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Europa

Editorial

Soberanos y papanatas


Cádiz Rebelde

Los dos discursos de Aznar del día de la Pascua Militar resultaron enormemente relevantes en relación con la entrega de soberanía, camuflada bajo los cínicos arrebatos de patriotismo del presidente del gobierno.
Nuestra situación de servidumbre que se disimula hacia adentro con ridículos gestos de intención majestuosa, se manifiesta hacia fuera en la rápida obediencia a las órdenes de los EEUU y en el compulsivo desvelo para proclamar, y si es posible anticipar, los deseos de Washington.
Bush, el soberano real gracias al papanatismo de Aznar, condiciona sin esfuerzo alguno nuestra política exterior, la "estrategia de seguridad nacional", y la política y economía de defensa.


Primero habló Aznar por boca del ministro Trillo, después habló Aznar por boca del rey Juan Carlos. Hubo otro discurso más difuso, de tradición absolutista, habitual en la Pascua Militar, que año tras año alimenta una relación peculiar entre el rey y las fuerzas armadas.
La soflama global de Aznar no puede pasarse por alto. En primer lugar justificó un enorme gasto público de defensa y con él estableció prioridades económicas que maltratan las políticas sociales. Definió subordinaciones internacionales absolutas que, en defensa de determinados intereses encubiertos, ha decidido por cuenta propia el gobierno. Anunció el abandono de toda pretensión de soberanía en las relaciones internacionales, incluso en la decisiones que llevan a la guerra y nos implican en agresiones contra otros países del mundo. Asumió, como instrumento de la relación con otros pueblos, la participación en las guerras –preventivas si es preciso, siempre crueles y abusivas- que para la "extensión de la libertad" planean los Estados Unidos. Consagró la ruptura de las normas y principios que para esas relaciones internacionales define la propia constitución.

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En realidad, Aznar utilizó a fondo la "sacralización del monarca" -situada como primer principio constitucional por las élites económicas y por lo tanto mediáticas, y por sus agentes políticos, consolidando así un instrumento para convertir sus intereses en "política de estado"- para eliminar toda posibilidad de crítica, de debate público y de participación democrática.
El instrumento de colocar los dos discursos "bajo palio" facilitó la aceptación institucional de la alianza política y militar con los EEUU, a pesar de que tal alianza nos incorporó a una guerra injusta que ha violado el ordenamiento internacional y nos ha hecho responsables de la destrucción sistemática, la ocupación y el saqueo de Irak, con la demolición casi total de la base material necesaria para la vida y la generalización de la miseria.
Aznar aprovechó ese discurso global para justificar y "normalizar" la guerra y la ocupación de Irak, y todas las guerras posibles que "el amigo norteamericano" disponga en el marco de su "guerra mundial antiterrorista".
La presencia de los militares y de los espías españoles en Irak, a las órdenes de las autoridades estadounidenses y de sus servicios de inteligencia, fue calificada como "servicio a España", la resistencia iraquí a la ocupación como "terrorismo", y la aceptación del discurso bushiano de "la guerra contra el Mal" como la única posición posible en "españoles de buena voluntad".
En una total aceptación de la globalización armada que está imponiendo el Imperio, Aznar importó la Patriot Act como si nuestro país fuese el estado de Tejas.

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En un país agobiado por la precariedad, el enorme endeudamiento familiar, la economía sumergida y desregulada, la destrucción del sistema de pensiones, y la descapitalización y el deterioro programado de los servicios públicos esenciales -o la conversión en negocios que venden educación y salud a los más pudientes-, el presidente del gobierno alardea, por boca de Trillo -nada menos que como la "culminación de una etapa histórica"-, de la aprobación de cuatro programas militares que suponen un enorme gasto de 20.000 millones de euros.
"Aznar-boca Trillo" explica el dispendio en la necesidad de garantizar "la proyección de nuestras tropas para que cumplan a tiempo... con las misiones a las que le obliga su responsabilidad dentro del concierto de las naciones". Eufemismos aparte, se trata de realizar intervenciones exteriores de la mano de los EEUU -como afirmó sin ambages el presidente del gobierno el día 20 de octubre ante la cúpula militar-. Aznar-boca Juan Carlos I encubre el gasto en la preocupación paternal del rey por la "formación y motivación de los profesionales" que finalmente se concreta también en la "progresiva modernización de las instalaciones, recursos y materiales".
Situados en el terreno de los "grandes hechos históricos" Aznar puede catalogar como "gastos de inversión" los que han servido para la "reestructuración y relanzamiento" de la industria militar. En otras palabras, el fortalecimiento de un patriótico complejo militar-industrial.

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La gravedad de las afirmaciones que identifican la resistencia a la ocupación en Irak con el terrorismo, y equiparan la presencia militar en ese país con la expansión de la libertad: "bien expansivo que no puede vivirse de manera cerrada y egoísta" (Aznar-boca Trillo), es evidente. Implican un alineamiento absoluto con la doctrina expansiva, de dominio mundial, que respalda la implantación de un mercado global en condiciones que permiten a lo EEUU acaparar por la fuerza económica, o por vías militares, todos los recursos estratégicos en el mundo.
Pese a esa gravedad, los medios de comunicación y las fuerzas políticas de la oposición se empeñaron en analizarlas en función de la posibilidad de echar las redes y levantar algunos miles de votos. De manera que mientras el presidente del gobierno definía como política de estado la renuncia a la soberanía, los políticos de la "alternativa" competían en reclamar una mejora en los contratos de transporte para evitar tragedias como la del avión estrellado en Turquía, o en mostrarse más compungidos que el propio gobierno ante la muerte de los miembros de la Central Nacional de Inteligencia.
Las causas fundamentales de tales hechos: la implicación entusiasta en conflictos lejanos y ajenos; o en guerras efectuadas contra países casi indefensos con violación flagrante de las normas internacionales, quedaban, pudorosamente, al margen.