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Europa

20 de febrero del 2004

Sadam y la conspiración. La indignidad de los medios españoles 'La Razón' y 'Libertad digital'
Sobornar a un canalla para que deje de serlo

Santiago Alba Rico
Rebelión

Si para destruir un país no hubiese que mentir; si para matar a cientos de miles de niños, bombardear potabilizadoras, derribar escuelas y espolvorear uranio sobre los vientres de las madres no hubiese que violar además mandamientos más pequeños y cometer un sinfín de pecados veniales; si para invadir una nación soberana contra la voluntad de la ONU, repartirse sus despojos y tiranizar a sus gentes no hubiese también que autoengañarse, engañar, amenazar, sobornar, calumniar, estuprar, ensuciar, encapuchar las miradas, contagiar la indignidad, manosear la decencia, corromper —en fin— hasta los más elementales asideros del sentido común; si para cometer un crimen mayor no hubiese que cometer siempre uno más pequeño y más terrible y para deshacer una sociedad no hubiese que deshacer, en Iraq y en EEUU al mismo tiempo, la idea misma de sociedad; si se pudiese arruinar la vida de los iraquíes sin arruinar la inocencia de todos, al menos no tendríamos que empezar siempre, después de cada crisis, después de cada atentado contra la razón, desde un poco más atrás. Que "la verdad es la primera víctima de la guerra" significa sobre todo que luego hay que volver a aprender a creer —en los periódicos, en los padres, en las conversaciones— lo que exige creer al menos que creer vale la pena. Que "la verdad es la primera víctima de la guerra" significa además que esa inocencia presupuestaria y banal de los humanos constituye la primera resistencia que los imperialistas deben derrotar porque es la fuente de todas las demás. La batalla contra la inocencia colectiva se llama "propaganda". La propaganda en un régimen de guerra permanente, cuando se han violado ya demasiados principios para recular, consiste menos en afirmar "nosotros somos más puros" que en declarar la impureza de todos por igual: "todos somos corruptos". A esta extensión premeditada de la corrupción (siniestro tacto de sapo) de la propaganda imperialista algunos la llaman también "periodismo".

La guerra en Iraq no ha hecho más que empezar y las dificultades del sapo le llevan a combinar contra la resistencia los crímenes grandes que hacen daño a los iraquíes con los crímenes pequeños que hacen daño a todo el mundo. El frente global que no logró impedir la invasión hace ahora un año demostró sin embargo tener razón en sus denuncias: los EEUU y sus aliados —España e Inglaterra— no han podido refrendar sobre el terreno ni siquiera sus propias mentiras, que eran en cualquier caso incompatibles con el Derecho Internacional. Este hecho, unido al creciente fortalecimiento de la resistencia armada en Iraq, ha impuesto una estrategia de legitimación puramente reactiva en un triple frente. En el terreno militar, se trata de promover la "fitna", es decir, la división civil y la violencia interconfesional, mediante la "libanización" o "balcanización" de la conciencia nacional iraquí; en la política doméstica, se trata de hacer concesiones estrictamente formales y distractivas —Aznar ni siquiera eso— a las demandas de una opinión pública no demasiado exigente; en el plano directamente propagandístico, en fin, se trata de seguir estirando ilimitadamente, contra la disidencia local e internacional, la gigantesca sombra corruptora de Sadam y de su régimen. Es en este contexto donde hay que situar la lista recientemente filtrada por el Pentágono al modesto periódico iraquí al-Mada, propiedad del empresario colaboracionista Fakhri Karim, en la que se desglosan los nombres de 270 empresas, instituciones o particulares de 50 países que habrían sido "sobornados" —esta es la palabra que emplean los medios españoles— por Sadam Hussein mediante "vales petrolíferos" a partir de 1997, fecha de la entrada en vigor del programa "petróleo por alimentos", y hasta poco antes de la invasión estadounidense. Independientemente de la autenticidad o no de la lista, e incluso si estos acuerdos se hubiesen realizado al margen del criminal programa de la ONU, la noticia se me antoja completamente irrelevante en un Iraq ocupado en el que el gobierno de los EEUU explota el petróleo del país invadido en su propio beneficio y en el de sus cómplices (
http://www.nodo50.org/csca/agenda2004/iraq/nota_6- 02-04_al-mada.html).

Como es sabido, uno de los tres españoles citados por al-Mada, al que la revista La Clave identificó bajo el nombre de Javier Robert, es Javier Rupérez, miembro del PP, embajador de España en EEUU y presidente de la fundación Humanismo y Democracia. Intuyo que los propios medios que han sacado a la luz el asunto pasarán por él como sobre ascuas y el eco del escándalo morirá en la pared más cercana, pero debo decir que no me parece que los presuntos negocios de Rupérez con Sadam constituyan el acto más feo que ha hecho este hombre en su vida. Según Libertad Digital, el dictador iraquí habría "sobornado" a las citadas personas y organizaciones con el propósito de "afianzar la campaña para levantar las sanciones económicas contra Iraq". Denunciado por dos ex-coordinadores del programa "Petróleo por Alimentos" (Denis Halliday y Hans von Sponek), por un ex-fiscal general de los EEUU (Ramsey Clark) y por ONGs independientes de todo el mundo, el feroz embargo impuesto a Iraq en 1990 habría causado en torno a 2.000.000 de muertos, la mitad de ellos niños. Es decir, que Javier Rupérez se dejó "sobornar" para salvar la vida a miles de niños, lo que puede resultar moralmente paradójico, pero que sólo se revela sin ambages indecente por el hecho de que, tras cobrar su parte, los abandonó a su suerte. Rupérez aceptó primero "sobornos" de Sadam para aliviar los sufrimientos de la población iraquí; pero Rupérez se dejó "sobornar" luego por los EEUU y pasó a defender con patrañas —del tamaño de las Torres Gemelas— la invasión de Iraq (ver, por ejemplo, el artículo publicado por El País el 6 de febrero del 2003); se dejó "sobornar" luego por el Pentágono para legitimar la ocupación a través de su fundación Humanismo y Democracia; y ahora, según denuncian ERC e Intermón- Oxfam, se deja "sobornar" también por el gobierno español, el cual habría desviado a esa misma Fundación 45.000 euros de una partida del presupuesto destinada a "ayuda humanitaria". Todo esto en conjunto sí me parece una noticia escandalosa, aunque podría serlo aún más si aceptásemos primero el sentido más bien lato del término "soborno", tal y como lo han empleado los medios en estos días para referirse a los "vales petrolíferos" de Sadam.

Lo que sabemos, en todo caso, es que el Pentágono no filtró el documento publicado por al-Mada para perjudicar a un fiel muñidor de Washington sino para desacreditar a toda una serie de organizaciones, partidos y dirigentes políticos comprometidos al mismo tiempo en la denuncia de las sanciones contra Iraq y en las protestas contra la guerra; todos ellos ahora unidos bajo la sombra envilecedora de Sadam en una conspiración que, tal y como sueña patológicamente la derecha, cosería en la misma red a ex-ministros y diputados de la Vieja Europa, organizaciones "terroristas" palestinas y partidos comunistas, socialistas y anti-imperialistas de todo el mundo. En España los medios más reaccionarios no podían dejar pasar la ocasión para establecer la relación entre Sadam y el movimiento contra la guerra, como ya lo hicieran a lo largo de los meses previos a la invasión, mientras cundían y se generalizaban las protestas. A nadie extrañará que haya que empezar de nuevo. Había una vez un enano llamado Titán. Había una vez una mula llamada Francis. Hay también un periódico llamado La Razón. Al igual que días antes la pro-sionista Libertad digital (ver el excelente artículo de José Daniel Fierro:
http://www.rebelion.org/spain/040208jdf), también La Razón prefirió el pasado 15 de febrero dejar a un lado a Javier Rupérez para dar la siguiente noticia: "Copérnico fue sobornado por una secta de Amsterdam para que sostuviera que la tierra gira alrededor del sol". No, claro, el titular en realidad decía: "Un miembro del movimiento español contra la guerra, donde está IU, recibió un millón de barriles de petróleo de Sadam". El artículo, que firma Juan C. Pascual "sobornado" por Ansón, trata de establecer un vínculo perverso entre Sadam Hussein y los izquierdistas Ángeles Maestro, ex-diputada de Izquierda Unida, y Carlos Varea, coordinador del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe, a través del empresario Bassem Qaquish, uno de los presuntos receptores de los "vales petrolíferos" al que, por lo demás, La Razón afilia, por error o con insidia, al CSCA. Mientras la tierra giraba movida por una secta holandesa, EEUU lanzaba 110.000 bombardeos y 88.500 toneladas de bombas sobre Iraq, mataba a 150.00 personas, destruía puentes, centrales eléctricas, potabilizadoras de agua, sistemas de alcantarillado e irrigación; mientras la tierra giraba alrededor del sol, el uranio empobrecido serpenteaba obscenamente entre las piernas de las embarazadas, los niños de Basora nacían con los miembros revueltos, las escuelas se despoblaban, la desnutrición descontaba varios centímetros a toda una generación de iraquíes, viejas enfermedades desaparecidas —tifus, cólera, infecciones— se comían a los niños, los hospitales no tenían cloro ni reactivos para análisis ni tratamientos contra el cáncer, ni siquiera zotal para limpiar las habitaciones; mientras la tierra rotaba y se trasladaba contra Ptolomeo y La Razón, que se miraban el ombligo, EEUU mataba por hambre y enfermedad a 2.000.000 de iraquíes, bombardeaba un día tras otro durante 13 años el sur de Iraq, devolvía a uno de los países más ricos y socialmente avanzados del mundo árabe a la Edad de Piedra; mientras la tierra giraba, y no conforme con esto, EEUU falsificaba pruebas, mentía a las Naciones Unidas, amenazaba al Consejo de Seguridad, hacía estallar el precario orden jurídico internacional y, contra el Derecho y la opinión pública, invadía finalmente un país soberano, asesinando a miles de civiles, saqueando sus riquezas y destruyendo todas sus estructuras sociales. ¿Sadam Hussein trató de explotar todo este horror en su propio provecho? Lo que es seguro es que no hace falta pagar a un hombre decente —cristiano, musulmán o ateo— para que proteste contra eso. Pero es que normalmente a la gente se le paga más bien para que deje de serlo —quiero decir "decente".

No voy a defender a Copérnico. No voy a defender tampoco a Bassem Qaquish, Ángeles Maestro y Carlos Varea. Yo tampoco soy miembro del CSCA, pero vengo colaborando con el Comité desde hace algún tiempo, sobornado por la suya y por mi propia decencia, y quizás ha llegado el momento de justificar el modestísimo apoyo que les presto. Desde un diminuto chiscón de la calle Carretas de Madrid, Carlos Varea y cuatro gatos bien nacidos llevan quince años trabajando, con la paciencia de un calígrafo y el esfuerzo de un cantero, para acercar a nuestra mirada la realidad política de la zona más codiciada, más citada y más interesadamente ignorada del mundo; y para acercarse a ella al margen de toda pretensión de neutralidad, de un modo al mismo tiempo humilde y comprometido. Este ambiciosísimo propósito se ha conducido en una doble dirección. Por una parte, a través de un proyecto editorial cuyo núcleo es la revista Nación Árabe, una publicación nacida hace ahora quince años con el concurso de una nueva generación de arabistas no-orientalistas —en el aura de Martínez Montávez— y que se ha ido consolidando como una referencia indispensable —si no única— en el horizonte editorial español a la hora de acceder de una manera directa y rigurosa a la complejísima hechura política, cultural y sociológica de los países árabes. Pero al mismo tiempo y sobre todo, a través de una actividad militante tan coherente como nerviosa —hiedra trepadora y raíz tenaz— ideológicamente muy sólida, que ha permitido al CSCA convertirse no sólo en una autoridad informativa irrenunciable y en un potente transmisor de conciencia (a través de su
www.nodo50.org/csca, sus campañas, sus seminarios y sus conferencias) sino también en un vehículo precioso de efectiva comunicación con la izquierda árabe reprimida e ignorada, de la que tanto tenemos que aprender, siempre desde la convicción de que los problemas del mundo árabe se inscriben en el contexto general del capitalismo globalizador y sin olvidar jamás, por tanto, la solidaridad y el trabajo en común con otras organizaciones e iniciativas dentro y fuera del Estado español. Durante estos años, el trabajo del CSCA ha pivotado, por razones obvias, en torno a Palestina e Iraq, las dos gemelas degolladas, las dos mellizas invencibles. Mientras otros miraban la televisión o salían en ella —y casi todos veían el mundo hueco o descolorido— Carlos Varea y sus compañeros trataban de llamar la atención sobre esos dos pueblos que nuestros gobiernos habían sumergido en la desgracia y nuestros periódicos en el desprecio. Cuando nadie sabía nada, nadie decía nada o —peor— todos repetían lo mismo, Varea y sus compañeros leían, traducían, redactaban comunicados, convocaban, instruían, negociaban, insistían, reñían, se multiplicaban para retirar discretamente un guijarro —otro guijarro. Sería imposible detallar las iniciativas que el CSCA ha realizado en el marco de la CELSI (Campaña Estatal por el Levantamiento de las Sanciones a Iraq), unas informativas y otras humanitarias, pero basta quizás recordar el programa sanitario que permitió tratar en el Estado español a más de 100 niños iraquíes con dolencias cardíacas u oftalmológicas, la entrega personal de ocho toneladas de material escolar y un millón de lápices para su distribución en las escuelas de Iraq y el desafío simbólico del embargo a través de cuatro viajes solidarios en los que participaron periodistas, intelectuales y organizaciones políticas. Todo este trabajo encontró su corolario natural en la constitución de las Brigadas Mohammad Belaidi que se sucedieron en Iraq, con voluntarios procedentes de todas las partes del Estado, hasta después de la caída de Bagdad; el propio Carlos Varea viajó con la primera de ellas, en febrero del 2003, y salió con la última, el 12 de abril, después de reunir junto a sus compañeros, en sus visitas cotidianas a barrios bombardeados y hospitales, los testimonios reunidos más tarde en el "Informe sobre ataques a población civil en Bagdad", el cual, incorporado a varias querellas actualmente en curso, quizás sirva algún día para juzgar y condenar al ejército estadounidense por crímenes de guerra. En algún sentido, pues, tiene razón La Razón —por una vez y sin que sirva de precedentes— al señalar sin querer la importancia del CSCA en la extensión y vigor del movimiento contra la guerra; puede decirse, sin subestimar otros esfuerzos, que ese movimiento fue la combustión de muchos méritos suyos acumulados, incluido el de preferir ceder el protagonismo a los que se sumaron después antes que desperdiciar el capital político duramente conquistado durante una década.

(Pudorosamente, entre paréntesis, diré también algo en mi favor: tengo la suerte de contarme entre los amigos de Carlos Varea y de que en algunos de mis mejores textos y en algunos de mis mejores gestos no haya podido disimularlo).

Confieso, por si hiciera falta, que el CSCA me ha "sobornado", con su inteligencia, su coherencia y su coraje, para escribir este artículo; y confieso que con este artículo trato de "sobornarles" para que no abandonen nunca su trabajo.

Sin Sadam el mundo no va mejor. No se puede sobornar a un sordo para que oiga ni a una piedra para que salte ni a un buey para que para un niño; y en este sentido algunos canallas, como mis amigos del CSCA pero al revés, son también incorruptibles. No hace falta "sobornar" a un hombre decente para que lo demuestre. ¿Se podría "sobornar" a un hombre malvado para que deje de serlo? ¿Cuántos barriles de petróleo, cuántos millones de dólares, cuántas acciones nos costaría la virtud de Bush, de Aznar o de Blair? ¿Cuántos la honradez de Libertad- Digital y La Razón? ¿Cuántos la piedad de Bremer o la humanidad de Sharon? Uno, mil, un millón, diez millones... mucho me temo que habrá que buscar otro camino.