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Argentina: La lucha continúa

No hay "purga" que pare el gatillo fácil

CORREPI
 (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional)

Casi al mismo tiempo que Néstor Kirchner empuñaba el bastón presidencial, comenzaron los anuncios de "una profunda reestructuración" de la Policía Federal. Primero fueron los superintendentes, aunque manteniendo en la jefatura al comisario Giacomino, que ya en octubre de 2003 sería echado, no por los hechos de represión que condujo, sino por meter la mano en la lata.
El mismo mes fueron pasados compulsivamente a retiro 35 comisarios.
La medida más masiva fue la del grupo apodado "107 dálmatas" por el comisario Oliverio, uno de los asesinos del 20 de diciembre de 2001, porque según él "sólo tenían unas manchitas".
En total desde el 25 de mayo pasado casi 600 policías federales fueron exonerados, pasados a disponibilidad o invitados a retirarse.
Como cuando se "reestructura" la Bonaerense, la mendocina o cualquier otra policía, hemos sostenido desde CORREPI que estas medidas, más allá del efecto mediático que producen, o de algún reordenamiento en el reparto de poder entre las distintas "líneas" policiales, NADA CAMBIAN, porque el llamado "problema policial" no es, precisamente, un problema de la policía, sino consecuencia ineludible del rol que tienen asignado las fuerzas de seguridad en el estado: ejercer el control y disciplinamiento social.
Como toda la Federal, la comisaría 31ª tiene sus antecedentes: el 28 de noviembre de 2000 Ricardo Javier Kaplun, de 43 años, fue detenido y debidamente identificado por un incidente callejero y horas después ingresó muerto como NN al hospital Pirovano.
Los esfuerzos de su familia para probar que fue apaleado hasta morir fueron estériles frente al azul muro de silencio que encubrió lo ocurrido en la comisaría.
El asesinato de Lisandro Barrau por un agente de la comisaría 31ª confirma la regla: no importa cuántas purgas hagan, o cuántos cursos de DDHH den a los policías, el gatillo fácil siempre está.
El asesino es un agente recibido hace menos de un año, formado por y para "la nueva federal, la policía comunitaria, en contacto con el vecino", como dicen los funcionarios en sus discursos, no un remanente de la era Pelacchi.
La reacción institucional también ha sido la misma de siempre: el vocero de prensa de la Federal explicó un confuso "forcejeo", y aclaró, sin sujeto: "el arma se disparó".
Las Browning 9 mm. no se disparan, necesitan que ALGUIEN saque los seguros, la amartille, ponga bala en recámara y aplique una fuerza de más de 2,5 kg. en la cola del disparador.
Y cuando ese alguien lleva uniforme, el ASESINO ES EL ESTADO.