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Europa
8 de enero del 2004

Sobre la legalización de parejas gay en España
El culo y las témporas

Juan Francisco Martín Seco
Estrella Digital

Por poco que se ahonde en la historia de las religiones, resulta fácil descubrir en muchos de los preceptos morales causas sociales relacionadas con las condiciones de vida de los pueblos en los que surgieron. La más evidente, por ejemplo, la obligación de practicar abluciones presente en casi todas las religiones antiguas, y que obedecía a una razón higiénica de enorme importancia en sociedades con condiciones sanitarias muy precarias. Al atribuir a determinadas prescripciones un origen religioso se las dotaba de mayor fuerza coactiva. Pero no siempre la etiología de los mandamientos religiosos tiene una explicación tan benigna; en otras ocasiones, traduce la estructura de poder social y el deseo de blindarla y perpetuarla.

Lo cierto es que pasados los años desaparecen las razones, fueran cuales fueran, y sin embargo subsisten los preceptos petrificados y mantenidos de manera irracional por las iglesias. Han cambiado las condiciones de vida y, no obstante, la ortodoxia se resiste a cambiar. Uno se estremece al contemplar el dolor y el sufrimiento que de forma inútil y absurda han generado en la sociedad a lo largo de la Historia determinados cánones religiosos. No es preciso trasladarse a países exóticos o a naciones que profesan el fundamentalismo islámico para contemplar la irracionalidad e iniquidad de ciertos ritos y preceptos. Aun en nuestras sociedades teóricamente secularizadas, muchas personas se debaten en contradicciones religiosas.

Pero la gravedad del tema aparece sobre todo cuando se intentan transformar las reglas de una determinada confesión en norma jurídica de obligado cumplimiento para toda la sociedad. Mientras los preceptos religiosos permanezcan en la órbita privada de los creyentes, allá ellos con sus ideas. Muchas personas profesan creencias descabelladas y no únicamente de carácter religioso. El peligro surge tan pronto como se pretenden imponer por la fuerza a los demás. Nuestros obispos se resisten a convivir en una sociedad laica. Quizá porque el infierno ha perdido ya fuerza coactiva recurren una y otra vez a la sanción de las leyes.

El arzobispo de Madrid, tal vez alterado por los preparativos de boda tan importante, ha sobrepasado los límites de lo previsible y, ante el anuncio programático del PSOE de legalizar los matrimonios gays, lejos de recurrir a las penas del fuego eterno, amenaza con la quiebra de la Seguridad Social. Uno no sale de su asombro, porque le parece que el buen prelado ha confundido el culo con las témporas, y la gimnasia con la magnesia. Resulta difícil descubrir el nexo de una cosa con la otra. Aunque bien mirado, el ilustre cardenal se ha limitado a utilizar la estrategia de los políticos e insignes representantes del poder económico, que utilizan la quiebra de la Seguridad Social como amenaza para descalificar todo aquello que les molesta. Por supuesto, la reducción de las cotizaciones sociales y de los impuestos directos no constituyen, según ellos, ningún peligro, cuando en realidad son los únicos factores capaces de desequilibrar el sistema.

Y puestos a disparatar, nadie como el ministro de Hacienda. Resulta que legalizar las parejas gays puede ser fuente de desempleo. Es la expresión más clara del relativismo y del oportunismo que enmarcan hoy nuestro discurso económico, cada uno saca las inferencias que le parece y lo que vale ahora para fomentar el empleo, mañana según convenga se convierte en causa del incremento del paro. Se supone que cuando el señor ministro de Hacienda asocia los gays con el desempleo está pensando en las ayudas que las nuevas familias recibirían en el caso de ser legalizadas. Pero ¿no quedamos en que la reducción de impuestos, canalizada en gran parte como ayuda a las familias, había sido causa de crecimiento económico y de la prodigiosa creación de puestos de trabajo? En fin, que en los momentos presentes la economía es la única disciplina en la que, si algunos se empeñan y los dueños de los medios de comunicación están interesados, el culo puede identificarse con las témporas.