VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

1º de mayo de 1886

"Que se escuche la voz del pueblo"

1 Breves antecedentes
En Chicago, según Henry David, en su obra "El caso Haymarket", el Departamento de Policía "hacía tiempo que era utilizado como si fuera una fuerza privada al servicio de los patronos".
La mayoría de los agentes policiales, además del pago que recibían del municipio, percibían dinero también de las organizaciones patronales. Se les había inculcado en tal forma la idea de que todo huelguista era agente extranjero, y que todos los nacidos fuera del país eran comunistas que tramaban destruir el orden establecido.
Los magnates locales de la carne, de la prensa, del comercio, de las maquinarias agrícolas, los Armours, Swifts, Medills, Fields y Mc Cormicks, paseaban por las calles de Chicago arrogantemente como si fuera su feudo, considerándose superiores a los polacos, irlandeses, bohemios y alemanes que poblaban la ciudad, enriqueciéndolos con su sudor. El "Chicago Tribune" del 23 de noviembre de 1875, comentando una reunión de 50 desempleados decía: "No hay gente más inclinada que la norteamericana a hacer justicia por sus propias manos. El Juez Linch es norteamericano de nacimiento y de carácter... Todos los postes de luz de Chicago serán decorados con el esqueleto de un comunista, si es necesario para evitar que se propague el incendio y para prevenir cualquier intento subversivo".
2 Los preparativos
Durante los dos meses que precedieron al 1 de mayo de 1886, escribe David: "ocurrían repetidos disturbios y era común ver vagones patrulleros llenos de policías armados precipitándose a través de la ciudad..." En marzo y abril subió la tensión, al informarse en los periódicos de Chicago sobre los miles de trabajadores que diariamente declaraban que se adherían a la huelga del 1 de Mayo.
A lo largo de marzo y abril, Albert R. Parsons y August Spies, dirigentes sindicales, trabajaron como nunca lo habían hecho antes, persuadiendo a los sindicatos locales para que plegaran al movimiento del 1 de Mayo.
En marzo, los sindicatos de Chicago de ebanistas, maquinistas, gasistas, fontaneros, moldeadores de hierro, ladrilleros y estibadores resolvieron realizar una huelga el 1 de Mayo, si hasta esa fecha no se les concedía la jornada laboral de 8 horas. A principios de abril 35.000 trabajadores de los corrales votaron a favor de la adhesión al paro. Pocos días después los albañiles, los carniceros, jugueteros, zapateros, empleados de comercio y tipógrafos se unían al ya gigantesco movimiento. Por la última semana de abril, el periódico "Bradstreet" calculaba que 62.000 trabajadores de Chicago se habían comprometido a realizar el paro.
Se efectuaron dos movilizaciones importantes, la primera una asamblea de los "Caballeros del Trabajo", el 17 de abril, que se realizó en el local "Cavalry Armory" que colmó su capacidad con 7.000 trabajadores, mientras 14.000 escuchaban afuera. Una segunda, el domingo 25 de abril, en la que Albert Parsons y August Spies hablaron ante 25.000 trabajadores.
3 La gran movilización
El 1 de Mayo de 1886 fue un hermoso día en Chicago. Era un sábado, ordinariamente día de trabajo. Pero multitudes de trabajadores riendo, charlando, bromeando y vestidos de domingo, acompañados de sus esposas e hijos, se reunían para el gran desfile en la Avenida Michigan.
A los lados de la ruta que seguiría el desfile y en las calles adyacentes, policías armados, agentes del cuerpo de represión y agentes "especiales" buscaban ubicación, listos para hacer "respetar la ley y el orden". Unos 340.000 trabajadores desfilarían ese día en todo el país. Cerca de 190.000 habían plegado a la huelga. En Chicago alrededor de 80.000 obreros se habían lanzado a las calles para conquistar la jornada laboral de ocho horas.
El desfile se encaminó hacia el lago Front, punto de reunión para escuchar los discursos de los oradores. Hablaron en inglés, bohemio, alemán y polaco. Parsons fue el penúltimo en hacer uso de la palabra. Se refirió especialmente al poder invencible de la unidad obrera. Spies cerró el acto, su dinamismo y fogosidad lo hacían el favorito de las muchedumbres, provocando un cerrado aplauso.
4 La masacre
El lunes continuó la huelga en muchos gremios. La policía continuó la represión apaleando a los trabajadores despedidos de la Mc Cormick Harvester, para hacer entrar a trabajar a 300 rompehuelgas. La policía se presentó repentinamente, revólver en mano. Y cuando los obreros se retiraban a la desbandada, según testigos, abrió fuego sobre sus espaldas, mataron a hombres y muchachos que corrían.
Se decidió convocar para un acto de protesta contra la violencia de la policía, para la noche siguiente en la Plaza de Haymarket. La multitud reunida hacía que resultara pequeña la plaza. Se produjo un momento de silencio que permitió oír el rumor de las carreras de los asistentes que huían para evitar la violencia policial. Un instante después la oscuridad fue disipada por un enceguecedor relámpago rojo, se oyó el estruendo de una tremenda explosión. Alguien había hecho estallar una poderosa bomba. Hubo una terrible confusión. En la oscuridad, la policía dispara sus armas locamente en todas direcciones. Muchos de los que huían tropezaban y caían, otros yacían heridos, la mayoría corría maldiciendo, quejándose del bárbaro atropello. La policía como enloquecida, continuaba pisoteándolos y golpeándolos salvajemente. La bomba había sido arrojada por un agente pagado.
5. El asesinato de los dirigentes
Los dirigentes Parsons, Spies, Fieldem, Michael Schwab, George Engel, Adolph Fisher, Louis Lingg y Oscar Neebe fueron acusados de conspiración en el asesinato de Mathías Degan, el policía muerto en Haymarket. Neebe, sentenciado a 15 años de prisión, único de los acusados que no fue condenado a muerte, decía en el juicio: "Vi que a los panaderos de esta ciudad se les trataba como a perros y ayudé a organizarlos... ¿Es eso un crimen?
Con sangre la clase obrera había conquistado la jornada laboral de 8 horas. Ahora existe una nueva meta, la conquista del poder, como el mejor homenaje a los proletarios del mundo que han caído peleando por nuestros derechos.
Parsons decía: "Soy anarquista, yo soy socialista. Soy uno de esos que piensan que el salario esclaviza, que es injusto, que es injusto para mí, para mi vecino y para mis compañeros..." Spies respondía: "Si usted cree que ahorcándonos puede eliminar el movimiento obrero, el movimiento del cual millones de pisoteados, millones que trabajan duramente y pasan necesidades y miserias esperan la salvación, sí, ésa es su opinión... ¡entonces ahórquenos! Así aplastará una chispa, pero allá y acullá, detrás de Ud. y frente a Ud. y a sus costados, en todas partes, se encienden llamas. Es un fuego subterráneo. Y ustedes no podrán apagarlo".
A la hora de la ejecución cuando el verdugo bajó la máscara sobre el rostro de Spies, éste pronunció una sola frase: "Llegará la hora en que nuestro silencio será mucho más elocuente que las voces que ustedes estrangulan hoy". "Éste es momento más feliz de mi vida" fue la única exclamación de Fisher. Por último retumbó en la sala la voz de Parsons: "¿Se me permitirá hablar, ¡oh! hombres de los Estados Unidos? ¡Déjenme hablar, Alguacil Matson. ¡¡¡Que se escuche la voz del pueblo!!!
Para recordar
"Todos los trabajadores deben prepararse a una última guerra que pondrá fin a todas las guerras".
George Engel
"Sé que es imposible convencer a los que mienten por oficio: a los asalariados directores de la prensa capitalista, quienes cobran por sus mentiras".
Adolph Fisher
"Los obreros nada pueden esperar de la legislación. La ley es solamente un biombo para aquellos que les esclavizan".
Samuel Fielden
"Millones de trabajadores pasan hambre y viven como vagabundos. Su desgracia común les mueve a comprender que necesitan unirse, y lo hacen".
Michael Schwab
"En este tribunal yo hablo en nombre de una clase contra otra".
August Spies
"He hecho cuanto pude para fundar la Central Obrera y engrosar sus filas; ahora es la mejor organización obrera de Chicago; tiene 10 mil afiliados. Es todo lo que puedo decir de mi vida obrera".
Oscar Neebe
"Les odio a ustedes, a su orden y a sus leyes; odio su poder que se sostiene sobre la fuerza. ¡Ahórquenme por ello!".
Louis Lingg
"En los Estados del Sur mis enemigos eran quienes explotaban a los esclavos negros; en los del Norte, quienes ansiaban perpetuar la esclavitud de los obreros asalariados".
Albert Parsons