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Medio Oriente

10 de diciembre del 2002

Carta abierta a árabes y musulmanes

Agustín Velloso Santisteban
La última vez que quise visitar las páginas web de Hezbollah y de HAMAS, me di cuenta de que la guerra electrónica estaba en lo más crudo. O bien era re-dirigido hacia páginas del "Ministerio de Defensa de Israel" u otras relacionadas, o bien me encontraba con una corta frase: "acceso prohibido".
Hace un par de días, sin embargo, he visto que las páginas de Hezbollah están de nuevo operativas, aunque no las de HAMAS. Sin esperarlo, me encontré mi artículo "Palestinian Human Bombs, Human Rights and Amnesty International" publicado en www.moqawama.org. No les envié este artículo, aunque sí lo envié a varios medios españoles y extranjeros, algunos de los cuales están situados a la izquierda política, o al menos se presentan como progresistas.
He de hacer notar que este artículo se ha publicado únicamente en el mundo árabe (en Jordania, Al Yawm, en Palestina, páginas web de la Autoridad Palestina, etc.) o en grupos de solidaridad y universitarios en el mundo occidental (página web del CSCA, página web de Norman Finkelstein, etc.); es decir, lejos de los poderosos medios de comunicación.
Esto es quizás una buena muestra de la libertad de prensa en Occidente, así como de la libertad de expresión y la lucha dialéctica entre ideas distintas. Mis conciudadanos se niegan a publicar este artículo, mientras que la gente que ellos dicen que son mis enemigos, los no civilizados, los intolerantes, lo publican sin que yo se lo pida.
Desgraciadamente esto dice mucho también de la incapacidad de las víctimas del tercer mundo a manos del primero de hacer oír su voz y de dar a conocer su caso en éste. También pone en evidencia la incapacidad de sus líderes de hablar en pie de igualdad con los de aquí. Finalmente pone de manifiesto la habilidad de los líderes occidentales para controlar la guerra, tanto en el frente de batalla como en la retaguardia. Pienso que un gran desconocimiento sobre lo que realmente ocurre en el mundo por parte de la ciudadanía de Europa y Estados Unidos, así como su egoísmo feroz y el amor a su cómodo estilo de vida, son los aliados perfectos de sus líderes.
No escribí ese artículo sobre Palestina pensando en los palestinos, los árabes o los musulmanes. Todos ellos han sufrido en sus propias carnes y almas lo que los imperialistas están haciendo en Oriente Medio (aunque no solamente allí) y nada se les puede enseñar al respecto.
Quería que mis lectores fueran mis conciudadanos, otros europeos, pero éstos prefieren seguir ciegos, no quieren oír, no quieren pensar, temen incluso hablar, ni siquiera quieren admitir que en su nombre -y en el de la democracia, la libertad, el nuevo orden internacional- se está matando a miles de personas en Iraq y Palestina.
Con motivo de los sucesos del once de septiembre de 2001 escribí en una modesta revista de solidaridad que "ni siquiera el tremendo ruido de aviones chocando contra sus rascacielos los ha despertado". Parece que su exacerbado egoísmo impedirá que algo sea capaz de hacerlo. Lejos de reflexionar sobre el inmenso daño que están causando a los débiles de la tierra, se preparan a conciencia para incrementar el dolor y la miseria. Y lo hacen con el consentimiento, el silencio y la cobardía de muchos, en contra de la voluntad de algunos, silenciando a los que se oponen.
Creo que la Declaración Universal de Derechos Humanos es aplicable hoy día en toda la tierra.
Añadiría incluso algunos derechos más si ello fuera posible. Sin embargo, mantengo que la Declaración es universal o no es nada. Por eso mismo entiendo sin dificultad que muchos musulmanes y árabes la rechacen en la actualidad, pero creo que no lo harían si se les permitiera disfrutar sus derechos humanos igual que los occidentales lo hacen.
Déjenme que les asegure que muchos occidentales -quizás más de los que creen, aunque no tengan poder alguno- no comparten ni una sola palabra de lo que sus líderes dicen sobre el conflicto palestino, la interminable guerra contra Iraq, el eje del mal, etc. Es más, ni siquiera les creemos como personas, ni les votamos, ni les secundamos en sus actos criminales. Somos conscientes de nuestra responsabilidad en estos tiempos terribles.
Por ello mismo protestamos y rechazamos las políticas de estos líderes; también exigimos que los derechos humanos sean para todas las personas que viven más allá de nuestras fronteras.
Nos manifestamos en contra de sus acciones y las rechazamos por completo cuando y donde podemos.
En este momento lo único que podemos esperar es que se imponga la justicia cuanto antes y en consecuencia llegue la paz. Deseamos que se proteja a los débiles en todo momento y para siempre. Queremos que se juzgue a los agresores por sus crímenes.
Deseo terminar pidiendo perdón por el mal que se ha hecho, el mal que se está haciendo y el mal que se está preparando contra vosotros, especialmente contra los más débiles entre vosotros, los niños y los indefensos.



Agustín Velloso Santisteban es profesor de la UNED.