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Europa

31 de enero del 2004

En la conferencia internacional para la Prevención de Genocidios en Estocolmo, Estados Unidos e Israel se han negado a firmar un documento final si incluye una mención al TPI
Todos serán juzgados

Cándido
Liberación

La sentencia popular afirma que la justicia, como los ríos, se detiene en los obstáculos, pero prosigue su curso hasta alcanzar sus objetivos. La historia reciente ha dado testimonios de ello.

Criminales de guerra, autores directos o inspiradores de crímenes contra la humanidad, que se creían beneficiarios de por vida de la impunidad, han sido obligados por la justicia a responder por sus crímenes. El caso que tuvo mayor repercusión internacional fue el del exdictador chileno Augusto Pinochet. Detenido en Londres, debió simular una demencia senil y recurrir a ciertas complicidades, para lograr la extradición a su país. Aunque no pudo ser jurídicamente condenado sufrió el repudio universal salvo algunas solidaridades explicables como el de la señora Thatcher, también con muchas muertes sobre su conciencia, hoy oscurecida, aunque con métodos diferentes a los de Pinochet.

Para prevenir este tipo de crímenes, se creó en Roma, en 1998, con el respaldo de 92 naciones, el Tribunal Penal Internacional (ICC), que entró en funciones el 1 de julio del 2000.

Significativamente, Estados Unidos se ha negado sistemáticamente a suscribir ese acuerdo y mediante sobornos y chantajes, métodos habituales en sus relaciones internacionales, ha logrado que algunos países con gobiernos vasallos se comprometan a no entregar ciudadanos norteamericanos a la Corte Internacional.

Ahora, con motivo de la conferencia internacional para la Prevención de genocidios, que tuvo lugar esta semana en Estocolmo, Estados Unidos y su socio carnal el gobierno de Israel, se han negado a firmar un documento final si este incluye una mención al mencionado tribunal como deseaban el Secretario General de Naciones Unidas Kofi Annan y otros países presentes en la conferencia.

La resistencia de Bush y Sharon es explicable. Pero ambos deben saber que tarde o temprano tendrán que enfrentar un tribunal que los juzgue por sus crimenes. Bush, sus asesores y algunos cómplices como Blair y Aznar, mintieron a sabiendas a sus pueblos para comprometerlos, en distinto grado, en una guerra infame contra Afganistan primero y luego contra Irak. La movilización internacional impidió que algunos gobiernos de países con peso internacional, apoyaran la guerra contra Irak. La aventura "en solitario" sin respaldo de Naciones Unidas, resultó un trágico fiasco que aun continúa. Y los obliga a pedir ayuda a los que antes despreció, para que los saque del atolladero.

Pero la magnitud del crimen, el provocar una guerra utilizando mentiras, no puede quedar impune. Bush, Dick Cheney, Rumsfeld y otros deberán responder, más temprano que tarde ante la justicia. Será un gran paso imprescindible hacia la conquista de la paz.