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Argentina: La lucha continúa

La columna "Ayuda-memoria" de Ricardo Talesnik (ver abajo), motivó esta ácida réplica de Teodoro Boot

Un ayuda-memoria para Ricardo Talesnik

¡Basta de los 70!

Teodoro Boot

La decisión presidencial de conmemorar el golpe de estado del 14 de marzo del 76 en la ESMA y el retiro de dos retratos de la galería de directores del Colegio Militar, dio origen a una sucesión de reacciones: de la derecha que se pretende centro, de un centro que se cree izquierda, de neoliberales que se fingen peronistas y de una autodenominada izquierda que orbita en la estratosfera. Cada uno desde su lugar, sus mezquindades, autojustificaciones, cuentas pendientes y particular –y legítima– interpretación del presente y lo que debe ser el futuro, pero mezclando una vez más el culo con las témporas, como le sucede al dramaturgo Ricardo Talesnik con su libre asociación de ideas entre la manifestación convocada por el señor Blumberg y la década del 70, la teoría de los dos demonios, la desnutrición infantil, las Madres de Plaza de Mayo y la ronda catonga.
Es cierto, todo lo humano nos compete y todo lo que sucede tiene relación entre sí y en última instancia una explicación. Para unos es Dios, para otros la Naturaleza, o la resolución dialéctica de las contradicciones o la adaptación al medio y no falta aquél que considere que la causa última es el puro y simple azar. Pero no porque todo se relacione, vamos a comer una zapatilla con ensalada de bujías, calzar nuestros pies con un par de huevos fritos o, por más que esté hueca, cubrir nuestra cabeza con un zapato de agua.
Así, tras pretender que las Madres de Plaza de Mayo tengan un propósito diferente al que tienen, lo que equivale a criticar al señor Talesnik por escribir obras de teatro y no poemas épicos o construir motores a reacción, iguala la "inseguridad" actual con la "violencia de los 70".
Hasta un dramaturgo es capaz de diferenciar un secuestro extorsivo de un match de box ¿por qué entonces esa tontería –que no es privativa de Talesnik– de meter en una misma bolsa la violencia delictiva, la violencia social y la violencia política? Con ese criterio, Roberto Santucho, Dardo Cabo, Giovenco, Raúl Castells, Alderete, Pitrola, Nito Artaza, el Negro Sombra, Suárez Mason, la Hiena Barrios, Pedro Dellacha y un padre golpeador serían diferentes manifestaciones de una misma cosa infernal: la violencia.
Tal vez Talesnik adhiera a alguna exótica creencia místico-ecologista que desprecie al ser humano por su condición de omnívoro depredador, por una esencial propensión a la violencia devenida de sus hábitos acentuadamente carniceros, pero no vale la pena detenerse en esto. Bastaría para desmentirlo, sino un acabado conocimiento de la especie humana, la simple observación de los hábitos de los mamíferos herbívoros.
Pero si no es esto ¿qué motiva ese polpotismo intelectual de igualarlo todo hasta acabar convirtiéndolo en una argamasa indivisible, indiscernible e incomprensible? Porque, aclarémoslo, el principal efecto de esa tontería es la incomprensión; el proceso del conocimiento es precisamente el opuesto: diferenciar, distinguir las partes de un fenómeno y, mucho más, los fenómenos entre sí.
Talesnik lo dice con prístina claridad: basta de los 70. Esa es su virtud, porque a diferencia de los Aguinis, Grondonas, Sebrellis, De la Sotas y Sarlos, Talesnik carece de segundas intenciones, no persigue ajustes de cuenta y habla con honestidad, lo que vuelve más lamentable su error.
¿Qué es basta de los 70? ¿Qué es lo que debemos olvidar de los 70?
De su caprichosa asociación de ideas, de su imputación a las Madres de Plaza de Mayo por no participar del acto convocado por el señor Blumberg, al Presidente por encontrarse en Usuahia en vez de en la Plaza de los Dos Congresos y –en una asombrosa reivindicación de Goebbels o Apold–, al canal oficial por no sumarse a la trasmisión en cadena de los canales privados, se desprende que las Madres de Plaza de Mayo, el Presidente, canal 7 y los millones de ciudadanos que no formaron parte de la multitudinaria manifestación serían cómplices pasivos de la violencia delictiva y a la vez soberbios descalificadores de quienes en los 70 no adherían a la lucha armada. Un disparate.
¿De dónde le sale a nuestro dramaturgo esa propensión al pensamiento binario? ¿Por qué una cosa implicaría necesariamente la negación de otra? ¿Por qué la condena del terrorismo de estado la implica la reivindicación de la lucha armada? ¿Por qué la revisión del pasado supone el olvido del presente? ¿Por qué las acusaciones a los policías delincuentes son reivindicaciones de los delincuentes que no son policías? ¿Por qué un acto presidencial en Río Grande es una negación al reclamo de seguridad? ¿Por qué un reclamo de mayor seguridad sería una reivindicación del abuso policial? ¿De dónde saca estas dicotomías el autor de La fiaca? ¿Del teatro del absurdo?
Ignoro si alguna vez, ahora o entonces, alguien ha tildado al señor Talesnik de "derechista", lo que, dicho sea de paso, no constituye un insulto. Tal vez se considere de izquierda o de centro o de vaya uno a saber dónde, y de ahí su sorprendente enojo. Está en su derecho a ser o a no ser de derecha. Y a no adherir a la "teoría de los dos demonios", aunque más que un derecho, ésta sería una obligación de toda persona cuerda, si bien –dicho sea de paso– esa teoría fue en su momento un torpe intento de decir "basta de los 70", el leit motiv de su nota.
Los 70, para Talesnik, son sinónimo de violencia, es "la violencia de los 70". Talesnik es lo bastante grande como para recordar una "violencia de los 60" y otra "violencia de los 50", que son una misma cosa y apenas si la consecuencia de la imposibilidad práctica de dirimir las luchas políticas y sociales de otro modo, que aquejó a la Argentina de esos años. Y de otros.
¿Y por qué cree que sucedía eso? También es lo bastante grande como para recordar que durante 18 años millones de personas se vieron privadas de sus derechos civiles más elementales, como son los de votar y manifestar públicamente sus opiniones. ¿Qué podían hacer, según el Manual Talesnik del buen demócrata?
Posiblemente, en ese entonces, esto a Talesnik le importara un rábano. Estaba en su derecho, como lo está cualquiera a que le importe un rábano del destino de los demás, pero no debería ser tan arrogante de pretender transformar ese defecto en una virtud.
Por supuesto, vamos a convenir en que la fuerza no es precisamente el mejor recurso con que cuentan los débiles y, en tanto suelen ser mayoría, es razonable que prefieran valerse del número. Pero en la vida no siempre es posible elegir, sino apenas optar entre unas pocas alternativas, razón de más para no dejar pasar las oportunidades las pocas veces que se presentan.
Pero Talesnik no quiere hablar de eso –basta de los 70– sino de la inseguridad en las calles, de los niños desnutridos, los que no pueden solventarse prepagas ni tienen para el colectivo que los lleve al hospital. Justamente, después de mezclarlo todo como en una ensalada, es incapaz de relacionar causa y efecto, como si el sombrío panorama social que describe no fuera la consecuencia directa de lo sucedido en los 70.
Pero basta de los 70, esa es la receta. Basta de pleno empleo, seguridad social, vacaciones pagas, empresas nacionales, estatales y cogestionarias, basta de industria, educación y salud. Olvidémonos también de esto y de la discusión que le dio origen, hagamos tabla rasa con el pasado y miremos el presente, así podremos lamentarnos de lo que ocurre para acostarnos luego satisfechos de nuestra virtuosa indignación, en la cómoda ignorancia de que todo cuanto sucede tiene causas, responsables y cómplices activos y pasivos: la enorme masa de bienpensantes que lo igualan todo desde una engañosa altura moral. Todos somos buenas personas menos los delincuentes. Todos tenemos "nuestra verdad", que es igual a la de los demás, porque precisamente todo es igual y nada es mejor.
Es justamente al revés. Es en el pasado donde están las claves de nuestro presente y nuestro porvenir. De una adecuada introspección en el pasado es de donde surge la comprensión del presente y se pueden entrever los pasos para un futuro mejor. Talesnik debería saberlo. Y si no, sería conveniente que se lo pregunte a su psicoanalista.

Ayuda-memoria


¿Se acuerdan de los respectivos jefes de la Policía Federal y de la Pcia. de Buenos Aires, Giacomino y Robredo, expulsados por corrupción comprobada? ? ¿Qué pasó con ellos? ¿Nunca más una palabra? ¿No hay investigación, proceso ni información? ¿No hay nada de nada?
Ayer, mientras los canales 11,13, 2 y hasta el 9, transmitían prácticamente en cadena el acto del Congreso, Canal 7, el canal del gobierno (nunca del Estado), continuaba con su programación habitual. Y a la medianoche transmitía en vivo y en directo el acto de homenaje a los caídos en Malvinas, extrañamente realizado en horas avanzadas, con la presencia de un Presidente que no estuvo junto a una manifestación popular excepcional. Tampoco estuvieron Hebe Bonafini, las Madres y Abuelas y los organismos de Derechos Humanos. ¿Los únicos muertos que importan son los que les importan a ellos?
Recuerdo aquellos años en que las nutridas columnas de militantes Montoneros marchaban por Corrientes y Callao gritando "Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, los yanquis hijos de puta se tienen que morir", mientras la gente apiñada en las veredas aplaudía intimidada, tensa, sobre un fondo de paredes pintadas con "Perón o muerte", "ERP o muerte", "FAR o muerte", muerte y más muerte, la alternativa política más nombrada en esos días (si hubieran existido encuestas de candidatos políticos, la muerte las habría encabezado). Fue un horror injustificable lo que hizo la dictadura militar y respeto el dolor de quienes han perdido a sus seres queridos, pero me indigna la soberbia con la que, actualmente, algunos simpatizantes o ex-militantes de la guerrilla descalifican a quienes en aquella década siniestra no deseábamos la muerte como alternativa política. Se nos aplica la etiqueta de adherentes a la teoría de los dos demonios, se nos ubica como derechistas y no les brota ni la más mínima humildad para revisar conceptualmente el uso de la lucha armada como método de acción política. Basta de los 70. Miremos este presente de millones de desaparecidos de la sociedad: los marginados, los indigentes, los niños que se mueren de inanición y los que no mueren pero serán futuros disminuidos mentales por esa causa, los que no pueden pagarse la más berreta de las pre-pagas ni el boleto del colectivo para llegar al hospital, los que tienen que pedir turno para ser operados el año que viene, los enfermos por la angustia, la desocupación y la falta de futuro para ellos y sus hijos, todos los excluidos, las víctimas de este colosal genocidio producido en esta supuesta democracia que desde el punto de vista del reparto de la torta, (hoy una tortita aunque siempre hay una minoría muy pequeña que se sirve las porciones más grandes) está mucho peor que hace 30 años. Pensemos en las víctimas de la delincuencia civil y policial y también pensemos en los policías decentes que se juegan la vida por un sueldo que no se puede creer. Los deudos de todos ellos ni siquiera pueden contar con aquella leve esperanza surgida desde el dolor y la tragedia que pedía la "aparición con vida" de sus seres queridos. Ninguna minoría, ningún sector político, racial o religioso tiene derecho a sentirse el dueño de la historia, porque la historia la escribimos todos diariamente, aunque no militemos en política, no seamos famosos ni tengamos poder. Todos nos jugamos la vida por el simple hecho de estar vivos.