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Medio Oriente

27 de octubre de 2002

¿Dónde está la justicia?, clama Edward Said desde España

El escritor reivindicó la causa palestina al recibir el Premio Príncipe de Asturias

Armando G. Tejeda
La Jornada
Madrid, 25 de octubre. El espíritu de la concordia y el diálogo, de la paz y la denuncia crítica fue el mensaje que más se escuchó en la entrega de los premios Príncipe de Asturias 2002, acto que reunió a un auténtico ''cuadro de honor de la humanidad".

El intelectual de origen palestino-estadunidense Edward Said, quien con el músico argentino judío Daniel Barenboim, recibió el galardón en reconocimiento a su labor en favor de la pacificación en Medio Oriente, reflexionó sobre la identidad y denunció la tragedia del pueblo palestino.

El teatro Campoamor de la capital asturiana, Oviedo, se vistió de gala para celebrar el acto que acoge cada año, desde 1981, cuando se decidió crear este prestigioso reconocimiento que exalta el humanismo y la concordia en diversas actividades del hombre.

Este año se reconoció al dramaturgo estadunidense Arthur Miller (Letras); al sociólogo británico Anthony Giddens (Ciencias Sociales); al poeta y filósofo alemán Hans Magnus Enzensberger (Comunicación y Humanidades) y el premio de Investigación y Ciencia a los creadores de Internet, Lawrence Roberts, Tim Berners-Lee, Vintor Cerf y Robert Khan; al cineasta y escritor Woody Allen (Artes); al Comité Científico para la Investigación de la Antártida (Cooperación Internacional); el de Deportes a la selección brasileña de futbol, y el de la Concordia para Said y Barenboim.

La opción de la música

En solemne ceremonia presidida por el príncipe Felipe, que hizo entrega de los diplomas y del premio -unos 50 mil dólares-, tomaron la palabra los galardonados para expresar su mensaje de paz y sus reivindicaciones.

Edward Said, escritor y ensayista palestino afincado en Nueva York, es autor de una prolífica obra en la que se ha destacado por la crítica literaria, el análisis político y la elaboración de minuciosos estudios comparativos entre Oriente y Occidente. Si bien Said, también colaborador de La Jornada, fue reconocido por el proyecto que inició hace cuatro años con el pianista argentino-israelí, Daniel Barenboim, el West Eastern Divan, un taller en el que se reúnen cada año en torno de una orquesta unos 70 jóvenes judíos y árabes, que pretenden lanzar un mensaje de paz para Medio Oriente por medio de sus instrumentos.

Said, quien a pesar de que sufre una grave enfermedad viajó a Oviedo para recibir el premio, se preguntó en relación con las guerras de identidad que generan fundamentalismo y radicalidad en la sociedad, como el conflicto que enfrentan los palestinos, ''¿dónde está la justicia? ¿Consiste en luchar una y otra vez aunque el poder de uno sea mucho mayor?, ¿consiste en oponerse a las prácticas injustas y seguir llamando la atención sobre todo en la lucha por los derechos humanos? o ¿consiste en asumir una posición superior y pretender que la identidad no nos importa?"

El también profesor en la Universidad de Columbia explicó que ''cada uno de nosotros pertenecemos a una comunidad con una tradición, cultura, un idioma e ideas propias, lo cual potencia la sustancia de la que se van formando las identidades. Pero no es cierto que las identidades duren para siempre, pues la historia muestra grandes evoluciones en las identidades humanas. Ahora sí hay grupos o personas que pretenden ser los únicos representantes de una identidad y se erigen como los auténticos defensores de la fe; de esos únicos representantes de la historia de un pueblo, y me refiero a cualquier tipo de identidad, sea islámica, judía, africana, europea o asiática; de esas convicciones surge el fundamentalismo, que tiene total ausencia de comprensión e interés por los demás.

''Yo, como palestino que nací en Jerusalén, mi historia nacional y la historia de mis ancestros se vino abajo, se rompió en añicos cuando se formó el Estado de Israel. Desde entonces he participado en la lucha no sólo por conseguir la justicia para mi pueblo, sino también para mantener viva la esperanza en la autodeterminación. Nuestra historia moderna como pueblo ha estado llena de sufrimientos y otro tipo de desgracias", añadió Said, y reconoció ser ''un privilegiado" en relación con sus compatriotas, muchos de ellos hacinados en campos de refugiados o también condenados al exilio por la ocupación de sus tierras.

''Muy pronto advertí que yo podía rehuir de mi pasado -como muchos miembros de mi familia que se han convertido desde 1958 en refugiados sin tierra- o dedicarme a oír y escuchar todos los problemas y seguir escribiendo y testificando sobre la tragedia palestina. Opté por la última alternativa, que también es la opción de una política americana no militarista ni imperialista. Siempre he creído en la resolución pacífica de los conflictos, basada en la apertura y la sinceridad, basada no en la exclusión sino en la inclusión."

Said añadió que a pesar de las detenciones en masa, de las expropiaciones, de los bombar-deos y demás, los palestinos se mantienen ''con coraje", pero ''siempre necesitamos apoyo moral para llamar la atención sobre la marginación de nuestro pueblo, pues tenemos que demostrar que Palestina no es la tierra de un pueblo, sino de dos pueblos que no pueden exterminarse y expulsarse el uno al otro, sino que deben vivir en paz y en seguridad juntos".

Elogió la labor que realiza la cultura para sentar las bases de esta convivencia pacífica, pues ''la literatura y la música abrieron este espacio distinto que era tan necesario precisamente porque son artes, no se basan en el antagonismo sino en la comprensión, en la receptividad y en la interpretación colectiva. Nadie escribe ni ejecuta un instrumento en soledad, siempre hay un lector o un público, y con el tiempo el número de las personas dispuestas a oír estos discursos culturales aumentará. Incluso en estos tiempos tan difíciles hay muchos jóvenes palestinos que han optado por estudiar música, aprender a tocar un instrumento, a practicar su arte. Quién sabe hasta dónde llegaremos, cuántas mentes podremos cambiar, pero ésa es la belleza de esta cuestión".

Por su parte, Daniel Barenboim añadió que la aventura del taller de músicos jóvenes es una forma de concretar sus propias convicciones, pues ''siempre he creído en la solución pacífica de los conflictos y también sé que el problema de Medio Oriente no tiene solución militar".

Miller y la Guerra Civil española

El escritor Arthur Miller, cuya obra es un referente en la dramaturgia del siglo XX, recordó en su discurso dos episodios de su vida relacionados con España, uno desagradable, vinculado con la Guerra Civil (1936-1939), y otro más personal y nostálgico, relacionado con la última vez que visitó este país en compañía de su ex mujer, ya fallecida.

''Desde mi juventud España ha ejercido sobre mi conciencia efectos especialmente importantes, incluso dramáticos. Acababa de cumplir 20 años cuando estalló la Guerra Civil con el alzamiento encabezado por Franco contra la República. Ningún otro acontecimiento contribuyó de manera tan trascendental en mi generación y en la que yo adquirí una conciencia del mundo. Para muchos fue nuestro rito de iniciación del siglo XX, realmente la peor centuria de la historia. La agonía española se convirtió en clásica, en el modelo de otros muchos gobiernos democráticos derrocados por fuerzas militares que predicaban la vuelta a los valores cristianos."

El dramaturgo recordó que en los años 30 la palabra España ''era explosiva, era el emblema esencial no sólo de la resistencia contra el retroceso del mundo a un feudalismo eclesiástico sino también contra el dominio de la sinrazón y la muerte del pensamiento. Para muchos, incluso en aquel entonces, la Guerra Civil, librada en un contexto en el que los nazis y las tropas de Mussolini apoyaban abiertamente a Franco, fue la primera batalla de la Segunda Guerra Mundial. A la vez se asociaba a España con Pablo Picasso y su Guernica. Resultaba muy difícil creer que en un piloto militar, aunque fuera de las tropas aéreas nazis, pudiese sobrevolar una plaza abierta y soleada y bombardear civiles".

Por último, el cineasta Woody Allen homenajeó a algunos directores clásicos del séptimo arte, entre ellos Luis Buñuel, Ingman Bergman y Akira Kurosawa, al tiempo que elogió al cine europeo, latinoamericano, asiático y árabe, que consideró auténticos bastiones del cine con aspiraciones de arte.

Allen reiteró sus críticas al cine de su país, ''carente de ideas y cada día más mercantilizado''.