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Medio Oriente

Los palestinos escalan la guerra con una nueva bomba antitanques

Después de la entrada al arsenal palestino de nuevos misiles con un alcance de ocho kilómetros, una bomba de origen desconocido destruyó un tanque israelí.

Por Ferrán Sales *
Desde Jerusalén

Ayer fue una jornada doblemente nefasta para el ejército israelí. El jefe de los comandos secretos Duvdevan, una unidad de élite especializada en la "guerra secreta", murió de modo accidental en pleno combate contra activistas palestinos. Pocas horas antes, un tanque Merkava3, símbolo del poderío militar de Israel y considerado uno de los carros de combate más seguros y sofisticados del mundo, fue destruido en Gaza con una potente carga explosiva de naturaleza desconocida, sin que se pudiera hacer nada por la vida de sus tres tripulantes. Es la primera vez que esto ocurre.
El teniente coronel Eyal Weiss, de 34 años, jefe de la unidad Duvdevan, murió en la aldea de Saida, al norte de Cisjordania, cuando trataba de detener a un dirigente local de Jihad Islámica, que se había atrincherado en el interior de su casa, según versiones oficiales. En plena operación de derribo del inmueble, uno de los muros se derrumbó sobre el militar, que falleció en el acto. Weiss es el militar israelí de más alta graduación muerto en el frente de batalla desde que se inició la Intifada.
Su muerte deja descabezada una de las unidades de élite más letales y polémicas del ejército israelí, curtida en operaciones secretas, especialmente en la detención y eliminación de dirigentes de la Intifada. Se calcula que desde la fecha de su creación, a finales de la década de los 80, los miembros de esta unidad han acabado con la vida de 162 palestinos. Los Duvdevan, más conocidos popularmente como los mustaarabim, son el blanco permanente de las críticas de las organizaciones de defensa de derechos humanos, incluidas las israelíes, que han comparado sus métodos a los de los escuadrones de la muerte. Pero además la historia de esta unidad ha estado plagada de accidentes mortales.
La muerte accidental de Weiss ha conmocionado a la cúpula militar de Israel, que pocas horas antes había recibido otro duro revés con la destrucción del primer tanque en la Intifada, un Merkava3, la joya de los arsenales israelíes y considerado por todos los especialistas como uno de los carros de combate más poderosos del mundo. El tanque fue destrozado por una potente carga explosiva, de unos 100 kilos, colocada en un camino de Gaza. La acción fue reivindicada por los Comités Populares de Defensa, del que forman parte todos los grupos radicales palestinos. En el ataque murieron tres miembros de su dotación y otros dos fueron gravemente heridos.
El tanque Merkava3, un verdadero arsenal de 61 toneladas, dotado con un cañón de 120 milímetros, un almacén para 50 proyectiles, tres ametralladoras con 10.000 cartuchos y un mortero de 60 milímetros, es el fruto de la cooperación militar entre Sudáfrica e Israel, iniciada en 1967. El Merkava ha venido sufriendo impotentes transformaciones en estos últimos años en un intento sobre todo de asegurar la supervivencia de su tripulación. Su precio en el mercado es de 10 millones de dólares. Israel cuenta con cerca de 800 unidades de este tipo. Los expertos israelíes aseguraron al inspeccionar el lugar de los hechos que la mina que destruyo el tanque estaba fabricada con un potente explosivo no convencional, fabricado con toda seguridad con la ayuda de los artificieros de Hezbolá, la guerrilla integrista libanesa.
Ayer por la mañana, entretanto, decenas de manifestantes del Frente Popular para la Liberación de Palestina y del Frente Democrático se manifestaron ante la residencia de Arafat al grito de "alto a la represión" y "libertad a los detenidos". Antenoche, estos mismos manifestantes habían irrumpido en una fiesta multitudinaria, en la que participaban cerca de un centenar de miembros de las fuerzas de seguridad y sus familiares, desalojando por la fuerza a los reunidos, al grito "enla Intifada no hay celebraciones". Ninguno de los policías se opuso a los manifestantes.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12


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