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Argentina: La lucha continúa

Tortilla de papas

Hugo Presman
Argenpress.info

¿Como hacer una tortilla de papas, con un huevo de codorniz, media papa, careciendo de sartén y con una cocina que no funciona?
Seguramente, salvo que el interrogado se atrinchere en un optimismo a prueba de infortunios, contestará que las probabilidades son mínimas, con tendencia a cero.

El cocinero puede buscar soluciones alternativas, que cambien este estado de situación. Organizarse con los comensales para conseguir más papas, emprender la búsqueda de huevos de gallina, solicitar un crédito para acceder a la compra de un sartén y reparar la cocina. El cuadro se agrava en su perentoriedad, porque hay muchísimos comensales que sólo pueden volver a la vida o conservarla, si finalmente se puede elaborar y distribuir la tortilla. Entre ellos el 24% de los indigentes, o el millón y medio de jóvenes entre 15 y 29 años que no trabajan ni estudian, o los tres millones de personas que viven en las villas miserias del conurbano, o que el 70% de los jóvenes menores de 14 años son pobres.

En un cuadro idílico, los protagonistas son solidarios y sus intereses son complementarios. En la realidad, el productor de papas sólo le interesa que sea un comodity, que le garantice un mercado internacional a buen precio y fácil colocación. Nada de pensar en aceptar las retenciones que afecten su rentabilidad, y que van a proporcionar paliativos a los que no pueden acceder a la tortilla. El fabricante de sartenes y el de cocinas, en convocatoria por la convertibilidad, han mejorado su situación con la devaluación y ahora ha vuelto a fabricar con la cuarta parte del personal de las mejores épocas, pero para crecer necesitan capital de trabajo que no obtienen de los bancos, convertidos en agencia de servicios extrabancarios accesorios. Su problema es el sistema financiero que no funciona, un mercado comprimido progresivamente por la caída de los salarios y la desocupación. Significativamente recitan una letanía extraída de sus diarios de cabecera que elogiaban las políticas que llevaron a su empresa a la cesación de pagos. A eso se suman sus prejuicios ancestrales que lo inducen a sostener que el problema radica en las leyes laborales, en la indolencia de la gente que 'no quiere trabajar'. No están dispuestos a arriesgar el dinero que sacaron del país o que mantienen en sus cajas de seguridad bancaria.

Los que reciben un huevo de codorniz y media papa cortan rutas y protestan, mientras cargan sobre su miseria y su futuro amputado, las deudas por las papas y los huevos que consumieron o acumularon otros. Los que tienen centenares de huevos de gallinas y galpones de papas piden histéricamente que la policía termine con esos vagos insatisfechos. Pero también protestan los que tienen seis huevos de codorniz y tres papas chicas.

El gobierno cree que el acotamiento de los reclamos se producirá con el mejoramiento de la situación. La receta propuesta es la reconstrucción o la generación de un capitalismo nacional.

Para ello es necesario contar con cuatro elementos fundamentales: un Estado, una burguesía nacional, un mercado, y un sistema financiero puesto efectivamente al servicio de la producción.

El Estado está desmantelado y fofo por treinta años de sostener que 'achicar el estado es agrandar la Nación'. La burguesía fue arrasada o vendió en muchos casos ventajosamente sus establecimientos durante la apertura irrestricta de la economía. El mercado es liliputiense, como lo exteriorizan la presencia de los 'indeseables' piqueteros, representación simbólica de millones de desocupados y excluidos.

El sistema financiero, privilegiado en las últimas décadas, actúo como garrapata y terminó achicado como reflejo de la anemia productiva a la que contribuyó con denuedo y entusiasmo.

El cocinero, es decir, el gobierno, habla de las funciones esenciales del Estado, pero no da pasos concretos en su reconstrucción. Vive de los efectos beneficiosos de la devaluación, de una coyuntura favorable de los precios internacionales del petróleo y de la soja, mientras es mezquino en los paliativos para los sectores cuyos ingresos fueron evaporizados por la depreciación del signo monetario.

Para los que quedaron afuera del sistema, hace más de dos años que se le ofrece el huevo de codorniz y la media papa.

¿Como hacer una tortilla de papas, con un huevo de codorniz, media papa, careciendo de sartén y con una cocina que no funciona?

Burguesía nacional: Crónica de una derrota

Cuando Urquiza, en la batalla de Pavón, se retiro sin combatir, para disfrutar de sus campos y su palacio en Entre Ríos, el resultado de las guerras civiles argentinas quedó en mano de los comerciantes y hacendados del puerto y de la provincia de Buenos Aires. Las artesanías del interior, esbozo primitivo de una posible burguesía nacional, serían arrasadas. Corría el año 1861. En EEUU comenzaba la guerra de secesión. Después de cuatro años, el norte industrial se impuso sobre el sur algodonero y esclavista. La burguesía norteamericana integraría territorialmente al país y aplicaría políticas económicas proteccionistas que posibilitarían el desarrollo industrial, incluyendo a la mayor parte de la población. En la guerra de la secesión argentina triunfó 'el sur' de producción primaria. Eso condicionaría el devenir posterior de ambos países.

La burguesía argentina surgiría como consecuencias de las crisis del capitalismo mundial. Durante la primera guerra mundial, en la crisis de 1929, el flujo de productos industriales de los países europeos cesa significativamente. Es en esas circunstancias que surge el proceso de sustitución de importaciones. También engendraría una burguesía sustitutiva de una verdadera burguesía. Con el peronismo el Estado actuaría en su nombre, consolidándola y sustituyéndola en empresas mayores. No obstante, franjas importantes de sectores industriales minimizaron los beneficios y agrandaron las limitaciones que al derecho de propiedad les imponía los sindicatos y la legislación laboral. La industria y los trabajadores recibían una transferencia de ingresos de los sectores agropecuarios. Pero el burgués nacional era en realidad mucho más capitalista que burgués. Su reinversión en la fábrica era el remanente, en muchos casos, de las compras de campos y de inversiones suntuarias en las costas argentinas y uruguayas. Muchos terminaron conspirando contra el peronismo. Se ilusionaron después con el frondicismo, que le prometía frenar la soberbia obrera al tiempo que prometía integrar al campo y desarrollar la industria. Como se suprimió la transferencia de ingresos del campo a la industria, se intentó sustituirla con la inversión extranjera.

Luego se ilusionaron con los gobiernos autotitulados de la Revolución Argentina que continuó serruchando las ramas donde se apoyaba la burguesía nacional. Con el tercer gobierno peronista, fue parte integrante del mismo, a través de dos de los representantes de la CGE: Gelbard y Broner. Nuevamente, hubo sectores que por razones ideológicas alienadas militaron en contra de sus propios intereses.

Miraron con simpatía o actuaron entusiastamente a favor del golpe del 24 de marzo de 1976. Muchos fueron cómplices de los asesinatos masivos. Se aliaron a una política que los excluía como la de Martínez de Hoz. Disfrutaron de la estatización de la deuda privada realizada por Cavallo. Luego apoyaron con entusiasmo la continuación de las políticas neoliberales en democracia. Coronaron su infalibilidad para el error cantando loas al hoy prófugo en Chile.

Los restos dispersos de la burguesía sustitutiva, serían una de las patas del propuesto capitalismo nacional.

Menos que la mitad de un huevo de codorniz, para hacer una tortilla de papas.

Antecedentes históricos del capitalismo nacional

En 1890, la Argentina entró en default. La deuda externa era aproximadamente de novecientos cincuenta millones de dólares con una población de dos millones ochocientos mil habitantes. En 1933, Argentina salió del default, en el que estaban inmersos catorce países latinoamericanos. El gobierno norteamericano encomendó al investigador Henry Shepherd que analizara como se había salido en tan corto plazo de la crisis y los motivos de la misma.

El periodista Julio Nudler lo relató con precisión: '…la mayor parte del dinero fue utilizado por los bancos argentinos para otorgar a la elite política y a los empresarios amigos. Esto financió una feroz especulación y un enorme consumo ostentoso. Fue cuando en París, se acuñó la expresión 'rico como un argentino'. Por Palermo se paseaban dos mil carruajes tirados por caballos rusos, de la misma raza predilecta de los Romanof……lo que más asombra a Shepherd es que los acreedores le hubieren prestado tan alegremente a un país que presentaba sistemáticamente un serio déficit comercial, emitía cantidades insólitas de papel moneda sin respaldo alguno….. con un déficit presupuestario que superaba el 50%. Con esos números, la Argentina recibió en 1889 la mitad de todas las inversiones externas de la Bolsa de Londres, que era el Wall Street de entonces. La pregunta es: ¿Por qué le prestaron tanto? Shepherd lo atribuye a las bajas tasas de interés que prevalecían en Europa entre 1884 y 1890 (2% anual). Los bonos argentinos rendían casi el triple. Por otro lado los banqueros, los brokers los promovían con entusiasmo porque les dejaban grandes ganancias. Es la misma película que volvimos a ver hace poco……el esquema sólo podía sostenerse en la medida en que el país siguiera recibiendo financiamiento. Pero cuando comenzó la desconfianza, se desató un proceso conocido: corrida bancaria, devaluación, default, desocupación en masa, hambre en la ciudad, ahorros perdidos.

La renegociación del default fue muy largo concluyendo en 1906, tras 16 años en default. Tras la fallida Revolución del 90, Juárez Celman fue reemplazado por su vicepresidente Carlos Pellegrini, quién obtuvo un préstamo puente de 75 millones de dólares a tres años. Fue un préstamo muy criticado porque estaba garantizado con los derechos aduaneros, que eran el único ingreso fiscal relevante. Además, seguía el criterio de saldar deudas viejas contrayendo nuevas. El resultado de esa política, según Shepherd fue muy malo: el oro batía record y seguía la fuga de capitales. Así que al asumir la presidencia Luis Sáenz Peña, el secretario de Hacienda, Juan José Romero, le informó que en el Tesoro sólo quedaban, a fines de 1892, 17.004 dólares…. Romero le decía a los acreedores cosas muy parecidas a las que les dijo Roberto Lavagna. Fijó en 7,5 millones de dólares anuales el máximo que podía pagar el país. Recién en el décimo año empezaría a amortizar capital. Los acreedores averiguaron, discretamente, si el gobierno inglés estaba dispuesto a enviar buques de guerra al Río de la Plata para hacer entrar en razones a los argentinos. Pero el premier Gladstone 'no veía razones para intervenir a favor de súbditos que invierten imprudentemente en el extranjero'. Por lo tanto aceptaron la propuesta. Firmándose el llamado 'Acuerdo Romero'. Pellegrini lo calificó de concordato compulsivo, acusando al gobierno de 'haber matado la gallina de los huevos de oro' incurriendo en un grave error de concepto, ya que 'todo el mundo paga deudas con otra deudas' Como corolario curiosamente repetitivo 'los que recibieron los créditos bancarios como contrapartida de la deuda no pagaron casi nada. En el mayor banco, el Nacional, ya fundido, a los 10 años se habían recuperado un 13%, devaluado y sin intereses. Los contribuyentes pagaron las deudas de la 'burguesía nacional'. Como se verá la historia se repite'.

En definitiva: a la burguesía nacional es impensable solicitarle que haga la tortilla de papas y mucho menos que tenga un proyecto que incluya el reparto con otros sectores sociales.

El bonapartismo

La debilidad de la burguesía nacional fruto de su origen y desarrollo llevó a que el peronismo, de 1945 a 1955, basado en el apoyo de las fuerzas armadas y de los trabajadores realizara su política. Para ello se contó con un mercado creado a partir de una poderosa distribución de ingresos, con un Estado poderoso que reemplazaba en los hechos a esa burguesía pequeña y mezquina, y un sistema financiero que operaba en función de la producción. Así se hacía la tortilla, con los huevos de gallina apropiados, abundante provisión de papas, un sartén generoso, y una cocina con capacidad de abastecer a los comensales.

Tortilla de papas

Sin reconstruir el estado, sin desmantelar un sistema financiero creado para esquilmar todo proyecto productivo, sin un cambio total del sistema impositivo, sin desmantelar el queso gruyere de la aduana, sin políticas activas, sin un poderoso plan de obras públicas, sin un significativo cambio en la distribución del ingreso, sin inclusión social, sin la recuperación de resortes económicos básicos que tienen los países capitalistas desarrollados, no existe la más mínima posibilidad de un capitalismo nacional. Es como intentar hacer una tortilla con un huevo de codorniz, media papa, sin sartén y con una cocina que no funciona. Si el proyecto se lo concibe con las dimensiones del huevo de codorniz y no el de gallina, terminan disgustados y conspirando los presuntos beneficiarios, los criadores de codornices, los productores de papas, los fabricantes de sartenes y cocinas y con hambre los comensales. La primera regla para hacer una tortilla, es tener la audacia para romper bien los huevos. Se empieza usando los bordes del sartén para su rotura. Si sólo se amenaza o se lo hace parcialmente, la tortilla sale mal y los que tienen que comerla se quedan con hambre.

Los huevos de avestruz, como obuses, son arrojados sobre la humanidad del cocinero a través de los medios que responden a los que atesoran mayoritariamente las papas y los huevos. La situación se enchastra. Los hambrientos quedan cada vez más lejos de la tortilla.

No está en la edición de bolsillo de este libro, la receta adecuada para dar vuelta la tortilla.