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Medio Oriente

22 de noviembre del 2002

Ventana sobre Hebrón

Iosu Perales
Rebelión

Hebrón es una ciudad palestina antiquísima, situada a unos 30 kilómetros al sur de Belén. Tras la guerra de 1967, un buen día, un grupo de judíos se inscribieron en un hotel céntrico de la ciudad y se quedaron para siempre. Ellos fueron los pioneros del asentamiento de 400 colonos que hoy se impone en la mitad de la vieja ciudad bíblica donde la mitogología dice que está enterrado el profeta Abraham. Al otro lado de los muros que circundan el asentamiento, 120.000 palestinos se hacinan en los suburbios sin permiso para entrar en el corazón de su propia ciudad, desterrados. Los cuatrocientos judíos viven muy anchos, armados hasta los dientes y protegidos por el ejército, pero ello no impide que padezcan de claustrofobia. El barrio en el que viven se llama Avrham-Avino, un gran búnker de pasos subterráneos. No trabajan, sólo son ocupantes y su única lectura es la Biblia.
Hebrón es el espejo de cómo la religión y la arqueología son un arma política en manos de los judíos. Efectivamente, la leyenda indica que hace cuatro mil años Abraham tras salir de su nativa Caldea anduvo por diversos lugares de Canaan como nómada, para terminar comprando una tumba en Hebrón. Este es uno de los grandes argumentos de los ultranacionalistas judíos para negarse a abandonar una ciudad que jamás fue suya. Según los judíos, en la Cueva de los Patriarcas llamada Majpelá están enterrrados también Isaac, Jacob y sus respectivas mujeres, Sara, Rebeca y Lea. La leyenda judía aún se estira un poco más y afirma que Adán y Eva, tras ser expulsados del paraíso llegaron a Hebrón donde murieron. El caso es que sobre Majpelá se levanta una mezquita con aspecto de fortaleza, llamada de Ibrahim por los palestinos –lo que pone de relieve los nexos entre ambas religiones- y que ha sido sinagoga e iglesia en distintos momentos de la historia. De manera que el mismo lugar es un punto de culto de las dos religiones, pero no precisamente un recinto ecuménico sino de confrontación.
En la Hebrón palestina, garantizados los derechos del pueblo palestino a un Estado propio, Majpelá podría ser un lugar de culto de los judíos a donde llegar como turistas, del mismo modo que palestinos podrían llegar a las mezquitas de Jaffa, ciudad que forma parte del Estado de Israel tras la guerra de 1948. Lo que resulta inaceptable y un hecho provocador es que las creencias religiosas sean excusa para ocupar un territorio ajeno, asentarse en él y expulsar a su población originaria. Los principios históricos de los judíos, derivan de creencias religiosas y de frontreras territoriales bíblicas (o históricas) que según el propio Estado otorga a Israel el mandato divino que recibieron Abraham y Moisés: ocupar y apropiarse de toda la Tierra Prometida. Terrible asunto, fuente de innumerables crímenes de Estado y pretexto de gobiernos formados por auténticos terroristas que no dudan en votar a mano alzada –como en un juramento mafioso que implica todos- la comisión de asesinatos en territorios palestinos.
Si Hebrón es hoy un lugar de odio es gracias a los belicosos colonos que tienen al doctor Baruch Goldstein como el dios al que imitar. De origen norteamericano, Goldstein celebró a su manera la paz entre Arafat y Rabin. Seis meses después de los acuerdos de Oslo, se puso su uniforme de oficial israelí, tomó en sus manos un fusil semiautomático galil y se colocó en un plano elevado sobre la mezquita de Ibrahim. Apuntó en dirección a los fieles palestinos que estaban agachados y de espaldas y vació cuatro cargadores matando a treinta personas antes de morir el mismo. Hoy en día, su tumba, situada en la colonia judía de Kiryat Arbá, es un centro de peregrinación al que no dejan de llegar fanáticos religiosos, entre ellos muchos norteamericanos que rinden culto a las armas. Goldstein es un héroe para los colonos judíos que dominan el centro de la ciudad de Hebrón , paranoicos que crían a sus inocentes hijos en el odio y la venganza. A fin de cuentas Goldstein llevó a cabo lo que cuenta el II Libro de Samuel: "David ordenó a sus servidores que los matasen; les cortaron las manos y los pies y los colgaron cerca de la piscina de Hebrón"
En el otro lado, los palestinos de Hebrón han aprendido a odiar a los judíos. No es de ningún modo extraño que Hebrón sea un punto fuerte del radicalismo islámico.