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Argentina: La lucha continúa

¿Blumberg presidente?

Sebastián Hacher

El dolor se convierte a veces en muchas otras cosas. Estuvimos en la marcha del Jueves, convocada por Juan Carlos Blumberg, el padre del joven secuestrado que conmovió al país. El palco estaba preparado para un sólo hombre, casi un director de orquesta, rodeado de vallas y de un coro ubicado a ambos lados del estrado, que esperaba la orden de afilar las gargantas.
Todo estaba planificado con el detallismo propio de un ingeniero; las pancartas lustrosas llevadas por estudiantes del Goethe School ocupaban los laterales y las primeras filas frente a las vallas. El acto comenzó 10 minutos después de lo previsto, y Blumberg pidió disculpas por eso; la puntualidad es algo que tenemos que cuidar, dijo luego de la primer ola de aplausos.
Había muchísima gente de todas las edades; muchos hombres de traje, señoras mayores y jóvenes de pelos rubios y platinados. Las que llegaron mas temprano fueron las madres de gatillo fácil sin organización, armadas con sus pequeñas fotos y carteles confeccionados a mano, sin la ingeniería propia de la "gente de bien". Eran una minoría y estaban allí, mirando para arriba, como queriendo por momentos alcanzar un palco levantado, quizás como símbolo, muy por encima de sus cabezas.
Los comentarios sobre los piqueteros -antes de que lleguen- eran de los mas variados. El mas curioso: una señora que decía que ellos no tenían que estar porque "eran la principal causa de la inseguridad". El más estúpido: "vieja correte , que vienen los piqueteros y te pueden robar".
Ellos llegaron marchando desde el obelisco, con una bandera con dos consignas (juicio y castigo y disolución del aparato represivo). No le robaron la billetera a nadie, ni contagiaron ninguna peste a los presentes. La marcha de los piqueteros venía encabezada por familiares del gatillo fácil; rostros y nombres desconocidos que llevaban la leyenda "desaparecido por la policía bonaerense" o "asesinado por la policía Federal".
Era la columna de los de nadie, de los otros, con la que muchos de los llamados ciudadanos decentes no se quería encontrar.
Algunos los recibieron con indiferencia, otros con franca intolerancia. ¡Bajen las pancartas!, gritó alguien desde una distancia prudente. Y un coro improvisado, émulo quizás del Kennedy, amagó con cantar "que se vayan, que se vayan". Por suerte no pasó a mayores; justo cuando comenzaban esos gritos, Blumberg subió al escenario, atrayendo la atención del público y ganándose la primera ovación de la noche.
La plaza estaba llena, y desde arriba parecía una gran concentración de luciérnagas. Los piqueteros, los familiares de los muertos por el gatillo fácil y los heridos del 20 de Diciembre estaban a un costado, repartiendo volantes y, para ser sinceros, aguantando estoicamente el chubasco.
-UNA SONRISA PARA BELIZ Esa misma noche, durante el programa de televisión "El juego Limpio", sucedieron algunos detalles dignos de mención. Gracias a las casualidades de la televisión, durante la intervención de Gustavo Beliz, la cámara mostró como a Blumberg se le dibujaba una sonrisa en la cara. No era una risa de felicidad, claro está, sino de esas que son inevitables cuando alguien escucha exactamente lo que quiere escuchar.
En el mismo programa televisivo estaba Alberto Santillán, el padre de Darío, el piquetero asesinado por la policía, y otros familiares de víctimas del gatillo fácil. Nelson Castro, el conductor del programa, a pesar de dedicarle mucho mas espacio a Blumberg se esforzaba en mostrar que "todos estos padres tienen mucho en común", y que su función era ser "el medio para juntarlos y que se puedan conocer".
Según pudimos saber, la propuesta del conductor fracasó en todos los cortes publicitarios. Blumberg dio la espalda y no cruzó palabra alguna con los demás padres, que exigieron al aire algo tan simple y básico como la igualdad ante la ley; que sus casos reciban la misma atención que el de Axel Blumberg, no tanto en lo mediático sino en una justicia que en su garantizar la impunidad policial termina siendo hasta bizarra.
En cada pausa comercial, el padre mas famoso de la Argentina se dedicó a hablar con sus asesores que, dicho sea de paso, todavía nadie sabe a ciencia cierta quienes son. Sería bueno, una muestra de la transparencia que quiere imponer, que el padre decente los presente en sociedad. (1) Porque al parecer, Juan Carlos Blumberg hizo una metamorfosis rápida; del dolor terrible de perder un hijo pasó ser un líder político, sin escalas.
La visita a Maradona en el hospital, las opiniones sobre lo humano y lo divino, la planificación escénica de la marcha del jueves, la ignorancia de algunos sectores y la simpatía hacia otros son sólo detalles que nos tenemos que acostumbrar a ver.
-LA POLÍTICA DE LA ANTI-POLÍTICA Es sabido que en la Argentina actual, la mejor forma de ser un político exitoso es no parecer uno de ellos. Desde el 20 de Diciembre del 2001, es casi un lugar común el presentarse como "apolítico" o “nuevo” para hacer política.
Aquellas jornadas del 2001, que hicieron evidente la crisis orgánica del país, plantearon varios problemas, pero fundamentalmente dejaron en evidencia que el viejo sistema bipartidista estaba -está- en una crisis terminal, o por lo menos en una larga letanía.
Esa crisis, que permitió el nacimiento o reverdecer de masivos movimientos sociales, no alcanzó para que estos se terminen de desarrollar e impusieran una salida apoyada en los cacerolazos, piquetes y fábricas ocupadas.
El mismo Kirchner surgió como consecuencia de ello; fue al mismo tiempo emergente y negación del "que se vayan todos". Emergente, porque capitalizó el sentimiento de hartazgo de la "vieja política" y se propuso como un representante del recambio. Negación, porque estructuralmente está ligado a lo que dice combatir; apoyado en el aparato del PJ, se presentó como el gran reformador, pero que en el fondo busca reinstalar la "normalidad" que azotó al país en las últimas décadas.
En eso consistió el otrora tan promocionado "estilo K". Golpes de efecto, cambios de caras, descrédito de los movimientos populares no alineados y, como telón de fondo, una política económica que nada tiene que envidiarle a sus antecesores en el poder.
Hasta hace poco, agazapados en su rincón, con el último caudillo en decadencia total y sin reemplazo claro, los representantes de la derecha local parecían espectadores de esa política. Esperaban y hervían, aceptando la política económica y chillando ante cada golpe de efecto protagonizado por Kirchner.
El crimen de Axel Blumberg apareció como el punto de inflexión. Era un chico rubio, hijo de una familia acomodada, estudiante y con un futuro prometedor. Si la campaña por la "mano dura" había comenzado a hacer pie con la "ola de violaciones" luego del caso Marela y la "ola de robos a restaurantes" (¿alguien lo recuerda ahora?), encontró en el brutal crimen de Blumberg el estereotipo perfecto para cristalizar el terror social y movilizar a la clase media a favor de su política.
Y, por el mismo precio pero con mucho más valor, consiguió en el acto un líder carismático, que resurgió del dolor para ubicarse en el centro de la situación.
Son dos elementos que constituyen una apuesta fuerte. La seguridad se presenta hoy como algo abstracto, por encima de las clases sociales y la ideología, y su máximo exponente político, la construcción Blumberg, como un representante de la no-política.
Hay mucho de espontáneo; Blumerg ocupó un espacio político que parecía vacío y que tarde o temprano alguien iba a capitalizar. Pero, a la vez, no es casualidad que la dupla Hadad-Moneta (dueños en sociedad de Canal 9, Radio 10 e Infobae) hayan sido los máximos exponentes mediáticos de la "cruzada Axel". Ni que el joven asesinado haya sido estudiante de la ITBA, una institución que presta tropa para la campaña, y que está dirigida por marinos que formaron parte de los grupos de tareas de la ESMA, como el Contralmirante Barbich o el arrepentido a medias Almirante Molina Pico.
Tampoco que parte de la infraestructura de la campaña -¿y quizás los famosos asesores?-. sean provistos por empresas multinacionales como Laboratorios Bayer, ni que al calor de la cruzada hayan resucitado de entre los muertos personajes caídos en desgracia como Casanovas o Ruckauf.
Porque lo que estamos viendo, en pocas palabras, es el rearme político de la Argentina que el "cacerolazo" no pudo, y que Kirchner no quiso terminar de enterrar.
-DIFERENCIAS DE GRADO En el fondo, se sigue discutiendo lo mismo que en los últimos años; que salida ofrece la "clase política" para eso que el sentido común llamó la "crisis de representación"; la falta de credibilidad y confianza en las instituciones que durante décadas garantizaron el saqueo del país.
Y no es que haya grandes diferencias, por lo menos cualitivas entre los representantes en boga de esta corporación.
Tomemos un ejemplo. Desde el 1 de Abril, Paola Spátola es presentada en los medios de comunicación como "experta en seguridad" y presidenta del Centro de Estudios Convergencia Ciudadana. Aunque, en realidad, el punto más saliente de su curriculum es haber sido la asesora de seguridad durante la última campaña electoral de Carlos Menem, con su propuesta de "limpiar las calles de marxistas y delincuentes".
Recientemente fue tentada para ocupar un lugar en la cartera de seguridad Bonaerense, y algunas versiones incluso la señalaron como una carta que se barajó para el puesto que finalmente ocupó Aristarián.
En una de sus últimas columnas, publicada en la revista Noticias, se dedica a analizar el nuevo plan de seguridad presentado por el gobierno. Spátola señala allí que las nuevas medidas representan "la propuesta mas integral y comprehensiva de reforma política de los últimos veinte años de democracia", y considera que coinciden con el diagnóstico que tiene el gobierno sobre cuales son las raíces de la inseguridad; la connivencia entre la política y la policía.
Hasta aquí están todos de acuerdo; desde Blumberg -que por algó sonrie- pasando por Kirchner y sus ministros, y hasta Paola Spátola, ésta última, claro, sin la anuencia de su ex-jefe, que es un tanto impresentable para intervenir.
Para todos ellos, lo fundamental es "sanear" las instituciones, para sostener el sistema que comenzó a evidenciar su derrumbe estructural a finales del 2001. Y entre estas instituciones son centrales la policía y la justicia, que junto con la llamada "clase política" fueron los blancos del descontento popular en los últimos años.
Las diferencias entre estos actores, que no son menores pero tampoco cualitativas, comienzan cuando se discute la intensidad y la profundidad de algunas de las medidas.
Para Spátola, por ejemplo, hace falta un "shock contra el delito". Según se desprende de sus palabras, no alcanza la militarización de la policía, la creación de nuevas agencias represivas, la construcción de cárceles y la penalización de la niñez propuesta por el gobierno de Kirchner.
En varias publicaciones, utilizando un léxico de Marine, la "experta" esgrime el concepto de "recuperar los territorios ocupados por los delincuentes", para "solucionar el problema de la delincuencia aquí y ahora". A la par, insiste en poner el eje en el Consejo de Seguridad, integrado por representantes de los gobiernos provinciales, como forma de darle más peso al aparato del PJ en la aplicación de la mano dura llamada, claro está, de forma más elegante..
La discusión entre los diferentes sectores del régimen está ahí; en el grado represivo al que hay que llegar, y en la rapidez con la que se debe hacerlo. Son matices importantes, que hay que tener en cuenta a la hora de hacer política, pero que no representan corrientes enfrentadas al estilo de Venezuela, aunque ese insinuado espejismo preocupe -o ilusione- a sectores del kirchnerismo "nacional y popular".
De nuestro lado, el de los movimientos sociales, se comenzaron a ensayar respuestas, demostrando capacidad de intervención, aunque seguramente llevará tiempo articular propuestas y acciones que puedan disputarle la simpatía de los amplios sectores de la clase media a la derecha.
Una humilde opinión al respecto: el debate no puede reducirse simplemente a si está bien o no participar de las convocatorias de Blumberg. Tampoco podemos caer en el lugar común de repetir consignas que, por repetidas y simplificadoras, pierden su eficacia a la hora de golpear sobre el imaginario popular.
En lo que a nosotros respecta, los que trabajamos en el campo de la comunicación, tenemos la responsabilidad y el desafío de afilar nuestras plumas, haciendo un esfuerzo por desnudar la verdadera naturaleza de esta realidad.
No tenemos que cansarnos de demostrar, por ejemplo, como las mafias policiales y políticas están detrás del delito y la inseguridad, y como los territorios que la mano dura pretende realidad, están ocupados por esas mafias de azul, de las que los niños hoy presentados como delincuentes organizados son víctimas a las que hay que salvar. (2) No es poca cosa lo que hay que contrarrestar. Las cabezas de la "gente decente" se llenaron de miedo en toneladas repartidas por los medios de comunicación. Y el miedo se transforma, al igual que el dolor, en muchas otras cosas, que generalmente son peores.


Sebastián Hacher Buenos Aires, 26 de Abril del 2004