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Europa

Putin, nuevo zar de todas las rusias

Guillermo Almeyra
La Jornada

Hace apenas un mes y medio que Vladimir Putin desencadenó la masacre en la escuela de Beslan, en Osetia del Norte, mandando sus tropas al asalto de un edificio atestado de niños y parientes de éstos, con el objetivo de eliminar unos 30 terroristas chechenos, con los que se negó a tratar en serio. El mismo ex general de la KGB, la policía política stalinista, había preferido matar a todos los concurrentes a un teatro moscovita para suprimir a 16 desesperadas terroristas chechenas. Ahora concentra el poder en sus manos y da un golpe de muerte a la Constitución y a las instituciones que daban a Rusia la apariencia de una democracia formal. Así asesta también un salvaje mandoble a la lucha por la democracia en la segunda potencia nuclear del mundo. Es decir, a los argumentos políticos y morales que permiten enfrentar la política del capital financiero internacional y la hegemonía imperialista de Washington y, en general, a la democracia como condición fundamental de la autoorganización de los pueblos y condición sine que non de la construcción de una conciencia socialista. El general Putin es ahora candidato a convertirse en nuevo Stalin, aunque en otro contexto internacional que lo limita.
Con el pretexto de la lucha contra el terrorismo no vaciló en imitar a George W.Bush y en declarar la guerra preventiva, o sea su "derecho" a enviar tropas, en la cantidad que quiera, al país que desee. Sobre la base del legítimo repudio popular de los rusos al terrorismo checheno y al miedo a la inseguridad, que lleva a pedir medidas extremas, Putin quiere implantar la pena de muerte y limitar la libertad de circulación. Además, quiere concentrar los poderes. Ha pedido al parlamento la anulación del derecho del pueblo a elegir los gobernadores y los legisladores provinciales, que nombrará y revocará según su conveniencia. Ha solicitado también el derecho a elegir y revocar los jueces, a todos los niveles. Pide medidas que constituyen 33 violaciones de la Constitución. Su partido "Rusia nueva" formado por burócratas y capitalistas tiene mayoría en el Congreso y puede modificarla. Los comunistas, hasta hace poco principal oposición, se han dividido en dos partidos, ambos nacionalistas y no le ofrecen resistencia. Por lo tanto, lo que queda del Legislativo está a la merced del Ejecutivo, que Putin ejerce por sí solo.
Sobre la base de esa omnipotencia Putin intentará llevar la guerra al terrorismo checheno con métodos terroristas. Ahora bien, sólo una minoría de los chechenos están en territorio de Chechenia, ya despoblado por la salvaje represión rusa, que eliminó casi un cuarto de ese pueblo. La mayoría de los chechenos forma parte de una diáspora mezclada entre los rusos, lo que hace la represión terrible para todos. Además, para un pueblo ya diezmado por los zares, después deportado y diezmado en masa por Stalin y ahora masacrado por Yeltsin y Putin, el terror impuesto por Moscú sólo sirve para alimentar el terror de los descendientes de las víctimas y el nacionalismo ruso sólo enardece el nacionalismo checheno. De modo que en el Cáucaso surge un cáncer que, para gran alegría de Estados Unidos, debilita el control ruso sobre las pequeñas repúblicas alógenas (cristianas, como Georgia o Armenia, musulmanas como Chechenia y las de Asia Central). Se une así al problema colonial (denunciado desde Pushkin hasta Lenin por todos los rusos conscientes) la acción de Estados Unidos, que quiere debilitar a la segunda potencia nuclear mundial, impedir su intervención en el Cercano Oriente, crearle problemas con el Islam, impedir una posible alianza con Europa o China, sabotear la riqueza petrolera y en gas de Rusia. Los que contra toda lógica y toda la historia dicen que la defensa del derecho de autodeterminación de las naciones sólo sirve al imperialismo estadounidense, no saben lo que dicen y son los mejores aliados de Washington y de la liquidación de la democracia en Rusia que podría permitir que ese gran país diese apoyo a la resistencia a Estados Unidos en el Cercano Oriente y en el mundo. ¡Que Alá, o Jehová, o Buda, o quien sea, nos guarde de semejantes charlatanes "antimperialistas" adoradores de los Estados fuertes y llenos de nostalgia por el poder staliniano! Porque Putin con el pretexto de la lucha antiterrorista desarrolla el capitalismo salvaje eliminando la gratuidad de todos los servicios sociales, condenando así a la muerte a pobres, ancianos, jubilados, y suprime los frágiles elementos de democracia, reforzando el Estado ruso y el nacionalismo ruso. O sea, encierra al país en un capitalismo nacional oscurantista y sin límites y lo condena a una eterna guerra colonial en las montañas del Cáucaso. Después de un primer momento en que todos los gobiernos apoyaron la terrible represión de Putin en el caso de Beslan, algunos de ellos empiezan a darse cuenta de las consecuencias, todas ellas favorables a Estados Unidos, que aparece como único interlocutor de los terroristas chechenos (cuando no como su apoyo secreto) cuando la sociedad rusa debería buscar a los no terroristas para dar una salida política a la autodeterminación de los chechenos. Aún hay tiempo para que la presión internacional impida que Putin lleve a Rusia a la tragedia.
galmeyra@jornada.com.mx