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Medio Oriente

21 de junio del 2002

Washington y el exito de la LOYA jirga

Robert Fisk
La Jornada

Washington quiere que la Loya Jirga (Asamblea General) tenga éxito. Es verdad que muchos de sus dóciles señores de la guerra ­los gángsters pashtunes y tajikos cuya alianza a veces fiel contra Osama Bin Laden fue pagada en miles de dólares por los estadounidenses­ han tratado de colocar a sus candidatos en el poder a base de sobornos y triquiñuelas una vez que se dieron cuenta de que, efectivamente, se llevará a cabo la «gran asamblea» afgana ­finalmente fue aplazada­. Ha habido intimidación y asesinatos de delegados.
Un exitoso gobierno provisional ­sean cuales fueren sus posibilidades de organizar elecciones parlamentarias imparciales­ es esencial para Estados Unidos. En primer lugar permitirá al presidente Bush, pese a su fracaso en capturar a Osama Bin Laden o al huidizo mullah Omar, afirmar que Washington cumplió su promesa de llevar la «democracia» a Afganistán. En segundo, y más importante, porque es el boleto de salida del país para Estados Unidos. Como indicó la semana pasada un artículo publicado en el Wall Street Journal ­el mejor amigo de Bush en su «guerra al terror»­, la construcción de la nación afgana requerirá «mantener tropas estadounidenses en la frontera con Pakistán durante los próximos 15 años». Pero incluso si los demócratas, los matarifes y los asesinos afganos ­no seamos quisquillosos con algunos de los «delegados»­ llevan a cabo sus ritos tribales, de ningún modo es seguro que la autoridad central afgana sea capaz de hacer más de lo que ha hecho hasta ahora: controlar las calles de Kabul en tanto los señores de guerra locales ­entre ellos algunos de sus viceministros­ pelean contra mafiosos rivales en el resto del país. Hamid Karzai, cabeza del presente gobierno interino, tiene sólo un mandato popular en Afganistán, y no procede de los caudillos de la Alianza del Norte que «liberaron» a Kabul del talibán en noviembre pasado. Tampoco proviene de los pashtunes, con quienes su prestigio ha descansado apenas en su integridad personal. No, procede de sus amigos occidentales, de los que lo asesoraron, lo vistieron con sus túnicas de verde chillante y financiaron su avance. Viene de esas naciones occidentales ­pongámonos todos de pie­ que han prometido emprender por su conducto la regeneración de Afganistán. Los líderes de las bandas afganas han acordado que Karzai siga al frente del próximo gobierno provisional.
Pero al mismo tiempo muchos de esos capos mafiosos gobiernan las principales ciudades afganas. En muchos casos se obliga a las organizaciones humanitarias y de caridad a canalizar su ayuda por conducto de estos hombres despiadados, en Mazar-e-Sherif, en la provincia de Nangahar, en Khost. Los electores en los próximos comicios saben que su ayuda humanitaria les llega por medio de estos señores de la guerra. Entonces, ¿por quién votarán en las elecciones parlamentarias? Se dice que Karzai intenta formar el primer grupo político no sectario del país, junto con el hermano de Ahmed Shah Masood, líder tajik asesinado dos días antes de las atrocidades del 11 de septiembre en Estados Unidos. Y las loga jirgas tienen su utilidad. Aunque de ninguna manera eran dóciles con ellos, los británicos las emplearon para mantener su dominio en Afganistán a fines del siglo XIX y durante el XX. El presidente Nadjibullah, que fue derrocado y después estrangulado por los talibanes en 1996, persuadió a dos loya jirgas para mantenerse en el poder. Así pues, con dinero de Washington que lo respalde, Karzai tiene una buena probabilidad de seguir al frente de Afganistán... al menos por el momento.