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Argentina: La lucha continúa

3 de april del 2004

Revoloteo de almas muertas sobre la tragedia argentina
De la sobreactuación al ridículo (1)

Jorge Beinstein
Enfoques Alternativos


Era previsible, el gobierno pagó puntualmente al FMI 3.072 millones de dólares, un quinto de las reservas en divisas de Argentina... a cambio de nuevos ajustes, por supuesto. Como ya es costumbre en estos casos el acto de sometimiento fue precedido por una avalancha de bravuconadas presidenciales, de gestos patrióticos de funcionarios de distinto nivel. Similares fanfarronadas se habían producido antes de los aumentos de tarifas y combustibles. Juego de pícaros, comedia de enredos, que ya no sorprende a nadie porque se repite una y otra vez hasta el hartazgo. Lo que hace un año se presentaba novedoso, audaz, astuto, aparece ahora como grotesco. Nos encontramos ante el llamado efecto de rigidez que según Bergson constituye uno de los fundamentos de lo cómico. "El personaje ejecuta los mismos movimientos aunque el cambio de contexto pide otra cosa, entonces el hombre se da un porrazo y la gente ríe" (2).

El porrazo lamentablemente no se lo dio solo el gobierno ya que la entrega perjudica a la mayoría de la población que para cubrir esa suma deberá soportar ajustes fiscales, caídas de salarios reales, marginalidad. El pueblo no encuentra motivo para la risa, la comedia deviene tragedia.

Tragicomedia de la decadencia encabezada por un gobierno minoritario (por su origen electoral), legitimado por una descomunal manipulación mediática que distorsionó encuestas de opinión y falsificó adhesiones masivas al oficialismo, pero que inevitablemente va perdiendo legitimidad. Los fuegos artificiales aburren, su poder de bloqueo se diluye, los argentinos pueden ahora pasarlos a un segundo plano y volver a percibir plenamente la realidad. En consecuencia el sistema K desnuda su verdadera naturaleza conservadora, servil ante el FMI. La renovación institucional y moral prometida era puro cuento, el régimen se reproduce con más de lo mismo. Finalmente con el correr de los meses por encima de las intoxicaciones mediáticas, o mas bien a causa de la saturación de propaganda repetitiva, ha terminado por crearse la imagen de un presidente que sobreactúa, que dice una cosa y luego hace lo contrario. La ola K se agota, va cayendo en el ridículo.

Vientos regionales

Argentina no es una excepción. Hace pocos días la agencia de prensa boliviana Econoticias señalaba lo siguiente: "Un ejército de intelectuales, periodistas, medios de comunicación, burócratas, empresarios y militantes de los partidos neoliberales intentan mostrar que el gobierno del nuevo presidente de Bolivia, Carlos Mesa, no se parece en nada al de Gonzalo Sánchez de Lozada, derribado a piedra y palo por la furia popular en octubre del 2003. Muchos presentan a Mesa como "progresista", como "antineoliberal". Otros, que no ven más allá de su entorno, dicen que es el presidente con mayor apoyo popular de la historia reciente... pero hasta ahora, el gobierno de Mesa no se apartó ni un milímetro de las políticas diseñadas por Sánchez de Lozada y sigue dócilmente las instrucciones del Fondo Monetario Internacional, de la embajada de Estados Unidos y de las transnacionales" (3).

También en Brasil la continuidad del régimen neoliberal ha sido asegurada por Lula y su equipo de progresistas. En Bolivia Mesa practica el ajuste con música progre como parte de una seguidilla de golpes mediáticos, en una suerte de caricatura apresurada del kirchnerismo.

Existen diferencias de origen, Lula lidera un gran partido popular (al que paso a paso va vaciando de contenido), Kirchner es uno de los jefes de un movimiento que ya fue vaciado en los 90 por el menemismo y hoy constituye una red de mafias políticas que se comunican con la población a través de las agencias de publicidad. Mesa carece de partido o de algo que lo simule. Pero en los tres casos el progresismo aparece como la cobertura cultural decisiva en la reproducción de las conquistas básicas del neoliberalismo.

En Brasil el PT luego de un largo camino de interpenetración reformista con el Estado terminó por convertirse en un celoso custodio de los intereses del capitalismo en especial de su trama financiera (hegemónica). En Bolivia el vació dejado por el desprestigio de la elite política tradicional precipitó el uso desesperado por parte del Poder en crisis de un discurso izquierdizante destinado a contener la marea popular. Discurso de acompañamiento del enésimo ajuste impuesto por el FMI.

Nos encontramos ante un hecho ideológico de dimensión latinoamericana enlazado con fenómenos globales. La sucesión histórica de fracasos del nacionalismo burgués (ligado a ensayos keynesianos subdesarrollados) y de su efímero heredero (sepulturero) neoliberal dejaron sin ideología legitimadora a las burguesías de la región acosadas en su mayoría por desbordes populares que amenazan radicalizarse. Ello se vincula con la declinación planetaria del discurso neoliberal componente del naufragio del proceso de financierización del capitalismo. Que deriva ahora en una serie de manotazos militaristas del Imperio, despliegue de fuerza bruta sin hegemonía cultural, tentativa de demostración de poder que termina por descubrir debilidades estratégicas (económica, política, militar...).

Sombras setentistas

En Argentina, agotados los imaginarios políticos tradicionales, aparece una suerte de setentismo de opereta, disfraz de un gobierno que sirve al detalle las pautas del régimen económico inaugurado en 1976 y consolidado en los 90. El telón de fondo del fenómeno es el gran susto de las clases dominantes, en especial de la mafia política ante la rebelión de diciembre de 2001 y los meses agitados que le siguieron.

Curioso setentismo que finge encarnar la memoria de los mártires de la dictadura y prolonga, adecua a los nuevos tiempos, el sistema engendrado por Videla y Martinez de Hoz. La farsa cuenta con actores imprescindibles: setentistas que hicieron de la memoria su profesión. Memoria muerta, sin proyección transformadora (revolucionaria concreta) hacia el futuro, memoria falsa construida como amasijo de derrotas, donde cada combatiente del pasado es convertido en víctima de una derecha cruel y todopoderosa (invencible). Memoria inmoral que apuntala la negación seudoética de la izquierda presente (acusada según el caso de oportunista, obsoleta o desubicada)... en nombre de 30 mil desaparecidos que no tienen la posibilidad de opinar, eternamente congelados por estos comerciantes de mártires convertidos en materia prima de la acumulación de un pequeño o mediano capital utilizado en negocios mediáticos y de otra índole.

El consenso progre-kirchnerista ha reunido desde fascistas reposicionados como Daniel Hadad (4) hasta ex rebeldes que han sentado cabeza. Los primeros poniéndose una nueva Kareta y los otros sacándose sus desgastadas caretas revolucionarias.

Este neosetentismo regiminoso es el resultado de la conjunción de dos debilidades; la de las clases dominantes que se ven obligadas a robar símbolos de sus enemigos para improvisar nuevos maquillajes porque los mitos propios se han vuelto obsoletos (revelación de la crisis cultural profunda del país burgués) pero al mismo tiempo debilidad estratégica de los oprimidos que no han podido desbaratar ese robo, permitiendo así la sobrevivencia de un sistema históricamente inviable.

Sombras peronistas

La precipitada manipulación del setentismo está señalando implícitamente que la iconografía peronista se ha convertido en un remanente casi inservible para los titiriteros del régimen. Es que el peronismo es hoy el partido del sistema colonial, su principal estructura política, lo que lo ha llevado a confundirse en los hechos con una elite depredadora de millonarios, de gente exitosa, que concentra ingresos frente a millones de pobres e indigentes (la mayoría de la población). En ese contexto los recuerdos clásicos de Peron y Evita, incluso del evitismo de los años 60 y 70, esgrimidos por los burgueses, burócratas y advenedizos justicialistas constituye un palabrerio incomprensible para un argentino de abajo, no muy distinto a una misa en latín.

Pero este presente del peronismo debería obligarnos a repensar su pasado, a reubicar las ilusiones de hace tres o cuatro décadas en torno del supuesto potencial revolucionario de dicho movimiento. Ello nos llevaría seguramente a una critica demoledora del llamado marxismo nacional y popular de los años 60, de Rodolfo Pugrós, Hernandez Arregui o John Willian Cooke, lo que significaría de paso volver a enterrar los mitos gorilas que ellos sepultaron. Evidentemente el peronismo nunca fue "el hecho maldito del país burgués" (Cooke), fue primero el fracaso de su más importante tentativa integradora (1945-1955) cuyas secuelas de descomposición institucional forjaron expectativas de izquierda evidentemente equivocadas, y mucho después (desde los años 80 y 90) se constituyó en el instrumento político privilegiado de la reproducción del capitalismo colonial. No fue un transito sencillo, requirió mucha sangre propia y ajena, mucha degradación, pero finalmente el hijo transgresor maduró lo suficiente como para incorporarse de cuerpo y alma a su vieja familia devenida decadente.

Almas muertas

El sistema K oculta detrás de su aparente ímpetu renovador, de su exitismo mediático, un fondo de decadencia cultural que lo sobredetermina. Su tropa está plagada de almas muertas, de sombras cadavéricas de un pasado brumoso, amputado o abiertamente falsificado, constituido por iconos raídos por el paso del tiempo o hurtados y rápidamente disfrazados para las circunstancias. Con todo eso a cuestas sigue en el poder un viejo peronismo corrupto ayudado por una muleta setentista. Menemistas reconvertidos abrazados con progresistas que hasta hace poco los maldecían, todos unidos gestionando la sociedad neoliberal. Este contexto degradado vale mucho más para la evaluación de la coyuntura actual que la manipulación mentirosa de cien datos estadísticos acerca de la supuesta recuperación económica.

Carrera contra el tiempo

Tal recuperación es sumamente frágil. Cuenta con un superávit fiscal basado en el gran derrumbe del gasto público real causado por la crisis de 2001-2002 que achicó salarios estatales y gastos sociales reales, y en los tributos de una parte de la enorme transferencia de ingresos realizada en favor de los exportadores. También cuenta (cada vez menos) con el superávit comercial debido a la caída de las importaciones durante el período antes señalado, es decir al achicamiento del mercado interno. Depende del juego de presiones de la mafia financiera y de las empresas privatizadas lo que la torna muy inestable. Además la crisis internacional, en especial la de Estados Unidos, y más cerca de nosotros la recesión en Brasil, reducen al mínimo su margen externo de maniobras. Finalmente el FMI obliga al gobierno a persistir en una política económica que mantiene bajo el consumo interno (aplastamiento de los gastos públicos, de los salarios, aumentos de tarifas, etc.). Kirchner usó y abusó de su primer año en la presidencia, prometiendo a unos y a otros pero aceptando en definitiva los que sus superiores le exigían. Las promesas incumplidas se van convirtiendo en decepciones, en bronca acumulada. Al gobierno se le va agotando el tiempo.

beinstein@lycos.com




Notas

(1) artículo publicado en "Enfoques Alternativos", numero 22, marzo de 2004, Buenos Aires.