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Medio Oriente

23 de julio del 2002

Palestina: Movidos por el deseo de venganza y de defender a su patria

Amira Hass
Ha'aretz
Traducido para Rebelión por L.B.

Uno de los nombres que figuraban en una petición publicada a mediados de junio reclamando reconsiderar el uso de kamikazes en Israel era el de una tal "Doctora Saadiye Tahle". Al menos ese era el nombre que aparecía en la petición enviada a cierto número de fax de Jerusalén. Pero Saadiye Tahle ni está viva ni es doctora. En realidad, se trata de la difunta cretina del pueblo de Gaza, una persona objeto de la mofa y compasión generales.
Alguien, aprovechándose de que nadie conoce a Tahle en Jerusalén, decidió expresar de esa forma su opinión sobre la petición, su contenido y sus signatarios, los cuales han sido denunciados y radicalmente deslegitimizados tanto en Gaza como en Cisjordania.
Existe tanto en Israel como en el resto del mundo la creencia de que el único tema de conversación de la gente en Gaza es el de los kamikazes, a los cuales se denomina en el idiolecto local con el nombre de istashadeen –los que se inmolan como mártires por una noble causa. Es difícil calibrar el número de sus partidarios y detractores. Muchos de quienes se oponen a los kamikazes no se atreven a expresar sus reservas públicamente. Pero incluso los argumentos esgrimidos por quienes apoyan el fenómeno delatan el debate que se esconde detrás de la cuestión.
Es difícil combatir el consenso general, especialmente cuando la opinión dominante entre los palestinos es que la gente "se hace estallar por desesperación, por pobreza y por el sinsentido de la vida". Un joven que fue testigo directo de la muerte por misiles isrealíes de seis vecinos de Rafah (uno de los cuales era un activista de Hamas buscado por los israelíes) rechaza cualquier intento de mancillar el buen nombre de los kamikazes. "Si muero estoy muerto y ya está, es normal. Pero si estoy muerto en vida, ¿qué sentido tiene vivir?", pregunta.
S.H. es una psicóloga que vive en Rafah y también una madre que ve diariamente a su hijo de 4 años jugar a los mártires. A comienzos de la Intifada, dice, la gente reprimía la angustia emocional provocada por el peaje diario que se cobra la muerte. Ahora los sentimientos religiosos son más fuertes, hay más personas que rezan y las mujeres son más proclives a cubrirse la cabeza y el cuerpo. Desprovista de defensas, dice, la gente siente que Alá es el único que puede protegerles.
Sorprendente argumento
Los activistas de Hamas rechazan la afirmación de que el impulso que mueve a los kamikazes sea la desesperación. No es cierto en absoluto, afirma M., que se incorporó a la Intifada hace un par de meses como parte de Izz Al-Din Al-Kassam, la rama militar de Hamas. Participa de esta opinión S., un activista de Hamas contrario a los ataques kamikazes dentro de Israel pero que no se atreve a decirlo en público. La misma opinión es expresada por Osama Mzeini, un doctorando en filosofía por la Universidad Islámica de Gaza. Los tres están convencidos de que el objetivo nacional, el sentimiento general de rabia y el anhelo patriótico de liberación e independencia son las motivaciones que más pesan en el ánimo de los "combatientes".
Eso es lo que le convenció a él para unirse a Izz Al-Din al-Kassam, dice M. Entrado en la veintena, M. barrunta que su nombre figura en la lista de buscados por los israelíes, aunque no de forma tan prioritaria como para ser blanco de un helicóptero o de un misil. Toma sus precauciones pero no ha pasado a la clandestinidad. Da por hecho que su nombre salió a relucir en los interrogatorios realizados a varios activistas detenidos de Al-Kassam. M. dice que se unió a la rama militar de Hamas a pesar de la felicidad de su vida personal. Disfruta con sus estudios y es feliz en su matrimonio. Los amigos íntimos de M. quedaron consternados al enterarse de que se había incorporado a la actividad militar. Piensan que puede contribuir más vivo que muerto.
"Pero cuando vi a niños armados con piedras enfrentándose a tanques y perdiendo la vida, cuando mataron a mis amigos de la universidad –algunos en manifestaciones, otros en el curso de acciones militares—decidí incorporarme. No sabía cómo empuñar o utilizar un arma. Me movía el deseo de venganza, el ansia de defender a mi patria. Aprendí con la experiencia. A una persona como yo le mueven las emociones y la fe en que Alá te protegerá y te ayudará a alcanzar la victoria".
A lo cual añade Mzeini: "En términos psicológicos hay que distinguir entre alguien que pone fin a su vida por causa de un tormento mental y un istashaheed que es feliz, ama la vida y es una persona que posee fuerza interior". Mzeini basa en parte su opinión en las relaciones que mantuvo con algunos libaneses y un palestino con los que compartió cárcel a comienzos de los años 90. Les habían capturado antes de que pudieran llevar a cabo su ataque suicida. Mzeini era un miembro activo de Hamas y fue condenado a seis años de cárcel tras pasar seis meses de detención administrativa. Fue liberado 11 meses antes de cumplir su condena como parte de la liberación de presos auspiciada por los acuerdos de Oslo.
"Todo el que sale a combatir contra un soldado israelí", afirma Mzeini, "es consciente de que seguramente no regresará, pues el soldado israelí está entrenado, es experto y está mejor armado. Desde el punto de vista psicológico, por consiguiente, la persona que marcha al combate contra un soldado y la persona que se faja un cinturón de explosivos son exactamente iguales". Ambos comparten el mismo stress que les empuja a poner en peligro su vida, opina Mzeini. "Los israelíes juegan un papel clave a la hora de inducir a estos muchachos a optar por la muerte de los mártires. Los asesinatos arbitrarios que han presenciado durante la Intifada han hecho que cada joven se diga a sí mismo: `Si voy a morir de todas formas, ¿por qué no morir con dignidad?´. Este debate interno produce stress y el stress a su vez provoca una excitación que nubla el juicio. El resultado es una creciente predisposición a arriesgar la propia vida".
Ojo por ojo.
"No me hace feliz ver morir a un judío simplemente por ser judío. Pero en tanto que los palestinos sigan siendo asesinados ansiaré la muerte de los judíos", dice M. No se atenta contra niños, declaró en una conversación mantenida antes del ataque con bomba al autobús de Gilo del 18 de junio. "Nada es más fácil que colocar una bomba en una escuela o enviar a una escuela a alguien cargado de explosivos. El hecho de que Hamas nunca haya realizado una acción de ese tipo", explica, "demuestra que también toman en cuenta consideraciones morales".
Los objetivos prioritarios son los lugares donde se congregan adultos, "pero en Israel realmente todos los civiles son soldados. Así lo entendemos nosotros. De hecho, Israel llamó a filas a 45.000 civiles como reservistas". A juzgar por lo que cuenta M., la censura contra los kamikazes se ha filtrado evidentemente hasta las bases de Hamas, ya que el Corán prohíbe el asesinato de civiles en la guerra.
La misma réplica se oye a menudo: en realidad, todos los israelíes son soldados alistados. M. ofrece otra explicación que permite una lectura diferente del Corán:
"Los israelíes no respetan la vida de nuestros civiles; ellos matan a civiles; entonces, ¿por qué deberíamos respetar nosotros la vida de sus civiles? El Corán también habla de "ojo por ojo". Este es el contrapeso de la prohibición moral de asesinar a civiles en la guerra."
D. era un conocido activista islámico de Gaza hasta que abandonó la organización y se hizo laico. Está furioso con los ataques suicidas. "Nadie me convencerá de que la religión autoriza a matar a un niño que está comiéndose un helado o a un trabajador que debe siete millones de pesetas de hipoteca; y no hay diferencia entre éste y un trabajador del campo de refugiados de Shati. Si los israelíes matan a civiles, ¿nos autoriza ello a cometer el mismo crimen?". El hecho de que después de cada ataque terrorista cada uno de los grupos políticos asuma inmediatamente la autoría de la acción avala la teoría de D. de que los ataques con bomba forman parte de la batalla política para ganarse el favor de la opinión pública palestina. "Si se atuviera a la lógica de la inteligencia militar el servicio de inteligencia israelí acabaría loco y no se difundiría ninguna información sobre la autoría de los ataques".
Y está también el razonamiento esgrimido con respecto a la efectividad de los ataques. Las organizaciones islámicas frecuentemente hacen balance del daño causado a la sociedad israelí. Pero S., el activista de Hamas contrario a los ataques terroristas dentro de Israel, piensa que aquellos de sus amigos que juzgan que con sus acciones están consiguiendo el derrumbe de la sociedad israelí no hacen sino engañarse a sí mismos. En su opinión, los medios de comunicación palestinos tienen la costumbre de exagerar historias acerca de hordas de israelíes abandonando el país o sobre el colapso económico israelí. Su opinión es que en realidad la sociedad israelí se está haciendo cada vez más fuerte frente a la amenaza terrorista y que la sociedad palestina está pagando un precio muy elevado que causará un grave daño a largo plazo.
72 vírgenes
A algunos les preocupa que tantos jóvenes estén deseando morir. La creencia de que aquellos dispuestos a morir por la causa gozarán de los placeres del paraíso resultaba evidentemente insuficiente para la madre de M. "Ella siempre me decía que puedo servir a mi gente de otras formas. Al principio, el argumento nacional neutralizaba sus temores, pero más tarde se hizo más difícil para ella soportar la idea de que pudieran matarme". M. está seguro de que incluso las madres que ensalzan a sus hijos mártires "lloran en secreto por ellos".
M. no citó al "paraíso" entre los motivos que le mueven a él y a sus compañeros a arriesgar su vida, por mucho que crean en él a pies juntillas. Osama Mzeini declara que la promesa de vida eterna en el paraíso desempeña un papel clave en las consideraciones de la gente. "Toda persona aprecia la vida terrenal, de modo que es más fácil renunciar a ella a cambio de una vida de plenitud en el otro mundo. Los que eligen morir no ponen término a su vida, sino que la prolongan, y por lo tanto la opción de morir santificando el nombre de Alá surge fundamentalmente del amor a la propia vida". Según Mzeini, la promesa de 72 vírgenes demuestra lo bien que la fe islámica comprendió, mucho antes que Freud, la importancia del impulso sexual (mucho más en el caso del hombre que de la mujer, dice Mzeini, lo cual explicaría por qué a las mártires les basta con un solo hombre en su vida eterna). "Las promesas del Corán y del Islam están muy bien adaptadas a la naturaleza humana".
Abu Ali y Abu Basal son laicos. Estos conceptos les resultan completamente extraños y la historia de las 72 vírgenes sólo les causa risa. Pero afirman haber descubierto una profunda creencia en el mundo futuro en los jóvenes que se están preparando para morir. Dicen que a algunos de esos jóvenes sus amigos les pidieron que "dieran recuerdos a Abu Bakhar o a Abu Iyad" –dos mártires.
Para A.E., otro gazatí laico, es difícil creer que la motivación religiosa sea un factor real: "Si eso fuera así, ¿cómo es que todos los expertos y líderes de los movimientos islámicos no corren a suicidarse y no envían a la muerte a sus propios hijos?" Su opinión es que están explotando la desesperación personal de la juventud.
S. cree en el paraíso, pero marca sus distancias con respecto a lo que considera un énfasis excesivo en la promesa de una vida eterna. Cree que esa actitud tiene como consecuencia descuidar otro principio islámico no menos importante: el celo por la vida aquí y ahora. Fue un debate interno de ese tipo el que llevó a gente como él a integrarse en el partido que se escindió de Hamas en 1996: el Frente Islámico de Salvación Nacional. Como movimiento político fundamentalmente autorizado por la Autoridad Palestina, su plataforma no revindicaba una solución militar para alcanzar sus objetivos políticos. Defendía la integración en la vida social y política a pesar de su oposición a los acuerdos de Oslo y al liderazgo de Yasser Arafat. Educación, economía, status de la mujer, interacción con la Autoridad Palestina, etc, son el tipo de cuestiones que preocupan a los miembros de este movimiento.
M. fue en tiempo activista del FISN. Su decisión de unirse al Izz Al-Din Al- Kassam es un reflejo de la desintegración del partido, el cual trató de desarrollar una posición política independiente de Hamas. Pero en las elecciones celebradas al comienzo de la Intifada los clones de Hamas integrados en el partido arrollaron a quienes abogaban por una agenda de prioridades diferente.
Antes de salir a ejecutar una acción, los amigos de M. Rezan y juran continuar "hasta que se marche el último soldado". Admite que no sabe si esta frase se refiere a los territorios o a la expulsión de los judíos de todo Israel. "Israel no nos ha dado ninguna oportunidad para que lo veamos como un Estado no-racista: mira cómo tratáis a los ciudadanos palestinos de Israel, la terrible discriminación que padecen. La cuestión no es si estamos dispuestos a vivir con vosotros, sino si vosotros estáis dispuestos a vivir con nosotros". Por lo que a él respecta, es partidario de un Estado binacional. En su opinión, en un Estado de ese tipo sería mucho más fácil solucionar el conflicto: mejor dividir "nuestro país" de forma más justa y equitativa entre la gente que vive en él que continuar viviendo en una ínfima porción del país sujetos a un eterno sentimiento de injusticia.
El Estado binacional con el que sueña no es un "Estado islámico en toda Palestina" tolerante con las minorías religiosas. El Gobierno que él imagina estaría elegido por una mayoría política en un parlamento único. En otras palabras, le preguntamos, ¿Fatah y el partido Laborista formarían un Gobierno de coalición? Es posible, responde, pero añade sonriendo, "O una coalición entre Rakah [el PC israelí] y el Partido del Pueblo [el extinto PC palestino), o quizás una coalición entre Shas y Hamas".
17 de julio del 2002