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Latinoamérica

7 de septiembre del 2002

Venezuela: la revolución en el punto de no retorno

Alan Woods
El Militante
La revolución en Venezuela ha alcanzado un punto que no permite ya dar marcha atrás. En los tormentosos días de abril, la burguesía intentó dar un golpe de estado contra el gobierno reformista de Hugo Chávez. Aunque contaba con el apoyo de las grandes empresas, los dirigentes sindicales de derechas y la embajada de EEUU, el golpe fracasó. En sólo 36 horas todo había terminado.
El primer intento de contrarrevolución fue derrotado por una insurrección espontánea de las masas. Sirvió de verdadera inspiración para los trabajadores y jóvenes de todo el mundo. Sin partido, sin dirección, sin programa o una idea clara de hacia donde iban, los hombres y mujeres normales de los barrios más pobres de Caracas, simplemente se levantaron y comenzaron a tomar su destino en sus manos.
La calidad de la dirección es un elemento clave en la revolución y en la guerra. Además, es importante tanto para las fuerzas contrarrevolucionarias como para la clase obrera.
Inmediatamente después de tomar el poder en sus manos, la coalición de empresarios, aventureros políticos y oficiales del ejército descontentos, comenzaron a pelearse y dividirse ante lo que se debía hacer. Cuando se enfrentaron al desafío serio de las masas, colapsaron como un castillo de naipes.
El colapso del golpe creó unas condiciones extraordinariamente favorables para asestar un golpe decisivo a la contrarrevolución y pasar a la ofensiva. No puede haber ninguna duda de que si Chávez hubiera querido, en el pasado mes de abril se podía haber derrocado el capitalismo en Venezuela. Además, en ese momento, se podía haber conseguido con relativa facilidad, sin una guerra civil.
Cambio en el equilibrio de fuerzas
Desgraciadamente, Chávez perdió la oportunidad. En lugar de acudir a las masas para que llevaran a cabo una acción, temporizó e intentó conciliar a los contrarrevolucionarios. Este fue un error fatal. Como resultado, el equilibrio de fuerzas ahora es menos favorable que antes. Los reaccionarios están procediendo con cautela, pero una vez más han pasado a la ofensiva, haciendo uso del aparato judicial.
El 11 de agosto el Tribunal Supremo de Venezuela aprobó la exculpación de cuatro oficiales acusados de dirigir el golpe contra el presidente Hugo Chávez en abril. Era la tercera vez en tres semanas que la mayoría del Tribunal Supremo se negaba a juzgar a los oficiales; los dos mandatos judiciales anteriores también fueron rechazados. Esto indica una nueva etapa peligrosa en el conflicto.
La decisión del Supremo ha sido un golpe para Chávez. Está claro que la reacción está reagrupándose y organizando su apoyo en la parte superior del aparato del estado. El movimiento del Supremo prepara el terreno para la futura acusación contra Chávez, lo que a su vez prepararía el terreno para un golpe "legal".
Todo el mundo sabe que Chávez fue la víctima de un golpe civíco-militar en la que pudo haber sido asesinado. Pero con la exculpación de los oficiales, el Tribunal Supremo ha puesto en duda la legitimidad del gobierno. Esto indica que Chávez ha perdido el control de los más altos niveles del sistema judicial venezolano. El establishment legal, reflejando la presión de la burguesía y el imperialismo, en la práctica se ha puesto de parte de los golpistas frente al gobierno elegido democráticamente.
El voto ha abierto una puerta legal para que los oponentes políticos de Chávez sigan adelante con su estrategia de buscar su procesamiento y su destitución de la presidencia, acusándole de corrupción y otros cargos criminales. Esto prepararía el terreno para un golpe de estado. Este punto muerto sólo se puede resolver con una lucha abierta entre las clases. Ninguna maniobra por arriba o constitucional puede resolver la contradicción. Sólo se puede resolver en las calles, en las fábricas y barracones del ejército. ¡La revolución está en peligro! Se necesita una dirección audaz.
¿Y ahora qué?
Las maniobras del Tribunal Supremo son claramente la punta del iceberg. La cuestión del poder está sobre la mesa. La cuestión es muy simple: ¿Quién es el amo de la casa? ¿Quién domina? ¿Cuáles son las opciones? Chávez podría invocar a sus poderes constitucionales para convocar una nueva asamblea constitucional. Esto en la práctica supondría abolir la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo y otras instituciones gubernamentales. Esta acción inmediatamente llevaría a un punto culminante. Esto es lo que quiere evitar. Pero tarde o temprano será inevitable un choque abierto. La única cuestión es si tendrá lugar en unas condiciones más favorables para las fuerzas revolucionarias o para la contrarrevolución.
El partido Movimiento Quinta República de Chávez, cuenta con una pequeña mayoría en la Asamblea Nacional, pero ya han aparecido fisuras en el propio gobierno. En cualquier caso, la solución final no se decidirá con la aritmética parlamentaria sino con la lucha de fuerzas vivas. Si intenta entrampar esta situación con la convocatoria de una nueva asamblea constitucional, esto le llevará a una confrontación con las fuerzas de la reacción, nacional e internacionalmente. ¿En qué fuerzas se puede basar Chávez en esta lucha? Sólo los trabajadores, campesinos y la base de las fuerzas armadas. El presidente pretende que cuenta con el pleno apoyo de la población y el ejército en su enfrentamiento con el Tribunal Supremo y otros enemigos de la Revolución Bolivariana. Esto debe ser sometido a prueba.
La contrarrevolución se prepara
Desde los acontecimientos del pasado mes de abril, las fuerzas de la contrarrevolución se han reagrupado y organizado para una nueva ofensiva. Un antiguo aliado político de Chávez, el ex ministro de Justicia e Interior, Luis Miquilena, hace poco lanzó una nueva organización política llamada Partido de la Solidaridad, como un punto de reunión de las fuerzas de la reacción. Miquilena está pidiendo una enmienda constitucional para acortar el tiempo de mandato del presidente y pide a los venezolanos que "tomen las calles" para obligar al Tribunal Supremo y la Asamblea Nacional a deshacerse de Chávez, "legal y constitucionalmente". La nueva organización de Miquilena está conspirando con el partido de la oposición, Acción Democrática, para convocar protestas callejeras y huelgas en septiembre, para obligar a Chávez a dimitir.
Los intentos de Chávez para evitar la crisis están equivocados. Las tensiones sociales en Venezuela están alcanzando rápidamente un punto culminante, un hecho que se refleja en las manifestaciones y contra-manifestaciones que se convocan constantemente, como ocurrió antes y después de la sentencia del Tribunal Supremo. Alarmado con la escalada de violencia, Chávez ha apelado a los trabajadores para que se desarmen, aunque hay informes de que en los barrios de clase media los enemigos del gobierno se están armando hasta los dientes. Sin embargo, los discursos de Chávez no han impedido que los trabajadores comiencen a armarse. Cientos de rifles de asalto FAL 7,62 mm desaparecieron de los arsenales del ejército y la Guardia Nacional después de los dos intentos fallidos de golpe de estado en febrero y noviembre de 1992, la mayoría no se ha recuperado.
Desgraciadamente, en ausencia de una dirección revolucionaria firme con una estrategia y un plan de acción coherentes, las energías de las masas se pueden disipar en toda una serie de choques aislados y descoordinados, e incluso en actos de terrorismo individual. Según informaba el 2 de agosto Unión Radio, civiles armados leales al presidente abrieron fuego contra la policía metropolitana en la Avenida Sucre en Caracas. También se dice que los francotiradores abrieron fuego contra un helicóptero de la policía metropolitana desde los tejados de un barrio pobres, durante el segundo día de violentos disturbios callejeros protagonizados por los seguidores de Chávez después de conocer la decisión del Supremo.
Más tarde dijeron que los francotiradores eran miembros de un grupo llamado Tumaparo que tiene su base entre los pobres urbanos. Pero los dirigentes tupamaros negaron la acusación, dijeron que ellos sólo actuarían como parte de un movimiento popular nacional para defender la revolución. Puede que fuese una provocación. Debemos esperar para conocer la verdad. Los métodos del "guerrillerismo urbano" demostraron en el pasado ser un desastre en Argentina y Uruguay. La forma de derrotar a la reacción se pudo ver en abril, cuando el golpe fue aplastado por el movimiento de las masas.
Sería trágico si el colosal potencial revolucionario de la clase obrera y la juventud fuera desviado hacia el camino del guerrillerismo urbano. Lo que se necesitan no son disparos aislados con la policía y el ejército, esa clase de incidentes pueden ser utilizados por los contrarrevolucionarios para desacreditar el movimiento de masas y justificar la represión, lo que se necesita es hacer preparativos serios para una insurrección armada. No se necesita el "guerrillerismo urbano" (es decir, el terrorismo individual), sino una insurrección de las masas, encabezada por la clase obrera, a escala nacional.
Cambio de ambiente
El balance de fuerzas es aún favorable a la revolución. Pero no durará siempre. En esta situación el ambiente de las diferentes clases puede cambiar muy rápidamente. El tiempo no corre del lado de la revolución, sino de sus enemigos. Ya se ha perdido un tiempo precioso. Después del fracaso del golpe, las fuerzas de la reacción estaban desmoralizadas y desorientadas.
Probablemente todavía no se han recuperado del golpe. Hace poco estallaron protestas violentas contra Chávez en las zonas ricas de Caracas, cerca del palacio presidencial de Miraflores y el edificio del Tribunal Supremo. Pero sólo contaron con el apoyo de unos cientos de seguidores. Esto sugiere que la clase media no tiene demasiada gente para una lucha seria.
Sin embargo, esta situación no durará. Incluso ahora el cuadro es desigual y demuestra procesos contradictorios. En los últimos días los guardias nacionales utilizaron gas lacrimógeno contra manifestantes pro-Chávez. En el pasado, la Guardia Nacional gaseó en muchas ocasiones a los manifestantes contrarios a Chávez. Parece que es la primera vez que se han vuelto contra los seguidores del gobierno. Este pequeño pero significativo detalle sugiere que el trabajo de los contrarrevolucionarios en el ejército y la policía, no sólo continúa sino que además está consiguiendo resultados. Es un serio aviso.
Chávez debe haber comprendido que el riesgo de ser procesado y echado del poder, crece según pasan los días. El próximo golpe no va a ser tan pacífico como el último. Por lo tanto, podría decidir que no hay otra alternativa que convocar una nueva Asamblea constitucional. Sin embargo, este movimiento sólo tendría éxito si moviliza a las únicas fuerzas en las que puede basarse para luchar y derrotar a la contrarrevolución. Su única esperanza es apelar a las masas de trabajadores, campesinos y soldados por encima de las cabezas de los burócratas y oficiales reaccionarios.
La crisis económica ahora es la amenaza más seria para Chávez, quien prometió mejorar el nivel de vida. El fracaso está minando su base de apoyo. Las masas no pueden sobrevivir con una dieta compuesta sólo por discursos revolucionarios. Si no hacen nada para resolver sus problemas más urgentes, aparecerán la desilusión y la apatía. El peligro es real. Las últimas encuestas demuestran que Chávez todavía cuenta con un apoyo de entre el 25 y el 30 por ciento de la población adulta venezolana. Sin embargo, es baja si se compara con el apoyo que tenía Chávez después de la derrota del golpe. Dos tercios de la población ahora ven el paro, la inflación y la inseguridad personal como los tres problemas más importantes.
La recesión mundial hace poco probable que los precios del petróleo se recuperen lo suficiente para dar al gobierno Chávez los recursos fiscales necesarios para estimular la economía. La única forma de conseguirlo sobre bases capitalistas sería aumentando la oferta monetaria a través de la devaluación de la moneda o imprimiendo más bolívares. Cualquiera de estas políticas provocaría una explosión de la inflación que erosionaría el nivel de vida de las masas y profundizaría la crisis económica, preparando el camino para una caída aún más profunda de la producción y el aumento del desempleo.
La crisis económica se está profundizando. El déficit fiscal ahora se calcula que supera el 8% del PIB. Para cubrir esto, el ministro de economía, Tobías Nobrega, anunció recientemente que el gobierno aumentaría la producción de petróleo en 400.000 barriles diarios. Algunas fuentes predicen que este año la economía se contraerá entre el 5 y el 6 por ciento. La inflación sube y este año se pondrá entre el 25% y el 40 %, erosionando los ya bajos niveles de vida. La moneda se ha depreciado rápidamente, y según algunas estimaciones, más del 15 por ciento de la fuerza laboral está en paro.
Se ha producido una huida de capital, más de 80.000 millones de dólares se han depositado en el extranjero. Al mismo tiempo, según el último Índice de Desarrollo Humano de la ONU, el 23 por ciento de los venezolanos viven con menos de un dólar al día, y el 20 por ciento está crónicamente malnutrido. El economista venezolano Gustavo García, avisó que el ingreso real per cápita podría caer este año un 7 por ciento. Esto significaría que para finales de este año el ingreso anual medio del venezolano, medidos en términos constantes, caería a los niveles de 1961 (Stratfor, 25/7/2002).
El punto de no retorno
La revolución venezolana ha alcanzado un punto en el que no se puede dar marcha atrás.
Sólo puede salvarla la movilización general de la clase obrera y el campesinado. Organizados en comités revolucionarios elegidos democráticamente, deben prepararse para tomar el poder en sus manos. Las masas deben armarse y prepararse para aplastar a la reacción cuando ésta levante la cabeza. Esta es la única garantía real de éxito.
En cierto sentido, este proceso ya ha comenzado. Las masas de los seguidores de la revolución se están organizando en los barrios, las fábricas e incluso los barracones. Hemos visto el surgimiento de comités de organización por todo el país y se están coordinando local, regional y nacionalmente. Están los Círculos Bolivarianos, la Asamblea Popular Revolucionaria en Zulia, la Alianza Popular Bolivariana, la Coordinadora Popular en Caracas, y entre los trabajadores está el Bloque Sindical Democrática y Clasista. Este último pide el juicio y castigo para los organizadores del golpe, la nacionalización de los medios de comunicación bajo el control obrero, una escala móvil precios–salarios y la nacionalización de la industria del petróleo entre otras medidas. Originalmente surgió en el estado industrial de Carabobo y tiene el apoyo de las organizaciones sindicales de Ford, Mavesa, Firestone, Goodyear, General Motors, y los sindicatos regionales del textil y electricidad. El Bloque se está extendiendo a otras regiones.
Existe una organización similar en el estado de Aregua entre los trabajadores del textil, metal, carne, alimentación, papel, y en las fábricas de Iberia y Pepsi Cola.
Todas estas organizaciones tienen una actitud crítica hacia la organización oficial del movimiento bolivariano ¾el Movimiento Quinta República (MVR)¾, muchos de sus dirigentes están acusados de provocar el desorden y sabotear. Los comités han ido más allá. Incluso han pedido una reunión con Chávez para discutir con él sus críticas hacia el movimiento oficial y para obligarle a girar a la izquierda. Han convocado una reunión nacional de organizaciones populares para este mes.
Las capas superiores del ejército sufren la presión de la burguesía venezolana y del imperialismo. Los acontecimientos del pasado abril demostraron que el control que tiene Chávez sobre las fuerzas armadas es muy débil. Pero también demostraron que un sector de las fuerzas armadas ¾probablemente la mayoría¾ todavía no están dispuestos a emprender el camino de la contrarrevolución. Esto es verdad incluso entre un sector de los oficiales, pero es mucho más abundante entre la tropa y los suboficiales. Es necesaria una acción decisiva para unir a los elementos revolucionarios de las fuerzas armadas y aislar a los reaccionarios. Se deben formar comités de soldados y oficiales revolucionarios en todos los barracones para desarmar y arrestar a los elementos contrarrevolucionarios.
El punto central de la contrarrevolución se encuentra en los despechos de los directores de los bancos y grandes empresas. A menos que se arrebate el poder a la burguesía, Venezuela nunca se liberará de la amenaza contrarrevolucionaria. ¡Hay que expropiar a los capitalistas, banqueros y terratenientes! ¡Hay que nacionalizar los bandos y grandes empresas bajos el control y dirección democrática de los trabajadores! Esa es la única forma de salvaguardar la revolución venezolana y llevarla hacia delante.
Sin embargo, la victoria de la revolución en Venezuela no será el final. Desde el primer día una Venezuela revolucionaria se enfrentaría con la oposición internacional. Washington utilizaría a sus títeres en la Organización de Estados Americanos, para intentar organizar una campaña de sabotaje, bloqueos e incluso intervención militar directa contra la revolución. En el pasado vimos esto en Cuba, pero también vimos como fue derrotada la contrarrevolución.
La única forma de salvaguardar la revolución venezolana es adoptando una política decidida de internacionalismo proletario. La revolución no se debe limitar a Venezuela, debe extenderse a otros países de América Latina, y finalmente, a los propios EEUU. Al enfrentarse con revoluciones en todo América Latina, EEUU no podría intervenir. Todo lo contrario, se enfrentaría con movimientos revolucionarios en casa.
La revolución venezolana no puede detenerse en la mitad del camino. Hugo Chávez comenzó el proceso, pero sólo los trabajadores y campesinos pueden terminarlo con la toma del poder en sus manos. La revolución bolivariana, si no se reduce a una frase vacía, debe significar la revolución socialista en Venezuela. Y la clase obrera venezolana debe inscribir en su bandera el objetivo de los Estados Unidos Socialistas de América Latina. Esa es la única perspectiva que puede garantizar la victoria final.