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Argentina: La lucha continúa

Detrás de la histeria antipiquetera.
Argentina, lógica elitista y derecha caníbal

Mónica Arca, Jorge Beinstein, Santiago Insuain
Articulo aparecido en Enfoques Alternativos, Buenos Aires

Esta vez la manipulación mediática parecería haber tenido éxito, luego de un martilleo incesante y prolongado que abarca un amplio espectro de medios de comunicación, expertos y personalidades, existiría en apariencia un consenso social masivo contra el movimiento piquetero. Dicha hostilidad tiene como es lógico su núcleo duro en las clases altas pero se extiende con entusiasmo decreciente hacia las capas medias y bajas. Así lo señala una apabullante masa de encuestas de opinión generosamente difundidas por los medios. Desde Radio 10 y Canal 9, casi calcando la verborragia de la última dictadura, pasando por La Nación que reclama orden hasta llegar al conjunto de políticos decadentes invocando las instituciones; se ha constituido un coro unánime contra las protestas de los pobres. Como ya ocurrió con otras operaciones de este tipo al discurso brutal de la derecha se ha incorporado un furgón de cola de moderados y progresistas que agregan el matiz humano al engendro. Mientras los timoneles de la nave exigen poner en caja a los contestatarios algunos bondadosos pasajeros consideran que los reclamos son atendibles y hasta legítimos pero que los métodos son incorrectos. Esta melodía ya la habíamos escuchado antes aunque con otra letra, allá en los ¿lejanos? años 70... con los neustadts y grondonas elogiando la mano dura contra los subversivos precedidos por Ricardo Balbín acusando a las huelgas obreras de guerrilla industrial . Balbín falleció pero fue sucedido por Alfonsín que tiene ahora casi la misma edad que aquel geronte siniestro y el mismo discurso represor.
El objetivo es claro: liquidar las protestas de los piqueteros, presionando sobre ellos para que se autolimiten hasta devenir inofensivos, reprimiéndolos a través de mecanismos judiciales muy duros o incluso llegando a una represión violenta seguramente con muchos muertos y encarcelados. Cada uno de estos tres escenarios cuenta con sus defensores, discursos legitimadores e intereses específicos al interior de las elites dominantes.
La alternativa de eliminación suave cuenta con el aval coyuntural del gobierno y el apoyo del grueso de la mafia política-sindical y de la progresía que por distintos motivos temen las consecuencias derivadas de un encadenamiento de masacres y/o de encarcelamientos masivos. El fantasma culpuso de la megarepresión desatada en 1976 los incita a buscar una suerte de cuadratura del círculo (ablandamiento de las protestas pese a la persistencia de la miseria) basada en la imposición de la apatía a los sectores sumergidos. Muchos de estos moderados aparentes consideran que ese descontento si llega a ser controlado por algún mecanismo institucional (sindicatos, ONGs, punteros del PJ, etc.) les podría servir de comodín en sus interminables disputas de poder.
Las opciones represivas cuentan con el respaldo de una derecha caníbal convencida que el abismo social solo puede ser preservado por medio de mecanismo violentos, legales si las tramas judiciales y políticas pueden garantizar su funcionamiento (lo que requiere un consenso social reaccionario relativamente amplio) o informales si la inestabilidad institucional no permite lo anterior. Jueces duros, políticos ultraconservadores y policías bravas compodrían el primer cocktail, las bandas parapoliciales o policiales mafiosas (más algún ingrediente militar) serían la espina dorsal del segundo.

Política de estado

No se trata de una euforia aislada, tiene su antecedente en las patotas parapoliciales que intentó instalar Duhalde apenas asumió la presidencia y en la campaña antipiquetera también orquestada por él a mediados del 2002 que culminó con la masacre de Avellaneda. Pero si miramos un poco más hacia atrás encontraremos los delirios represivos del círculo íntimo de De la Rua ante los primeras emergencias piqueteras significativas. Se trata de una obsesión represiva que ha atravesado varios gobiernos orientada a liquidar violentamente la protesta social no encuadrada por los sindicatos burocratizados. Nos encontramos ante una política de estado, de larga preparación, con sucesivos ensayos parciales y generales, testeos de opinión pública, acumulación de información, maniobras divisionistas de los de abajo, cooptaciones de dirigentes populares corruptos, etc.
Es una estrategia en parte implícita, resultado de la convergencia más o menos espontánea de intereses, temores y sentimientos de impunidad de los grupos privilegiados, pero su persistencia, la presencia de estructuras de seguridad, camarillas mediáticas estables, enlaces concretos con operaciones antiterroristas regionales piloteadas desde Estados Unidos (1), evidencian los aspectos conspirativos, explícitos de la misma. Cuyo resultado es el armado paciente de un vasto programa de disciplinamiento de las clases bajas seguramente articulado por aparatos estatales de inteligencia operando en la sombra, tramas fascistas continuadoras de la última dictadura militar que se han reproducido en la etapa democrática con la complicidad de los gobiernos constitucionales. La reciente denuncia de ex ministro Beliz sobre la SIDE nos puede servir de ilustración.

Concentración de ingresos

Por debajo de esa dinámica criminal aparece una lógica social perversa que en buena medida la explica. Es el proceso de veloz concentración de ingresos más reciente, producto de la ola neoliberal de los años 90, que hunde sus raíces en una tendencia pesada de larga duración que sobredeterminó en Argentina una amplia variedad de hechos políticos, culturales y sociales del último medio siglo (2). A partir del colapso financiero de diciembre de 2001 dicho proceso dio un salto espectacular, el 10% más rico de la población absorbía el 35 % del ingreso nacional en 1995 y trepó al 42% en 2002 y al 43 % en 2003, si a este estrato le agregamos el 10% que le sigue constatamos que ese 20 % superior absorbía en la última fecha un 60 % del ingreso nacional, frente a ellos el 10 % más pobre de la población se quedaba con menos del 1,4%.
Dicho de otra manera en 2003 el 10 % más rico tenía un ingreso promedio 31 veces superior al del 10 % más pobre. La brecha creció rápido en los años 90, en 1991 los más ricos ganaban 16 veces más que los más pobres, el índice subió a 18 en 1994, 19 en 1995, 20 en 1999 saltando 24 en 2002 bajo Duhalde y a 31 hacia fines de 2003 en medio de la fiesta progre-k. Pero el fenómeno empezó a gestarse muchos años antes, desde mediados de los años 50, 1955 fue un momento clave cuando el golpe militar abrió un largo ciclo de ajustes piloteados por el FMI que se prolonga hasta hoy. A partir de ese momento comenzó a declinar la participación de los asalariados en el Ingreso Nacional, 1976 fue otro año decisivo, la degradación iniciada dos décadas atrás dio un gran salto cualitativo que aceleró la desindustrialización y la marginalidad social. El período 1989-1991 marcó una tercera ruptura iniciada con la hiperinflación y consolidada con el plan de convertibilidad y el despliegue del neoliberalismo extremo, el cuarto salto se inició en 2001 desatando una avalancha concentradora sin precedentes en el pasado argentino y cuyo empuje no ha cesado. El quiebre social que se está produciendo es muy superior a cualquiera de los tres anteriores y sus consecuencias políticas y culturales recién empiezan a despuntar. Un dato significativo es la separación entre el 20 % superior de la sociedad y el resto cuyo crecimiento ha constituido una constante de la historia económica argentina del último medio siglo con aceleraciones (1976, años 90, 2002-2003...) y marchas lentas, resistencias de los de abajo y golpes depredadores de los de arriba. El proceso trituró la popularidad de las viejas formaciones políticas y sindicales así como las estructuras sanitarias y educativas de la época de ascenso del país burgués. Y obviamente canceló las políticas económicas keynesianas que tuvieron su edad de oro durante el primer peronismo (1945-1955) pero que fueron extirpadas luego por el propio peronismo devenido neoliberal. El Estado se transformó en una administración colonial degradada y la anterior cultura de integración social se derrumbó pero sin ser reemplazada por una nueva de tipo elitista como la dominante a comienzos del siglo XX. Visto en términos históricos la razón es sencilla: el capitalismo argentino no está viviendo un período de recomposición y crecimiento durable como en los tiempos de Mitre y Roca sino uno de decadencia y pillaje, y a nivel internacional el sistema imperialista declina inmerso en una profunda crisis de civilización.

Debilidades

Los grupos privilegiados no tienen ilusiones de progreso para ofrecer, son una fuerza dominante sin legitimidad ideológica, incluso las viejas tradiciones populistas y democratizantes que en el pasado supieron manipular se han convertido en una maraña de frases vacías, casi ridículas. Este contexto de ilegitimidad cultural del Poder (económico, político, judicial, comunicacional, militar...) es el rasgo decisivo del presente. La tentativa de aniquilación de las protestas choca con problemas de muy difícil solución. El intento de colocar frente a los sumergidos a un amplio abanico hostil de clases medias choca con la pauperización de la mayor parte de las mismas, víctima del sistema económico y sus brotes mafiosos. El fracaso de la Operación Blumberg lo ejemplifica, la exaltación mediática de la seguridad amalgamando inseguridad y pobres, delincuentes y piqueteros, se estrelló contra la constatación pública de la podredumbre policial y la proximidad social cada vez más estrecha entre la mayoría de la clase media empobrecida y los de mas abajo. Pero también con una cierta mutación cultural democratizante y humanista poco visible pero muy densa catapultada por la rebeldía popular de 2001-2002. El 19-20 de diciembre no ha muerto como lo desearía la mafia política, ha sido incorporado de manera subterránea a la conciencia de grandes masas de la población.

El deterioro de la gobernabilidad

La emergencia estratégica de la derecha canibal acompañando cambios sociales elitistas decisivos converge tácticamente con el deterioro de la gobernabilidad que pretendió imponer la ola k. La desaceleración del efímero crecimiento económico coincidente con el debilitamiento de la dinámica exportadora (fin del auge de la soja, dificultades comerciales con Brasil, etc.) sorprende a un presidente que buscó desarrollar su propio espacio político por encima de las camarillas políticas establecidas cuyo deterioro sobrestimó. También sobrestimó la capacidad de convocatoria de las manipulaciones mediáticas, de las que abusó con encuestas de opinión falsificadas, sobreactuaciones y disfraces setentistas. La ilusión del gobierno progre se va esfumando aunque dificilmente Kirchner pueda reemplazarla exitosamente por medio de un retorno al redil mafioso recomponiendo con los moyanos, cafieros, duhaldes y alfonsines. Principalmente porque estos personajes aunque conservan mañas y fuerza institucional son incapaces de controlar el descontento popular, diciembre de 2001 impuso un corte histórico signado por el desprestigio profundo de políticos, jueces y sindicalistas del sistema. Revertirlo es casi imposible. La ilegitimidad del Poder empieza a reaparecer y con ella el fantasma de las mayorías exigiendo "que-se-vayan-todos" . La vitalidad de las protestas piqueteras, el aumento de las huelgas (pese a la magnitud de la desocupación) y otras expresiones de descontento social anuncian tiempos turbulentos.

(1) A título de ejemplo: una información discretamente difundida por los medio de comunicación de la región señalaba recientemente que Estados Unidos había puesto en marcha un ejercicio militar antiterrorista con participación de Argentina. La Agencia de noticias Argenpress señalaba que "el simulacro durará hasta el próximo 29 de julio, está dirigido por el Comando Sur del Pentágono y el Comando de Operaciones Especiales del Ejército norteamericano y fue anunciado por la embajada de Estados Unidos en El Salvador. En el ejercicio militar participan miembros de las fuerzas de seguridad de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay, República Dominicana, Perú y Uruguay, así como observadores de Belice".
"Dirige Washington un ejercicio militar latinoamericano en El Salvador. Argentina integra el simulacro antiterrorista Fuerza Comando 2004"
, Argenpress, 22/07/2004.
(2) Las cifras expuestas se apoyan en informaciones de CEPAL, INDEC, Banco Central de la República Argentina y elaboraciones propias.
(3) Luis Laugé, "En junio, Kirchner se enfrentó con la mayor cantidad de paros", La Nación, página 8, 5 de julio de 2004.