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Argentina: La lucha continúa

El Chavo del nueve

Hernán López Echagüe

A lo largo de años lo consideré un lúcido escriba y sostén intelectual de la dictadura y sus ideales más obscenos y reaccionarios. El doctor Grondona solía sumergirme en un pavoroso estado de irritación que, en ocasiones, cobraba la dimensión de náusea. Ahora que ha abandonado el tortuoso hábito del pensamiento y procurado mejor fortuna en la comedia política, me resulta más llevadero. Su talento para sumergirme en la risa es magnífico.
Hay quienes todavía lo leen o escuchan y sin razón alguna caen en un colosal enojo, en el deseo de darle un sopapo. Una reacción desprovista de fundamento, porque hace tiempo que el doctor resolvió aventurarse en el arte de la bufonada. Uno de sus mejores chistes lo formuló años atrás, durante el programa Hora Clave. Aquella noche el doctor perdió la compostura. Quebró el cuerpo sobre la mesa, echó miradas lastimeras hacia los lados, intentó tomarle el antebrazo a su entrevistado, el dirigente sindical Víctor De Gennaro, con el propósito de hacerlo callar, y luego, cuando De Gennaro ya había partido, dijo algo así: yo lo respeto mucho a Víctor, pero a quién le puede caber en la cabeza que hay un puñado de argentinos perversos que se dedican a chupar la sangre del resto de los argentinos. "¡Es una fantasía!", soltó, abriendo los brazos al viento, a la manera de una mariposa maltrecha y afligida, "¡Es una fantasía!", repitió. Una actuación memorable, de magnitud similar a la que había tenido en plena época de privatizaciones. Con el afán de apoyar sin rodeos la entrega de todos los servicios públicos a manos extranjeras, dijo: "La opción es este socialismo o la construcción de un capitalismo moderno y eficaz". Cabe recordar que gobernaba Menem.
La lectura de sus columnas en el diario La Nación, y, por sobre todas las cosas, su actuación semanal en televisión, se han convertido en un bálsamo, en la medicina más aconsejable a la hora de buscar amparo en la carcajada.
El primer párrafo de su artículo del último domingo, es una pieza insuperable: "Una asimetría se ha instalado en nuestro sistema político. Uno de los dos grandes combatientes de los años setenta, los Montoneros, que parecía derrotado, ahora ocupa posiciones en el Gobierno. El otro, las Fuerzas Armadas y de seguridad, que parecía haber vencido, hoy aparece en franca retirada. ¿Quién ganó entonces la feroz guerra civil que aún divide la memoria de los argentinos?". Escribe líneas abajo: "... en el acto de la ESMA el Presidente declaró que venía a continuar la gesta de los Montoneros".
No resulta fácil encontrar diferencias sustantivas entre sus dichos y los que suelen soltar los oligofrénicos parroquianos de Polémica en el bar. Presumo, doctor, que con placer habrán de obsequiarle espacio y silla. Al final de cuentas, es el sitio ideal para todos los que han caído en el despeñadero de la necedad y la ridiculez.
La capacidad de discernimiento de Grondona me trae a la memoria al atolondrado tío de Jaromil, personaje de La vida está en otra parte, de Milan Kundera, que consideraba a Voltaire descubridor del voltio. Los buenos amigos del doctor deberían sugerirle el retiro. Es que a la melancolía y el estupor suele sucederle la catalepsia; luego, sobreviene la demencia. Punta del Este, patria de la holgazanería intelectual, es el destino apropiado.