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Medio Oriente

Cachemira, sólo una distracción

Robert Fisk

¿Qué mejor forma de distraer al ejército paquistaní para que no apoye la "guerra al terror" de Estados Unidos que promover una vez más una guerra en Cachemira?
Sea que los misteriosos santones "hindúes" que resultaron ser asesinos en los barrios bajos de Jammu, la noche del sábado, hayan sido pistoleros islamistas o no, existe en Pakistán la creciente sospecha de que los partidarios de Osama Bin Laden estarían más que contentos de provocar otra crisis en India si con ello alivian la presión sobre Al Qaeda en la frontera paquistano-afgana.
En las dos semanas pasadas ha habido dos importantes batallas en los territorios tribales de la frontera afgana entre tropas paquistaníes y milicianos de Al Qaeda, y en la última cuatro islamistas, al parecer todos procedentes de Chechenia, fueron muertos a tiros cerca del puente Jarma, en Kohat.
También perecieron un policía y un soldado paquistaníes. Las autoridades de Islamabad han alardeado de que sus fuerzas paramilitares han penetrado en ciertas áreas de los territorios tribales semiautónomos de la frontera por primera vez en 100 años, afirmación que probablemente dice tanto de los últimos días del Imperio Británico como del Pakistán moderno.
Sin embargo, Al Qaeda sabe que estas batallas son alentadas por la FBI estadunidense, cuyos oficiales apremian a los paquistaníes a avanzar aún más en las hasta ahora intocadas zonas tribales pashtunes, cuyo gobierno se ha confiado siempre a los jefes locales. En días recientes, informes confiables han descrito la forma en que ciertos tribeños del interior de Pakistán han sido copados por fuerzas especiales estadunidenses, que de hecho los secuestran para llevárselos a interrogarlos en Kandahar.
Poco sorprende, entonces, que Al Qaeda quiera devolver el golpe. Al lanzar una nueva escalada de guerrillas y matanzas en la vieja línea de control de Cachemira, los islamistas pueden lograr varios objetivos. Pueden obligar al presidente Pervez Musharraf a retirar sus tropas de la frontera afgana para reforzar al ejército en el frente con India, en el extremo opuesto, y una vez más desviar la mirada del mundo de las batallas guerrilleras en Afganistán.
Y lo más importante de todo, pueden obligar a Washington a prestar más atención a los peligros de un enfrentamiento nuclear entre India y Pakistán que a su continua y muy poco exitosa campaña en Afganistán.
Al mismo tiempo, el resurgimiento de la violencia en Cachemira recuerda a 150 millones de paquistaníes la herida más dolorosa de la nación, que ha sido fuente de constantes humillaciones. El más reciente remiendo constitucional realizado por Musharraf -junto con su constante apoyo a Estados Unidos- ha creado renovada indignación en las ciudades del país. La matanza de 24 civiles por agresores disfrazados de santones sólo puede quedarse grabada en la mente de aquellos que pierden la fe en Musharraf, para no hablar de los extremistas religiosos musulmanes que siempre han sido sus opositores.
De seguro no es coincidencia que el ataque se produjera en el momento mismo en que oficiales de inteligencia indios y estadunidenses concluían en Washington dos días de pláticas sobre "contraterrorismo" en la quinta conferencia de su tipo, que concluyó con un acuerdo de ambas partes para "intensificar el intercambio de información y las acciones coordinadas en persecución de los restos (sic) de los miembros de Al Qaeda y grupos terroristas asociados".
En realidad, todo grupo islámico militante puede considerarse parte de Al Qaeda si lo desea -la "fundación" de Bin Laden no es una institución formal cuyos miembros deban estar inscritos-, si bien esto no se entiende aún con claridad en Estados Unidos.
Por lo tanto, la matanza del sábado servirá para recrear todas las viejas ambigüedades: India y Pakistán tendrán que simular que están más interesadas en aplastar el "terrorismo" en Afganistán que en poner fin a la disputa de Cachemira, mientras los estadunidenses -ansiosos de estimular la continuación del respaldo de ambas partes a su lucha contra Al Qaeda- tendrán que fingir estar más interesados en Cachemira que en su "guerra al terror". Todo lo cual será buena noticia para Osama Bin Laden.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya