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Argentina: La lucha continúa

Escuadrón de la muerte: soleado día de justicia


por sebastian hacher ((i))
sebastian@riseup.net

Hoy se conoció en los tribunales de San Isidro la sentencia contra los dos miembros del escuadrón de la muerte de Don Torcuato. Hugo ‘Beto’ Cáceres, el jefe de ese grupo policial, y Alejandro Puyó, su lugarteniente. Ambos pasarán las próximas dos décadas en prisión.


Todo juicio largo y complejo produce sus propios usos y costumbres. Bares ocupados por uno u otro bando para las siempre largas esperas, fraternidades conquistadas, enemigos sentados en las narices, horarios de llegada especulados para conseguir un lugar, batallas de miradas tensas, lágrimas contenidas o desatadas, evaluaciones constantes y constantes miedos, amén de puteadas varias, dichas entre dientes para que no escuche el tribunal.

Son dias enteros de una tensión nerviosa capaz de doblegar a la persona mas fria. Y el juicio al escuadrón de la muerte fue así: terriblemente tenso.

La convocatoria para escuchar la sentencia estaba prevista para las 10 de la mañana. Una hora y media antes, las 50 butacas asignadas para el público ya estaban otorgadas a los primeros en llegar. El resto quedaría afuera, siguiendo los acontecimientos desde las escaleras o desde la calle. Los más rápidos para anotarse fueron familiares de víctimas del gatillo facil, que durante todo el juicio -sin faltar un solo día- estuvieron en la primera fila del público. Hoy llegaron en forma mas masiva, y junto a varias organizaciones coparon todo el hall de entrada de la sala de audiencias, rodeados de una inusual custodia policial.

Del lado de Cáceres concurrieron los mismos veinte familiares y vecinos que estuvieron durante todo el juicio. Para acompañar a Puyó, en cambio, sólo se acercó su madre.

El ritual del comienzo fue igual que durante todo el juicio. Primero entraron los acusados, acompañados por un policía cada uno. Caceres se sentó y mantuvo la misma actitud que durante los días de debate, tratando de mostrar un poco de control de la situación, haciéndo gestos o tratando de darle ordenes a su abogado. Puyó, por su parte, sufrió un cambio rotundo: la risa y los gestos al público que lo caracterizaron durante todo el juicio, simplemente se le borraron de la cara. Petrificado en su asiento, no dio señales de vida hasta el final.

Poco después que los reos llegaron los jueces, que sólo se limitaron a pedir silencio dos veces mientras el secretario daba lectura a lo que todos estaban esperando.

No fue corto el trámite. Como toda sentencia, esta estaba llena de fundamentos que los jueces querían que escuchemos. A medida que iban deshivanando las conclusiones, más de uno de los veterenos de las cinco jornadas anteriores no pudo evitar una sonrisa. En el texto presentado, las pruebas a favor de la familia Rios ganaban por abrumadora mayoría.

Casi una hora después de comenzado el acto, la secretaria que leía se quedó ronca. Lo sucedió uno de sus colegas, y pronto llegamos a la parte interesante; el veredicto.

El primero de los jueces los votó por una condena de 10 y seis meses para Puyó, y 13 años para Cáceres. En la sála ya habia lágrimas, de bronca o de emoción. Pronto la sorpresa –19 y 23 años, voto de los otros dos miembros del tribunal- cambió el humor de toda la sala, donde se comenzó a llorar –de ambos bandos, cronistas incluídos- a moco tendido y generoso.

No todo terminó ahí. Siguieron algunas cuestiones de rigor, que el público escuchó con respeto, pero sin aminorar las lágrimas. Solo cuando se leyó la última palabra todo pareció estallar en un aplauso cerrado que llegó hasta la calle. Al mismo tiempo, Puyó salió de su letargo para intentar patear todo y balbucear alguna queja. Desde el fondo de la sala comenzaron los gritos de los familiares de los policías, que amagaron en algún momento con querer pasar a las manos, pero se calmaron un poco frente a la entereza de la familia Rios. Bajamos de la salas de audiencias envueltos en torbellino de abrazos. Se lloraba y se reía, se abrazaba y se cantaba, todo mas o menos al mismo tiempo. Afuera había mucho sol, aunque nadie pareció darle importancia al detalle.

Este cronista no tiene más para contar. Mucho se dijo y se escribió sobre todas las jornadas del juicio, y el material está disponible a del consumidor. Por ahora queda reponer fuerzas, y seguir el camino abierto para que no queden más escuadrones. Y si bien la condena no devolverá las vidas arracandas, hoy –aunque sea por un rato- muchos tienen derecho a festejar.

Todo el material sobre el juicio al escuadrón: http://www.escuadron.lahaine.org

Relato sobre el fusilamiento de Nuni Rios:
http://argentina.linefeed.org/news/2004/11/238519.php

Comunicado CORREPI
http://argentina.linefeed.org/news/2004/11/238990.php