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Latinoamérica

Preocupa la suba de precios en los productos de la canasta básica
Duhalde duda una vez más: quién debe pagar la crisis

El gobierno está preocupado por el alza de los precios de los productos de primera necesidad, alimentos particularmente, pero el presidente Eduardo Duhalde parece dudar en aplicar un importante impuesto a las exportaciones, las agropecuarias especialmente, que son las que impactarían para hacer retroceder, teóricamente, esa escalada que provoca ya tumultos sociales, como los saqueos.


ISIDORO GILBERT - CORRESPONSAL EN ARGENTINA /LA REPUBLICA

Los alimentos suben porque se venden al mismo precio de exportación, lo que provoca un crecimiento espectacular de la pobreza ante el congelamiento de los salarios. Con la devaluación del peso, las grandes firmas exportadoras se han quedado con la parte del león, y las retenciones, un impuesto, permitirían fijar los precios locales en relación con los ingresos reales de esas empresas, amén de hacer que el fisco reciba importantes ingresos.
Con cuentas fiscales más limpias, la divisa verde tendería, además, a descender, en un conjunto de medidas adicionales donde la confianza sería fundamental.
El viceministro de economía, Jorge Todesca, anticipó días atrás el aumento de las retenciones, hasta un veinte por ciento para las agropecuarias, el doble de lo que pagan ahora, idea que ratificó el vicejefe de gabinete, Juan Pablo Cafiero, y --según todos los medios informativos-- aprobó el titular de economía, Jorge Remes Lenicov.
To be or not to be
Inesperadamente, en su última disertación radical Duhalde dijo que sobre el tema aún no había tomado una resolución. El matutino La Nación escribe que el presidente teme que las retenciones incidan negativamente sobre la producción agropecuaria, sean recesivas, en definitiva, y --añade-- en este punto no está de acuerdo con Remes Lenicov.
Como el mandamás de la Sociedad Rural, Enrique Croto, auguró un incendio en el campo si suben las retenciones; si acicateadas por los grandes exportadores, las organizaciones agrarias menos fuertes que la nombrada amenazan con sacar los tractores a las rutas y convertir el tránsito en un infierno, no es improbable que Duhalde esté masticando con preocupación qué hacer. Hubo estos días saqueos en diversos puntos del país. Para el gobernador bonaerense, Felipe Solá, formaron parte, al menos algunas de ellas, del operativo carapintada orientado al día D, que debía ser ayer, fecha para una generaliza pueblada que debía reclamar, junto con la toma violenta de alimentos, que el ex coronel Mohamed Alí Seineldín viniera a poner orden y justicia. Mal enfoque.
Este año en Argentina se producirán 99 millones de toneladas de alimentos básicos, cantidad suficiente par alimentar a 330 millones de personas, cerca de diez veces más de las que viven en este país. Resulta insólito, entonces, la hambruna que se extiende con la marginalidad. Y que los desesperados faenen vacas tomadas, en cierto modo, por la fuerza. O que en España se realicen campañas para enviar comida, sin que una módica dignidad haya hecho reaccionar a las autoridades.
Pero la realidad es otra. Hay más de cinco millones de argentinos que no pueden consumir los nutrientes imprescindibles, cifra que se elevaría a siete millones si los precios siguen trepando.
La distribución no equitativa del ingreso explica mejor que nada cómo involuciona este país. Hace cuatro años, el diez por ciento más rico ganaba 19 veces más que el más pobre. Ahora: 34 veces, informa "Cash", suplemento económico de Página/12.
Pues bien: sin las retenciones, Duhalde no contará con fondos para poner en funcionamiento su plan de dos millones de puestos de trabajo a 150 pesos (unos treinta dólares) por cabeza como parapeto al estallido social y cierta reactivación de la demanda.
Es otra vez un forcejeo por quién paga la crisis. Por ahora, Duhalde no se ha decidido por opciones populares. Pese a su discurso de redención social.
En esta puja, el titular de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, cardenal Raúl Primatesta, le planteó a Duhalde que no acate las directivas del FMI por ser "denigrantes, endeudadoras e implican más ajustes".
Pero la voz del viejo y jubilado cardenal es casi solitaria. Los obispos más influyentes, son uno de los soportes objetivos de Duhalde, compartan o no su política económica, por considerar que a través del consenso que propician este país podría encontrar su salida. *