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Argentina: La lucha continúa

Las provincias Argentinas y los feudos medievales

Adolfo Pérez Esquivel
LA JORNADA

Los caballeros andantes están en desuso, pero los señores feudales continúan en carrera en pleno siglo XXI; rodeados por sus cortesanos y sus vasallos, son señores de vidas y haciendas y generan alianzas con el diablo, al estilo de Fausto, pero sin amor, o mejor dicho, con el amor por el poder y el dinero que ofrendan en el altar del becerro de oro.

El Dios de la vida está distante y ajeno a los señores feudales de las provincias argentinas. Existe un silencio cómplice de ocultar y negociar con los feudos para sostenerse en el poder y seguir negociando, así como ocultando sus fechorías y enriquecimiento a costa del hambre y la vida del pueblo.
Hay muchos ejemplos en el surrealismo argentino, lo más patético y doloroso de la actualidad es lo que ocurre en la provincia de Santiago del Estero: la corrupción, la violencia, las fiestas negras y los asesinatos ocultos en la impunidad jurídica y el poder ponen en evidencia el estado de indefensión de un pueblo sometido que trata de resistir y encontrar nuevos caminos superando el feudo de los Juárez, un matrimonio que lleva décadas en el poder.
No es el único feudo en la Argentina, aún tenemos en la memoria el feudo provincial y las violaciones a los derechos humanos de Catamarca con los Saadi y la muerte de María Soledad, así como las grandes movilizaciones para denunciar a los señores feudales -dueños de la vida de los catamarqueños- quienes fueron derrotados por el pueblo. Corrientes con el feudo de los Feris, quienes controlan la provincia y deciden el destino de su pueblo. Salta con Romero -señores que se adueñaron de los medios de comunicación, las empresas, y el poder político y económico- condicionando a los que dependen del empleo público provincial o municipal a rendir y votar al señor feudal para que continué en el poder.
Y sigue la larga lista de los feudos con Adolfo Rodríguez Saa en la provincia de San Luis, quien pasó más rápido que un suspiro por la presidencia de la nación en la crisis que vivió el país, pero que permanece desde hace décadas dominando la provincia de acuerdo a sus intereses.
El juego malsano del poder tiene que ver con los mecanismos que impusieron, como la Ley de Lemas, antidemocrática, que sirve para que nada cambie; les permite comprar votos y dar prebendas a los incondicionales, pero dicen que es el derecho a la democracia, cuando realmente sólo buscan perpetuarse en el poder y continuar dominando y enriqueciéndose.
Un hecho patético fueron las elecciones en la provincia de Santa Fe, que gano el doctor Binner, por amplio margen de votos, pero el gobierno fue otorgado al doctor Obei, gracias a la perversa Ley de Lemas.
Los señores feudales tienen sus propias fuerzas, como la policía y la gendarmería que controlan a su antojo para reprimir a quienes se oponen, como se vivió en General Mosconi, con los piquetes de trabajadores desocupados por la empresa YPF.
Venden y negocian las tierras con empresas extranjeras, desalojan a los indígenas y los reprimen, a espaldas del pueblo, como en Chubut a la Meridian Gold, empresa canadiense para la explotación de oro, sin interesarles las consecuencias para la vida del pueblo. La resistencia popular se hace sentir y reclaman el respeto y derecho al medio ambiente y a la vida.
El señor feudal riojano Carlos Saúl Menem, presidente de la nación por una década, buscó por todos los medios malvender el país y condicionarlo en el futuro; no reparó en el daño que estaba causando al país, mejor dicho no le interesó.
Los diputados y senadores provinciales sancionan las leyes de minería, que permiten la extracción de los recursos y quedan las migajas para la provincia.
Está la entrega de los recursos petroleros, como el de Lomas de las Latas en Neuquen y tantas otras maldades.
El entonces gobernador de Tierra del Fuego, en esos alardes de inconsciencia e irresponsabilidad, entrega tierras al gobierno de Estados Unidos para la instalación de una base nuclear, para supuestos fines 'pacíficos'.
Se devasta la floresta para la especulación financiera; destruyendo los montes con total irracionalidad para plantar soya y dejar a los pocos años tierras áridas e inservibles, y los señores feudales y los empresarios tendrán grandes ganancias a costa del hambre del pueblo.
Pero todos hablan de democracia, de participación, de derechos provinciales, de federalismo.
¡Cuánta hipocresía! Han vaciado las palabras como han vaciado al país, las han empobrecido y perdido su verdadero sentido y energía. Actúan con autoritarismo y total impunidad.
El pueblo mira desde afuera el manejo de los feudos. Son espectadores del saqueo de que son objeto las provincias y el país; el hambre hace estragos, mientras engordan los bolsillos de los gobernantes feudales. La provincia de Tucumán impactó al mundo cuando se publicaron las fotos de niños desnutridos y muertes por hambre, en el país de las vacas gordas y productor de alimentos por excelencia en el mundo. Una Argentina a quien llamaron el 'granero del mundo' hoy es un país saqueado.
Es necesario pensar en la integridad del país, en el desarrollo sostenido y en la capacidad de resistencia del pueblo para recuperar el verdadero sentido de la democracia participativa, de los valores y la ética.
Se debe terminar con la Ley de Lemas y la impunidad jurídica y generar el control de gestión. Los gobernantes deben dar a conocer el uso que hacen de los recursos que pertenecen al pueblo y no a ellos. El pueblo está asumiendo su protagonismo, como hace hoy el pueblo santiagueño, la Iglesia, movimientos sociales y de derechos humanos. Son los signos de esperanza de que otro país es posible, de que otro mundo es posible.
El pueblo debe estar alerta frente al avance de quienes pretenden continuar con los feudos al servicio de intereses económicos y políticas espurias que atentan contra la soberanía y dignidad del pueblo argentino y que están dispuestos a imponer su voluntad, sin reparar en los medios, hoy pueden dar un golpe de Estado económico, ya lo intentaron.

* Adolfo Pérez Esquivel es premio Nobel de la Paz 1980 y director del Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ) en Argentina