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Nuestro Planeta

13 de diciembre del 2002

Nueva variante del hambre
Cómo el SIDA está cambiando el equilibrio del hombre africano

Alex de Waal
CIDAF
Lo mismo que el HIV destruye el sistema de inmunidad del cuerpo humano, las epidemia del HIV y del SIDA está destruyendo toda la sociedad africana. Como resultado del HIV, los países africanos más afectados han sufrido un derrumbe social que está ahora alcanzando un nuevo nivel: la capacidad de las sociedades africanas paras resistir al hambre está disminuyendo rápidamente.
Hambre y enfermedad han empezado a reforzarse mutuamente. Por muy preocupante que sea la perspectiva, tendremos que luchar contra los dos o no venceremos a ninguno de ellos.
Hay unos 29 millones de africanos infectados por el HIV. La epidemia se extiende casi exclusivamente a través de las relaciones heterosexuales. Sólo 30.000 enfermos reciben tratamiento antirretroviral. Entre 3 y 4 millones mueren cada año de enfermedades relacionadas con el SIDA. En Sudáfrica 20 % de los adultos están infectados por el HIV. La proporción es aún mayor en Botswana donde la esperanza de vida ha bajado a menos de 40 años.
¿Cómo se relacionan con el hambre estas realidades? Las sociedades agrarias tradicionales en Africa estaban bien adaptadas al peligro de la sequía. La escasez de alimentos era como un virus, desagradable y doloroso, pero con el que estaban familiarizados y para el que la mayoría de la gente tenia resistencia. Por ejemplo, las victimas del hambre eran sobre todo niños y ancianos. Jóvenes adultos apenas morían, o eran la excepcion, y las mujeres sobrevivían mejor que los hombres. El núcleo de la población se conservaba y podía recuperarse. Los africanos de las zonas rurales eran expertos en sobrevivir al hambre. Las mujeres conocían muy bien qué granos, raices y frutos salvajes podían comerse en tiempo de hambre cuando no había maíz. Las familias dispersaban a sus miembros en diferentes lugares y pedían ayuda a familiares lejanos cuando la situación llegaba a ser crítica.
Estas habilidades para sobrevivir evidencian que el África rural superaba los fallos de los programas de ayuda internacionales. Las llamadas de las Naciones Unidas pidiendo alimentos no conseguían por lo general ni la mitad de lo que se necesitaba. Sin embargo, poblaciones como las de Mozambique o Sudan, consiguieron sobrevivir.
Esto está cambiando. Nos enfrentamos a una nueva variante del hambre. En las sociedades heridas por el SIDA el hambre se ha hecho más mortífero y ya no se puede tratarlo como hasta ahora. La razón es que el SIDA está atacando esas mismas capacidades que posibilitaban a la gente resistir al hambre.
El SIDA mata a jóvenes adultos, especialmente mujeres, la gente cuyo trabajo es más necesario y vital. Cuando llegan las lluvias, la gente tiene que trabajar hasta 16 horas diarias plantando y luego recogiendo la cosecha. Si el trabajo no se lleva a cabo en ese periodo crítico, la familia pasará hambre.
En una comunidad diezmada por el SIDA, cada trabajador adulto tiene que producir más para alimentar el mismo número de personas dependientes de su trabajo, no sólo niños, sino tambien adultos enfermos.
La carga del cuidado de los enfermos de SIDA puede paralizar a una familia.
Muchos empresarios, en el sector publico y privado, están perdiendo beneficios.
Residentes en las ciudades, que caen enfermos, vuelven a sus poblados de origen para pasar los últimos meses de vida, morir y ser enterrados. Niños, huérfanos por causa del SIDA, son enviados al pueblo para ser atendidos. Todavía prevalece el mito de que la gran familia africana va a poder sobrellevar la doble carga del cuidado de los enfermos y de los huérfanos. Estamos aprendiendo desgraciadamente que no puede.
El descenso de la esperanza de vida en los adultos tiene también unas consecuencias que empezamos a descubrir. El ciclo generacional normal lleva consigo que los bienes, como la tierra y el ganado, se acumulan y pasan a otras generaciones. Los abuelos pueden ayudar a cuidar a los niños. Las mujeres adultas pueden trasmitir a sus hijas su larga experiencia en la recogida y en la preparación de granos y frutos salvajes.
Hoy, todo esto está desapareciendo. Los jóvenes heredan deudas y no adquieren los necesarios conocimientos. ¿Cómo puede una joven mujer cuidando a 6 niños tener la experiencia y la habilidad de su madre o de su abuela para cultivar el campo, recoger frutos y planificar para poder sobrevivir en un año difícil? ¿Se puede planificar sin tener garantía de que las cosas volverán un día a su cauce normal? Finalmente, la primera respuesta de cualquier adulto cuando falla la cosecha es apretarse el cinturón. Las diferentes organizaciones que trabajan en África para ayudar en tiempos difíciles se han acostumbrado de tal manera a esa reacción que ignoran las necesidades alimenticias de los adultos y enfocan sus esfuerzos en los niños. Pero el hambre de los adultos ya no es un simple fenómeno pasajero.
Una persona infectada por el HIV necesita mejor alimentación, mas calorías y especialmente más proteínas, para conservarse bien. La malnutrición acelera el avance del SIDA.
Con el derrumbe de sus medios de vida, la red de ayuda familial tambien disminuye y las capacidades de supervivencia se esfuman. Millones de mujeres jóvenes se entregan a lo que hoy se denomina "sexo de supervivencia" para poder alimentar a sus hijos. No es necesario insistir en sus consecuencias en la transmisión del HIV.
En resumen, el HIV está poniendo en peligro la capacidad de las sociedades africanas para poder sobrevivir. Incluso cuando lleguen las lluvias, no veremos una vuelta a la normalidad sino únicamente a un tiempo de respiro. Y estaremos obligados a ver cuan diferente es esta crisis.
Algunos lideres cualificados de las Naciones Unidas, especialmente el Secretario General Kofi Annan, han reconocido la gravedad del cataclismo del SIDA y de su relación con el hambre. Pero los programas y medios que se tienen, están articulados para otro tipo de crisis y están desfasados. No podemos simplemente enviar alimentos. Ayuda de alimentos y tratamiento antirretroviral, urgente , extenso y a gran escala, deben ir juntos. Necesitamos respuestas, nuevas y de gran alcance al pesado fardo del cuidado de huérfanos y enfermos. ¿Cómo respaldar a los millones de personas que se ocupan de niños, que no pueden valerse por sí mismos, muchos de ellos huérfanos, y de los enfermos del SIDA? Necesitamos reexaminar los sistemas de cultivo para poner más dinero en las manos de los agricultores y más proteínas en sus mesas.
Sobre todo, necesitamos devolver el sentido del futuro en una generación que se enfrenta a una crisis espantosa y contribuir al resurgir de sus energías en búsqueda de soluciones.



Nota: este articulo fue publicado primeramente en el New York Times. Alex de Waal es el director de "Justice Africa" y consejero de la Comisión de Economía de las Naciones Unidas para África y la UNICEF.
Publicado, el 20 de noviembre de 2002 en AllAfrica.com Traducción de Jesús Esteibarlanda, CIDAF