupefacta. En la misma onda bloqueaban, en la OTAN, el compromiso militar de Turquía. Si Bush ganó la guerra en Irak, política y "moralmente", ha sido para él un desastre. Hasta hoy, y a pesar del arresto de Saddam Hussein, la correlación de fuerzas políticas e ideológicas sigue siéndole desfavorable.

Lo que, al principio, era oportunismo electoral (Schroeder) o político-cultural (Chirac) ha tenido un impacto considerable y duradero. Había ciertamente una apuesta política. No estando garantizado de antemano el resultado, solo la acción podía revelar las evoluciones latentes y contradictorias actuantes en el dispositivo imperialista global.

Fricciones transatlánticas

Pero ahí está la prueba: en el momento en que la superpotencia estadounidense alcanza su postura "global", Europa se desprende de su dominio cincuentenario (desde 1945). La multiplicación a todos los niveles de las fricciones "transatlánticas" toma hoy una dimensión política fuerte: la nueva estrategia supremacista de los Estados Unidos (que data de antes de la presidencia de Georges W. Bush) se confronta a una Europa cuyo objetivo es precisamente el paso de una economía fuerte a un protoestado supranacional (europeo).

Este nuevo aspecto de la situación mundial no es, o lo es poco, percibido y aún menos descrito o analizado, en su doble dimensión: los límites y las contradicciones de la superpotencia estadounidense; la emergencia del otro imperialismo, europeo, que se dota de un aparato de estado supranacional a la medida de su fuerza económica.

El análisis marxista revolucionario tiene una larga y rica tradición a propósito del imperialismo, desde fines del siglo XIX: Parvus, Hilferding, Kautsky, Bujarin, Luxemburg, Lenin, Trotsky... Este último había sentido de forma notable, desde 1920, la nueva configuración de las contradicciones interimperialistas salidas de la guerra de 1914-18: el cara a cara Estados Unidos-Europa, y , en el continente europeo, las rivalidades entre Alemania, Inglaterra y Francia /1. El estallido de una nueva guerra mundial entre las grandes potencias parecía inevitable a corto plazo, a menos que el proletariado se adelantara. Para resistir a la fuerza creciente del "joven" capitalismo estadounidense, era precisa de todas formas una unificación de Europa. El dominio de las contradicciones en el continente europeo no podía realizarse más que por la guerra y la dictadura fascista o por la revolución socialista en Europa; estando excluida cualquier otra variante.

Desde comienzos de los años 70, Ernest Mandel renovaba sustancialmente el análisis: "la fusión de los capitales gana a nivel continental, pero la competencia imperialista intercontinental se encuentra por ello tanto más agudizada" /2. "Los concurrentes europeos y japoneses no tienen una oportunidad de sobrevivir como formaciones independientes más que (...) si ponen en pie, al menos en Europa del Oeste, un estado federal que contrabalancee política y militarmente a los Estados Unidos" /3.

Hay que recordar que la Unión Europea (UE) es un gigante económico y financiero, una estructura imperialista densa heredada de los más viejos países colonizadores (Países Bajos, Inglaterra, España, Francia, Bélgica), con una tradición militarista milenaria. Sobre esta base económica ampliada y reforzada, los grandes grupos europeos (reagrupados en la ERT, la mesa redonda de los industriales) se pusieron de acuerdo, a mediados de los años 80, para avanzar hacia un mercado único y, en la misma onda, crear una moneda única (el euro). A partir de ahí, la formación de un estado europeo ha comenzado, paso a paso, no sin dificultades, pero conscientemente. A pesar de los discursos de los "euro-euforistas", el proceso no tiene nada de automático. Todo progreso sustancial implica una transferencia de prerrogativas nacionales. Las clases dominantes y sus aparatos estatales tienen una larga historia de enfrentamientos tras de sí. La UE permanece atravesada por contradicciones de todo tipo. Esto no está compensado por una conciencia europea de masas o una base sólida en una burguesía europea unificada. Las políticas neoliberales antisociales de los veinte últimos años han minado toda legitimidad popular "moderna".

Hay dos malentendidos. En primer lugar, el estado supranacional no saldrá de golpe, de un "gran desbarajuste" o de un repentino acuerdo general entre los estados. Su modo de avance se desarrolla ante nuestros ojos: es un proceso accidentado cuya palanca es la crisis. El aparato de estado supranacional que se pone en pie no es y no será la copia de la estructura del estado nacional que conocemos. Esperar su llegada o esperar la próxima crisis que llevaría al hundimiento o al estallido, es engañarse. El desarrollo de la UE consiste en una serie de batallas por objetivos determinados en la que la relación de fuerzas, la jerarquización de los países miembros, las oportunidades tácticas o grandes acontecimientos juegan un papel determinante. El mecanismo se mantiene porque hay grandes intereses en juego. Porque cada país encuentra ventajas gracias al refuerzo de la UE. Alemania juega de nuevo un papel en la política mundial, lo que sería inimaginable de otra forma. Irlanda, Polonia, el estado español "progresan" mediante el maná de los subsidios, etc. La pequeña Bélgica paraliza la OTAN con su veto (en el asunto turco).

Es esta "gobernanza", hecha a medida, la que permite a la UE actual imponerse en la arena mundial, por primera vez, desde hace cincuenta años. Y, en el interior, poseer una mecánica institucional que rompe, por arriba, las conquistas sociales de cien años de lucha de clases ganados en cada país miembro. La adopción de la Constitución de los Giscard, Schroeder, Blair y Prodi intenta consolidar esta armadura institucional, salida de esta correlación de fuerzas. La crisis actual -pero sin duda, recurrente- en el seno del bloque "transatlántico" es pan bendito para la UE. Por primera vez desde hace decenios, las opiniones públicas europeas se distancian masivamente de los Estados Unidos. Las altas esferas en Europa no dejarán de explotar la imagen de una UE "alternativa", haciendo contrapeso a "América".

Desde el punto de vista del capital, la UE es un gran éxito. Desde el punto de vista del trabajo, un desastre. La UE es un verdadero peligro. Desgraciadamente, casi no es percibido, ni tomado en cuenta; es subestimado. Sin cambiar totalmente esta tendencia, no se tomará la medida de la situación y del esfuerzo político que hay que emprender.

Notas

1/ León Trotsky, Europa y América, żDónde va Inglaterra?.

2/ Ernest Mandel, La tercera edad del capitalismo.

3/ Ibidem

Publicado en Rouge el 8/1/2004. Traducción de E.Nadal para Inprecor América Latina