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Medio Oriente

18 de abril del 2002

"No los van a quebrantar" - Carta abierta a Ariel Sharon

Breyten Breytenbach
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Señor,
Usted no me conoce. No hay razón por la que me debiera conocer y pocos motivos por los que debiera escuchar algo que alguien como yo tenga que decirle. Por si le interesa, soy un escritor nacido en Suráfrica, que ahora vive y trabaja en el extranjero. Como escritor, me siento profundamente consciente de la necesidad de mantener las palabras libres de todo el lastre causado por la provocación de emociones fáciles. Es lo que hacen las comparaciones a la ligera- anulan el entendimiento de la complejidad con un ataque de indignación, excitando las gargantas y tiñendo al adversario con condenas indirectas. El apartheid no fue el nazismo, aunque decirlo de esa manera fue una consigna impactante. Y las políticas perpetradas actualmente por las fuerzas israelíes contra el pueblo palestinas no debieran ser identificadas con el apartheid. Cada uno de esos procesos y sistemas son suficientemente perversos para merecer una descripción exhaustiva de su propia singularidad histórica.
Y a pesar de eso, todo es demasiado familiar. Las suposiciones en las que usted basa sus acciones son racistas. Como fue el caso con el régimen surafricano, los métodos por los que ustedes esperan subyugar al enemigo consisten de fuerza y derramamiento de sangre y humillación. Usted piensa cínicamente que puede salirse con la suya mientras halague los supuestos intereses vitales de Estados Unidos. No creo que a usted le importen en realidad un bledo los intereses de EE.UU.
Su sosia, Netanyahu, emplea esa burda propaganda más abiertamente. Pero usted también, al hacerse eco del Presidente de EE.UU., que describe a cualquier "otro" como terrorista, ha demostrado que usted toma al resto del mundo por imbéciles. Seguro, no todos estamos de acuerdo conque el bien principal en el mundo sea la codicia del petróleo barato de EE.UU., y que por lo tanto se espere que adhiramos a la inviolabilidad de los regímenes corruptos en la región.
Se ha afirmado descaradamente, una y otra vez, que toda crítica de las políticas de Israel es una expresión de antisemitismo. Se cree que con esa aseveración se acaba toda la discusión. Desde luego, rechazo ese intento de censura realizado al descalificar así la base del debate. La cuantía del sufrimiento -sea el de los tutsis, de los kurdos, los armenios, los vietnamitas, los bosnios, o de los palestinos- no puede conferir inmunidad contra críticas. Ninguna referencia a algún Gran Israel ostensiblemente sacrosanto puede esconder el hecho que sus asentamientos son colonias armadas construidas sobre tierras robadas desvergonzadamente a los palestinos, enquistadas como llagas en su carne, o nidos de francotiradores, con el propósito de frustrar o anular toda posibilidad de un estado palestino. No puede haber paz a través de la aniquilación del otro, igual como no hay un paraíso para el "mártir".
¿Por qué debiéramos mirar hacia otro lado cuando es Israel el que está cometiendo crímenes? Un estado viable no puede ser construido sobre la base de la expulsión de otro pueblo que tiene tanto derecho al territorio como ustedes. A largo plazo, sus políticas inmorales y miopes debilitarán aún más la legitimidad de Israel como estado. En su calidad de provocador, cruel y a sangre fría, usted se distingue entre sus pares. En sus obstinados intentos de subvertir previos acuerdos y de echar por tierra la posibilidad de paz - exceptuando la paz de los cementerios y del exilio - basados en la premisa de la "trasferencia total" o de la desaparición de la entidad palestina- usted está provocando una tormenta en la región. Queda por ver si los gruñidos de sus mandantes en Washington afectará su campaña de deliberado terror y de destrucción sin sentido - o si no es más que una cortina de humo detrás de la cual se pueda alinear mejor la guerra del "mundo libre" contra el "terrorismo" - y por la dominación de los recursos y un control global de los mercados, del petróleo barato y de la "democracia".
Recientemente visité por primera vez los territorios ocupados. Y sí, temo que pueden ser razonablemente descritos como semejantes a los bantustanes - reminiscencias de los guetos y de los campos de miseria controlados que se conocían en Suráfrica. Los pocos días que pasé allí me dejaron con impresiones poderosas pero conflictivas. Lo inextricablemente ligados que están sus pueblos. Las piedras por doquier. La topografía de nombres familiares por la Biblia. La hermosa luz. Los intentos de hacer que se vea como Suiza plantando coníferos desplazados. La inhospitalidad de la tierra, excepto por las exuberantes planicies de la costa. Lo terriblemente tristes que son las aldeas. Las luces verdes en las mezquitas y todas las habitaciones sin terminar.
La fealdad de la arquitectura. La estupidez de la ocupación de ustedes - todas esas rutas de circunvalación iluminadas, construidas para el uso exclusivo de colonos y ciudadanos israelíes. La hosca mezquindad de sus puntos de control, que tienen poco que ver con seguridad y mucho con las primitivas ansias de humillar, acosar y llevar a una furia insana a una población ocupada. La extrema juventud de sus soldados. La falta de misericordia con la que ustedes destruyen la economía palestina. La antigua venganza: el aplanamiento de casas, la destrucción de olivares. Los muros de Berlín alrededor de sus asentamientos en Gaza (y detrás de ellos extensiones universitarias, institutos de investigación, hoteles con conexiones estadounidenses, campos de golf), y luego los escombros de los vecindarios palestinos que se ven como Ground Zero.
La vivacidad de los intelectuales y artistas sitiados en Ramala -discutiendo, riéndose de sus propias dificultades. Como todos dicen: "No queremos ser héroes, no queremos ser víctimas, sólo queremos tener vidas normales". Su sardónica desesperación. La visita a Yasir Arafat, un zorro en su madriguera, sus manos amarillas, céreas, agarrándose de los clichés vacíos de "la paz de los valientes" y "la conciencia de la comunidad internacional". Y un abogado de los derechos humanos afirmando: "Le agradecemos dos cosas a Sharon: unió a todas las facciones palestinas y nos quitó cualquier opción fuera de resistir". Más tarde, el mismo hombre perseguido, fumando un cigarrillo tras otro, cubierto ya con el sudor de la muerte, dijo amargamente que la represión ha penetrado la piel de la gente, y que ahora no tienen otra cosa para defenderse con la excepción de su piel. De ahí las bombas humanas. Usted no ha roto el espíritu del pueblo palestino. Están ahora más resueltos que nunca a construir un estado. Sabían que venía un nuevo ataque, sabían que usted estaba haciendo un juego de flirteo con el General Zinni. También saben que, ya que ahora usted los ha hecho más fuertes, deberá golpear más duro y más profundo, porque usted se ha metido en un lío de su propia fabricación. Como Bush en su cruzada contra los infieles y los desobedientes, usted tiene que acelerar su distensión de la ética pública internacional. Saben que nada de lo que puedan hacer puede calmarlo, si no zozobran. Ellos temen que usted tendrá que exacerbar el crimen contra la humanidad que está cometiendo, que usted podrá ciertamente destrozar sus esperanzas de un estado secular, moderno y democrático, responsable ante su población, e inflamar el mal entre ellos. También saben que esto dividirá y debilitará profundamente a Israel.
Pero a usted no le importa, ¿no es cierto?
Es lo lastimero y es lo horrendo.
15 de abril de 2002
Breyten Breytenbach fue recientemente parte de una delegación del Parlamento Internacional de Escritores a los territorios palestinos ocupados. Nació en 1939 en Bonnievale en la provincia del Cabo en Suráfrica. Es pintor, y escribe poesía y novelas en afrikáans. Fue un enérgico oponente de la política racial de su país y rechazó totalmente el concepto del apartheid, como se ve en Gangrena, escrito en1969. Estuvo encarcelado entre 1975 y 1982, y relató su experiencia en poemas, cuentos y novelas. Después de vivir en el exilio en Francia durante un tiempo, volvió a Suráfrica y publicó Return to Paradise: An African Journal en 1992.
(C) International Parliament of Writers