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Latinoamérica

4 de septiembre del 2002

Elecciones en Brasil
Un gigante en la estacada

Pablo Jofré Leal
Rebelión

Después de ocho años de gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso, Brasil se enfrenta a una reñida elección presidencial, con nubes cargadas de malos presagios. En el agitado panorama político del gigante sudamericano, los organismo financieros internacionales han entrado de lleno en la contienda y apuestan los dólares a su candidato favorito, el oficialista José Serra para oponerse así al incansable y eterno candidato líder del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio "Lula" da Silva
PRÉSTAMOS PREDATORIOS
E
n menos de cuatro años, el coloso con pies de barro de Latinoamérica: Brasil, ha recibido de manos del Fondo Monetario Internacional (FMI) rescates financieros por más de 85.000 millones de dólares, obligando al gobierno de Fernando Henrique Cardoso a cumplir a rajatabla las duras condiciones que imponen los organismos financieros internacionales y que hoy, a menos de 40 días de las elecciones presidenciales, sufre los avatares de un proceso colmado de incertidumbre política. La posibilidad cierta que sea un candidato de izquierda el vencedor de la contienda electoral del próximo mes de octubre, aterra al FMI y a los Estados Unidos y ha prendido las alarmas de un posible Default en la más abultada deuda externa del mundo. La crisis brasileña se ha ido agudizando a pesar de los esfuerzos del gobierno con una incesante devaluación del Real y en que la deuda interna indexada con el dólar aumentó en 14 mil millones de dólares sólo en el mes de junio.
Los 30.000 millones de dólares aprobados por el FMI el día 9 de agosto han servido para mantener a flote el Real pero en la práctica la fuga de capitales, la caída del Merval, la baja de categoría de su clasificación crediticia siguen su curso imparable, agravado por un déficit fiscal que alcanza al 5% del PIB y donde las obligaciones de pago externo, que equivalen a más del 60% de su PIB son deudas a corto plazo, lo que genera el temor a los mercados que Brasil no pueda cumplir sus obligaciones el año 2003, "honrando" sus deudas como suele denominarse eufemísticamente el imperativo de pagar o perder el beneplácito de los poderosos. En recientes declaraciones efectuadas en Chile, el Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, sostuvo que "ser receptor de préstamos cuantiosos para tratar de salir de una crisis, a cambio de aplicar los ajustes a todo nivel que exigen los prestamistasterminan derrumbando a las economías que dicen ayudar...el dinero que entra vuelve a salir y cuando lo hace, el enfermo ya no está delicado sino que en agonía". Para Stiglitz, las dificultades de Brasil, como las de Argentina y Uruguay son la prueba más certera que el modelo surgido del Consenso de Washington del año 1993 e impulsado por el FMI y el Banco Mundial es un modelo no sólo perverso, sino que completamente agotado.
La mayoría de los países latinoamericanos – sobre todo Argentina, Uruguay, Brasil - y hasta Chile, aunque Stiglizt, como un invitado cortés y bajo la sonrisa condescendiente del Ministro Eyzaguirre haya sostenido que "Chile se ha salvado del contagio gracias a que aplica sus políticas económicas de manera independiente" – todos ellos han cumplido escrupulosamente los axiomas de la llamada ortodoxia neoliberal que se concretan en las recetas económicas impulsadas por el FMI y que acarrean, para la mayoría de la población enormes sacrificios sociales, económicos y políticos, condenando a la pobreza a buena parte de la población y enriqueciendo a las elites financieras y políticas de estos países. Ni a Brasil y menos a Argentina les ha servido ser alumnos aventajados del neoliberalismo. Es hora de ir pensando seriamente, si conviene ser el primero de la clase, cuando los tutores no pueden pasar la prueba de la blancura.
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Analistas económicos como Paul Krugman del MIT y Paul Erdman han sido menos diplomáticos a la hora de definir las intenciones de los organismos financieros internacionales en la concesión de 30.000 millones de dólares a Brasil, en una nueva puesta en escena de los "rescates masivos" conocidos en la década de los noventa en México, Rusia, Corea del Sur y Turquía. Krugman ha afirmado que la ayuda del FMI a Brasil encubre una operación política de envergadura ya que "el dinero del tesoro de los Estados Unidos iría a parar al Citigroup que ya desde los tiempos de Clinton mostró la convivencia entre el poder político y los grandes conglomerados económicos". Según Krugman en su habitual columna del New York Times "El Citigroup utilizaría una porción de esos fondos para financiar la campaña de noviembre del Partido Republicano del actual Presidente George W. Bush. En todo esto, algo me huele mal ya que no sabemos a quien se está salvando realmente". Por su parte Paul Erdman advierte sob re el hecho que "si el rescate a Brasil va a favorecer al Citigroup y a FleetBoston, que en conjunto tienen cerca de 20.000 millones de dólares en riesgo en Brasil, seguramente este artificio no pasará inadvertido, cuando llegue la hora de recaudar fondos de campaña entre la elite de Wall Strett".
La visita relámpago al Cono Sur Latinamericano del cuestionado y políticamente devaluado Secretario del Tesoro estadounidense Paul O´Neill fue acompañada de sus ya legendarias provocaciones "El FMI debe estar atento a que sus préstamos a Brasil, Uruguay y Argentina no fuesen a parar a cuentas bancarias suizas". El desatino diplomático tuvo una disculpa oficial solicitada por Cardoso, mientras sus vecinos argentinos y uruguayos inclinaron la testuz bajo la máxima de quien calla otorga. La misión de O´Neill así como la de Anne Krueger, Directora del FMI fue el exigir a los candidatos presidenciales brasileños: Ciro Gomes, Luiz Inácio "Lula" da Silva y el oficialista José Serra un compromiso anticipado con el Fondo y sus reglas para otorgar así los préstamos que el Brasil requiere para superar la actual coyuntura. Para el intelectual y ex religioso brasileño Frei Betto "esta inadmisible exigencia es la prueba palpable de que Estados Unidos y el FMI intentan condicionar a los próximos mandatarios a provocar el pánico, la confusión y la consiguiente probable derrota de "Lula" da Silva. El miedo del FMI y del actual equipo económico es que José Serra no sea electo y que el próximo gobierno demuestre que Brasil es capaz de caminar, y mucho mejor, con sus propias piernas. O´Neill y la Krueger, con su desatinos verbales, sólo han agravado el nerviosismo del mercado y quien no se hace respetar, escucha desafueros como este. felizmente las urnas no mueren de amor por el mercado".
Al cierre de esta edición las encuestas y estudios electorales demostraban un leve repunte del candidato oficialista José Serra, que sin embargo no alcanza aún a amenazar el segundo lugar del candidato del Frente Laborista Ciro Gomes, quien bajó ostensiblemente de un 32% a un 28% de apoyo. Luiz Inácio "Lula" da Silva del Partido de los Trabajadores mantiene un estancado 35% de intención de voto, que hace irremediable una segunda vuelta y donde las empresas de sondeo dan como ganador, ya sea con Gomes o Serra como oponentes, al temido demonio de los organismos financieros internacionales: "Lula" da Silva, que está contando incluso con aliados inesperados como el propio Presidente Cardoso, que ante el espanto del oficialismo declaró que en una eventual segunda vuelta, sin la presencia de Serra en la contienda, prefería apoyar a da Silva en lugar de Gomes. Complicado panorama para la octava economía del mundo, un país que está en la estacada y donde las fuerzas del capital, las empresas extranjeras y el FMI ya han tomado partido por un candidato, interfiriendo en la contienda electoral a través de las nerviosas señales emanadas de las subidas y bajadas de los índices bursátiles en Río de Janeiro y Sao Paulo y donde se lee claramente que un eventual triunfo de los candidatos de izquierda, sea Gomes o "Lula" sólo podría traer la debacle. En este análisis no se contempla, que las sociedades latinoamericanas han comenzado a desarrollar razones políticas y sociales que los Estados Unidos, el FMI y los centros de poder económico han preferido ignorar.