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Argentina: La lucha continúa

La nueva lógica de control social en Latinoamérica
La manipulación mediática con la "inseguridad" en la Argentina

 
(IAR-Noticias)
Por Rodrigo Guevara

El secuestro y crimen de un joven, Axel Blumberg, movilizó ayer, solamente en la Capital Federal, a una multitud calculada en 150.000 personas que, según los medios locales, marchaban, sin banderas políticas, con velas blancas, para decirle basta a la inseguridad.
Para mensurar este acontecimiento hay que destacar que en la Argentina cualquier organización social o política que convoque por reclamos sociales como la falta de trabajo, la pobreza, o la exclusión social que produce la concentración de riqueza en pocas manos, no consigue reunir semejante cantidad de personas, ni siquiera se aproxima al 10% de esa cifra.
Es más, los que todavía se movilizan por reclamos de justicia social son organizaciones que actúan en forma fragmentada, disociadas unas de otras, y con reclamos sectoriales y puntuales (como es el caso de los piqueteros) ante los cuales el resto de la sociedad permanece en un estado que varía de la indiferencia al rechazo.
En la Argentina ya no hay huelgas generales (razón por la cual los salarios permanecen congelados desde hace doce años), no hay movilizaciones colectivas contra los despidos indiscriminados, los salarios africanizados, la inseguridad laboral, la desnutrición infantil, o la pobreza que afecta estadísticamente a casi la mitad de la población.
Los cientos de miles que salieron ayer a protestar en todo el país por un caso policial, permanecen indiferentes, bostezan, se aburren o hacen zapping cuando por la pantalla aparece algún grupito raleado de los que todavía luchan por reivindicaciones sociales o laborales.
Prefieren ver fútbol, series, Homero Simpson, conflictos de farándula, noticias policiales noveladas, historias personales de cualquier cosa, nada que le recuerde la "mala onda" de los pocos que -todavía- se atreven a desafiar las tempestades de la "indiferencia popular" protestando contra el FMI, y contra todas las lacras del genocidio económico que producen impunemente los bancos y las transnacionales que se roban entero el PBI de la Argentina.
En otras palabras, en la Argentina mediática de Kirchner la lucha contra la "inseguridad" sustituyó a los grandes reclamos colectivos por trabajo, vivienda y justicia social.
Eso explica, entre otras cosas, el gran éxito y los elogios que cosecha este presidente entre sus admiradores: los banqueros, los petroleros, y los empresarios que se sienten felices y realizados al contemplar a 150.000 colonizados mediáticos combatiendo a la delincuencia común con una vela en la mano.
Gracias a la "inseguridad" y la "magia mediática de Kirchner", El Cacerolazo, finalmente, fue enterrado sin honores en el cementerio porteño de La Chacarita.

Los jíbaros mediáticos

Por decreto de los cuatro monopolios mediáticos que controlan y orientan conducta masiva en el país a través de la "información" (Grupo Clarín, Grupo Haddad, Telefé y América TV) la única opción válida de protesta masiva en el país, la que los medios no "descalifican", la que otorga "prestigio de militante social", es la lucha contra la "inseguridad".
O sea la lucha contra la delincuencia común, no la lucha contra la delincuencia de mercado.
No la lucha contra los macro-ladrones, los banqueros, los petroleros, los empresarios top, o sus agentes de negocios: los políticos que, hoy con Kirchner a la cabeza, administran, votan leyes, legislan para el FMI y los bancos, o encorsetan los salarios de por vida para que los acreedores financieros cobren puntualmente.
Según lo establecido por los comerciantes de la información masiva, el gran problema estratégico de la Argentina son los secuestros y los asaltos comunes.
Lo que produce "inseguridad" no pasa por el estrés del desocupado o el hambre del indigente, pasa por los secuestros novelados (si agravados por muerte, más rentables) que los canales, radios y diarios comercializan como si fueran comestibles de primera necesidad.
El sujeto de la información, el receptor pasivo, igual que el perro de Pavlow, es condicionado a diario por tres palabras mágicas: secuestro, robo, violación.
Habitual indiferente masivo a las palabras: desocupación, injusticia social, hambre, el televidente nivel promedio estadístico, ése que salió ayer sin banderas partidarias y con una vela en la mano a protestar, sólo segrega adrenalina y se moviliza cuando los grandes medios -magos de la inducción colectiva- lo convocan a luchar contra la delincuencia de menor porte.
Y el que es inducido mediáticamente con la paranoia de la "inseguridad" , y que hace su causa principal de la lucha contra la delincuencia y la violencia común, está preparado para el segundo paso: la lucha contra el terrorismo y toda forma de violencia social, aunque la misma sea por comida, trabajo y vivienda.
Justo lo que quieren Bush y el Departamento de Estado.
Los nuevos ejércitos de dominación
IAR-Noticias, desde su nacimiento, viene advirtiendo sobre el papel central que cumplen los monopolios de la información en las estrategias de control político y social destinadas a la represión y/o neutralización de las luchas sociales contra el capitalismo.
Con el desmantelamiento de los Estados nacionales, particularmente en Latinoamérica, llegó el desmantelamiento de cerebro de las multitudes sometidas a diario -y sin ninguna contrainformación- al bombardeo desmovilizante de la "información" manipulada con fines políticos.
Los grandes consorcios mediáticos extraen su principal tasa de ganancia de los grandes anunciantes ( bancos y empresas trasnacionales) y de los gobiernos de turno (publicidad oficial o arreglos "en negro").
Por lo tanto, y como emergente lógico de su negocio, los grandes medios de comunicación son parte integral y funcional del llamado establishment económico, y su mensaje no está orientado a ninguna función social que no sea la de defender los intereses del sistema del cual viven y se alimentan.
Los grandes medios, y los periodistas que les sirven a cambio de un sueldo, son, en primer lugar, empresarios y empleados naturales de los gobiernos de turno, los bancos y las transnacionales que pagan por sus servicios o su silencio.
Así se construye la lógica de la información despojada de su sujeto central: el establishment económico y político, que son las habituales "fuentes de información" de los periodistas que trafican "noticias" según el interés de sus mandantes.
Este periodismo jíbaro, cipayo, inmoral y mercenario, construyó la "argentina de Kirchner" y la Latinoamérica sin lucha armada ni revoluciones, que permitió, entre otras cosas, que en un continente con 220 millones de hambrientos, el mayor "bien social" sean el pacifismo y la democracia made in USA vendida como si fuera el paraíso para los hambrientos.
Cuando se estudia y se analiza metódicamente la misión y la función de las políticas informativas y sus emergentes en el cerebro de las mayorías, se toma conciencia cabal de un hecho irrefutable: los medios de comunicación sustituyeron a los ejércitos militares en las tareas de control y represión social.
El desmantelamiento cerebral tornó obsoletas las funciones represivas de los militares de la "doctrina de seguridad nacional", quienes fueron sustituidos por la eficiencia de los medios y periodistas que construyen información sin la presencia de los beneficiarios y ejecutores de los genocidios económicos: banqueros, empresarios y políticos que pasan desapercibidos en las grandes coberturas informativas.
Canalizar la adrenalina y los conflictos sociales por el lado de la "lucha contra la delincuencia", es un ejemplo claro de dominación, para la cual ya no se necesitan tanques ni fusiles.
El que lucha contra la delincuencia común, no lucha contra los banqueros ni contra los políticos bribones que los representan a cambio de prebendas y riquezas.
Quien lucha contra la delincuencia común, o contra el "terrorismo" en abstracto, es un vegetal utilizable sin espacio filosófico ni causa social: totalmente maleable y controlable por el periodismo jíbaro que lo construyó.
Y finalmente, para saber donde empiezan y terminan las campañas mediáticas con la ola de "inseguridad y delincuencia", hay que enterarse de los tres ejes principales de la estrategia impuesta por Washington a su gobiernos títeres de Latinoamérica: combate contra el terrorismo, las drogas y el crimen organizado.

Terroristas
Estas hipótesis de conflicto con la "inseguridad", implantadas mediáticamente en el cerebro de los sectores medios derechizados de la Argentina, no son nada más que la punta de lanza de la "guerra contraterrorista" de Bush transplantada en el cono sur latinoamericano.
Sirven a la geopolítica imperial para dos propósitos bien definidos: A) como cortinas de humo para tapar los dramas sociales que generan los genocidios económicos, y B) como justificación para la criminalización definitiva de los conflictos sociales.
La movilización de ayer sirvió a la administración Kirchner para agilizar en el Congreso una legislación de "mano dura" contra la "violencia delictiva", que, por, traspolación , será aplicada a quienes incurran en "actos violentos" durante las protestas sociales que se avecinan.
Y para aquellos que adopten la vía de la "clandestinidad" o de la lucha por métodos violentos, el calificativo será el mismo que rige para la resistencia iraquí: terroristas.
Latinoamérica, después de dos décadas de saqueo con democracia made in USA, está para el estallido.
Y Washington, armado con sus ejércitos mediáticos, se está preparando para la contingencia.