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Latinoamérica

Suman más de doscientas mil héctareas y
ni siquiera tributan porque tienen exoneraciones
Los tres latifundios más grandes del Uruguay son de extranjeros

Los tres latifundios más grandes de Uruguay pertenecen a empresas trasnacionales de cuatro países ricos. Invirtieron en forestaciones indiscriminadas de pinos y eucaliptos, dos variedades de árboles que desgastarán el suelo nacional de un modo irreversible. Estimaciones primarias advirtieron ya a todos los legisladores que perderían parte de su dinero los uruguayos que invirtieron en las forestadoras nacionales.

 La Republica / Uruguay
Tres grandes consorcios, uno de EEUU, uno holandés y otro español son los latifundistas más grandes del Uruguay.

Los ahorristas uruguayos que invirtieron en empresas forestales obtendrían escasa o nula rentabilidad debido a las altas tasas de interés obtenidas en préstamos bancarios para iniciar las explotaciones, y a consecuencia de la sobredemanda que, ya se prevé, derrumbaría en pocos años los precios en el mercado mundial de maderas para la industria papelera.
Según estimaciones, las únicas forestadoras que recibirían beneficios son las que pertenecen a capitales trasnacionales, que a la vez tienen en sus países de origen las plantas donde procesan la materia prima que exportan desde Uruguay sin valor agregado de mano de obra, y sin haber generado un solo puesto de trabajo.
Mientras tanto, los tres mayores latifundios de Uruguay pertenecen a tres empresas de capitales extranjeros.
Un "yanqui" tiene más que Gallinal
El latifundio más extenso que conoció la historia de Uruguay pertenecía al terrateniente Alejandro Gallinal, hombre distinguido por el voluntarismo con que intentó mejorar la vida del campesinado pobre mediante el Movimiento para Erradicación de la Vivienda Rural Insalubre (Mevir), institución que fundara en los años cincuenta.
Cuatro decenios después, el latifundio más extenso que hay en Uruguay pertenece a la empresa forestadora Weyerhaeuser, una trasnacional de capitales ciento por ciento estadounidense, que opera en el país bajo la razón social de al menos dos empresas subsidiarias: Colonvade, con por lo menos 53 mil hectáreas, y Los Piques, con por lo menos 18 mil.
Weyerhaeuser posee en Uruguay un total de 128 mil hectáreas de tierra en los departamentos de Rivera, Tacuarembó y Paysandú. Sólo 71 mil están siendo explotadas. El resto son un negocio a futuro.
De los tres latifundios más grandes ninguno tributa
El latifundio estadounidense, bastante mayor aun al que poseyera en su momento Gallinal, cultiva, casi exclusivamente, pinos y eucaliptos, variedades de árboles que agotan hasta la muerte los recursos orgánicos de la tierra donde crecen, absorbiendo grandes cantidades de agua, durante quince o veinte años, en promedio.
El segundo mayor latifundio del Uruguay es propiedad de Shell, una multinacional de combustibles, de capitales holandeses, que genera por día más dividendos de los que produce Uruguay durante todo un año. En suelo oriental la Shell tiene más de 50 mil hectáreas, sólo en el departamento de Rivera.
El tercer latifundio, el más pequeño de los tres (pero el más conocido por la opinión pública), pertenece a la firma Eufores, una trasnacional de Ence, la Empresa Nacional de Celulosa, de capitales españoles, que tanto diera que hablar a los uruguayos en relación a presuntos vínculos de corrupción con el gobierno de Luis Alberto Lacalle.
Ninguna de las tres forestadoras tributa al Estado uruguayo. Tampoco pagan impuestos a las Intendencias que construyen y reparan los caminos y carreteras que utilizan para transportar los troncos ya talados.
Ni siquiera abonan el Impuesto para Primaria. De todos estos tributos fueron exonerados por mandatarios blancos y colorados.
Un negocio para países ricos
Según datos obtenidos por LA REPUBLICA entre organizaciones ambientalistas (informaciones que también obran en poder de legisladores de los cuatro partidos con representación parlamentaria), las forestadoras trasnacionales, incluidas las tres mencionadas, serían los únicos emprendimientos que acumularían ganancias.
No es el caso de las forestadoras nacionales que comenzarían a arrojar pérdidas en los balances de sus ahorristas cuando, en pocos años, el mercado mundial de madera se vea saturado de ofertas.
Las únicas forestadoras que obtendrían ganancias, las trasnacionales, son aquellas que en Uruguay sólo tienen el arbolito creciendo, sin generar mano de obra para nadie: la planta procesadora de la cotizada celulosa para la industria papelera está instalada en otro lado, precisamente, en países del primer mundo.
Ni trabajo ni tecnología agregada
Los grupos ambientalistas que investigaron la problemática de la extranjerización y concentración de la tierra en manos de trasnacionales (como es el caso del Grupo Guayubirá, por ejemplo), han sido los primeros en señalar que las forestadoras trasnacionales que se instalaron en el interior uruguayo se limitan tan solo a extraer la materia prima básica (el tronco del árbol), para luego procesar su madera en las plantas industriales que tienen montadas en sus países de origen, en general, siempre en los países ricos.
En ningún caso incluyen valor agregado a la materia prima que extraen, así como tampoco generan puestos de trabajo en cantidades apreciables, según destacaron también los ambientalistas en documentos de estudio que luego pusieron en conocimiento de las bancadas de legisladores.
La Shell, indicaron los ambientalistas a modo de ejemplo, se lleva de Uruguay los troncos ya talados y los transporta hasta Finlandia donde posee una planta procesadora de celulosa.
Un 60% de las acciones de la procesadora finlandesa pertenece a la Shell; el 40% restante a la empresa Kymmene. Todo el valor agregado a la madera uruguaya genera empleos en Europa. Ninguno en Uruguay.
Mientras tanto, el 60% de la tierra cultivable de nuestro país está en manos de un 17% de los productores, incluidos arrendatarios y propietarios. Según cifras oficiales, Uruguay cuenta con unos 40 mil productores; 20 mil están por debajo de la línea de la pobreza. Otros tres mil padecen un endeudamiento crónico.