Argentina: La lucha contin�a
|
Reducci�n de la jornada laboral y aumento de salarios
Una nueva bandera para la clase trabajadora
Jorge Sanmartino
Socialismo Revolucionario
La inseguridad laboral y los accidentes de trabajo est�n directa y
comprobadamente asociados a las extenuantes jornadas de trabajo, fruto del
avance patronal sobre la mayor�a de las conquistas obreras. Lo demuestra una vez
m�s la tragedia de los mineros de R�o Turbio con jornadas de m�s de 8 horas en
un trabajo claramente insalubre y bajo condiciones laborales irregulares. Los 14
muertos en la mina son asesinatos, perpetrados por una clase y un estado
criminal, que con cada firma de nuevos convenios a la baja, nuevas
reglamentaciones laborales y con intensificaci�n y aumento de la jornada laboral
firman la sentencia de muerte de m�s y m�s trabajadores. La tragedia ocurre por
la falta de previsi�n e inversi�n en la mina y es una consecuencia directa de la
privatizaci�n, ya que los trabajadores encargados de mantener el buen
funcionamiento de la cinta que desat� el incendio, fueron despedidos durante la
misma. No es casualidad la ira de los mineros, que acaban de desplazar en
Asamblea a la conducci�n sindical de ATE por complicidad con las condiciones
imperantes.
En el gremio de la construcci�n la siniestralidad creci� el 134% y 145
trabajadores de 1000 sufren accidentes, muchos de ellos mortales. La
Superintendencia de Riesgos de Trabajo (SRT), difundi� que en los primeros nueve
meses de 2003 se registraron 50.000 accidentes m�s que en el mismo per�odo de
2002. Seg�n estos datos, se ha dado un aumento de la siniestralidad de 18,7%, lo
que significa un promedio de 60 muertes mensuales.
En el 2003 la jornada laboral era en promedio de 9 horas y medio, pero se supone
que la reactivaci�n empuj� hacia arriba la jornada de trabajo y las horas extra
antes que la contrataci�n de nuevos empleados. En el 2004 presumiblemente
estar�amos acerc�ndonos a las 10 horas de trabajo promedio, el mismo que la
legislaci�n inglesa declaraba como legal en 1848, a�o que dio a luz el
manifiesto comunista de Karl Marx. Si se lo compara con los registros nacionales
ya nos estamos aproximando a 1887. La clase capitalista impuso un retroceso del
mercado laboral de un siglo y medio pero todav�a cree que las pautas y las leyes
laborales no son lo suficientemente flexibles. Ellos siguen conquistando
peque�os triunfos, como el que coron� el acuerdo en el gremio gastron�mico con
el inefable Luis Barrionuevo.
Seg�n consign� Laura Vales hace un tiempo, "el acuerdo permite una ilimitada
cantidad de contratos basura, da v�a libre a los due�os de hoteles y
restaurantes para disponer de los trabajadores para cualquier tipo de tarea, con
jornadas que pueden durar hasta 12 horas diarias y turnos rotativos y crea en el
escalaf�n laboral una categor�a inferior, inventada al solo hecho de contar con
un salario barato". El Convenio Colectivo gastron�mico, el primero luego de la
derogaci�n de la ley Banelco, asegura el derecho del vampiro a la posesi�n
ilimitada y completa del tiempo del trabajador, mientras que el descanso para
almorzar no ser� parte de la jornada laboral, las horas extras no dar�n derecho
al correspondiente franco compensatorio y el empresario puede disponer a su
gusto de la rotaci�n horaria de cada empleado.
El tiempo, como dec�a Marx, es el espacio en que se desarrolla el hombre. "El
hombre que no dispone de ning�n tiempo libre, cuya vida, prescindiendo de las
interrupciones puramente f�sicas del sue�o, las comidas, etc., est� toda ella
absorbida por su trabajo para el capitalista, es menos que una bestia de carga".
En la �poca de la red inform�tica y la globalizaci�n electr�nica de los flujos
de capital, cuando algunos te�ricos creyeron encontrar un �ngulo imprevistamente
progresivo a la "era del imperio" asegurando el "fin del trabajo" y auspiciando
una renta ciudadana universal y no el reparto del trabajo disponible,
constatamos una vez m�s la desesperante y obsesiva carrera del capital por
robarle a la clase trabajadora cada segundo, cada minuto de su tiempo libre. En
la Argentina de los �ltimos 10 a�os el 42% de los nuevos convenios firmados por
empresarios y sindicalistas contiene cl�usulas de alargamiento de la jornada
laboral. �C�mo podr�a ser compatible la idea seg�n la cual la ley del valor y el
tiempo de trabajo ya no estar�an en el centro de la creaci�n de riqueza,
mientras cada segundo, cada descanso, cada almuerzo, cada part�cula del tiempo
disponible se transforma en un campo de batalla de clases?
El desempleo, por otra parte, no requiere para ser explicado una nueva
"sociolog�a de la exclusi�n". Se trata de un mecanismo de mercado, desplazando
trabajo necesario para acumular nuevas cuotas de trabajo excedente. Pero en un
pa�s cuya econom�a se primariza y desindustrializa y se hipoteca el super�vit
fiscal en beneficio de los acreedores y los organismos de cr�dito
internacionales, los aumentos de productividad que desplazan trabajadores de
determinadas ramas de la producci�n, no encuentran salida en ning�na otra. Los
niveles hist�ricamente bajos de inversi�n, la falta de un mercado de capitales
aut�ctono y la fuga permanente de divisas revelan el tipo de acumulaci�n
capitalista que le es espec�fico y que impide la resoluci�n, mediante los mismos
m�todos capitalistas, del azote del desempleo.
No es casualidad entonces que estemos en presencia de un r�cord hist�rico sin
precedentes en la distribuci�n del ingreso. Los nuevos datos indican que el 10%
m�s rico se embolsa el 44,5% de los ingresos, 50 veces m�s que el 10% m�s pobre,
una proporci�n 4 veces superior a la que existi� en los a�os �80 bajo el
gobierno de Alfons�n cuya distancia era de 13 veces.
El salario promedio asciende a 674$, debajo de la l�nea de la pobreza, mientras
m�s del 45% de los trabajadores est� en negro. Los aumentos de productividad que
ascienden casi al 100% en la industria en m�s de una d�cada aseguraron un
incremento en los beneficios del capital mientras que empeoraron en forma
absoluta (baja salarial, intensificaci�n de los ritmos de trabajo y aumento de
la jornada laboral) la explotaci�n de la fuerza de trabajo. Mientras en los
�ltimos 10 a�os la cantidad de trabajadores que ocupaban una jornada laboral de
entre 30 y 45 horas disminuy�, crecieron proporcionalmente los que la hacen m�s
de 60 horas y aquellos que trabajan menos de 30 horas, los subocupados, que
encubren en realidad precariedad y desempleo. El aumento de las ganancias
capitalistas se ejecuta mediante un procedimiento que socava al mismo tiempo los
beneficios de largo plazo: mediante la sobreexplotaci�n de la inmensa mayor�a de
la poblaci�n trabajadora, deprimiendo estructuralmente la demanda dom�stica,
reproduciendo y aumentando la desigualdad social y apostando a la v�a
exportadora y al consumo restringido de una franja social privilegiada. Esta
base estrecha es la que explica tambi�n la incapacidad de establecer una nueva
hegemon�a pol�tica de masas.
La reducci�n de la jornada laboral como exigencia civilizatoria
Mientras en �pocas anteriores la lucha por la reducci�n de la jornada de trabajo
pon�a al tiempo libre en el centro de la reivindicaci�n obrera, la etapa actual
nos abre a una necesidad m�s crucial y m�s urgente de preservar las capacidades
f�sicas y morales de la clase trabajadora de la descomposici�n al a que se ve
sometida por la voracidad del capital. El tiempo libre depende ahora de esta
exigencia. A fines del siglo pasado una escasez de mano de obra severa y un
aumento salarial concomitante contribuy� a que la clase trabajadora australiana
sea la primera en conseguir la jornada de 8 horas, reclamo central de la
fundaci�n en 1889 de la Segunda Internacional. Pero en nuestro pa�s la exigencia
de la reducci�n horaria no puede alcanzarse mediante la lucha reivindicativa ni
la lucha de clases puede navegar sobre la ola favorable del marcado de trabajo.
De hecho no ser� posible reducir sustancialmente el desempleo a pesar del ciclo
de ascenso de la econom�a. En esto reside la inexistencia de un auge de luchas
salariales, sobre todo en el �mbito privado. La lucha econ�mica reivindicativa
por salarios se ve enormemente dificultada por las condiciones actuales del
mercado laboral. La reducci�n de la jornada y la campa�a por las 6 horas de
trabajo constituyen un desaf�o de car�cter pol�tico, desafiando a quienes
pretenden que la polaridad sociol�gica de exclusi�n-inclusi�n desplaz�
definitivamente a la de capital-trabajo, ocultando que es, al rev�s, una funci�n
inherente de ella.
Un planteo de �stas caracter�sticas tiene en nuestro pa�s un alto ingrediente de
lo urgente. La case obrera se ve sometida a la carrera contra reloj de ser ella
arrojada a las filas de una subclase sin esperanza de un empleo futuro. Cuanto
m�s cr�nico se haga el desempleo de masas, m�s sectores ya hoy desempleados
ser�n llevados a la marginalidad y a revestir en las filas del
lumpenproletariado. Estamos lejos todav�a de esa situaci�n. A fines del 2000,
s�lo un 10,7% de los desempleados permanec�an como tales por m�s de un a�o. Es
un porcentaje en crecimiento si se lo compara con el 9,1% de 1991 o el 8,8% de
1996. Estos datos, sumados ha hecho de que no ha habido una explosi�n de trabajo
por cuenta propia, revelan que los desempleados pueden ser considerados en su
gran mayor�a como parte estructural de la clase trabajadora y revisten a�n el
estatuto de una mano de obra de reserva, aunque cuanto m�s tiempo pase y m�s
cr�nico se haga el desempleo en Argentina (como lo es hoy en otros pa�ses
latinoamericanos) m�s contingentes obreros ser�n arrojados al abismo.
La campa�a lanzada por los trabajadores del Subte por la reducci�n de la jornada
laboral a 6 horas tiene una importancia vital para el movimiento obrero
argentino. Junto a un verdadero plan de obras p�blicas es la base sobre la cual
se puede dar una lucha unificada entre los trabajadores ocupados y desocupados
para repartir las horas de trabajo, incorporar en masa a los desocupados a la
producci�n, terminar con las jornadas agobiantes y, as� disminuir, a su vez,
sustancialmente la precarizaci�n del empleo y los accidentes de trabajo. S�lo de
esta manera podr� sostenerse una lucha eficaz por el aumento del salario a largo
plazo. Mediante un aumento generalizado de haberes que aseguren una canasta
familiar es posible al mismo tiempo prescindir de las horas extra y asegurar as�
la eliminaci�n del desempleo. Este planteo es opuesto a la demagogia de la
"producci�n y el trabajo" de Kirchner, que mediante la nueva ley laboral votada
en el Congreso consagra la flexibilizaci�n laboral y el sobretrabajo que
impusieron los empresarios desde la �poca del menemismo y constituye un
instrumento formidable de la lucha anticapitalista.
La recomposici�n de la clase trabajadora debe hacerse sobre nuevas bases
As� como los trabajadores de Zanon y de las f�bricas ocupadas hicieron
"historia", porque plantearon ante los ojos de millones de trabajadores que sin
patrones los trabajadores pueden manejar las f�bricas y que es posible por medio
de la lucha y la acci�n directa imponer los reclamos de los obreros incluso
contra la propiedad privada y su derecho sacrosanto, tambi�n aqu�, en la lucha y
el planteo de los trabajadores del Subte anida un planteo de car�cter hist�rico:
la idea de que frente a la crisis capitalista y un desempleo estructural, es
necesario reorganizar todas las fuerzas de la sociedad para permitir que todos
trabajen, incluso atacando sustancialmente la ganancia capitalista. Estos dos
planteos son hist�ricos porque ofrecen una nueva bandera que la clase
trabajadora deber� necesariamente colocar a su frente para triunfar.
Parad�jicamente la crisis y fragmentaci�n que sufre �sta nueva clase
trabajadora, que tiene caracter�sticas muy diferentes a la del pasado, tiene la
oportunidad de superar los m�todos y los horizontes estrechos que le imprimiera
la vieja burocracia sindical. El reclamo corporativo y la defensa del aparato y
la caja de la obra social a costa de la clase obrera de conjunto hace rato que
no tiene m�s nada que ofrecerle a las bases sindicales. Sin un nuevo horizonte y
un nuevo programa, no hay futuro.
La idea de asociarse al estado capitalista y exigir ciertas reivindicaciones a
cambio de la estabilidad del sistema se encuentra hoy completamente perimida. La
clase capitalista no entregar� nada que no se le arranca mediante la m�s
decidida acci�n revolucionaria. El impasse de los viejos m�todos abre esperanzas
para una nueva reconfiguraci�n pol�tica de clase.
Quiz�, despu�s de todo, no sea casualidad que sea en �ste preciso momento que
los trabajadores del Subte se hayan decidido a lanzar la campa�a nacional por la
jornada laboral de 6 horas, extendiendo su propia experiencia y conquista al
resto de los trabajadores. Es un s�ntoma de la �poca. Y una oportunidad
inigualable para las organizaciones socialistas y revolucionarias. Ellas tambi�n
deber�n medirse de aqu� en m�s por su actitud ante un planteo de car�cter
hist�rico, sostenido no ya s�lo por las organizaciones socialistas, sino por una
de las secciones m�s combativas de la clase trabajadora argentina de hoy, que
est� realizando una tortuosa experiencia. Esta convocatoria pone a prueba
nuestra capacidad para contribuir en la dificultosa y apasionante tarea de
recomposici�n de la conciencia de clase. En la reducci�n de la jornada laboral y
la conquista del tiempo libre reside el n�cleo emancipador del comunismo. El
requisito supone l�gicamente la superaci�n del mismo capitalismo, es decir la
ganancia y la propiedad privada que la fundamenta. A pesar de la propaganda de
los profetas neoliberales, a fin de cuentas no parece tan pasado de moda el
Manifiesto Comunista. Las nuevas maravillas de la ciencia y la tecnolog�a, los
adelantos productivos en vastos campos de la producci�n y los servicios, la
internacionalizaci�n creciente de todos estos procesos que permiten hablar hoy
antes que nunca de un verdadero "g�nero humano", todos estos motivos parecen
asentar m�s firmemente que antes las premisas de la realizaci�n del socialismo.
Se trata entonces de un campo de acci�n pol�tico e ideol�gico espl�ndido. Y de
un desaf�o para todo genuino socialista.
El segundo encuentro realizado el 3 de julio pasado en las instalaciones del
hotel Bauen ha dado otro paso adelante, constituyendo una coordinaci�n de todas
las organizaciones sindicales, sociales y pol�ticas que est�n dispuestas a
impulsarla.
�Adelante con la campa�a nacional por la jornada laboral de 6 horas!
5 de Julio del 2004