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Medio Oriente

Veteranos y jóvenes palestinos se disputan el liderazgo

La lucha por la sucesión de Arafat
De frágil liderazgo, hace apenas unos meses el presidente palestino Yasser Arafat emergió de la sombra imponiéndose como un símbolo de resistencia, asediado por el ejército israelí en dos despachos de su cuartel general de la localidad cisjordana de Ramalá. Pero Israel no es el único que piensa en Arafat. También le genera desconfianza al presidente estadounidense George W. Bush, que le acusó de "haber traicionado las esperanzas de su pueblo", y entre los propios palestinos algunos lo tildan de frágil y otros de intransigente, en medio de intestinas luchas por el poder para ver quién lo sucederá. Los países árabes, que defienden en su totalidad la causa palestina, tampoco quieren cargar con el fardo de un viejo y polémico Arafat que podría poner en peligro sus intereses nacionales.
Acostumbrado a salir vencedor de casi todas las pruebas que atravesó durante su dilatada vida de combatiente, el veterano y enfermo líder de 72 años, se niega a claudicar y recalca que antes de exiliarse prefiere morir como un mártir por su sueño dorado: la creación de un Estado palestino.
No está solo en esta aventura de Ramalá. La comparte con unos cuantos lugartenientes, guardaespaldas y una treintena de pacifistas occidentales que forman un auténtico "escudo humano".
Acorralado por tanques y blindados, lo que restringe casi a la nada su capacidad de actuación política, la imagen moral del líder palestino se ha reforzado, como en sus mejores tiempos.
La idea inicial del primer ministro israelí Ariel Sharon, cuando a principios de diciembre decidió confinarle en sus oficinas de Ramalá, era deslegitimar al presidente palestino, a quien calificó de "enemigo de Israel y del mundo libre". Y si fuera posible deshacerse de él, como en 1982 durante la invasión de Líbano. Recientemente el premier judío lamentó no haberle "liquidado" por aquel entonces.
Es probable que tampoco pueda hacerlo ahora. La presión de la comunidad internacional y de Estados Unidos, e incluso dentro de su gabinete, la del ministro de Relaciones Exteriores, Shimon Peres, y del titular de Defensa, Binyamin Ben Eliezer, se lo impide. El ministro israelí de Seguridad Interior, Uzi Landau, afirmó que "el único compromiso era no matarle" durante esta operación.
Por eso Sharon le propuso un billete "de ida" sin retorno, que Arafat se apresuró a rechazar diciendo que prefería morir.
De todas formas, el destierro de Arafat plantearía problemas al gobierno israelí porque se quedaría sin interlocutor válido para reanudar más tarde las negociaciones con los palestinos, que estarían sumidos en la división y la lucha interna por el poder.
Su muerte sería contraproducente, en términos políticos, ya que le convertiría en un verdadero héroe nacional.
Pero eso en las últimas semanas muchos se preguntan si existe realmente una alternativa para Arafat. ¿Quién podría suceder al "padre del pueblo palestino"?
Los posibles aspirantes se pueden separar en dos categorías: los políticos veteranos y los de la nueva generación. Entre los primeros se encuentra Mahmoud Abbas, el número dos de Arafat y una de las figuras clave durante los Acuerdos de Oslo en 1993.
Sus contactos con la izquierda israelí le otorgaron el calificativo de "pacifista" y gran respeto en Washington. Introspectivo, sin carisma y relegado últimamente a una posición secundaria, Abbas no cuenta con mucho respaldo popular en la Franja de Gaza ni en Cisjordania, donde muchos lo consideran demasiado conciliatorio con Israel.
Otro de los políticos de larga data es Ahmed Kore, el vocero del Consejo Legislativo Palestino desde 1996 y ex negociador con los israelíes. Según la Constitución palestina, sería él quien debería reemplazar interinamente a Arafat en caso de que éste muriera. Pero como la Constitución nunca fue ratificada, las reglas no son claras. Por otra parte, el pueblo palestino lo considera un aristócrata sin "pasado guerrero", y pertenece a una rica familia de Abu Dis.
Por último, entre los veteranos está Farouk Kaddoumi, el "canciller" de la Organización de Liberación Palestina (OLP), que nunca regresó a los territorios ocupados desde su exilio en Túnez. Se trata de un militante antiisraelí, opuesto al proceso de paz, pero que tiene gran peso en los campos de refugiados y entre los que aún permanecen exiliados.
Los tres son hombres leales a Arafat, con gran trayectoria, pero se hallan a un paso del ocaso político por su avanzada edad.
En la nueva camada hay tres funcionarios con posibilidades.
Cuando era un líder estudiantil durante la primera intifada, Mohammed Dahlan fue deportado por Israel. Hoy, Dahlan, 41, es el jefe del Servicio de Seguridad Interna en la Franja de Gaza, uno de los hombres de mayor confianza de Arafat y con influencia entre los jóvenes que reclutó para las filas de su partido, Fatah.
Por su parte, Jibril Rajoub, 48, que encabeza el Servicio de Seguridad Interna en Cisjordania, ha participado en las últimas negociaciones de paz mediadas por Estados Unidos, a la vez que goza de gran respeto entre la población palestina por haber pasado por las cárceles israelíes como consecuencia de su lucha callejera.
Por último, Marwan Barghouti, 42, ha tenido una carrera en ascenso por su activa participación en la primera y en la actual intifada. Hijo de agricultores, hoy es el jefe de la milicia Tanzim, brazo armado de Fatah, y tiene mucho respaldo popular, sobre todo en Ramalá. La cúpula de la OLP, sin embargo, no le tiene mucho aprecio.
"No existe un claro sucesor de Arafat. Ninguno cuenta con la combinación clave de trayectoria, apoyo popular y respaldo exterior opinó David Mack, vicepresidente del Instituto de Medio Oriente, en Washington. Por lo tanto, alcanzar un acuerdo de paz hoy sin Arafat no es creíble" .
En octubre, un informe del instituto pronosticó dos escenarios posibles sin Arafat en el horizonte. El más optimista, sería que el movimiento palestino se fracture y que Israel negocie por separado con cada una de las entidades palestinas --en Gaza, Cisjordania y los refugiados en Jordania--, como no le ha resultado posible hacerlo con Arafat.
El más pesimista, dejaría el vacío de poder presa de los fundamentalistas islámicos como Hamas y la Jihad Islámica, con lo cual no habría siquiera proceso de paz. Hoy quedan atrás los acuerdos de Oslo de 1993 y los principios de "dos pueblos, dos Estados" y de "paz por territorios", iniciativa que le valió a Arafat el premio Nobel de la Paz en 1994, junto con el entonces primer ministro Yitzhak Rabin. *


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