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Medio Oriente


2 de noviembre del 2002

Cómo callar a los críticos con una sola palabra

Robert Fisk
La Jornada

Gracias a Dios, siempre lo he dicho, por la prensa israelí. ¿Dónde más encontraría uno tan valerosas condenas del cruel y brutal tratamiento dado a los palestinos por Tel Aviv? ¿Dónde más podemos leer que Moshe Ya'alon, el nuevo jefe de estado mayor de Ariel Sharon, describió la "amenaza palestina" como "un cáncer", y agregó: "hay muchas soluciones para las manifestaciones cancerosas; por el momento aplico la quimioterapia"?
¿Dónde más podemos leer que el presidente del partido Herut, Michael Kleiner, dijo que "por cada víctima de nosotros debe haber mil palestinos muertos"? ¿Dónde más podemos leer que Eitan Ben Eliahu, ex comandante de la fuerza aérea israelí, advirtió que "con el tiempo tendremos que adelgazar el número de palestinos que viven en los territorios"? ¿Dónde más podemos leer que el nuevo jefe del Mossad, el general Meir Degan -amigo cercano de Sharon-, cree en las "unidades de liquidación", y que otros miembros del Mossad lo consideran una amenaza porque "si Degan trae su moralidad al Mossad, Israel puede llegar a ser un país en el que ningún judío normal querría vivir"?
Para enterarse de esto hay que leer Ma'ariv, Ha'aretz o Yediot Abronot, porque en la mayor parte del mundo occidental se lleva a cabo una perversa campaña de ataques a cualquier periodista o activista que se atreva a criticar las políticas israelíes o a quienes les dan forma. La acusación de "antisemitismo" se utiliza con creciente promiscuidad para acallar a cualquiera, incluso a personas que condenan en forma tan inequívoca la maldad de los ataques suicidas palestinos como las reiteradas matanzas de niños que perpetran los israelíes.
Daniel Pipes y Martin Kramer, del Foro de Medio Oriente, manejan un sitio web en Estados Unidos para denunciar a académicos que han mostrado "odio a Israel". Uno de los ocho profesores que están actualmente en esta relación macartista -a la que se ha puesto el grotesco nombre de "vigilancia de los campus"- cometió el pecado imperdonable de firmar una petición en favor del intelectual palestino Edward W. Said. Pipes desea que los estudiantes delaten a profesores que son culpables de "antisemitismo en los campus".
En la mira está la Universidad de Carolina del Norte -al parecer porque allí se pidió a alumnos de primer año que leyeran pasajes del Corán-, al igual que Harvard, donde, como en muchas otras universidades estadunidenses, los pasantes exigen que la institución deje de invertir en empresas que venden armamento a Tel Aviv. En algunos casos las universidades estadunidenses -que con mucho gusto dejaron de invertir en compañías tabacaleras- han dado el paso de evitar que sus alumnos tengan acceso a sus registros de inversiones.
Lawrence Summers, rector de Harvard, que es judío, ha denunciado las "opiniones profundamente antisraelíes" que se vierten en "comunidades intelectuales progresistas", las cuales "favorecen y adoptan acciones que son -me encantó este giro académico- antisemitas en sus efectos, si no en su intención". El propio Said ha descrito ya todo esto como una campaña "para pedir a los estudiantes y al profesorado que denuncien a colegas pro palestinos, lo que intimida la libertad de expresión y restringe seriamente la de cátedra".
Ted Honderich, filósofo canadiense que da clases en la universidad College London, me dice que Oxfam se ha negado a recibir el donativo de 5 mil libras esterlinas y otras regalías de su nuevo libro After the terror (Después del terror) luego de una campaña en contra del autor llevada a cabo por los diarios Globe y Mail de Toronto. Por cierto, yo estoy en desacuerdo con algunas conclusiones del profesor Honderich y me parece que su libro, elogiado por el académico judío estadunidense Noam Chomsky, retuerce las cosas. En particular me disgusta su aseveración de que los palestinos, al tratar de liberarse de la ocupación, tienen "un derecho moral al terrorismo". Hacer volar niños en pedazos en una pizzería -y el libro del profesor Honderich no apoya tales atrocidades- es un crimen contra la humanidad. Nadie tiene derecho moral a cometer semejante acto. Pero ¿qué pretende Oxfam al negarse a recibir el dinero del profesor Honderich para sus obras humanitarias? ¿Quién estuvo detrás de esa decisión?
El británico John Pïlger produjo un programa para Carlton Television llamado Palestina es aún la cuestión. Lo he visto tres veces. Es exacto en cada detalle histórico; de hecho, su asesor en historia fue un académico izquierdista israelí. Pero el propio presidente de Carlton, Michael Green, en una de las declaraciones más cobardes del periodismo británico reciente, afirmó que era "una tragedia para Israel en lo que a exactitud se refiere". No alcanzo a entender cómo Green se atrevió a decir semejante estupidez, pero ¿a qué "tragedia" se refiere? ¿Acaso está comparando a Pilger con un atacante suicida?
Y así por el estilo. Queda, por supuesto, a Uri Avneri en Israel y otros como él afirmar que "el gobierno de Sharon es un laboratorio gigantesco para el desarrollo del virus del antisemitismo". Dice, con razón, que al tachar de antisemitas a quienes detestan la persecución de palestinos "se despoja a esta palabra de su estigma y se le confiere algo parecido a la respetabilidad". Pero podemos consolarnos con saber que 28 valerosos académicos han firmado una petición que condena los preparativos bélicos del presidente George Bush y el respaldo que les da Israel, y advierte que el gobierno israelí puede estar considerando la posibilidad de cometer crímenes de lesa humanidad contra los palestinos, incluso limpieza étnica.
¿Será que Pipes y sus amigos agregaron los nombres de estos buenos hombres y mujeres en su lista de odio? Por supuesto que no, porque todos son profesores israelíes de universidades israelíes. Me pregunto por qué nadie nos ha informado de esto.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya