|
La escuela
del "Mamo" Contreras
Los
torturadores de Tejas Verdes
Julio Oliva García/Arnaldo Pérez Guerra
"Desde
aquí se tiene una visión conjunta de todo el campamento y de
su funcionamiento. En la mañana, al mediodía y en la tarde parten
los camiones con las ollas que nosotros mismos debemos lavar, al regimiento
en Zapadores a buscar el desayuno y las comidas. Son los mismos camiones donde
luego llevan los presos a la tortura. Nosotros debemos luego descargarlas
y -cuando los soldados las han repartido en el otro patio- recalentarlas y
lavar las escudillas usadas por los incomunicados y luego por nosotros. Vemos
como llevan -a horas nunca iguales- a los del otro patio al camión
que los conducirá a la tortura. Y los vemos volver, así como
yo he vuelto."
(Extracto del libro "Tejas Verdes" de Ginés Rojas Gómez)
El Regimiento Nš 2 de
Ingenieros "Tejas Verdes", está ubicado al sur del puerto de San Antonio,
cerca de Llo-lleo. Hasta allí fueron trasladados cerca de 1.500 prisioneros
entre el 11 de septiembre de 1973 y mediados de 1974, cuando fue cerrado luego
de la visita de una delegación de la OEA.
Conocido oficialmente como Campo de Prisioneros Nš 2, el recinto contaba con
cuatro torres de vigilancia y en su interior había aproximadamente
14 cabañas. Dividido en dos patios donde estaban los incomunicados,
contaba con siete construcciones (cinco para los hombres y dos para las mujeres)
que podían albergar hasta 18 personas en su interior, en condiciones
de absoluto hacinamiento.
Al ingresar a Tejas Verdes, los detenidos siempre eran inscritos en un libro
y, acto seguido, eran encerrados en una cabaña con quince a veinte
personas. Durante 25 días se mantenían en este cautiverio, comenzando
la fase de interrogatorios y tortura.
Los días martes, jueves y viernes, los detenidos aprendieron a identificar
una camioneta que llevaba el logo de la CORFO en la que se trasladaba a los
prisioneros.
A las seis de la mañana la guardia ordenaba la realización de
gimnasia por un cuarto de hora. Luego había cinco minutos de tiempo
para lavarse y orinar. Acto seguido, los prisioneros volvían a las
"cabañas" donde a las 09:00 horas recibían un cucharón
de té o té con leche y tres panes para el día.
A la hora de almuerzo se disponía de tres minutos para "degustar" un
cucharón de porotos con tallarines, arvejas con tallarines, sopa de
pescado o carbonada.
A las 16:00 horas correspondía el baño de cinco minutos y una
hora después se repartía la comida. Finalmente, a las 20:00
horas podían ir al baño nuevamente sólo por cinco minutos.
Ante cualquier queja los procedimientos eran brutales: se amarraba con alambres
al detenido, de pies y manos a la espalda, y luego lo exhibían en una
de las torres de vigilancia. Durante diez días y diez noches se mantenía
este trato. En paralelo, quienes llegaban hasta Tejas Verdes eran interrogados
puntualmente a las 9:00, 16:00 y 19:00 horas. Sin embargo, ello no era obstáculo
para vulnerar el estricto orden interno y realizar un interrogatorio en un
momento imprevisto.
En una celda húmeda y oscura, de un metro de ancho por 1,30 de largo,
los prisioneros esperaban hasta que se encendiera la luz y comenzara el dolor.
A la vista de un fiscal comenzaban las preguntas, generalmente relativas al
inexistente plan Zeta, y a la par se iniciaba la sesión con el "Pau
de Arara". Más tarde se desarrollaba el ahorcamiento "normal" de la
persona hasta que en un gesto "de bondad" se le inducía a pedir sus
tres últimos deseos. Si en ese momento no confesaban se retiraba el
taburete que los sostenía y quedaban colgando por unos segundos hasta
quedar al borde de la muerte.
Otros tormentos a los que eran sometidos eran el "ulpo", amenazándolos
con la ingestión de su propia orina, la ruleta rusa, el tirabuzón
o la paloma, que consistía en colgarlos de los pies, con las manos
atadas a la espalda y la cabeza cubierta con un capuchón, posición
en la que recibían golpes de pies y manos; la picana, practicada de
preferencia a mujeres pero también a hombres por el ano; el ahogamiento
o submarino, inmersión de la cabeza en agua o heces; aplicación
de corriente eléctrica en todo el cuerpo; el fusilamiento simulado;
el tonel, que era la introducción del detenido en un barril con piedras
que era lanzado en una pendiente; y la vacuna, ocasión en la que se
usaba la droga pentotal para inducir las respuestas a las preguntas.
Luego de un intenso período de torturas, los prisioneros eran dejados
en paz durante diez días de "reposición", al cabo de los cuales
eran trasladados a Santiago o bien hechos desaparecer.
Las víctimas
Reabierto el proceso
por las desapariciones producidas en su interior, comienza a develarse la
siniestra misión que cumplieron oficiales del Ejército, civiles
e incluso médicos, en el secuestro y tortura de cientos de ciudadanos,
como también en la instrucción de quienes serían posteriormente
la base de la DINA.
Por estos días el juez Hernán Matus, designado por la Corte
de Apelaciones de San Miguel para investigar la querella presentada en contra
de Pinochet por los hechos de Tejas Verdes, continúa su labor de recopilación
de antecedentes, testimonios y reconstrucción de los hechos para componer
el que puede ser uno de los casos centrales en el año judicial 2002.
Entre los centenares de prisioneros que pasaron por la escuela de torturas
de Manuel Contreras, algunos se encuentran hasta hoy desaparecidos o fueron
ejecutados con la excusa de la ley de fuga.
Al menos se sabe que desde allí desaparecieron los hermanos Ernesto
Salamanca Morales y Gerardo Rubilar Morales, habitantes de la población
Le Legua que pasaron previamente por el cuartel de Londres 38, como también
Luis Norambuena Fernandois (31 años, dirigente sindical, PS), Ceferino
Santis Quijada (31 años, dirigente sindical, MIR), Gustavo Farias Vargas
(23 años, MIR), Félix Vargas Fernández (PS) y Rebeca
Espinoza Sepúlveda (ver recuadro testimonio).
Fueron ejecutados Jorge Ojeda Jara (20 años, dirigente estudiantil,
PS), Florindo Vidal Hinojosa (25 años, MIR), Víctor Mesina Araya
(25 años, PS), cuyos cuerpos aparecieron en en el Río Rapel.
Jenaro Mendoza Villavicencio (25 años), Aquiles Jara Alvarez (30 años),
Jorge Cornejo Carvajal (26 años, PS), Patricio Rojas González
(21 años, PS), Oscar Gómez Farías (31 años, MAPU),
Carlos Carrasco Cáceres (26 años), Raúl Bacciarini Zorrilla
(49 años, PS), Héctor Rojo Alfaro (43 años, dirigente
sindical, PC), Samuel Nuñez González (49 años, dirigente
sindical, PS), Armando Jiménez Machuca (38 años, dirigente sindical,
PS), Guillermo Alvarez Cañas (49 años, dirigente sindical, PDC)
y Fidel Bravo Alvarez (22 años, PS), a éstos últimos
seis se les aplicó la ley de fuga mientras eran trasladados desde San
Antonio a Bucalemu bajo fuerte custodia militar y en deplorable estado físico
producto de las torturas.
Los instructores y torturadores
Es sabido que quien se
desempeñaba como jefe de Tejas Verdes era el, en ese momento, coronel
Manuel Contreras Sepúlveda, pero los nuevos antecedentes han permitido
ir conociendo a quienes realizaron labores de instrucción y a algunos
de los que resultaron "eficientes" aprendices del horror.
Entre los primeros se cuentan Ingrid Olderock, Miguel Krassnoff, Marcelo Moren
Brito, Cristián Labbé, Gerardo Urrich, Pedro Espinoza Bravo,
Manuel Carevic y el médico Vittorio Orvieto Tiplizky. De los segundos
se sabe del ex agente Samuel Fuenzalida (ver recuadro sobre Labbé),
y del civil Osvaldo Romo Mena.
El mayor David Miranda Monardes, Fiscal Militar, era la persona que decidía
el destino de los detenidos, seguramente por órdenes de Manuel Contreras,
comunicando sus decisiones al Secretario de la Fiscalía, Patricio Carranza
Saavedra, quien llevaba toda la documentación. Uno de los torturadores
más crueles era el oficial de Ejército Mario Jara Seguel, hoy
procesado en diversos casos de derechos humanos, junto al suboficial Acuña
y el cabo Juan Bahamonde.
Según el relato de María Flor Núñez, sobreviviente
del campo de concentración, fue transportada primero en una camioneta
de la Pesquera Chile y luego en otro vehículo donde estaba el mayor
Jara. Sin exhibir identificación, los efectivos la acusaron de ser
la secretaria y hermana del diputado socialista Matías Núñez.
Al llegar a Tejas Verdes, María vio la línea de mando: Contreras
y Jara ordenaban todas las actividades del recinto. Desde el 5 de diciembre
de 1973 y hasta el 9 de marzo de 1974 estuvo recluida, fue fichada con fotografías
y toma de huellas digitales.
Las sesiones de tortura a los detenidos se llevaban a cabo en el casino de
oficiales, y los jefes de este recinto eran, además de Contreras y
Jara, el fiscal Miranda, los tenientes Carevic y Quintana, los suboficiales
Ramón Carriel y Acuña, la enfermera Manríquez, el doctor
Orvieto y otras tres personas.
"Fui varias veces a interrogatorios; me escupían, me sacaban la ropa
a tirones, perdía el conocimiento. Al despertar no podía controlar
mi cuerpo y estaba bañada en sudor de mal olor, sangré durante
nueve días y mi menstruación se suspendió para siempre"
señala. Añade que los oficiales "querían que les dijera
dónde estaba mi hermano, al no responder me golpeaban y me amenazaban
con traerme a mis hijas para violarlas delante de mí. Me sumieron en
agua con excrementos, me tiraron baldes con orina y deposiciones. Contreras
me venía a sacar a las 3:00 AM y me tiraba al patio del campo, esto
lo hizo él varias veces".
En el Informe Rettig se señala que "fue característica del complejo
(Tejas Verdes) la presencia de médicos también encapuchados
que controlaban la tortura (de modo que no fuese mortal) y atendían
de urgencia a las víctimas más dañadas por ella", según
consta en el expediente del caso y en un sumario realizado por el Colegio
Médico, Vittorio Orvieto fue reconocido durante las torturas asistiendo
a los detenidos. Orvieto Tiplizky en la década del 90' ocupó
un cargo directivo en el Hospital Militar.
Entre quienes hicieron desaparecer a prisioneros desde este lugar, lanzándolos
al mar desde helicópteros militares, figura el conocido piloto de la
Carvana de la Muerte Antonio Palomo Contreras. Según el informe de
la Mesa de Diálogo, entre estos casos estarían los de Gerardo
Rubilar y Ernesto Salamanca detenidos el 24 de enero de 1974, trasladados
a Londres 38 y luego a Tejas Verdes, lugar donde se pierde todo rastro de
su paradero.
A fines de 1973, el general Oscar Bonilla visitó el centro de reclusión
y constató las torturas a que eran sometidos los prisioneros en los
subterráneos del casino militar, señalándoselo a Contreras.
Bonilla fallecería posteriormente, luego de diversos enfrentamientos
son el poderoso jefe de seguridad, en extrañas circunstancias.
El testimonio de Luisa
Stagno Valenzuela:
"Varias veces me violaron y aplicaron corriente en la parrilla..."
"Estuve detenida en el
campo de prisioneros de Tejas Verdes, desde la primera semana enero de 1974.
Tres meses aproximadamente. Posteriormente me trasladaron a otros campos de
concentración. Salí de Tres Alamos, luego de ocho o nueve meses.
Nunca estuvo claro por qué me detuvieron. Trabajaba con mujeres, y
estábamos convencidas del proceso de Salvador Allende y lo que significaba
el gobierno de la Unidad Popular. Mi marido trabajaba en Madeco, y luego del
golpe fue detenido. Vivíamos en la Población Madeco. En enero
de 1974, yo estaba tratando que a mi marido lo pudiera visitar su familia.
Estaba incomunicado. Vecinos me avisaron que en mi casa habían hombres
de civil. En la casa estaban mis hijos y una cuñada. Cuando entré,
les permitieron salir a los niños. Tres civiles allanaron la casa y
me llevaron en una camioneta sin patente. No tenía conciencia de lo
que iba a vivir...
Me vendaron los ojos, trasladándome a Londres 38. Allí me golpearon...
Después me trasladaron al Tacna, unas horas... luego a Tejas Verdes...
Llegamos de noche. Iba con otra persona, sentada en el suelo y amarrado con
alambre. Yo estaba vendada. No sabíamos qué lugar era, pero
sentí que estaba cerca del mar y de eucaliptus...
Me encerraron en una especie de mediagua, y al día siguiente comenzaron
los interrogatorios... las primeras semanas fueron las más duras. Nos
trasladaban en camiones hasta el lugar de tortura, el Casino de la Escuela
de Suboficiales de Tejas Verdes. En ese momento no sabía donde estaba.
Nos llevaban en camiones frigoríficos, amarrados, vendados, con capuchas.
Nos hacían bajar escalones y a mí me dejaron en una celda. Los
interrogatorios empezaban muy temprano... me golpearon y aplicaron todas las
formas de tormento: Golpes, corriente eléctrica, quemaduras con cera,
cigarrillos; en un brazo aun tengo las marcas. Les dije que estaba embarazada,
pero la verdad a ellos no les importó, al contrario. Me golpeaban con
una fusta en el bajo vientre, para que perdiera mi guagua. Al tercer o cuarto
día, comenzaron a violarme... varias veces me violaron y aplicaron
corriente en la parrilla eléctrica...
Me hacían estar parada toda la noche. Me tiraban agua. No podía
dormir. No nos daban comida ni agua. Fueron meses espantosos, horribles...
Cuando volví a la caseta, al día siguiente, llegó Rebeca
Espinoza. Yo estaba en tan malas condiciones que pusieron una enfermera -también
prisionera-, y le permitían que me atendiera. Me venían convulsiones
musculares, producto de las sesiones de tortura... A los veinte días
de ser torturada diariamente -me sacaban al sol para que las heridas cicatrizaran-,
Rebeca Espinoza desapareció... la llevaron a la tortura y no volvió
nunca más. Sé que desapareció porque los torturadores
burlándose, cuando me venían convulsiones, me pasaron su chaleca
para que me tapara...
Nunca estuve con otras compañeras. Sabía que habían más
detenidas. A través de las rendijas se veían. Se escuchaban
voces. Vi muchos hombres y trabajadores de Madeco. Estaban desde antes que
yo llegara. Presumo que mi detención tuvo que ver con el amedrentamiento
a esos compañeros, para que hablaran... Luego nos hicieron firmar un
papel que decía que no teníamos daños ni quejas. Yo tenía
más de cinco meses de embarazo. Estaba en muy malas condiciones, mi
bebé también, producto de la tortura física y sicológica.
Me trasladaron a la Correccional, donde estuve unos 20 días. Allí
agentes de civil nos llevaron al Estadio Chile con un tremendo despliegue...
Luego a Tres Alamos desde donde salí en libertad. Mi casa siguió
siendo allanada por soldados de Ingeniería de Tejas Verdes, a muchos
los ubicaba...
En Tejas Verdes escuché las torturas de otras personas, gritos de hombres...
Quien comandaba el campo de prisioneros era Manuel Contreras... recuerdo algunas
caras de los soldados y torturadores... Fueron tres meses terribles. Las torturas,
las primeras semanas, eran prácticamente todos los días. Después
se fue espaciando, pero no dejaron de ser... No hubo momento en que no me
torturaran. En el casino había pequeñas celdas... allí
dejaban a los prisioneros. De vuelta del campo de tortura, me llevaban una
frazada. La tomaban cuatro militares por las puntas. Nos llevaban en calidad
de ovillos, en el medio de las frazadas... uno no era capaz de caminar...
Luego me dejaban en una celda de cemento...
Tengo la impresión que había unas 15 mujeres, pero por ahí
pasaron muchas más... en el campo hubo unos 1.500 prisioneros. Recuerdo
algunas caras y cómo estaba vestidos. Nos daban té en unas pailas
y un pan. Cuando uno venía de la tortura no había comida ni
agua... Los mismos milicos y torturadores nos decían que 'no tomáramos
agua porque nos podía dar un paro cardíaco'... Recuerdo que
se hablaba de que desde allí desaparecieron unos Tupamaros. Nos mantenían
vendados con la capucha y, en el campo de tortura, nos amarraban... Normalmente
nos interrogaban cuatro o cinco torturadores. Nos violaban, hacían
simulacros de fusilamiento, aplicaban corriente. Después uno de ellos
nos decía 'habla lo que te preguntan, no seai... yo te voy a ayudar'.
Había una tortura física y otra sicológica. Yo no sé
cuál es la que hace más daño. Pienso, la peor es la tortura
sicológica, porque todo lo físico se recupera. El daño
sicológico es irreparable, por eso nuestra sociedad está enferma
y dañada...
Recuerdo que había también torturadores de civil. Uno de ellos
me tomó y me puso en la parrilla. Tenía un acento extranjero,
uruguayo o brasileño, puede ser. Sé que habían extranjeros
ahí, que estaban 'formando' al resto de los torturadores, les explicaban
cosas. A uno le parecía increíble. Aplicaban corriente y si
te convulsionabas o te desmayabas, ellos decían: 'esto es lo que hay
que hacer', eran 'instructores'... Eso lo vivieron todos los que pasaron por
el campo de prisioneros... Finalmente perdí mi guagua en la Correccional...
Cuando llegué a Tejas Verdes tenía dos meses de embarazo...".
Los vínculos del Alcalde Labbé
Hasta antes de conocer
los testimonios de ex agentes y sobrevivientes de Tejas Verdes que lo inculpan,
el Alcalde de Providencia sólo reconocía su pertenencia a la
DINA en calidad de encargado de la seguridad personal del "su" general Pinochet.
El ex agente del organismo represivo Samuel Fuenzalida Devia, en sus declaraciones
judiciales por la desaparición de Alfonso Chanfreau, señala
recordar como instructores de tortura en dicho recinto militar a Miguel Krassnoff
y Cristián Labbé.
En este escrito, anexado en el caso Tejas Verdes que tramita el ministro de
fuero Hernán Matus de la Corte de Apelaciones de San Miguel, Fuenzalida
detalla su estadía en el Regimiento de Ingenieros y sus dos años
como operativo en Villa Grimaldi y Londres 38.
El ex agente declara que fue llamado al servicio militar en marzo de 1973,
"siendo destinado al Regimiento Reforzado Motorizado número 15 de Calama.
Allí me encontraba al momento de producirse el Golpe de Estado cuando,
aproximadamente en diciembre de ese año, el comandante de la compañía,
mayor Langer, indicó que debido a mis méritos yo había
sido premiado con una estadía en la costa de la zona central". Luego
le entregaron un documento, que parecía una circular a nivel nacional
que también recibieron otros miembros del Ejército, donde se
reiteraba que debido a su calidad eran asignados al Regimiento Nš 2 de Ingenieros
de Tejas Verdes.
"De allí fuimos trasladados a las Rocas de Santo Domingo, a un sitio
donde había unas casas de veraneo. En este lugar tuvimos una visita
del coronel Manuel Contreras, a quien lo acompañaban dos personas.
El nos preguntó si conocíamos a qué veníamos y
acerca del documento que habíamos firmado, aclarándonos que
la verdad era que a partir de ese momento pasábamos a integrar la naciente
DINA y que debíamos estar orgullosos de ello, ya que se debía
a nuestros méritos personales", continúa el agente.
Fuenzalida añade que "la instrucción en este lugar duró
un lapso relativamente corto, no recuerdo extensión precisa. Se nos
enseñó educación física, combate cuerpo a cuerpo,
guerrillas, contrainteligencia, inteligencia, por parte de profesores dentro
de los cuales recuerdo a la funcionaria de Carabineros Ingrid Olderock, Miguel
Krassnoff, Cristián Labbé, Gerardo Urrich y Manuel Carevic".
Aplicando lo aprendido
Fuenzalida reconoce haber
sido agente operativo del Grupo Caupolicán, perteneciente a la Brigada
de Inteligencia Metropolitana de la DINA, desde fines de enero de 1974 cuando
fue destinado a labores en la Rinconada de Maipú, fundo de experimentación
de la Universidad de Chile. Asegura que cerca de 600 efectivos aprendieron
las nuevas tácticas y fueron distribuidos en la BIM y la Brigada de
Inteligencia Provincial, entre ellos miembros de las tres ramas castrenses
y de Carabineros.
Bajo el mando del teniente coronel de Ejército Manuel Manríquez
y con una plana mayor a cargo de los suboficiales Matamala, Caballero, Barrales
y los soldados Avalos de la FACH y Letelier del Ejército, Fuenzalida
fue trasladado hasta Londres 38. Allí, admite que
presenció torturas y convivió con los prisioneros.
"Los detenidos permanecían con la vista vendada, sin condiciones de
aseo, alimentación suficiente, sin camas para dormir y eran sometidos
a interrogatorios en los cuales le aplicaban corriente, especialmente en los
órganos genitales y senos, en el caso de las mujeres. También
eran quemados con cigarrillos y golpeados" relata.
Agrega que "en el primer piso, en el pasillo y bajo una de las escalas, había
un pequeño cubículo donde se mantenía a los prisioneros.
Otros estaban en los salones de la planta baja, a la que se accedía
bajando un par de peldaños. En el segundo piso funcionaban las diferentes
brigadas, la Caupolicán ocupaba la sala del área norte, que
daba al hotel Princesa. En otras salas funcionaban las brigadas o grupos Puma,
Tigre, Lautaro, Aguila, Purén y Tucán".
Durante su permanencia en el lugar, la jefatura rotaba de acuerdo a la brigada
que estaba de turno, "dentro de estos jefes recuerdo a Urrich, Marcelo Moren
Brito, el teniente Ricardo Lawrence, Ciro Torres, Manuel Castillo y Miguel
Krassnoff, entre otros".
Grabado tiene el caso de una mujer, que conoció sólo con el
nombre de Valeria, y que se encontraba sobre una mesa quirúrgica acompañada
de Ciro Torres y el "doctor Mortis", Osvaldo Pincetti. "Torres dirigía
la acción de unos tres o cuatro agentes que le aplicaban corriente
en el cuerpo, ella gritaba y le preguntaban por un tal Antonio o Marco Antonio.
Pincetti le había aplicado una inyección de pentotal, según
comentaron otros agentes cuando volví a verla en una de las dependencias
donde se torturaba. Ella estaba muy mal físicamente, muy maltratada
e inconsciente, no hablaba. Ahí supe que estaba a poco de morir", señala.
Los detenidos "eran entregados a los camiones de la Pesquera Arauco por el
comandante de guardia en esos momentos en Londres 38. Eran trasladados con
la vista vendada y los pies libres. Los destinos de los cuales se hablaba
eran: Puerto Montt, que después supe significa muerte en tierra, y
Moneda, muerte en mar".
El silencio de Labbé
El alcalde de Providencia Cristián Labbé reconoce su participación en la DINA entre 1973 y 1975. Dice que "no es ninguna novedad que yo haya sido el principal encargado de la seguridad del general Augusto Pinochet y esa función la tenía que desempeñar un miembro de la DINA". Pero, tras su vinculación a los cursos de Tejas Verdes, el coronel (r) y secretario general de la presidencia de los últimos años de la dictadura ha guardado cauteloso silencio en torno a su participación como instructor de muchos de aquellos agentes que por estos días son procesados por las graves violaciones a los derechos humanos que cometieron.