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Latinoamérica

Perdimos o ganamos?

-Carlos Fonseca Terán-

A diferencia de lo que ocurrió a raíz de la derrota en 1990, parecida a esta del 2001 por la certeza previa del triunfo, ahora los sandinistas no debemos dedicarnos a la búsqueda de culpables y de cabezas que cortar, sino a examinar cuánto hemos avanzado y qué nos ha permitido hacerlo, para seguir por esa ruta, porque una diferencia sustancial con los resultados electorales de 1990 y 1996 es que estos de hoy representan un avance cuantitativo y cualitativo, mientras aquellos representaron un retroceso, y eso es más importante que la derrota misma.
En otras palabras, los sandinistas ganamos en estas elecciones, aunque no hayamos ganado la elección en sí. Ganamos aliados que antes ni hubiéramos soñado tener; ganamos nuevos estilos de trabajo que pueden convertirse en nuevos métodos de dirección y que nos han permitido adquirir capacidad de generar consenso, algo indispensable en el mundo actual; ganamos con ello también el nacimiento de una nueva mentalidad política en nuestro partido y en nuestro país, gracias al aporte del sandinismo y sus aliados en esta formidable campaña; y gracias a todo ello, ganamos la oportunidad de dar inicio a la transformación revolucionaria del F.S.L.N. y la reunificación del sandinismo.
Por otra parte, aunque seamos oposición tendrán que tomarnos en cuenta: sin el voto de los diputados sandinistas no se podrá cambiar la Constitución, ni elegir magistrados, ni tomar una serie de decisiones trascendentales para el país. La presencia sandinista en la Asamblea Nacional se ha fortalecido en cantidad y calidad, mientras con los liberales ocurre exactamente lo contrario, tomando en cuenta que no podrán contar con la cantidad de votos que han tenido a su disposición en el período que finaliza.
El tiempo que transcurrirá para llegar a las próximas elecciones será decisivo para que el sandinismo logre desarrollar y consolidar el proceso transformador que comenzó con esta jornada electoral. Pero no sólo el sandinismo, sino toda la sociedad nicaragüense. Y podrá fortalecerse la Convergencia Nacional como la gran alianza representativa de la voluntad conjunta de diversos sectores y grupos políticos y sociales en aras de la unidad de todos los nicaragüenses.
Pero claro que no todo es ganancia. En la otra cara de la moneda, perdimos las elecciones y ello traerá cinco años más de extrema pobreza e injusticia social para la gran mayoría de los nicaragüenses, inseguridad en la propiedad y falta de asistencia crediticia y tecnológica para los beneficiados por la Reforma Agraria y el proceso de privatización a favor de los trabajadores, el mismo desamparo de estos últimos once años y condiciones de vida paupérrimas para las familias campesinas que con tanto sacrificio aportan la mayor parte de la alimentación y las exportaciones en este país.
Otra vez nos toca defender los intereses populares desde la oposición, ahora implementando nuevas formas de trabajo y haciendo uso de toda nuestra imaginación para hacerlo con efectividad. Como partido, debemos entender cuál es nuestro rol, en circunstancias ya muy diferentes a las que hemos vivido durante la década recién finalizada, en la que lo prioritario fue la defensa de las conquistas sociales y los espacios ganados por el sandinismo y los sectores populares en todos los órdenes de la vida política, social y económica del país. Ahora nos toca consolidar y ampliar lo que se ha logrado, a través de la promoción y defensa del Programa de la Convergencia Nacional.
La existencia y perdurabilidad de la Convergencia es en sí misma un gran logro para el país entero y para las fuerzas que han comprendido la necesidad de que se una la nación entera para salir de la situación actual. Y debe ser una meta de nosotros los sandinistas y de todos los nicaragüenses que están por la reconciliación nacional que los liberales entiendan esto y sean parte del esfuerzo por hacer avanzar la democracia en todos los aspectos, y no un obstáculo, como desgraciadamente lo fueron a lo largo de todo este funesto período de gobierno y de una campaña electoral que impregnaron de odio y manipulación, para lo cual pudieron contar con el apoyo de la derecha fundamentalista norteamericana e islámica, antiguos amigos y ahora enemigos entre sí, y ambos viejos amigos de la ultraderecha nicaragüense; tan amigos como los terroristas anticomunistas cubanos Luis Posada Carriles y Orlando Bosh, el primero protegido del gobierno de Arnoldo Alemán y el segundo actualmente residiendo en Miami sin que ningún misil inteligente lo persiga, autores ambos de la voladura de un avión de Cubana de Aviación repleto de pasajeros en 1976.
De hecho, entre los activistas más importantes en la campaña del P.L.C. estuvieron Bin Laden, con el ataque criminal y cobarde contra las torres gemelas y contra toda la especie humana, perpetrado al parecer por la organización que dirige este antiguo paladín de la libertad de Reagan y alabado por la derecha nicaragüense como héroe de los mujaidines que combatían contra la intervención soviética en Afganistán durante la década de los ochenta, y Oliver Garza, ex-pandillero reclutado por la DEA y una de las principales fichas del inaudito injerencismo ejercido en la campaña electoral por los sectores más retrógrados de la actual administración norteamericana.
Nicaragua nos necesita a todos los nicaragüense unidos, haciendo patria; viendo hacia el pasado para no repetir lo malo y retomar lo bueno; viendo hacia el futuro para levantar al país de su postración económica y moral; viendo hacia el presente para que todo lo que hagamos nos lleve hacia esa meta y nuestros hijos puedan vivir en una Nicaragua más justa, democrática, próspera y para siempre unida. Ese es el trato que hace falta, para caminar todos juntos hacia la Tierra Prometida.

Envio: Hernan Dalves