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Europa

12 de febrero del 2004

Catástrofes y política

Ignacio Ramonet
La Voz de Galicia

Ocurrido el 26 de diciembre, el espantoso terremoto de Bam, en Irán, de una magnitud de 6,8 en la escala de Richter, provocó como se sabe unos cuarenta mil muertos. Sin embargo, tres meses antes, el 26 de septiembre de 2003, un temblor de tierra de mayor intensidad -magnitud 8- acaecido en la isla japonesa de Hokkaido apenas causó unos cientos de heridos y ni un solo muerto.

El 21 de mayo del año pasado, otro terremoto de intensidad 6,2 sacudió Argelia y provocó la muerte de más de tres mil personas. Días después, el 26 de mayo, un seísmo aún más violento - magnitud 7- hizo temblar todo el nordeste de Japón pero el número de víctimas sólo se elevó a 54 heridos.

¿Qué significa eso? ¿Por qué catástrofes naturales semejantes causan impactos humanos tan diferentes? ¿Por qué se derrumban los edificios en los países pobres con tan pasmosa facilidad? Por razón de costos, los promotores y las constructoras no respetan las normas mínimas de seguridad y las autoridades cierran los ojos. Consecuencia: es mucho más peligroso sufrir un terremoto en un país pobre que en uno rico.

¿Somos entonces desiguales frente a la naturaleza? Sin la menor duda. En un informe publicado el 2 de febrero pasado y titulado Reduciendo el riesgo de los desastres , el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se pregunta si, a la vista de cifras como las que acabo de citar, todavía se puede seguir hablando de catástrofes naturales . El impacto de un terremoto, de un ciclón o de una inundación no es el mismo según los países; depende de las políticas de prevención aplicadas por las autoridades.

Cada año las catástrofes afectan a 211 millones de personas, dos tercios de esa cifra en países del Sur, donde la pobreza condiciona la alta vulnerabilidad. El informe señala que «aunque sólo el 11% de las personas expuestas al riesgo de alguna catástrofe natural viven en países pobres, el 53% de las víctimas causadas por tales catástrofes residen en esos países». El PNUD también indica que si el número de víctimas causadas por los terremotos se mantiene estable es por culpa del crecimiento urbano rápido y desordenado en muchas ciudades del Sur. Pero, en general, en los últimos veinte años, la prevención se ha intensificado y el número total de víctimas mortales causadas por las catástrofes naturales no ha aumentado. Por el contrario, ha disminuido el número de muertos por hambrunas, que ya sólo están localizadas en África y son, en general, consecuencia de desórdenes creados por las guerras o el mal gobierno.

La corrupción, la irresponsabilidad de los gobernantes y la falta de políticas de prevención son las causas de la alta mortalidad y de los desastres humanos y económicos provocados por algunas catástrofes. En cambio, cuando un Estado pone a punto una cultura de precaución, reduce de manera importante los efectos de una catástrofe. El informe cita el ejemplo de países pobres que se distinguen por la notable reducción de la vulnerabilidad ante catástrofes naturales como los huracanes, tornados y ciclones, que en el 2003 provocaron unos 60.000 muertos en el mundo, cinco veces más que en el año precedente. Por ejemplo, Bangladesh ha sabido resistir con éxito a los huracanes mediante la construcción de diques de protección, y preparado de antemano a las comunidades más expuestas.

También se cita el ejemplo de Cuba, que aunque es una isla muy expuesta a la violencia de los ciclones, sus gobernantes han conseguido evitar toda víctima mortal gracias a un Sistema de Defensa Civil basado en la labor preventiva depreparación comunitaria que permite en pocas horas trasladar hacia sitios seguros a cientos de miles de habitantes. Ejemplos de la eficacia del sistema cubano de protección civil fue el enfrentamiento a los huracanes Georges , Mitch (1998), Michelle (2001), Isidore y Lili (2002). Esos cinco ciclones causaron en Centroamérica y el Caribe miles de muertos. En Cuba sólo provocaron 12 víctimas.