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Medio Oriente

16 de abril del 2002

El desprecio más profundo

Amira Hass
Haaretz
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

El Presidente de la Autoridad Palestina, Yasir Arafat, es un súper gobernante, piensan los israelíes. Ha estado aprisionado en su oficina durante más de dos semanas. Todos los edificios de su gobierno, incluyendo las prisiones y el aparato de seguridad, han sido destruidos, destrozados, desertados. Todos sus hombres han sido dispersados o están escondidos. Sus conexiones telefónicas están a la merced del ejército israelí y de su equipo de interferencia. El suministro de agua potable en su oficina ha sido cortado, y ni su estatus, ni su edad, ni la gran cantidad de gente que lo acompaña, son razones suficientes para que se repare el daño, es decir el daño causado por los tanques y los bulldozers israelíes al sistema de agua en el área de su complejo administrativo.
Sin embargo, sigue siendo responsable por los dos mortíferos ataques terroristas realizados recientemente -uno por un grupo islámico de oposición, y el otro por las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, que están ligadas a Fatah. En otras palabras, si hubiera querido, podría haberlo impedido según la opinión israelí.
Una idea semejante del gobernante palestino no podría haberse establecido de esta manera, si no fuera por la actitud de desprecio hacia los palestinos, si no fuera por la premisa de que son un rebaño que sólo precisa el cayado de un pastor. Este profundo desdén fue expresado regularmente por los portavoces militares durante la semana pasada, al pretender que fueron los palestinos los que no quisieron evacuar los cadáveres de sus muertos (y ofrecer ayuda a los heridos) del campo de refugiados de Jenín- con fines de propaganda en el extranjero.
Una semejante declaración se basa en dos suposiciones respecto al público palestino: que el personal médico palestino, doctores, enfermeros y tripulaciones de las ambulancias, no toman en serio su juramento y su obligación de salvar vidas; que no se preocupan por su propia gente (ya que, después de todo, muchos de ellos tienen parientes y amigos en el campo de Jenín, y en todos los demás sitios de Cisjordania donde la ayuda sanitaria no llegó a tiempo).
Los equipos médicos palestinos, según los anuncios del ejército israelí, no tienen que temer críticas sociales y familiares por no cumplir con su labor, y no tienen que considerar esas críticas y sus propios sentimientos. Estaban, después de todo, guiados por "consideraciones de propaganda" más trascendentales, para el día después de la guerra. Los palestinos, según el ejército israelí, también desprecian la costumbre musulmana de enterrar inmediatamente a sus muertos.
La Cruz Roja, la UNRWA (la Agencia de la ONU para la Ayuda y el Trabajo para los Refugiados Palestinos en el Oriente Próximo), los representantes de UNSCOT [Oficina del Coordinador Especial de la ONU en los Territorios Ocupados], el representante del Banco Mundial, tienen pruebas de peso de sus repetidos esfuerzos para que les permitiera, a ellos y a las ambulancias de la Media Luna Roja, que ingresaran al campo (o a la Ciudad Vieja de Nablus, o al complejo de Arafat).
Pero en el terreno, incluso cuando hay coordinación a alto nivel, los disparos desde posiciones o de los tanques israelíes impidieron que las ambulancias se acercaran, o la detención del personal de una ambulancia y su liberación sólo varias horas más tarde, frustró la misión de rescate inmediato.
La semana pasada, Israel habló sobre pasos morales y humanitarios adoptados en la guerra en el campo de refugiados de Jenín, para no dañar a los civiles. La prueba: los soldados que cayeron en Jenín no hubieran caído si el ejército israelí hubiese lanzado una o dos bombas sobre el campo, y se acabó la historia.
Esta declaración contiene otra suposición sobre los palestinos. No son matados por misiles ordinarios disparados desde helicópteros, y por obuses ordinarios de los tanques, y por disparos ordinarios de las metralletas, y no les temen. Son sólo matados, y es lo único que temen, por las bombas lanzadas desde cazas bombarderos, y el ejército israelí no lanzó bombas semejantes.
En el campo viven unas 13.000 personas en una superficie de cerca de un kilómetro cuadrado; un 42 por ciento son niños, un 4,5 por ciento tienen una edad de más de 65. Incluso si pensamos que no fueron 90 misiles los que fueron disparados al campo cada día durante una semana, sino "sólo" 20, e incluso si suponemos que no fueron 10 tanques los que dispararon y bombardearon simultáneamente, sino sólo dos, ¿no es razonable suponer que fueron matados civiles, y no sólo "terroristas en focos de resistencia"?
El ejército israelí no filmó los resultados de los bombardeos aéreos y de los disparos desde los tanques, y no permitió que fueran filmados. Lo que los fotógrafos de los canales extranjeros de televisión lograron registrar -los cadáveres (sobre todo en Nablus), el dolor de los parientes de los muertos, los numerosos heridos, los ciudadanos matados en los umbrales de sus casas, las ambulancias acribilladas -no fue transmitido aquí, ni se informa al respecto, o fue condensado en unos pocos segundos en antena.
Un gobernante todopoderoso, incluso en condiciones personales infrahumanas bajo el sitio; con sus partidarios resistentes a las balaceras, y con servicios médicos y sanitarios que traicionan constantemente su misión. Ésa es la imagen que los militares y los voceros políticos han tenido cuidado de estampar sobre el público israelí.
Para tener éxito en una campaña militar y política, hay que conocer al enemigo: sus debilidades y sus fuerzas, sus defectos y sus capacidades, su dolor y su felicidad. En su lugar, el enemigo es presentado como una masa unidimensional, ignorante y falta de sentimientos y pensamientos.
Tal vez las mentiras que están siendo difundidas sobre los palestinos durante estos días de guerra expresan en realidad el desprecio que sienten las autoridades israelíes hacia el propio público israelí, y una suposición implícita de que continuará a tragárselas. Eso funcionará siempre con los análisis de inteligencia y evitará los sociológicos, históricos y políticos, y por lo tanto no se preguntará ¿por qué tantos palestinos quieren hacerse estallar y llevarse a otros con ellos y cuántos cientos de miles de palestinos están resistiendo en condiciones intolerables de bombardeos y toques de queda continuos, sin agua, electricidad y alimentos?
http://www.haaretzdaily.com/hasen/pages/ShArt.jhtml?itemNo=152102&contrassID=2&subContrassID=4&sbSubContrassID=0&listSrc=Y