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Medio Oriente

26 de mayo del 2002

Del genocidio fascista israeli a la heroica saga palestina

Miguel Urbano Rodrigues
resistir.info  
El genocidio de los palestinos será recordado en los siglos venideros como mancha repugnante en la historia de la humanidad.  
Menos transparente es otra realidad. La creación del Estado de Israel, responsable de la tragedia que motiva esta Conferencia de Solidaridad, se ha basado en mitos que han distorsionado la historia.  
La acumulación y difusión de esos mitos figura en el origen de situaciones, actos políticos y crímenes que hicieron posible, al iniciarse el siglo XXI, la repetición de una monstruosa agresión a la civilización: el Estado construído por víctimas del holocausto nazi concibe y ejecuda un moderno holocausto.  
Una pirámide de falsedades y mentiras alumbra el camino que llevó a masacres como las de Sabra, Shatila y Jenin.  
En su origen se encuentra el mito originario, el más trabajado, aquél que dinamizó el movimiento de regreso de los judíos a la «Tierra Santa de los ancestrales».  
La aplastante mayoría de los israelíes que viven hoy en el Estado de Israel y se asumen como judíos no descienden del pueblo que invocan. Ni eso sería posible. La diáspora judía, palanca de las tesis de Theodor Herzl que han defendido el «regreso a la patria perdida», fue montada sobre una inverdad histórica.  
Jerusalén era una pequeña ciudad cuando, por dos veces, sus vecinos, casi todos judíos, fueron expulsados por los romanos. Ellos no pasaban de algunos miles de hombres, después de la rebelión aplastada por Tito, en el año 70. El emperador Adriano, en el siglo siguiente, arrasó totalmente Jerusalén para castigar una nueva insurrección. Los judíos sobrevivientes a la matanza, deportados del país, eran pocos.  
No hay milagros en la multiplicación de los seres humanos. Vemos hoy los askenazi, llegados de Alemania, Polonia, Rusia y Europa Occidental, los comparamos con los sefarditas, que emigraron de países musulmanes, y todo en su aspecto físico es diferente, lo que denuncia orígenes étnicos disímiles. Pero en unos y otros el porcentaje de sangre hebrea, después de los mestizajes ocurridos en tantos siglos, es mínimo. Los primeros, desde luego, tratan con soberbia a los segundos, considerándolos inferiores.  
?Y los judíos negros de Etiopía y de otros países africanos?  
Es la religión de los antepasados que establece el puente mítico del judaismo entre esas comunidades y la supuesta patria de origen.  
?Pero acaso será hoy la religión el denominador común aglutinador de la nación que se dice descendiente de Abraham?  
La respuesta es negativa. Gran parte de los israelíes de Isreal no practican actualmente la religión judaica y sus convicciones religiosas son por lo menos débiles.  
La tradición, el culto de los antepasados, el acervo de una cultura defendida con tenacidad, la herencia simbolizada por la Biblia, es decir el Antiguo Testamento -ahí están las raíces del sionismo y la explicación de la especificidad contradictoria de un Estado confesional cuyos hijos dudan en gran porcentaje de la existencia de Dios.  
Lo incuestionable es que los antepasados de los palestinos árabes llegaron a Palestina hace unos 5000 años, subiendo de la Península Arábiga, mucho antes que las primeras comunidades hebreas. Tenían un común origen semita; unos y otros se decían descendientes de Sem y hablaban idiomas que aún hoy presentan grandes afinidades. Los primeros se mezclaron rápidamente con las tribus que poblaban la región; los segundos mucho menos.  
El proceso de mestizaje de los antiguos palestinos fue tan complejo que la propia palabra Palestina deriva de los filisteos, descendientes de los llamados Pueblos del Mar, invasores arianos y no semitas.  
No cabe aquí acompañar la historia de los primitivos hebreos y sus aventuras desde el Nilo al Eufrates, pasando por las riberas del Jordán. Encontramos una síntesis muy interesante en el libro de Ernesto Gómez Abascal, que fue embajador de Cuba en Siria y Jordania (1).  
Lo que sí me parece útil recordar es que la agresividad genocida del Estado de Israel encuentra un precedente en la agresividad expansionista de los judíos que regresaron de Egipto. Actuaban entonces por mandato divino, como «pueblo especial». Según el Antiguo Testamento, Jehová informó a Moisés que de los hebreos sería todo el territorio desde el desierto hasta el mar y el Eufrates, es decir, Palestina, Líbano, Siria y parte de Irak, el hoy llamado Creciente Fértil.  
?Cómo intentaron hacerse dueños de tan ampla y poblada región?  
El libro de Josué les iluminó el camino. «Cuando hayais pasado el Jordán, entrando en la tierra de Canaan, echareis delante de vosotros a todos los moradores del país, y destruireis todos sus ídolos de piedra, y todas sus imágenes de fundición, y destruireis todos sus lugares altos; echareis a los moradores de la tierra y habitareis en ella, porque yo os la he dado para que sea vuestra propiedad (cap.33,vers 50 al 53). Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu dios; Jehová tu dios te ha escogido para ser un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra (cap.7,vers.6).Y destruyeron a filo de espada todo lo que en la ciudad había; hombres y mujeres, mozos y viejos, hasta los bueyes, las ovejas y los asnos » (cap.8,vers 24 y 26 ) (...). Subió luego Josué y todo Israel con él, de Eglon a Hebron y la combatieron (...) todo lo que tenía vida mató, como Jehová, dios de Israel se lo había mandado .» (cap.10,verss 34 y40).  
Compañeros:  
No han faltado a Ariel Sharon, como se verifica, fuentes bíblicas de inspiración. Jehová no tenía nada de humanista; era un dios violento, racista, que hacía de la guerra la palanca de la historia.  
La agresividad actual de los dirigentes israelíes no es por lo tanto un fenómeno circunstancial. Tiene raíces antiquísimas. El movimiento sionista nació agresivo en una época en que contó con la simpatía de la intelligentsia europea, justamente indignada con el antisemitismo que se expresaba en los repugnantes pogroms de Polonia y Rusia.  
A fines del siglo XIX, en Palestina, todavía bajo dominio turco, el 91% de la población era de árabes palestinos. Los judíos, de inmigración reciente, no pasaban de 50 000. El 99% de las tierras pertenecían a los campesinos árabes. Pero los pioneros del sionismo ya proyectaban el futuro Israel. Theodor Herzl en su libro «El Estado Judio», de 1896, escribe: «en Basilea he fundado el estado judío (si hoy dijera esto en voz alta, todos me responderían con una carcajada). Tal vez en cinco años, y desde luego dentro de cincuenta, todo el mundo lo sabrá».  
En 1914, Chaim Weizman, que sería el primer presidente de Israel, escribió en sus memorias: «En la actualidad somos un átomo, pero podemos decir razonablemente que si Palestina cae en la esfera de influencia británica, y si Gran Bretaña alienta el estabelecimiento de un estado judío allí, en tanto que dependencia británica podremos contar, en un período de 25 o 30 años, un millón de judíos cuanto menos, los que se encargarán de formar una guardia efectiva para el Canal de Suez.»  
Weizman tenía los dones de los antiguos profetas. Pero no podía entonces imaginar que al decadente imperio británico le sucedería el vigoroso y más agresivo imperio norteamericano y que el Estado de Israel, concebido por él, se transformaría en el perro guardián de EE UU para todo el Medio Oriente.  
En términos históricos, Israel tuvo el camino abierto por una decisión del gobierno británico al crear, mediante la famosa Declaración Balfour, el llamado Lar Nacional Judaico.  
Transcurrido más de medio siglo sobre la Partición de Palestina, cuyo plan fue aprobado por las Naciones Unidas, el Estado de Israel es una realidad. Los revolucionarios palestinos no contestan esa evidencia. Los cinco millones de israelíes que viven hoy en el Estado judaico allí implantado no son responsables de las políticas criminales que hicieron posible su formación. Israel no puede ser borrado del mapa, por mas monstruosos que sean los crímenes de sus actuales dirigentes y de los fundadores.  
Ahora bien, la solidaridad con la Palestina árabe exige el desmontaje del edificio de mentiras históricas montado por el sionismo y el imperialismo para intentar justificar lo injustificable.  
Genocidios como los de Shabra y Chatila y el recientísimo de Jenin no han sido tragedias aisladas.  
En los últimos años del mandato britânico las organizaciones terrroristas israelíes Haganah, Irgún e Stern han cometido inumerables crímenes en una escalada de violencia dirigida contra los árabes palestinos, entonces ampliamente mayoritarios. Según el censo del 46, los árabes palestinos residentes eran 1 237 000 y los judíos solamente 608 000. Al tiempo que no más de 8% de las tierras pertenecían a los segundos. El Plan de partición atribuyó sin embargo al futuro estado judío 56% del territorio.  
?Qué ocurrió? Los israelíes ocuparon por la fuerza 75% del territorio, inviabilizando la creación del Estado Palestino. Cuando la ONU se disponía a fiscalizar el cese del fuego, el grupo terrorista Stern asesinó en Jerusalén al conde Bernadotte, secretario general de la organización. En tiempo brevísimo 400 000 palestinos fueron expulsados de sus tierras. Casi 500 aldeas han sido arrasadas en una orgía de barbarie. En horas la Irgun masacró 254 palestinos en la aldea de Deir Yasin. Crear el pánico, vaciar la Palestina de árabes era el objetivo de esas acciones terroristas.  
Menahem Begin, más tarde primer ministro, comentó a su manera la matanza por él comandada : «No solo la masacre estaba justificada sino que el Estado de Israel no existiría sin esta victoria» ( 2).  
Bajo esa apología del genocidio transparece la política que Yossef Weitz, dirigente del Fondo Nacional Judío, condensó en una sentencia monstruosa: «Entre nosotros debe estar claro que no existe espacio para dos pueblos en este país(...) No hay otra vía que no sea la transferencia de los árabes a los países vecinos, el traslado de todos ellos; ninguna aldea, ninguna tribu debe permanecer aquí (3).  
Tres guerras con Estados vecinos irrumpieron desde la creación de Israel. Una resolución de la ONU, la más importante de todas sobre la región, la 242, del 22 de noviembre de 196, intimó Israel a devolver los territorios ocupados por las armas. No fue cumplida. Lo mismo pasó con las resoluciones relativas al regreso de los refugiados palestinos a las tierras de que fueron expulsados .  
La posicion israelí sobre esos problemas fundamentales la encontramos sintetizada en un cínico comentario de Golda Meier :«?Cómo vamos a devolver los territorios ocupados ? No hay nadie a quien devolverlos. No hay tal cosa llamada palestinos» (4) La história más reciente es mejor conocida.  
Si hay una palabra que defina bien los hechos que en las últimas décadas han tenido por escenario Palestina es la palabra tragedia .  
El estado liderado por el señor Ariel Sharon no renuncia al cumplimiento de las profecías de la Torah que apuntan el camino de la barbarie para edificar Eretz Israel, o sea, el Gran Israel.  
En Tel Aviv las tácticas y el discurso político han cambiado al sabor de la circunstancia y del perfil del ocupante de turno de la Casa Blanca, siempre el gran aliado. Pero el objetivo de aniquilar la nación palestina se ha mantenido como meta estratégica permanente.  
La primera Intifada había demostrado muy claramente que el pueblo árabe de Palestina no renuncia al derecho inalienable de construir su propio futuro como nación independiente y soberana en lo que resta de los territorios poblados por sus antepasados muchos siglos antes de la llegada de las primeras tribus de hebreos.  
Los Acuerdos de Oslo, vistos por la comunidad internacional como camino para una paz definitiva, hicieron renacer la esperanza de una solución aceptable a la vez para palestinos y israelíes. Habría, claro, que cumplirlos. Mas esa nunca fue la intención de los gobernantes israelíes.  
La comparecencia exhibicionista, de pura provocación, de Ariel Sharon en la Explanada de las Mezquitas, en la vieja Jerusalén, señaló el inicio de la Segunda Intifada y de la actual escalada genocida contra el pueblo árabe de Palestina.  
Ni la imaginación de un Sófocles o de un Shakespeare concebió tragedia comparable por su horror a la que se abatió sobre las ciudades y aldeas de los territorios bajo gobierno de la Autoridad Nacional Palestina. Los bombardeos diarios de pueblos y barrios urbanos, de las estructuras básicas como escuelas, hospitales, viviendas, tiendas, industrias, servicios de luz, agua y comunicaciones, el asesinato de mujeres y niños, el cerco de las oficinas de Yaser Arafat en Ramallah, matanzas colectivas como la de Jenin -- esa acumulación de crímenes terroristas será recordada como ejemplo de la barbarie de raíz fascista de un Estado confesional, responsable de una de las páginas más repugnantes de la historia de la humanidad.  
James Petras encuentra para Jenin, como analogía, la destrucción del guetho de Varsovia por las SS de Hitler. A Jose Saramago la aldea palestina eliminada le trae a la memoria Auschwitz, otro paradigma de la locura asesina nazi.  
A mí, Jenin me hace recordar a ambos. El buldozer Sharon, como ya lo llaman, es, por los métodos y la ideología, un discípulo eficiente de Hitler .  
Creo enunciar una evidencia al afirmar que a todos nosotros aquí reunidos en México, la angustia y la indignación nacidas del genocidio de la nación Palestina son agravadas por la conciencia de que ese crimen de lesa humanidad no sería posible sin la complicidad y el apoyo ostensivo de los EE UU.  
Por si solo Ariel Sharon no tendría condiciones mínimas para desarrollar su plan de destrucción de Palestina. Sus crímenes cuentan con el respaldo de Washington, mejor dicho, del sistema de poder que gobierna EE UU, un sistema cuya estrategia de dominación mundial deja percibir la aspiración a la dictadura militar planetaria, o sea, una amenaza global a la humanidad.  
Los pueblos condenan con firmeza creciente el genocidio palestino. Pero la matanza prosigue. Crece a más de 3 mil millones de dólares anuales la ayuda norteamericana al Estado asesino de Ariel Sharon. La pasividad de los gobiernos de la Unión Europea ante la matanza es otra indignidad. Dicen lamentarla, pero su actitud es de sumisión a la estrategia de EE UU que transformaron el Consejo de Seguridad de la ONU en dócil instrumento de su política imperial.  
La íntima alianza entre la extrema derecha israelí y el gobierno norteamericano contribuye a evidenciar el significado internacionalista y humanista de la lucha heroica del pueblo árabe de Palestina. Esa pequeña y valiente nación, al resistir con firmeza homérica a la tentativa de holocausto contra ella comandada por los hijos y nietos de las víctimas del holocausto nazi de la Segunda Guerra Mundial, esa Palestina de raíces milenarias asume en realidad la defensa de valores eternos de la humanidad.  
!Palestina resiste! Su pueblo sobrevive y se multiplica bajo la metralla del fascismo israelí. Según un estudio prospectivo de la Universidad de Haifa, en el año 2020, la población total de Israel, Cisjordania y Gaza será superior a 12 millones. De ese total, 58% serán entonces palestinos. De mayoría que son todavía los israelíes, habrán pasado a minoría.  
Siento orgullo recordando que ha sido permanente, fraternal e incondicional a lo largo de los años la solidaridad de los comunistas portugueses con el pueblo revolucionario de Palestina. Al reafirmarla calurosamente quiero expresar nuestra confianza en la certeza de la victoria de la causa de ese pequeño gran pueblo que hoy combate por toda la humanidad.  
!Palestina vencerá !  
Notas  
(1) Ernesto Gomez Abascal, Palestina -Crucificada la Justicia?,Editora Politica,La Habana,abril de 2002-05-11  
(2) Ob ctda ,pag 203  
(3) Idem,pag 32  
(4) Idem ,pag 54