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Medio Oriente

22 de noviembre del 2002

Siempre un combatiente, siempre un terrorista

Amira Hass
Ha'aretz
Traducido para Rebelión por L.B.

Estas son las reglas de la guerra tal como han sido establecidas a lo largo de los dos últimos años:
Un palestino es un terrorista cuando ataca a civiles israelíes a ambos lados de la Línea Verde (dentro de Israel y en los Territorios Ocupados) y cuando ataca a soldados israelíes acantonados a las puertas de una ciudad palestina. Un palestino es un terrorista cuando una unidad del ejército israelí irrumpe con tanques en su vecindario y el palestino dispara contra un soldado israelí que emerge por un instante de la torreta de su tanque, y es un terrorista cuando es alcanzado por fuego procedente de un helicóptero mientras empuña su rifle. Los palestinos son terroristas tanto si matan a soldados como si matan a civiles.
El soldado israelí es un combatiente cuando dispara un misil desde un helicóptero, o un obús desde un tanque, contra un grupo de personas concentradas en Kahn Yunis, cuando el combatiente o uno de sus compañeros dispara una granada o un misil contra una casa de la que el ejército israelí afirma haber surgido un cohete Qassam y mata a un hombre o una mujer. Es un combatiente cuando encuentra en la maleza a dos palestinos armados. El soldado israelí mata a gente armada y mata a civiles. Mata a comandantes de batallones de terroristas asesinos y mata a bebés y ancianos que se hallan en sus casas. Más exactamente, éstos caen bajo el fuego israelí. Más exactamente, son asesinados, dicen las fuentes palestinas.
Los cuerpos de seguridad y las autoridades judiciales persiguen hasta el último de los terroristas palestinos. Cientos de palestinos son arrestados y sometidos a interrogatorios para sonsacarles información acerca de una sola persona. Esto es una guerra, pero los palestinos no son detenidos en calidad de prisioneros de guerra con inmunidad contra interrogatorios y juicios. Sus nombres son conocidos, todos los detalles de sus autos de acusación son de libre acceso y pueden ser publicados. Cuando de forma excepcional una desganada investigación identifica a un soldado israelí que se desvió de la conducta reglamentaria (es decir, que mató, utilizó su arma de forma impropia, saqueó o inflingió abusos a la gente en un puesto de control) su identidad queda protegida. En cientos de otros casos, el ejército se limita a declarar: "no nos consta la existencia de ninguna queja". En miles de otros casos nadie se toma la molestia siquiera de preguntar nada al ejército israelí.
Miles de palestinos se encuentran presos en centros de detención. Israel es un Estado de Derecho, pero inflinge a esos detenido un castigo mucho más severo que la mera privación de la libertad personal: les niega su derecho a recibir visitas de familiares antes del juicio. Docenas de otros terroristas han sido inculpados y sentenciados a muerte sin ser sometidos a juicio alguno. Lo mismo les ha ocurrido a los civiles que se encontraban en las inmediaciones de aquéllos. Esa práctica es denominada autodefensa de un Estado de Derecho atacado por una entidad terrorista. Cientos de israelíes están implicados en estas ejecuciones extrajudiciales y son glorificados por ello. En los últimos dos años los palestinos han matado a docenas de sospechosos de colaboración sin juicio previo o ante tribunales sin garantías. Esa práctica es denominada asesinato despreciable perpetrado por alimañas miembros de una entidad que no respeta la ley ni los derechos humanos.
A los palestinos se les exige que respeten las órdenes militares que dicta el Estado de Israel como si se tratara de leyes emanadas de un Estado palestino. Pero el Estado que impone dichas órdenes y cuyo ejército controla los territorios ocupados, la tierra y los recursos acuíferos no se hace responsable del bienestar de los palestinos que viven en esos territorios. No le hace falta comportarse como un Estado normal, ya que los palestinos no son ciudadanos con derecho a voto. Tampoco necesita comportarse como una fuerza de ocupación, ya que los acuerdos de Oslo le liberaron de tal título (a los ojos del mundo) al hacer que más del 90% de la población palestina quedara bajo control administrativo de la Autoridad Palestina. Se hizo a la Autoridad Palestina responsable de sus ciudadanos aunque se le denegara toda autoridad sobre la mayor parte del territorio de Cisjordania y no se le reconociera ni la potestad para instalar una bomba de agua sin el permiso de la Administración Civil. La Autoridad Palestina sigue siendo responsable del bienestar y seguridad de los palestinos incluso después de que sus instituciones hayan sido bombardeadas y destruidas, y tanques y helicópteros israelíes controlen todo el área tanto por dentro como por fuera.
Los terroristas ponen en peligro a la población civil buscando refugio entre ella, de suerte que el ejército israelí no puede ser objeto de ninguna acusación cuando mueren civiles en sus casas. Los combatientes y sus armas personales y sus tanques son meros invitados en los asentamientos y puestos avanzados y disparan contra los civiles palestinos que los terroristas explotan en su provecho.
Los palestinos son sanguinarios y su única meta es la venganza. Lo demuestran todas las manifestaciones y encuestas que revelan que los palestinos apoyan los ataques. Los israelíes, de quienes las encuestas mostraron que apoyaban el asesinato de Salah Shehadeh a pesar de que costó la vida de 14 civiles, nunca son sanguinarios ni actúan por venganza.
El palestino perturba el orden público cuando viola un toque de queda decretado por los combatientes de los tanques y los jeeps blindados. Ese palestino es merecedor de castigo: bien por medio de gases lacrimógenos en el mejor de los casos, o bien por medio de disparos en el resto de los casos. El combatiente israelí y su ejército protegen el orden público y la seguridad cuando impiden a cientos de miles de niños acudir a la escuela, a los maestros acudir a su trabajo, a los pacientes acceder a los hospitales, a los granjeros llegar a sus campos y a las abuelas visitar a sus nietos.
9 de octubre del 2002