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Latinoamérica

Luisa Riveros, pobladora que en 1987 habló ante el Papa:

"Los pobres siguen esperando"

Como muchos en este país, Luisa Riveros siguió a través de la televisión los detalles del encuentro que tan ansiosamente buscó el presidente Ricardo Lagos con el Papa Juan Pablo II, el 16 de mayo. A esta conocida dirigenta poblacional de Cerro Navia, más que los encendidos exabruptos del cardenal Jorge Medina, le impactó la imagen del Pontífice, minado por el mal de Parkinson, con el presidente de Chile dándole cuenta tranquilizadoramente que desde 1990 los pobres de nuestro país han disminuido a la mitad y que el gobierno sigue empeñado en reducir la pobreza dura que, según cifras oficiales, asciende a 225 mil familias. Es decir, alrededor de un millón de personas.
Hace 15 años, cuando el Papa paseó por el Chile de Pinochet su sentencia "los pobres no pueden esperar", Luisa Riveros fue una de las personas que habló ante el jefe de la Iglesia Católica a nombre de los pobladores y marginados, en una multitudinaria concentración celebrada el 2 de abril de 1987 en la Población La Bandera. Sus palabras, transmitidas a todo el país, y al mundo, a través de la televisión chilena -por primera vez en 14 años, sin censura-, fueron como una válvula de escape para las penurias y horrores que el pueblo sufría a diario.
Luisa, entonces de 43 años y a cargo de seis hijos, habló fuerte y claro para describir la pobreza, la cesantía, la escasez y estrechez de las viviendas, la dificultad para criar a sus hijos, educarlos y conseguir atención médica cuando se enferman. También habló de los presos políticos, de los torturados y detenidos desaparecidos. Los aplausos la interrumpieron una y otra vez, mientras Juan Pablo II escuchaba con atención y expresión grave.
"Ahora, cuando vi al presidente con el Papa me vino el recuerdo de esos tiempos difíciles. Pensé que el señor Lagos iba a decir que todavía, en parte, la pobreza sigue igual, pero no fue así. Yo tengo mi discurso del año '87, y me doy cuenta que las cosas no han cambiado en lo principal", afirma la dirigenta poblacional. Su apreciación se ratifica al leer uno de los primeros párrafos de su discurso: "Somos madres y esposas que buscamos el bien de nuestras familias: pero esto, que parece tan sencillo, es bien difícil para nosotras. Por la cesantía y los bajos sueldos vivimos en la angustia y la preocupación, porque no nos alcanza la plata y por esa causa nos cortan el agua y la luz. Muchas veces nuestros esposos e hijos caen en el alcohol y la droga; así se van destruyendo los hogares".

¿Qué ha cambiado, quince años después?
"Ha habido algunos cambios. En la vivienda, por ejemplo, hay mucha gente que sacrificando muchas cosas ha podido poner su platita y postular a un subsidio. Ha obtenido casa, pero no lo que necesita una familia. Son casas muy pequeñas y de mala calidad, como las Copeva". En 1987, Luisa Riveros denunciaba ante miles de personas lo mismo que cuestiona en el 2002: "Nuestras viviendas son pésimas, son chicas y se nos hacen más chicas todavía porque hay que recibir de allegados a los parientes y a los hijos cuando se casan". En otra parte de su discurso, decía: "Nos preocupa mucho la vida de nuestros hijos. Nosotras los echamos al mundo con mucho cariño, pero hoy nos resulta muy difícil criarlos 'como Dios manda'. Son muchos los niños desnutridos y cuando se enferman no encontramos una buena atención médica, porque tenemos que levantarnos a las cinco de la mañana para un número médico.

LA señora Luisa Riveros revisa su archivo. El vaticano le envió fotos en que aparece con el Papa en el masivo acto de la Población La Bandera en 1987.

También cada día nos cuesta más mandarlos a la escuela y la educación para los pobres se ha puesto muy mala. Peor aún con la gran cantidad de profesores que han sido despedidos".
Hoy, la dirigenta poblacional señala que ni la salud ni la educación han mejorado para los pobres. "Los colegios municipalizados no dan una buena educación. Si un alumno se va de un colegio municipalizado a uno particular, no entiende nada. Y la salud sigue siendo para una minoría, porque todavía tenemos que levantarnos de madrugada para tomar número para el médico. Solamente se puede pedir hora por teléfono para las guaguas de meses o los adultos mayores. Siempre digo que con un país sano y educado, cambia la cosa".
Ella conoce en carne propia cuál es la salud para los pobres. Hace tres años la operaron de un tumor canceroso en el recto. Se lo detectaron cuando llegó en estado grave al Hospital Félix Bulnes, luego de dos años y siete meses de tratamiento en el consultorio por ciática y lumbago. "Pero cuando me llevaron al pabellón para operarme... no había suturas. Y me echaron para la casa", dice Luisa. Finalmente, la operaron en el Hospital San José, gracias a la ayuda de muchas personas que incluso le consiguieron drogas para el tratamiento posterior. Como era una dirigenta reconocida, la municipalidad facilitó una ambulancia para trasladarla a las sesiones de radioterapia.
Bueno, ahora el gobierno está jugándosela por una reforma de la salud.
"Claro, el Plan Auge. Al final, lo vamos a pagar igual nosotros. Porque le quieren poner más impuesto al vino, ¿y quiénes son los que más toman? ¡Los pobres, porque aquí nos ponen una botillería en cada esquina! En dictadura, tuvimos un alegato con un alcalde que dijo que los vicios y la droga eran males necesarios para poder gobernar. Los dueños de las viñas no pagan el impuesto, lo pagará la gente de acá. ¿Por qué no le pusieron impuesto a las grandes empresas, a las mineras, que no pagan nada? Uno será de Cerro Navia, yo no estudié tanto, ¡pero entiendo un poco!".

LOS POBRES DE HOY

El barrio donde vive Luisa Riveros tiene más de treinta años, y ella es una de las fundadoras. En 1969, cuando aún vivía con su marido y esperaba su segundo hijo, fue una de las tres mil personas allegadas y sin casa que se tomaron esos terrenos para levantar un campamento que, a punta de organización y luchas, se fue transformando en población. Le pusieron "Violeta Parra", entonces perteneciente a la comuna de Pudahuel. Los militares la rebautizaron como "Villa Libertad" y hoy pertenece a la comuna de Cerro Navia. Es un sector modesto donde, a diferencia de las villas actuales, ninguna casa se parece a la otra. Todas son de autoconstrucción y se fueron haciendo paso a paso. Aún quedan viviendas de madera, tipo mediagua, y abundan los negocios pequeños habilitados en las mismas casas, así como depósitos de cartones, latas de bebidas y otros desechos que se ofrecen a la venta.
En 1987, la casa de la familia Riveros tenía piso de tierra, y en el techo y paredes se mezclaban maderas con cartones, plásticos y latones. Ahora está bien cerrada y terminada, principalmente con los aportes de sus hijos. Aunque le gustaba estudiar, Luisa empezó a trabajar en un taller de costura a los doce años para ayudar a sus padres, apenas terminó el sexto año de educación primaria. Pero, inteligente, curiosa y aficionada a la lectura, nunca dejó de aprender nuevas cosas. Ya casada, trabajó haciendo costuras en su casa; con una vecina vendían pan amasado y empanadas que cocinaban en un horno de barro, y también vendía cuadernos y lápices a la entrada de los colegios. Se levantaba a las 6 de la mañana y se acostaba a las 2 de la madrugada. Además, era una activa dirigenta poblacional y de la comunidad cristiana. "Yo creo en el Dios de la vida, de la justicia, del compartir, del amor. No creo en el Dios de la iglesia jerárquica. Creo en el reino de Dios ahora, aquí, no después", dice con vehemencia.
En la actualidad tiene 59 años y sigue siendo extremadamente menuda. Su fuerza va por dentro. Como ya no puede trabajar y nunca tuvo previsión, consiguió después de muchos trámites -incluida una carta al presidente de la República- una pensión de gracia que le entrega la municipalidad. Son 70.500 pesos. Vive con cuatro hijos y una nieta de doce años. Sólo dos trabajan. "Mis hijos estudiaron hasta cuarto medio, después hicieron cursos de computación, de técnico en bodega, administración de empresas, contabilidad, para estar preparados, pero les ha servido de poco. Una hija entró a los programas de trabajo municipal para hacer un parque en una hondonada. Ahí trabajó matando ratones y sacando piedras con sus manos. Tenía que hacerlo, porque hay que comer y ella es mamá soltera. Ahora es cajera en un almacén de la Vega, ¡trabaja de domingo a domingo por el sueldo mínimo! Y a las 6 de la mañana está en pie", relata con pena. Ella sigue siempre activa, preside un Club de Abuelos(as) y a través de las noticias que escucha constantemente en la radio, se mantiene al día sobre cuanto ocurre en el país.
De acuerdo con la encuesta Casen, los pobres eran tres millones de personas el año 2000, la mitad que cuando Pinochet dejó el gobierno. Según eso, el presidente Lagos no se equivocó cuando habló con el Papa.
"Es que a nosotros, por ejemplo, en Cerro Navia, ya no nos califican como pobres, porque tenemos calles pavimentadas, veredas, áreas verdes, hay colegios que han mejorado sus fachadas -aunque la calidad de la enseñanza no ha cambiado-. Muchos que antes no teníamos teléfono, ahora tenemos. También hay muchos que tienen televisión a color, que se han comprado autos -usados- y, con mucho esfuerzo, han logrado comprar un computador. ¡Es que los pobres de Cerro Navia no queremos quedarnos al margen! Y por eso sacrificamos muchas cosas importantes para la familia. No salimos a veranear, no comemos nunca una comida rica, siempre lo mismo. Y nos vestimos con ropa 'americana' con tal de lograr una casa mejorcita, más abrigada. Según el gobierno, es muy poca gente la que está en la extrema pobreza: la que no tiene techo y todavía cocina con leña o parafina. Y aquí, en Cerro Navia, hay harta gente que vive así".
O sea, una familia puede tener teléfono, televisor a color, auto (aunque lo haya comprado usado) y hasta un computador, ¿y sigue siendo pobre?
"Sí, porque no son lujos. ¿Cómo va a ser lujo tener un computador, si ellos mismos fomentaron que todos debían tenerlo? Si no, los hijos de nosotros se quedan al margen, y no sirven para trabajar. Porque ahora la obra de mano no sirve, el cuarto medio tampoco. Aquí la mayoría de la gente no tiene trabajo, recoge cartones, latas y hace pololos. Las mujeres venden ropa usada en la feria. Los que menos tienen trabajo son los jóvenes. La tecnología ha echado a perder la vida, porque solamente está al servicio de unos poquitos, no de la mayoría".

LUISA Riveros sigue siendo una activa dirigente poblacional.
¿Qué le parece el programa "Chile solidario" que anunció el presidente de la República el 21 de mayo, con un subsidio de 10.500 pesos para las familias de menos recursos?
"Eso es burlarse de la gente en extrema pobreza, porque una familia tiene cuatro, cinco o seis personas. ¿Con 10 mil pesos comerán tres días? Creo que el presidente tiene gente alrededor que no le comunica la verdad. El tendría que darse una vuelta para constatar en terreno cómo están las cosas. Darle plata a la gente es limosna, lo que se necesita es trabajo para que las personas no se sientan indignas. En la Biblia dice que Dios no le dio pescado al hombre que estaba mirando el mar, le pasó una caña para que pescara".

ORGANIZACION, SIEMPRE

Luisa es testigo del desaliento de muchos de sus vecinos, que no le creen a los políticos ni a nada, a la vez que han perdido la confianza de lo que pueden lograr por sí mismos, olvidando la propia historia de su población. "Al llegar aquí, en 1969, había puros potreros y teníamos que ir a buscar agua a unos pilones. Sufríamos mucho con eso -recuerda la dirigenta-. Pero cuando salió elegido el presidente Allende, conseguimos que nos hicieran veredas y nos pusieran luz y agua". Formaron una comunidad cristiana y en torno a la iglesia, que los mismos pobladores comenzaron a construir, fueron naciendo variadas organizaciones que se hicieron aún más necesarias durante la dictadura. Tuvieron una olla común; 'comprando juntos', 'construyendo juntos'; taller de aprendizaje para los niños; colonias urbanas, y un grupo de salud, donde casi todas las mujeres aprendieron primeros auxilios. A comienzos de los 90, ya sin Pinochet, el viraje que experimentó la Iglesia Católica se tradujo en que no les permitieron seguir ocupando la iglesia para las actividades comunitarias. "A mí no me dejaron entrar más; como tenía llave, cambiaron la cerradura. En democracia todo ha sido al revés, ¡hasta a los jóvenes y trabajadores que fueron a protestar el 21 de mayo a Valparaíso no los dejaron ni acercarse! Los reprimieron al tiro. ¡Eso no es democracia!", protesta.
Ahora, en el Club de Abuelos que se reúne cada semana en su casa, trabaja con 25 personas de 60 a 90 años. "No perdemos ningún proyecto en la municipalidad y nos relacionamos bien con la alcaldesa Cristina Girardi, que ha hecho mucho por la comuna", reconoce. En el patio de su casa instalaron una caseta para el club, consiguieron sillas, una cocina y todas las abuelas se fueron por una semana a conocer Valdivia. "Todo, con puros proyectos. Ahora vamos a crear un 'comprando juntos'. Al comprar los alimentos al por mayor, abaratamos costos. La única forma de lograr mejorar un poco la vida es organizándose. Y ahora es más necesario que nunca. Una no puede quedarse en la casa viendo comedias en la tele. ¡Eso no da nada, sólo sirve para atrofiar la mente!".
¿Usted no ve televisión?
"A veces los debates, pero me da mucha rabia ver a los mismos que tienen al pueblo con hambre hablar a nombre de los pobres. ¡Políticos de todos los sectores se limpian la boca con nosotros! Me da indignación ver a los que estuvieron en el gobierno con Pinochet, como Pablo Longueira o Alberto Espina... ¡con qué moral pueden hablar de los pobres si ellos hicieron la Constitución y nos dejaron con el plan laboral que le cortó el alma a los trabajadores! ¡No pueden seguir engañando a la gente! Cuando vienen las elecciones se aparecen por aquí ofreciendo de todo. Pero pasan en auto, ni siquiera se bajan. Ojalá me invitaran a la televisión para decirles unas cuantas verdades"

PATRICIA BRAVO