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Medio Oriente

Las mentiras de los líderes

Robert Fisk

Biempo más Ariel Sharon seguirá creyendo en su lucha contra el terrorismo? ¿Por cuánto tiempo más se supone que debemos creer en esas estupideces? ¿Por cuánto tiempo más los estadunidenses permanecerán en su silencio cobarde ante un vicioso conflicto que está próximo a oscurecer los crímenes contra la humanidad del 11 de septiembre? Terror, terror, terror.
Como un signo de puntuación, esta palabra contamina cada discurso israelí, cada discurso estadunidense, casi cada artículo periodístico. ¿Cuándo alguien admitirá la verdad: que los israelíes y palestinos se encuentran comprometidos en una sucia guerra colonial en la que ambos lados quedarán avergonzados y humillados?
Sólo escuchen lo que Sharon ha estado diciendo en las pasadas 24 horas. "Arafat es un enemigo. El decidió una estrategia de terror y formó una coalición de terror". Eso se parece a lo que el presidente Bush dijo de Osama Bin Laden. Pero, ¿qué significa esto? ¿Que Arafat actualmente envía a los suicidas, escoge el objetivo y la cantidad de explosivos? Si así fuera, entonces de seguro Sharon ya hubiera enviado a sus escuadrones de la muerte tras el líder pa-lestino desde hace meses. Después de todo sus asesinos ya han llevado a cabo decenas de asesinatos contra palestinos armados, incluyendo de manera ocasional a mujeres y niños que se cruzaron en el camino.
El problema real con el presidente de la ANP es que tiene mucho en común con Sharon: es viejo, despiadado y cínico; am-bos hombres se desprecian mutuamente. Sharon cree que los palestinos pueden ser derrocados mediante el poder militar. El no entiende que el resto del mundo aprendió durante su propio estado de sitio de Beirut en 1982 que los árabes ya no tienen miedo. Una vez que un pueblo pierde el miedo, éste ya no teme más. Una vez que un suicida está suelto, la guerra no puede ganarse. Y Yasser Arafat lo sabe.
No, por supuesto que no envía a los suicidas en su perversa misión a los restaurantes y supermercados. Pero sabe que cada bomba suicida destruye la credibilidad de Sharon y constata que las promesas de seguridad del líder israelí son falsas. Arafat está bien consciente que la ferocidad de las bombas sirven a su propósito, aunque en público las condene. Pero él -al igual que Sharon- cree que sus enemigos pueden ser derrocados por medio del fuego. El piensa que los israelíes pueden ser atemorizados y obligados a retirarse de Cisjordania y el este de Jerusalén.
Los israelíes probablemente tendrán que renunciar a su ocupación. Pero los judíos de Israel no van a huir ni someterse indefinidamente a una guerra de desgaste. De hecho, si Sharon es removido del poder -una posibilidad por la que muchos israelíes ruegan- el próximo primer ministro israelí no va a ser obligado a negociar por miedo a los atacantes suicidas. Entonces, la retórica se hace más cruel, más repugnante. Hamas llamó a sus enemigos judíos "los hijos de los puercos y monos", mientras que los líderes is-raelíes han respondido calificando a los palestinos como "serpientes", "cocodrilos", "bestias" y "cucarachas".
Ahora tenemos a un funcionario israelí, según el diario israelí Ma'ariv, que aconseja a sus hombres estudiar las tácticas adoptadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. "Si nuestro trabajo es apoderarnos de un campo de refugiados densamente poblado o tomar la casbah de Na-blus, y si se encarga esta tarea al oficial (israelí) para que la lleve a cabo sin pérdidas para ambos lados, antes que nada debe analizar y reunir las lecciones de las batallas pasadas, incluso -por más aterrador que esto pueda parecer- analizar cómo el ejército alemán actuó en el gueto de Varsovia".
¿Perdón? ¿Qué significa esta palabra? ¿Toma en cuenta los números marcados por los israelíes en las manos y frentes de los prisioneros palestinos a comienzos de este mes? ¿Esto significa que un soldado israelí ahora considera infrahumanos a los palestinos, que es exactamente lo que los nazis hicieron a los atrapados y desesperados judíos en el gueto de Varsovia en 1944? Pese a todo, el gobierno de Washington permanece en silencio. Y el silencio, en la ley, significa consentimiento.
¿Nos debería sorprender? Después de todo Estados Unidos ahora dicta las reglas. Los prisioneros pueden ser llamados "combatientes ilegales" y ser llevados a la base de Guantánamo, en Cuba, con sus bocas tapadas con cinta adhesiva y enfrentar juicios semisecretos. La guerra en Afganistán es declarada como una victoria, y de repente explota de nuevo.
Ahora nos dicen que habrá otros "frentes" en Afganistán, una sorpresiva ofensiva de los "terroristas". Washington también ha dicho que sus agencias de inteligencia -los héroes que fallaron en descubrir el complot del 11 de septiembre- han probado (por supuesto sin revelar) que Arafat tiene "una nueva alianza con Irán, el cual está llevando a los palestinos hacia el "eje del mal". ¿No hay alguien que se atreva a retar esto? Hace sólo una semana el director de la CIA, George Tenet, anunció que Irak tiene vínculos con Al Qaeda. "Contactos y conexiones" han sido establecidas, nos dijo.
Y eso es lo que las noticias dijeron. Pero entonces Tenet continuó y señaló que la mutua antipatía de Al Qaeda e Irak hacia Estados Unidos y Arabia Saudita "¿sugiere que una cooperación táctica entre ellos es posible?" "¿Sugiere?" "¿Posible?" ¿Es lo que Tenet llama pruebas?
Pero ahora cada quien está sacando provecho de la "guerra contra el terrorismo". Cuando los policías macedonios acribillaron a siete árabes, afirmaron que ellos participaban en la "guerra global contra el terrorismo". Cuando los rusos masacraron a chechenos, afirman que continúan la "guerra contra el terrorismo". Cuando Is-rael dispara contra las oficinas de Arafat, alega que está participando en la "guerra contra el terrorismo". ¿Todos debemos ser secuestrados dentro de la peligrosa autoconcentración estadunidense por los crímenes del 11 de septiembre? ¿Esta vil guerra entre los palestinos e israelíes debe ser deformada en tan deshonesta manera?
© The Independent
Traducción: Erik Vilchis