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Medio Oriente

20 de agosto del 2002

Dentro de Pakistán y Afganistán con la RAWA

Anne Brodsky
Traducido para Rebelión por Tatiana de la O

Acabo de regresar de otras seis semanas con la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA por sus siglas en inglés), cinco en Pakistán y una estupenda semana en Afganistán. En la RAWA tienen mucho trabajo y las necesidades son aún enormes – incluyendo algunas ciudades en Pakistán a las que los refugiados están llegando, no yéndose. Están haciendo cosas novedosas como trabajar para ayudar a otras escuelas ya establecidas, en lugar de perder tiempo construyendo escuelas propias. Por ejemplo, una escuela de ocho años de antigüedad en Peshawar que debía cerrar por falta de fondos y perder a sus estudiantes, la RAWA comenzó a financiarla, e incluso logró dar la matrícula gratuita por primera vez en la historia de esta escuela, y ahora no sólo pagan a los profesores, sino que además tienen más estudiantes que antes, y la demanda está creciendo porque aquellos estudiantes que no podían asistir pueden hacerlo ahora.
Su trabajo en Afganistán mantiene a todo el mundo bastante ocupado a medida que la necesidad y las posibilidades de ayudar se agrandan. Muchas, muchas mujeres y niñas que asisten a sus clases de alfabetización y costura son ya demasiado grandes para asistir a las reabiertas escuelas para niñas (hay un límite de edad para entrar a los grados inferiores, que muchas no han hecho después de cinco años sin educación) o sus familias no les permiten asistir a la escuela por miedo a su seguridad. Las mujeres y niñas dicen que los cinco años de gobierno talibán no han hecho más que fortalecer su resolución y compromiso con la educación y además han hecho que su familia entienda la importancia de ésta. La mayoría de estas mujeres nunca ha ido a la escuela, pero sigue interesada en ingresar y aprender. La mayoría de las clases tiene más demanda que la que puedan suplir los profesores y los recursos de la RAWA.
Cerca del 80-90% de las mujeres que vimos en Kabul seguían llevando la burka. En Jalalabad no vimos a ninguna mujer sin ella. El gobierno interino está comenzando a exigir "permisos" para cualquier cosa, un intento velado de mantener todo bajo control. Incluso visitar una escuela secundaria pública requirió un permiso especial. Si esta tendencia se afirma, las cosas serán muy peligrosas para la RAWA. Tienen muchos enemigos en el gobierno, con tantos miembros de la Alianza del Norte y señores de la guerra en posición de control, así que continúan operando de forma bastante clandestina. No hay duda que la necesidad es grande y su mensaje particular de cambio tanto humanitario como político es una prioridad, especialmente para las mujeres.
Ya que viajamos por carretera a Kabul desde Pakistán, pude ver un amplio abanico de paisajes y vidas. Es verdad que Afganistán es un país espectacularmente bello. Incluso ese pequeño trecho que nos tomó 10 horas a través de caminos destrozados fue increíblemente diverso, con ríos azul-verdosos, valles ondulantes con campos de piedras redondeadas, mesetas llanas, colinas de arena con cavernas naturales, abruptos picos puestos de costado, puntiagudas montañas y caminos que zigzaguean a través de las montañas. Atravesamos pequeños pueblos en los que la influencia de los talibanes era todavía muy evidente, y los hombres nos trataron, a mí y a la representante de la RAWA que me acompañaba, como si no tuviésemos derecho a estar en público excepto por su curiosidad. En EE.UU. mi respuesta hubiera sido un sarcástico "¿acaso no has visto a una mujer antes?", o "realmente, deberías salir más". Aquí ambas frases, que sonaban en mi cabeza, eran hechos reales, no una exageración. Cambiar a los hombres de este pueblo sería una revolución. En muchos sitios colgaban por doquier las fotos de Abdul Haq, Masud y Rabbani, pero no se veía la de Karzai.
Para tener alguna perspectiva, los dos conductores de nuestros taxis desde Pakistán a Afganistán eran ex talibanes y ex mujaidines. Hablaron abiertamente con el colaborador que nos acompañaba acerca del tiempo que pasaron con ambos grupos, y probablemente se hicieron talibanes por dinero y para aumentar sus ganancias, pero de todas formas esto muestra que los ex-talibanes, ya sea soldados de a pie o jefes intermedios, como estos conductores, y la jefatura, están todavía por todas partes. Mucha gente dijo que los únicos que no pueden identificar a los ex talibanes son los extranjeros que los estaban contratando y dándoles posiciones en el gobierno. Los demás lo saben, pero están demasiado asustados para hablar.
La reconstrucción de Kabul es evidente en algunos lugares, pero es como si el tiempo se hubiera detenido en otros, en los que la destrucción de una década es tan evidente como si hubiera tenido lugar ayer. La gente vive y pone comercios junto a edificios acribillados con agujeros de bala, y cáscaras de edificios destruidos por ataques de misiles. También vi el resultado de los bombardeos de EE.UU. Los refugiados vuelven a vidas difíciles y muchos no encuentran trabajo y viven en tiendas y edificios comerciales desprotegidos, sin ventanas ni puertas. Dicen que es difícil conseguir trabajo, tanto para aquellos dispuestos a hacer esfuerzos físicos como para aquellos que tienen mayor educación. Muchos trabajos se dan sólo a los Panshiris, y otros sólo se obtienen con sobornos. Algunas personas de los campos de refugiados de Pakistán decían que allí obtenían más ayuda, y que aquí están muriendo de hambre sin ninguna ayuda. Hablé con varios refugiados que sólo habían vuelto a causa del hostigamiento de la policía paquistaní, en especial en Islamabad, que los hacía sentir demasiado inseguros en Pakistán. La verdad es que están peor ahora en Kabul. Muchos creen que una ola de refugiados volverá a Pakistán en el invierno, cuando hace demasiado frío para vivir en Kabul sin cobijo ni trabajo.
Pude permitirme una visión real de la vida en Kabul porque todas mis reuniones y entrevistas y los proyectos humanitarios que visité se encontraban en casas privadas de Kabul o sus alrededores. Muchos de ellos eran el equivalente a casas de clase media, pero en ninguna vi agua corriente ni baños de interior. Incluso en la ciudad capital la gente utilizaba pozos y fuentes públicas. La electricidad sólo funciona noche por medio en la mayor parte de la ciudad. En los barrios de las afueras robaron las líneas eléctricas hace 10 años y las casas todavía no tienen electricidad, aunque las lámparas y arañas colgantes se conservan en las casas. La biblioteca de la Universidad de Kabul prácticamente no tiene electricidad, porque los talibanes y las otras bandas robaron todo el cableado. Como en el campo de refugiados más antiguo, la mayoría de las personas viven en cercos de altos muros con jardines y pequeñas granjas de animales, incluso en la ciudad. Sin embargo, la construcción es más maciza que en los antiguos campos y las ventanas con cristales y postigos proporcionan un entorno más permanente y confortable. El único programa de noticias que vi en televisión tenía una conductora mujer, pero nunca levantó la vista del papel que estaba leyendo y toda la emisión daba una sensación de poca profesionalidad. Hay mucho por reconstruir aquí.
La gente es cautamente optimista, pero al parecer sólo gracias a la presencia de fuerzas de pacificación y a la esperanza de que la comunidad internacional cumplirá sus promesas de ayuda y de detener a los jefes tribales. La presencia de soldados de la Alianza del Norte en coches oscuros sin señalización es ominosa. Hay otro tipo de soldados y policía en diferentes uniformes, muchos enfermos. Es difícil juzgar quién tendrá un arma y quién no. A menudo, los muchachos de la Alianza del Norte tenían armas y otros hombres que parecían más maduros y responsables con uniforme del ejército afgano estaban desarmados. Vi entrevistas grabadas a los concurrentes a la Loya Jirga en las que ellos también expresaban su preocupación por las necesidades de paz y seguridad y control a los jefes tribales, que eran muy evidentes en el proceso de la Loya Jirga.
Para más información sobre RAWA:
http:// www.rawa.org
Anne Brodsky es Profesora Adjunta de Psicología en la Universidad de Maryland, Baltimore. Puede ser contactada en:
brodsky@umbc.edu