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Latinoamérica

El asesinato del Obispo Oscar Romero y la corrupción

Por Linda Hemby

Periodistas Frente a la Corrupción

Ayer 24 marzo, se recordó otro aniversario de la muerte del Obispo Oscar Romero. Acá en El
Salvador, los medios no dan mucha atención al aniversario, por la excepción de unos reportajes pobremente desarrollados sobre algunas de las movilizaciones para recordarle. No menciona nada sobre los asesinos, aunque fue hace pocas semanas que uno de los dos matutinos más grande dedicó su suplemento de investigación periodística al aniversario de la muerte de Roberto D'Aubuisson, con varios reportajes - inclusivo uno de la editora - describiéndolo con mucho cariño, como héroe . Este señor, como todos saben - aunque en El
Salvador es tabú reconocer esta y otras verdades - era organizador de escuadrones de la muerte y según la Comisión de la Verdad y documentos de la CIA, autor intelectual de la muerte del Monseñor Romero durante una misa.
Su muerte nos debe recordar que la corrupción genera una gran deshumanización social. No sólo produce males concretos, como toda violación de los mandamientos, sino que produce un ambiente humano y ético gravemente enrarecido. Los que están arriba en la escala social, elegantes, bien vestidos, bien educados, cercanos, a veces, a autoridades eclesiásticas, expresan con frecuencia la hipocresía de la sociedad, y eso como cosa aceptada. Como la corrupción se da sobre todo en quienes tienen altas responsabilidades, se pierde la confianza
en las instituciones sociales. La corrupción deteriora gravemente la economía en un país pobre y sus mayorías, y los procesos de democratización - con lo bueno que tengan - se vuelven sospechosos y pierden eficacia. Y sobre todo, la corrupción genera un clima de inmoralidad que empuja a hacer cosas inmorales. Como siempre, Mons. Romero lo dijo con toda claridad: "El robar se va haciendo ambiente. Y al que no roba se le llama tonto" (Homilía del 18 de marzo, 1979).